He pensado mucho en este tema.
Si algún día me encontrara con Martí, en el otro mundo obviamente porque estoy convencido que a este no va a regresar, le diría dos cosas, aunque tengo una lista más grande de temas a tratar con él.
En dependencia del acercamiento, le diría Apóstol, Maestro, José o Pepe, qué difícil me es leerte. Toda lectura, hasta la nota más pequeña que dejaste, implica invertir mucho tiempo y tener la cabeza muy clara para poder leer y releer y entender, dentro de todo, qué quisiste decir.
Hay que poder separar toda la paja, o sea, las metáforas, los aforismos, las descripciones lindas de cualquier cosa, que a veces nada más que tú entiendes lo que quisiste decir, los de atrás para adelante, los romanticismos, los rodeos, etc., para sólo luego quedarnos con el trigo. El diario de Martí es tan bello, tan bello, que muchas veces uno lamenta no tener un escrito aparte donde él mismo, no uno de los tantos traductores que existen, explique qué quizo decir y cuál fue el significado de cada palabra que dijo. Como no tenemos ese escrito, todos hemos interpretado al Apóstol a nuestro antojo y entonces encontramos la enorme belleza y sobre todo patriotismo en aquello de “paloma que vuela”, cuando a lo mejor el autor puso esa idea porque no tenía nada más que poner o le pegaba con otra idea que venía desarrollando sobre, digamos, por ejemplo, los aviones.
A veces pienso que la gente, el gran público cubano, se declara martiano, sin haber leído de principio a fin ninguno de sus escritos. A veces pienso que lo de martiano es más que todo una obligatoriedad para no quedarnos atrás. Para muchos es probable que ser martiano pueda ser igual que la “beatlemanía”, si no te gustan los Beatles estás mal.
Habría que ver cómo es que los obreros, los tabaqueros, los mambises, muchos de ellos campesinos analfabetos o antiguos esclavos, las bellas mujeres, muchas de ellas con una instrucción sólo elemental, podían entender exactamente cada una de las ideas, cuando a mí, estudioso, en pleno siglo XXI me cuesta trabajo leer y entender a exactitud y retener todo lo que dijo. Creo que más que todo, fue la belleza del o de los discursos, quizás el ritmo a la hora de expresarlos, lo que convencía o al menos atrapaba, sin que muchos pudieran tener muy claro, qué se estaba diciendo.
Eso me pasó un día con un poeta japonés, del cual ni el nombre recuerdo. De la poesía japonesa no conozco nada y aprovechando que mis amigos Chino y Any tenían un libro de uno de los poetas más famosos del lejano país, me acerqué al libro. Difícil no, dificilísimo. La poesía es de una belleza tal, que nunca pude verla. Todos los poemas eran así: paloma, montaña azul, estanque sólido, agua que se mueve por el aire, sákura o flor de cerezo que sueña la primavera, sushi amargo, jardín de arena, piedra en el medio, samurái rosado, caminar de la Geisha sobre calles lubricadas, etc. Difícil no, dificilísimo.
La otra idea no es tal, sino una pregunta, ¿cómo pensabas lograr en una vida aquello de “Con todos y para el bien de todos”?, idea repetida y repetida hasta la saciedad por todos aquellos que queremos hablar sobre el futuro de Cuba.
Con y para el bien, es el deseo máximo de cualquier sociedad moderna, al menos desde el punto de vista teórico. No deja de ser, claro está, una idea que trata, sobre todo, en primera instancia, de movilizar, de sumar, de interesar a muchos, con ilusión y esperanza, encerrando en esa frase todas las posibles aspiraciones de aquellos que piensan en un cambio positivo.
No soy, ni mucho menos un gran estudioso de la obra de Martí, o sea, es diferente leer que ser un estudioso, pero me arriesgaría a decir que “Con todos y para el bien de todos”, ni el mismo Martí pudo describir exactamente cómo lo lograría una vez conquistada la independencia, si es que lo tenía definido. Con y para el bien, es como decir algo así, lo tengo pensando, no lo duden, lo que no lo puedo decir ahora y eso dará tiempo a ir tomando las acciones por el camino, en dependencia de los vivos y los muertos.
¿Cuál era el panorama o el escenario de con y para el bien una vez conseguida la independencia? Muy por arribita. Una Cuba devastada por 30 años de guerra contra el ejército español, al menos y, en gran medida, la parte centro oriental del país, devastada sobre todo económicamente. Una variante militar o militarista dentro de los cubanos independentistas, por momentos frustrada, jodida, traicionada, que en su mayoría no confiaban en el poder civil y en los llamados civilistas. Una parte de la población se consideraba española, tan española como los nacidos en la península europea o la llamada “madre patria”, aristocracia cubana inclusive con títulos nobiliarios de marqueses, duques, etc., más los descendientes de esos españoles nacidos en Cuba, que se venían separando de España, llamados o reconocidos como criollos, motivados sobre todo por intereses económicos, donde primaban ya los preludios del capitalismo y no de un sistema colonial dependiente, donde se dejaban ver intereses vinculados a la potencia más cercana, Estados Unidos.
Una enorme masa de antiguos esclavos agrícolas y domésticos, venidos de África algunos o nacidos en Cuba otros, más otra parte de negros libres por lo tanto negros diferentes a los anteriores, con oficios e incluso con estudios y muchos con intereses económicos propios. Una población representativa de haitianos asentados sobre todo en el oriente del país, que al venir de una colonia francesa apenas hablaban el castellano y no eran católicos y una también presencia, no enorme, pero de significativo crecimiento de chinos, que ni castellano, ni francés, ni ningún otro idioma entendible, ni católicos o santeros y un modo de vida nada parecido a los pobladores tradicionales de la isla.
Partidos políticos que iban surgiendo de todas las diferentes posiciones ideológicas y políticas, incluyendo la génesis de grupos cercanos a las ideas marxistas europeas. Una intelectualidad significativa, filósofos, escritores, pintores, escultores, músicos, artistas en general, importante si se le compara con el resto de América Latina, que, como artistas, sólo eran artistas. Intelectualidad parecida mucho a la europea, a veces afrancesada y a la misma norteamericana que comenzaba a tener determinada influencia en la isla.
Un Martí casi desconocido por todos, de una posición muy definida y fuerte como civilista, amante de la democracia al estilo norteamericana, la más avanzada para aquellos años, nombrado a dedo por Máximo Gómez como Mayor General, pero sin ningún o muy poco prestigio dentro de la mayor parte de militares independentistas cubanos. Un Martí no sólo desconocido en Cuba, sino criticado, acusado de “capitán Araña”, o sea de teórico y embaucador que convence a otros para luego quedarse al margen y no seguido o sólo seguido por muy pocos, al cual le debe haber costado mucho trabajo pararse frente a ellos y que sólo una personalidad muy fuerte que tiene que haber tenido, le permitió convivir con sus contemporáneos sobre todo en los campos cubanos casi totalmente desconocidos por él, más allá de su prosa y poesía nostálgicas.
No era lo mismo pararse frente a diplomáticos,
empresarios e incluso obreros en el exilio obviamente con una mayor formación
clasista, que, frente a campesinos, antiguos esclavos o descendientes de ellos y
militares cubanos en Cuba. Un Martí con un discurso demasiado fuerte,
armónicamente bien estructurado, pero demasiado elevado y fuera de época, que
estoy convencido que fue poco entendido por una gran parte de lo que él define
como “todos”.
Un pueblo católico al estilo del catolicismo español, al menos por nombramiento, pero además y al mismo tiempo, santero, palero, espiritista, etc., lo que devenía en una enorme diversidad religiosa pura y sincrética. Una población blanca, negra, mulata, china, pero además con presencia de otras nacionalidades como centro europeos, latinoamericanos y norteamericanos, por sólo citar algunas, cada uno de estos grupos con diferentes modos de vida, diferentes intereses, diferentes aproximaciones a Cuba, etc.
Una Cuba acostumbrada a cinco siglos de dominio español, con todos sus defectos, pero también con todas sus virtudes, que en general poco sabía de administración democrática, de constituciones propias, de instituciones nacionales independientes a los designios de reyes y nobles. Una Cuba muy diferente entre el campo y la ciudad. Una Cuba donde las ideas más avanzadas eran propiedad de pequeños grupos de intelectuales o empresarios ricos, que se exhibían en las tertulias y los bailes de sociedad.
Martí muere y no nos dejó el cómo. Algunos plantean que su muerte está regida por la consumación de su pensamiento revolucionario, o sea, la acción, no lo dudo, pero también es la respuesta a la presión que debió haber sentido. Martí como humano, tal como nos pasa a cualquiera de nosotros, en un determinado momento, se sintió obligado a hacer algo que no sabía hacer. Hombre delgado, de poco entrenamiento muscular, débil y enfermizo, con manos curtidas solo por el papel, la pluma y la tinta y un cuerpo adaptado a las tribunas y las cenas de sociedad, un buen día, a pesar de los reclamos de algunos de que no lo hiciera, se encaramó en un caballo que no conocía, pero que además el animal no lo conocía a él, agarró las bridas con una mano, en la otra empuño un revolver, porque evidentemente no sabía manejar un machete, metafóricamente, clavo las espuelas mandando a su bestia a correr y allí terminó su vida, no debe haber logrado montar ni 50 metros. A lo mejor la bala que lo mató fue una casualidad, estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado, a lo mejor no y fue la bala dirigida a una persona desorientada, que pasaba trabajo para controlar a su caballo en medio de una gran estampida, balacera, mucha pólvora, mucho polvo e inmensa gritería.
Pero esa muerte, que no debió ocurrir en ese momento, pues podría haber escogido haberse muerto luego, de viejo, aunque la acción tomada era algo más parecido a un suicidio por el alto riesgo que implicaba, lo salva para nuestra historia. Tan compleja era la Cuba de la época de Martí que lo malo que tuvo su muerte, lo salvó para la historia, creo yo. Habría que ver a ese mismo Martí, dentro de la sociedad ya libre cubana, tratando de arreglar el sancocho que en realidad somos los cubanos para conseguir su prometida idea de “Con todos y para el bien de todos”.
Máximo Gómez, la figura más grande de nuestras guerras de independencia, el “Generalísimo”, honesto, sincero, humilde, gran estratega militar y por qué no político, sobreviviente a Martí, fue en aquel panorama la persona escogida por muchos para ser el primer presidente de la República que se fundaría. Nadie mejor que él se lo merecía, Cuba no hubiera tenido un mejor primer presidente. No existía mayor prestigio y acuerdo entre los cubanos libres. La propuesta se la hicieron directamente y Gómez, mostrando, una vez más, su desinterés por diplomas y medallas, pero además una gran visión, la declinó sabiamente, dijo por ser él dominicano. Creo además que debe haber pensado en secreto, ¡los fósforos!!!!!!!!!!!!!!! ¿Quién arregla a todos estos? Y entonces ocurrió lo que sabemos y la propuesta de “Con todos y para el bien de todos”, no sólo se pospuso dentro de la etapa republicana, sino que poco a poco se fue olvidando, para dar paso, como dicen los españoles a “sálvese quien pueda”.
Puedo asegurar que para escribir este artículo me he leído el discurso donde aparece por primera vez la idea de “Con todos y para el bien de todos”. Palabras de Martí pronunciadas el día después de su primera visita a Tampa, el 26 de noviembre de 1891 en el Liceo Cubano de aquella ciudad. Debo asegurar que me ha vuelto a resultar difícil y en los dos primeros intentos, Martí me derrotó, sólo en un tercer asalto pude terminar de leerlo completo.
Debo aclarar en favor del Apóstol que no es un plan de trabajo, menos un documento donde Martí trató de definir la estrategia post independencia. Es sólo un discurso incendiario que trató de ganar adeptos para su lucha. Palabras cargadas de elogios para Cuba y los cubanos, que tratan de definir, quizás una vez más, el mal del colonialismo español y dentro de esas palabras cargadas de Martí, de mucho Martí, un poco justificar el porqué de una nueva etapa de lucha.
“Con todos y para el bien de todos”, tal como el propio Martí define es su sueño, es su himno de combate, es su gancho para atraer contribuyentes y seguidores, en la misma medida que termina sus palabras explicando, “Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula de amor triunfante”. Es más que todo en aquellos momentos, recordar que Martí sólo logró comenzar su nueva guerra en 1895, cuatro años después de estas palabras, eso, un sueño.
Y creo que eso fue, una fórmula teórica de amor triunfante, pero para ser sincero, no creo que ni el propio Martí en ese momento, 1891, que comenzaba su trabajo con la emigración cubana en Estados Unidos, fuera consciente o tuviera ya un plan definido de qué pasos dar para lograrla, más allá de libertades, reivindicaciones, pobres, campesinos, españoles buenos, palmas verdes y estrella solitaria.
Continuará.....
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