Tengo un
nuevo trabajo, entonces soy feliz.
No es de
engañar, porque parece que ni en el paraíso prometido se podría vivir sin
trabajar. Cuando no se tiene trabajo en economías como esta, pues tienes pocas
opciones. Te queda el remedio de vivir temporalmente del gobierno, con una
ayuda limitada que te dan, luego de que tú la produjiste en tus años laborales
o pasar mucho trabajo por no poder acceder a la vida normal, no hablo
obviamente de comprar yates, mansiones, aviones, etc. De más está decir que no
puedes aquí vivir revendiendo ajos, leche en polvo o carne robados. No dudo que
algunos casos existan, pero no es la generalidad. El camino de “homeless” no es
ni medianamente recomendado.
Luego está
el tema psicosocial porque las personas que te rodean, digo las personas
normales que te quieren y se preocupan por ti, se alarman y empiezan a hablar
del futuro y complicaciones. En los casos más exigentes te someten a un “bloqueo”
o “embargo”, dejo las definiciones a elección, donde a poco puedes acceder y
con poco puedes soñar. Suelen ser momentos difíciles, que muchas veces están
más allá de la economía.
Hoy, a
partir de la gran, desplanificada y casi violenta inmigración que enfrenta
Estados Unidos, con la llegada de miles y miles de personas, sobre todo por la
frontera sur, se ve mucho de lo que significa no tener trabajo. Personas
viviendo en lugares no adecuados, como, por ejemplo, dentro de los automóviles
de amigos o seis en el mismo cuarto, resolviendo sus necesidades dentro de
gimnasios, supermercados, pasando trabajo para consumir hasta lo más mínimo y,
por tanto, deprimidos y decepcionados. Muchos tomando el camino del “crimen”,
definición que los norteamericanos usan para cualquier cosa fuera de la ley, da
igual que mates a alguien, manejes sin licencia de conducción, como que te
robes un caramelo en una tienda.
A veces
somos duros con ese tipo de personas y los evaluamos críticamente por tratar de
sobrevivir el día, pero habría que ver qué haríamos cuando llevamos tres días
sin comer, sin bañarnos, sin esperanzas de encontrar rápidamente un trabajo
decente y bien pagado. No estoy justificando al que trafica drogas o al que asesina,
esas personas no deberían existir o existir encerradas de por vida, estoy
hablando de personas que buscan y buscan y no encuentran, pasan los meses y se
deterioran, nadie les dice hasta cuándo tienen que esperar y tienen varias
bocas, además de la suya, que alimentar. Hoy el paso por la frontera y la
aplicación a uno de los diversos estatus que existen no garantiza en corto
tiempo la inserción fácil. La idea de obtener un permiso de trabajo y con él la
posibilidad de laborar legalmente puede demorar más de dos años. Esa es una
realidad no escondible.
Entonces
tener un trabajo hoy y además estar más menos bien remunerado, es una
bendición, tal como se ha puesto de moda decir incluso por los para nada
religiosos. Llamo la atención que, para los norteamericanos, un trabajo es eso,
algo que permita vivir y pagar por la vida, donde se incluye la diversión y el
disfrute. Ningún trabajo es malo, no he visto a nadie denigrar a otra persona
porque trabaja en un almacén, dentro de una tienda, en la construcción, etc. El
pueblo norteamericano es un pueblo trabajador, para mi impresionantemente
trabajador.
Un trabajo
es siempre bien venido. Recuerdo con frecuencia que el más que admirado por mí
Steve Perry, con una voz que podía haberse sentado a esperar un multimillonario
contrato, trabajó en la construcción y en una granja de pavos, trabajos que
odiaba, pero tenía que hacer para vivir. Como él, aquí en Estados Unidos,
millones, hasta que poco a poco, las personas que luchan por ubicarse se
ubican. Los jóvenes americanos comienzan a trabajar desde muy temprano, es, por
un lado, la necesidad o aspiración por independizarse, de poder consumir sin
depender o pedir, por otro la posibilidad o necesidad de ayudar a sus familias.
Es sobre todo la realización de una cultura sobre el trabajo. Así trabajando,
estudian, se gradúan, se casan, forman familias, etc. Recuerdo que algo
parecido pasaba en Cuba antes del accidente, los abuelos cuentan que no se
podía robar, ni prostituirse, cualquier trabajo, incluso los más malos o
difíciles, eran bien valorados. Hoy todo en ese país es diferente, donde se
puede vivir pintando uñas mejor que de cirujano de corazones, donde es más
conveniente hacer colas para luego revender lo comprado cinco veces por encima
de su real precio ya caro o sencillamente levantarse hoy vender ajo, mañana
leche en polvo, al otro día flores e incluso estampillas religiosas. Todas esas
formas garantizan mejor vida que trabajar por un salario, sea de la profesión
que sea.
Entonces,
repito, estoy feliz. Claro que, para no engañarnos, de seguro sería más feliz
paseando sin preocupación en un yate por el Mediterráneo, comiendo naranjas de
una mata que sembré yo mismo o recibiendo el pan del día de una panadería
escogida, tal como dicen hacia Aristóteles Onassis, pero de esa felicidad nunca
he padecido.
Ahora
trabajo en una mega compañía con presencia en 41 estados del país, Charter
Communications, que compró a la muy conocida compañía Spectrum, vinculada al
mundo de las comunicaciones tecnológica, o sea, internet, canales de TV y
telefonía, móvil y para hogares, que ofrece ciertos seguros beneficios a sus
trabajadores, salarios agradables, comisiones mejoradoras, imágenes de pertenencia,
servicios gratuitos, etc.
Para
comenzar he pasado un curso de entrenamiento que dejaría boquiabierto a
cualquier profesor del mundo. Instructores, videos, aparatos, todo funcionando
a la perfección y sobre todo la estrategia de establecer una imagen super sobre
la compañía y los productos. Cuando terminas en esos entrenamientos, no sólo
eres la Coca Cola, sino que llegas a pensar que es cierto, eres la última Coca
Cola del desierto, por la que todos hacen colas y se fajan para poder consumir.
Si no estás muy claro en este tipo de entrenamiento, sales y te ves más joven,
más apuesto e imaginas un futuro grande y sobre todo fácil. Si eres religioso,
cosa que no soy, llegas a pensar, “si Dios está conmigo, o sea, para este caso
específico Spectrum, quién contra mí”. JAJAJA.
Entonces un
día, termina el fértil entrenamiento y a trabajar.
Mi posición
es de esas que más rimbombancia no puede tener. Soy un Residential Connectivity Sales Specialist, o sea, en
español que es más fácil y directo, un vendedor puerta a puerta, experiencia
muy nueva para mí, por lo que mi misión es muy concreta, tocar puertas 8 horas
para tratar de vender alguna de las cosas de mi cartera de productos: internet,
celulares con conexión a la red de Spectrum, paquetes de canales de TV. Lo más
fácil del mundo probablemente hace 20 años atrás, pero hoy …¿ ????? Es como el ejemplo
clásico de los libros sobre ventas, del vendedor puerta a puerta de
enciclopedias o diccionarios, que nadie compra, pero, además, puertas donde
nadie te llamó y muy pocos necesitan de esa famosa última Coca Cola porque la
tienen por cajas o saben que pueden adquirirla fácilmente con sólo dar un click
o ir a una tienda, si hay algo que aquí nunca, pero nunca es nunca, falta, es
precisamente la Coca Cola y casi todo lo demás.
Ya he dicho que estoy
contento y trabajando, entonces, ¿Quién soy en realidad y cómo funciona mi
trabajo?
Bueno, en realidad soy un
mongol del siglo XIII o a lo mejor la mismísima reencarnación del gran Genghis
Khan, sólo que por la modernidad he cambiado el caballo por el automóvil.
Mi misión transita dentro
de mi automóvil, el que, por cierto, pienso que me estoy comiendo
aceleradamente por el desmedido uso. Si al Khan mongol se le moría o enfermaba
un caballo, pues le aseguraban otro probablemente mejor, para eso era el jefe
mongol, si se me rompe el automóvil estoy embarcado. Cada vez que meto la llave
para arrancar, cosa que hago mil veces en 8 horas de cada día, me pregunto,
cuándo va a reventar. Pienso que el motor de arranque, el cual me duele cada
vez que lo acciono, es el primer candidato para decirme, ya no puedo más, hasta
aquí llegué.
Como estoy en el modernísimo
mundo de la tecnología, pues que menos, tengo un table y un celular asignado.
Maravilla dirían muchos, pero en realidad es una salación. Primero tengo reuniones
y entrenamientos constantes, todos los santos días, la tecnología moderna
permite reunirte con muchas personas estando dentro de un carro, en un parque,
caminando por un supermercado e incluso estando en el baño. Luego la tecnología
moderna permite a los jefes el control, por lo que a través del GPS se puede
conocer exactamente por dónde caminas, por dónde andas parado, cuál recorrido
haces, el tiempo que demoras de un punto a otro, cuándo paras para almorzar, cuándo
paras para echar gasolina e incluso, imagino, cuándo vas al baño, por lo que
resulta difícil, aunque como soy cubano, no imposible, tumbarse unos minutos o
desviar el camino para ver a una novia.
Como buen mongol,
entonces, me bajo y subo del carro mil veces al día, me reúno con personas
incluso manejando, almuerzo dentro del carro buscando casi siempre la sombra de
un árbol, lleno planillas y como buen mongol durante 8 horas de trabajo hago
mis necesidades en servicentros y supermercados, que por suerte existen.
Mi trabajo fuera de las
reuniones que ocurren a cualquier hora del día, comienza a la 1:00 pm hasta las
8:00 pm. Como soy un mongol recién llegado a la tropa, pues tengo mi territorio
asignado en el sur de San Antonio, la zona más vieja y pobre de la ciudad, que
para más complicación me queda a 45 minutos de manejo a 80 millas por horas.
Para los que conocen la ciudad de La Habana, salvando la diferencia en
kilómetros y otras muchas diferencias, imagines que yo vivo en Miramar, zona
aquí también reconocida como de ricos, mi oficina central, a la que tengo que
ir algunas veces en la mañana, queda en el Vedado y yo estoy trabajando en la Güinera, Párraga, Mantilla. Los ambientes son
extremadamente diferentes.
En realidad, el terreno
es nuevo para mí y por lo que pregunto, también para muchos de los que me
rodean. Al ser la zona más antigua de la ciudad, la mayor parte de la población
es mexicana o de origen azteca, la mayoría de las casas son muy viejas y están
en muy mal estado, a tal punto que en muchas parecería imposible vivir,
personas de bajos recursos económicos, incluyendo a personas muy viejitas que
viven solas, casas con muchos perros y muchísimos perros en las calles, gatos
por dondequiera, personas con caras y aptitudes extrañas, zona de reunión de “homeless”
o muchas de esas personas caminando por donde quiera, mucha música mexicana a
alto volumen, etc.
Yo llevo un table todo el
día pegado a mi mano, donde tengo una base de datos de los clientes a visitar.
Genial, todo está organizado, nombres, direcciones, fechas, etc., pero lo
complicado es que esa base de datos es de personas que cancelaron el servicio
de Spectrum en el pasado, por lo que de la última Coca Cola del desierto nada. Para
muchos, cosa que no dicen en el entrenamiento, Spectrum es como la buja de la
escoba.
Durante muchos años
trabajé como profesor en Cuba y República Dominicana y precisamente uno de mis
cursos estrellas fue el de Técnicas de Ventas, incluso como resultado de esos
años de experiencia teórica logré escribir y publicar un libro, luego también en
ambos países tuve experiencias prácticas como vendedor, sobre todo de ese
vendedor especialista que hacía grandes negociaciones y hoy, cuando pienso en
eso, y puedo decir que pienso constantemente, me río, cosa que me pasa además
cuando escucho a uno de mis entrenadores. En las aulas, las grandes
negociaciones transcurren de forma “edulcorada”.
La venta tiene sus
características, entre ellas, una cosa es atender o ir a ver a un cliente
nuevo, que no tiene idea del producto que tú vas a vender y está dispuesto,
incluso cariñosamente, a escucharte; otra es atender a un cliente que viene a
verte, casi decidido a comprarte porque ya conoce su necesidad y quiere
resolverla y otra, muy diferente, es ir a ver a alguien que no te ha llamado y
para peores, tiene una mala imagen de ti y tus productos, pero además que se
tomó el tiempo y canceló los acuerdos que tenía con la compañía para la que
trabajas.
En la primera opción te
da tiempo a lucirte, traes la última Coca Cola; en la segunda es casi una
panacea, tienes la Coca Cola y muchas veces sólo tienes que ofrecerla: la
tercera es la más complicada, ni tienes la Coca Cola, ni el cliente está
decidido a comprar y en muchos casos no quiere la Coca Cola porque ya la tuvo,
la probó, no le gustó, no le interesa y en el mejor de los casos, ya ha
seleccionado otro refresco con el que se siente muy a gusto. En medio de eso,
yo, mongol, tengo que vender, porque tampoco me pagan para hacer visitas amistosas
con los clientes. No soy un voluntario del ejército de los “Adventistas del Séptimo
Día”.
Entonces mi día transita
en, bájate del carro y trata de acercarte a una casa, que generalmente tiene
rejas, por lo que lo de tocar puertas se convierte en dar golpes en una reja
que está a varios metros de la puerta de la casa para ver si alguien se entera
que estás afuera y te quiere abrir la puerta para atenderte. El Sol en San Antonio
quema. En muchas de esas casas hay perros, a veces grandes y furiosos, que dificultan
incluso que puedas tocar la reja, por lo que a veces me veo dando gritos desde
la acera.
Muchas veces las personas
miran por una ventana y como te ven vestido del lindo uniforme azul que dice
Spectrum, no se molestan en abrir o personas que abren la puerta, te dicen no
me interesa y vuelven a cerrar, dejándote sin poder ni mencionar el famoso;
hola, qué tal está hoy, mi nombre es …, etc. Te has bajado del carro, has
planificado el encuentro, has buscado tu cara más agradable y seleccionado tus
primeras palabras claves y todo se congela cuando alguien, incluso en no muy
buena forma, te dice, no me interesa y cierran la puerta, dejándote “quemado”
al otro lado de la reja.
Las tradiciones tienen su
peso, entonces descubro que en Cuba estamos acostumbrados a abrir de par en par
la puerta y casi siempre invitar a pasar, sentarse y al menos antes se le
brindaba agua y lo menos, un café, a una persona que viene sudada. Aquí muy
pocas personas abren las puertas, por lo que cuando logras que te atiendan, es
a través de una literal rendija, donde muchas veces sólo puedes ver la nariz
del potencial cliente o te atienden detrás de la puerta de malla contra insectos,
que muchas casas en esa zona tienen, lo que hace que, por momentos, yo bajo la
luz del Sol, no vea la cara de la persona con que estoy hablando por la
oscuridad que la ampara dentro de su casa. En algunas zonas las personas tienen
miedo, es cierto que cualquiera puede venir vestido con una camisita azul que
dice Spectrum y …
No todo es malo
obviamente, entonces por momentos se accede y se contacta, como ya dije trabajo
con antiguos clientes que cancelaron, entonces cuando logro el contacto y
menciono la palabra Spectrum lo primero que aparece es un rosario de problemas:
mal servicio, internet lenta, precios que suben y suben sin avisos, engaños,
servicios pagados y nunca recibidos, etc., etc., etc., por lo que mi misión primera,
antes de vender nada, es pasarme 10, 15 minutos tratando de desmontar y lavar
esa imagen, decir que eso ya no pasa, que Spectrum ha cambiado, que ahora sí es
todo nuevo y mejor, etc., muchas veces me veo diciendo cosas de las que no
estoy ni medianamente seguro y no conozco a exactitud. Muchas veces los
clientes saben más de Spectrum que yo.
Crear una imagen sobre determinada
compañía o producto no es fácil. Llegar a pensar que todo el mundo está
desesperado por comprar es incierta. Extremadamente difícil es tratar de
cambiar una mala imagen, sobre todo con clientes que están disgustados o no
creen en lo que dices e incluso, no todos, pero algunos, que llegan a burlarse.
La idea, muchas veces adquirida de los libros, de que los clientes son entes
dulces, cariñosos, que sonríen siempre, te invitan a un café y aceptan
felizmente todo lo que dices, es mentira. Los clientes, sobre todo, los que han
sido dañados en el pasado, son jodidos y aprovechan la oportunidad, a sabiendas
que tu no eres el culpable, para vengarse.
Para aquellos borrachos
con la tecnología, para aquellos que hoy piensan que no se puede vivir sin
internet, sin 200 canales de TV, sin celulares “atómicos”, puedo asegurarles lo
contrario. Paseo entre muchas personas que su economía no les permite tener
internet, pero además que no les interesa, no la necesitan. He conocido en todo
este tiempo a personas que ni idea tienen de compañías tecnológicas, de servicios
de la red, de las ventajas de los servicios en “la nube”, que no saben nada de
precios porque sus hijos o familiares son los que pagan, personas que todavía
hoy sólo tienen y ven los canales de TV que vienen a través de la atmosfera y
mantienen un teléfono en la casa en el mejor de los casos, pero, además,
declaran que no les interés más nada. Esas personas existen, esas personas son
millones de personas.
Ser vendedor puerta a
puerta o, en mi experiencia, reja a reja, es difícil, no importa si vienes
por primera vez o estas trabajando con clientes que han cancelado en el pasado.
La idea de tocar en algún lugar donde no te han llamado, que no te esperan, pero
además que no tienen tiempo o ganas de atenderte es muy, pero muy complicada.
No obstante, como soy genial, JAJAJA, he logrado vender en varias ocasiones ya y
así he pasado a la historia de Spectrum, mi foto está en los murales
electrónicos y he dejado de ser el “ultimo de los mongoles contratados” sin
resultado. Por lo menos he logrado que no me miren con lástima o que a mi paso
digan: el pobre, es un recién llegado. Soy un vendedor con resultados. JAJAJA
A veces me siento frustrado,
a veces muy frustrado. Comienzo a trabajar a la 1:00 pm y llegan las 8:00 pm y
no sólo no he logrado vender, sino que he visto a muy pocas personas, unos no
están, otros no abren las puertas. Descubro que esta actividad necesita de una
cuota de auto recarga grande, tienes que continuar y continuar y volver mañana
y volver al siguiente día. Hay que tocar puertas o rejas todo el día. He visitado la
misma casa 3 y 4 veces y lo más “cómico”, para no decir jodido, es que mientras
no defina, o sea, interesado y compró o no interesado, tengo que volver a
visitar. Es tan complicado, que cuando logras vender, tus jefes y compañeros,
casi hacen una fiesta. El día que vendo algo, llego a mi casa contento, sólo
que casi cerca de las 9:00 pm.
Todo transita desde las
aceras o en el mejor de los casos en los portales. Aún no he logrado entrar a
la sala de una casa, nadie me ha invitado a sentarme. El contacto personal, cuando
se logra, puede demorar un segundo, o sea, gracias no estoy interesado o una
hora, cuando logras escuchar, explicar, demostrar, vender, llenar formularios,
etc., pero todo eso transita, al menos hasta hoy ha transitado, como mejor, en
los portales de las casas. Nada de pasa y siéntate, nada de quieres un agüita
fría o un café. No es que los norteamericanos sean diferentes, es que son
diferentes. JAJAJA.
Ya dije que estoy feliz,
como mongol acabado de entrar al ejército del gran Khan estoy realizado. Tengo
un trabajo.