Hace unos días escribí un artículo sobre los perros callejeros en San Antonio, o al menos en una parte de él. Problema serio que vive la ciudad y que no oculta, que, por el momento, parece que no va a tener una solución rápida.
Falta de presupuesto, pocas personas especializadas que trabajen en el giro y sobre todo perros que viven en las calles, que se reproducen sin control y que muchos son alimentados por los vecinos, tratando de que no se vuelvan más agresivos. Esto hace que sean callejeros, pero estén bien y parezcan felices.
Son libres y además están bien alimentados, teniendo
en cuenta que no comen lechugas, brócolis, o lo que sobra en las casas del
vecindario, etc., sino que, como estamos en Estados Unidos, tienen la ventaja
de que les brinden, sólo bajo el compromiso de portarse bien, a veces como
especie de una mesa buffet, comida especial para perros y agua fresca todos los
días.
También en San Antonio existe, sobre todo en las áreas
cercanas al centro, la presencia de los llamados “homeless”, cosa que no se
puede ocultar porque se ven sentados tranquilos en determinados lugares,
caminando de un lugar a otro, algunos parados en las intercepciones de calles
principales controladas por semáforos.
He averiguado sobre esto y he preguntado incluso a
oficiales de policía, respuesta, casi todas esas personas, primero viven así
porque han cometido muchos errores en la vida, juego, alcohol y drogas,
prisiones por delitos mayores, familias que se han cansado de soportarlos,
etc., pero casi todos están atendidos por las autoridades del gobierno y otras
instituciones no gubernamentales como las iglesias. Tienen, al menos en
Lincoln, Nebraska, donde viví cerca de 10 años y ahora aquí en San Antonio,
albergues donde pueden dormir, agua fría y caliente, aire acondicionado o
calefacción, más clínicas con todos los servicios médicos, que los atienden de
forma gratuita, más personas que se dedican a apoyarlos, psicólogos,
trabajadores sociales, etc. Muchos están en esa posición, porque en esos
lugares, albergues y clínicas, no reciben dinero, entonces para poder tomar o
consumir drogas necesitan estar en las esquinas, moverse y luchar algo de
dinero. Muchos pasan el día afuera de esos albergues y luego regresan en las
noches a sus lugares asignados.
No digo que sea bueno, pero viven libres, hasta cierto
punto protegidos, atendidos por los servicios de salud y no tienen cargas
económicas, ni otros compromisos a resolver. Me place decir que, frente a un
homeless tirado en la calle por cualquier razón, muy rápidamente se despliega
un mecanismo mediante el cual es recogidos y llevado al servicio de emergencia
más cercano que está obligado por ley a recibirlo, atenderlo y tratar de
salvarle la vida. Los homeless son atendidos con la misma calidad que yo en
cualquier lugar donde lleguen. Los homeless no son perros callejeros, por
tanto, reciben el mismo trato humano que recibe alguien que paga impuestos y
que tiene que pagar por el servicio que recibe. Sin distinción.
He llegado a preguntar a la policía por qué no son
recogidos, ya que afean o complican la imagen de la ciudad, al ser cubano me es
imposible apartarme de una condición medio dictatorial y me han respondido que
no se puede hacer, salvo que cometan un delito o estén tirados en la calle por
alcohol o drogas. Ellos, los homeless, tienen el derecho a moverse libremente y
escoger un lugar, incluso a la intemperie, para pasar la noche. Si no son un
peligro para la ciudadanía, nadie los puede tocar, porque no están cometiendo
un delito o crimen como aquí se le llama. Las organizaciones los recogen
“voluntariamente”, los llevan, los atienden, los recuperan si es que están
afectados y cuando este proceso termina, ellos vuelven a las calles. No se
pueden encarcelar, ser homeless no es un delito, es en muchos casos una elección
de vida o la consecuencia de haber vivido mal, en otros es una enfermedad sobre
todo del cerebro.
Ya también escribí sobre los perros callejeros que
durante mi infancia y juventud existían en las calles cubanas, que en realidad
muchos de ellos no eran callejeros, callejeros, sino que eran perros de vecinos
con domicilios reconocidos y legales, que gustaban de caminar por las calles
libremente. Pasaba igual con los gatos, llegaban, brincaban de techos en
techos, comían algo que alguna persona les brindaba o encontraban, se perdían
unos días, luego volvían a aparecer, etc. Imagino que hoy, el tema sobre todo
de los perros debe estar peor, ya sabemos que los gatos, muchos, cogieron otros
caminos. Gato perdido, gato comido.
Sin embargo, lo que ha aumentado enormemente parece
ser, son los cubanos en las calles, sin consuelo, sin solución. Cubanos que
duermen a la intemperie, cubanos que registran la basura en busca de cualquier
cosa que sirva para vivir incluyendo restos de comida, llamados popularmente
“los buzos”, cubanos que piden dinero en las calles, etc. Para no hablar del
tema de los robos y asaltos, lo que daría pie a muchos otros artículos.
Y es precisamente un fenómeno que aumenta en un país
donde los ciudadanos son considerados como perros. La idea puede ser
complicada, pudiera dañar algunos sentimientos, pudiera parecer exagerada o
sesgada por algún tipo de animadversión, pero para mí es real. El pueblo
cubano, al menos una gran parte de él, entre otras cosas, vive peor que muchos animales.
Es llamativo la aparición de organizaciones y personas
que se dedican, con un mensaje extremadamente bondadoso a salvar a animales,
frente a personas cuya vida está peor que la de los animales que se promueven
salvar. Es llamativo que nos dediquemos a salvar perros y gatos y en ese mismo
momento no existan organizaciones dedicadas públicamente a lo largo de toda la
isla y incluso de forma internacional a llamar la atención sobre los humanos
perros que viven en Cuba.
La idea de salvar humanos perros está dejada al
gobierno, que demostradamente nada puede salvar o a uno que otro de los
llamados opositores que de forma muy limitada ayudan. La idea de salvar a
perros y gatos es menos comprometedora que la de hacer campañas para salvar a
los humanos que están viviendo en condiciones casi paupérrimas. La idea de
salvar perros y gatos tiene su onda humana y se inserta incluso en corrientes
internacionales, la idea de salvar a humanos perros choca directamente con el
gobierno que ha vuelto a pregonar sin paños tibios que combatirá a cualquier
manifestación que trate de agredirlo o sencillamente cuestionarlo.
Los cubanos, sobre todo, los ya mayores, muchos han
llegado a la insospechable categoría de casi indigentes, porque todo aquello de
la seguridad social, de la protección, sobre todo a los más vulnerables, de un
retiro jubiloso con beneficios, se ha quedado sólo para los discursos
politiqueros que ya no convencen a nadie y que no muchos escuchan con atención.
Es duro pensar que aquellos jóvenes que se integraron
desde la misma lucha armada o clandestina, que luego dedicaron su vida a hacer
una revolución, olvidando incluso la más obligatoria atención a su familia o al
menos posponiéndola o cambiándola en nombre de la defensa y protección de las
grandes masas de “desposeídos”, hoy se estén comiendo un cable, viviendo
muchísimos de ellos, peor de lo que vivían cuando se decidieron como
revolucionarios. Es duro pensar que todos los que nacieron bajo la bandera socialista,
millones de personas, hoy no tengan futuro, tengan que delinquir, esperar
pacientemente a que alguien desde el exterior los “salve” o salirse, sin
preparación, sin conocimientos, a veces sin nada que ofrecer desde el punto de
vista personal, sólo para probar o bajo la ilusión de que se llegará a estar
mejor rápida y fácilmente.
Es triste pensar que esto no tenga solución en el
momento exacto que las personas más vulnerables lo necesitan. Es triste ver que
se trabajó tanto a cambio de casi nada.
Por una parte, Cuba se convierte en un país de
indigentes, porque cuando las personas, en busca de sobrevivencia se ven
obligadas a recoger en la basura, están literalmente en la indigencia, por otra
parte, el no tener lo que se necesita, después de haber dedicado la vida a
trabajar es el mayor fracaso de cualquier sistema, sea de la economía, política
o ideología que sea. Es duro llegar a ver como normal que se tenga que vivir de
ropa regalada, de comida luchada, de medicamentos recibidos o comprados en el
mercado negro, etc., de tener que cambiar dignidad por un color, un sabor, un
olor. Nuestros abuelos, muchos, fueron pobres de economía, pero ricos de
dignidad.
Yo camino todos los días por un territorio complicado
desde el punto de vista económico, la parte más antigua y diríamos pobre de la
ciudad de San Antonio, converso mucho con muchas personas de diferentes
orígenes, estatus, edades, puedo asegurar que veo muchos perros y gatos
callejeros, muchos bien alimentados por los vecinos y puedo asegurar que veo a
muchos homeless en mi andar, pero puedo también asegurar que en estos casi 12
años de vivir en Estados Unidos en diferentes ciudades, yo personalmente, no he
visto a nadie registrando una basura en busca de comida. No he visto a nadie
comiendo de un latón de desechos podridos. Sé que pueden existir, a veces la TV
los magnifica y lleva un determinado caso a la generalidad, pero yo, repito,
yo, jamás lo he visto. Ser homeless no significa exactamente registrar un
tanque de basura para comer comida descompuesta, restos de animales, etc.
Cuba está deshecha. He visto a cubanos, niños
incluidos, lavando tripas de cerdo para comerlas luego. He visto a viejos comer
un mango por no tener nada más que comer, he visto a personas sacando clarias
de una alcantarilla de las llamadas aguas negras o albañales, son “famosas” las
imágenes de cubanos peleando por coger un costillar de animal totalmente
desprovisto de carne, para por lo menos hacer una sopa y sentirse triunfadores,
he visto a cubanos, a muchos, revisando la basura en busca de comida, vuelven a
aparecer aquellas recetas de comida hechas con cascaras de cualquier cosa. Y
todo eso, yo que no soy más sensible o humano que nadie, duele. Imagino a mis
abuelos, a mí mismo, o alguno de mis conocidos.
Nada nuevo en la historia de la humanidad. Por
ejemplo, los mexicanos, los vietnamitas, en general todos los que forman parte
de esa inmensa inmigración que vive hoy en Estados Unidos, originales y sus
descendencias, también ayudan a sus familias desde aquí, cada año salen por esa
vía millones y millones de dólares para los países “vecinos”, pero mandan
dinero, no mandan aguacates, no envían tornillos, no se desgastan enviando
pasta de diente o aspirinas, menos carne cruda dentro de las maletas de
equipaje, como se ha puesto de moda hoy dentro de los emigrados cubanos.
Todos nos concentramos en la comida y las medicinas
como si fuera eso sólo lo que necesita un ser humano para vivir. Es cierto, son
de las cosas más importantes, pero, ¿Es lo único?
¿Qué hay de un par de zapatos, no para asistir a una recepción,
sino para ir al trabajo o escuela?, ¿Qué hay de la ropa interior, medias,
calzoncillos, blúmer o ajustadores, no para usar en una noche de pasión, sino
para vivir todos los días?, Qué hay de clavos o tornillos para reparar un
mueble, una puerta, una ventana, no para impresionar al vecino, sino para que
funcionen adecuadamente?, Que hay de un poco de arena y cemento, no para
construir mansiones, sino para reparar una pared, un techo y evitar que se
caigan?, Qué hay de un bombillo, no para luces de Navidad, sino para no quedarse
ciego frente a la oscuridad?, ¿Qué hay de platos, vasos, cubiertos, etc., para
ejecutar una comida humana?, Que hay de un poco de pintura para limpiar las
pareces?, ¿Qué hay de la posibilidad de cambiar el colchón para dormir y
reponer el que se tiene usando por más de 50 años? ¿Cómo se puede sustituir una
tasa de baño, un lavamanos?, ¿Cómo lograr que el agua llegue a la ducha para olvidar
el bañarse con el famoso cubito? ¿Cómo lograr comer pannnnnnnnnnnnnnnn, tomarse
un heladoooooooooooooooooo?
¿Cómo vencer 8 horas de colas para conseguir alimentos,
combustible para autos, pero también para cocinar? ¿Cómo entender que tengo que
llevar un regalo al médico para que me atienda bien o me consiga de su
propiedad determinado medicamento?, ¿Cómo comprender que tengo que ir a buscar
al mercado negro la anestesia, la amalgama, el antibiótico, etc., para resolver
un problema con los dientes? ¿Cómo superar el momento de llamar a mi tío en el
exterior para que me envíe hasta lo absurdo, o sea, un poco de electricidad
convertida en una planta generadora?, ?Cómo entender que hay que enviar, no bombones o turrones para agradar a nuestras familias, sino sal y azúcar?, ¿Qué hay de los condones para el sexo seguro y poder evitar hijos no deseados, pero además todas las enfermedades de transmision sexual que existen y crecen en Cuba y que el cubano se ve obligado a pedírselos a su abuelita que vive en...?
La comida es importante, pero es ahí dónde está, a mi
entender, el primer problema conceptual, los cubanos no somos perros, menos
cerdos a los que el dueño determina cuándo, con qué frecuencia, en qué cantidad
echarnos un poco de comida y nos ponemos contentos. Los cubanos somos seres humanos.
No somos menos que nadie, no somos anormales, no necesitamos de un papá Estado
que nos custodie toda la vida.
Una parte de San Antonio tiene un problema grande, los
perros callejeros, Cuba tiene un problema mayor, humanos convertidos en perros.
Nota Aclaratoria: Las fotos que acompañan este escrito, no son tomadas de Bolivia, Haití o algún país africano, esas que estamos acostumbrados a ver porque no han dejado de mostrárnoslas. Las fotos son de Cuba y las personas que aparecen en ellas son cubanos de hoy.
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