Para aquellos que aún preguntan a dónde se ha ido la revolución cubana, no hay mejor respuesta que esta foto que, sin buscarla, me ha llegado a través de internet.
En realidad, no sé si la foto estuvo tirada ahí por
mucho tiempo formando parte y siendo ella misma un desperdicio o es un performance
que alguien hizo puntualmente para tomar la instantánea. Si es la primera
variante, no sólo es el ejemplo de un pueblo agotado que es capaz de tirar a la
basura hasta lo que en un momento fue un “gran” símbolo y paralelamente que no
apareciera alguien, quizás uno de esos viejos con medallas en el pecho que
favorecen las jorobas de la espalda que la recogiera con cariño, la limpiara con
dedicación y la colgara de nuevo en una pared al menos dentro de su casa; si es
lo segundo, creo que resulta genial, una imagen puede explicar mucho más y
mejor, por encima de mil palabras.
Si la imagen es real, es la mejor forma de reflejar la
crisis desde todos los ángulos que se vive en ese país. Ese es el resultado de
miles de medidas y acciones descabelladas tomadas de forma sistemática durante
seis décadas, con camino a ningún lugar. Si la imagen es montada, además de
genial en su estructura, pudiera competir por un premio en cualquier galería de
arte, en la misma medida que refleja lo que sienten los cubanos, bajo el lema
de “arte moderno”.
No hay que ir muy lejos, aunque aún en silencio, los
pueblos se vengan.
A veces, hablando conmigo mismo en silencio aún, me
digo que, si un gobierno se hubiera propuesto seria, consciente y
profesionalmente hacer lo peor que pudiera hacer, no hubieran logrado los
resultados que hoy Cuba exhibe. Ni a exprofeso se podría haber logrado algo así,
tan malo.
En Cuba, cualquier pelagatos, como dirían nuestros
viejos, para no decir cualquier comemierda, se para a hablar en nombre del
pueblo. Cualquier comemierda, ahora, una vez más, después de 65 años del mismo
gobierno, de las mismas medidas, de los mismos tira y encoge, de los mismos
fracasos, de las mismas acciones tomadas para luego rectificar, cuyas
rectificaciones tendrán que ser nuevamente rectificadas, hoy sale frente a una
cámara hablando de economía, de producción, de costos, de importaciones o
exportaciones, sin haber jamás tirado un chícharo en la práctica.
Personas de sobra que siguen hablando de implementar
nuevas medidas en el 2024, sobre las malas medidas tomadas en el 2023, que ya
venían siendo malas desde años anteriores. Y lo más incongruente de todo esto,
es que están repitiendo y repitiendo lo que dicen ahora los que fracasaron
ayer. No hay caras nuevas, es una película que sigue sacando a Raúl Castro como
lastre a sus 92 años, edad más que suficiente para no saber exactamente si se
amanece en Cuba o en Pakistán. Edad suficiente para no poder comer nada sólido
o para no poder llevarse una cuchara a la boca, por miedo a que se meta la
comida por un ojo o por uno de los huecos de la nariz.
Raúl, asistido sólo por su consanguineidad, pues de él
no tenemos una foto que recuerde que sembró una orquídea, le habla a los
cubanos de economía, de sacrificio, de producción, a sabiendas de que el día
que le den una pala, un pico, un azadón, un martillo, pensará que, como antiguo
ministro del ejército, alguien le está regalando, como trofeo, unas armas
medievales. Raúl, que acaba de salir a leer un discurso, panfletario, para
ratificar al presidente actual, como premio a su “buenísima” gestión en estos
años de “combate” y ratificar que el futuro cubano para los cubanos es el mismo
que se planificó en 1959.
Imponiendo ahora un nuevo término, y en esto de los
términos el socialismo es más fértil que una coneja, “economía de guerra”, que
muy rápido el resto de los que están diseñados para repetir, pregonan y
pregonan. Ahora, dicen ellos, Cuba está en una economía de guerra.
Parece ser, por lo que he leído, que una economía de guerra,
así definida, es cuando un país organiza su industria durante los tiempos de
guerra para asegurar la capacidad de producción en, sobre todo, aquellos recursos,
armas, municiones, uniformes, tecnologías, que permitan, por un lado, aguantar y
sobre todo ganar el conflicto bélico y por otro, garantizar que tanto al
ejército como a la población civil que lo apoya, no le falten determinados recursos
vitales, digamos medicinas, ropas, etc.
Fueron famosos los ejércitos romanos, que, en las
jornadas de expansión y conquista, se nutría de lo necesario en todos los
pueblos conquistados. Son más que conocidas en la modernidad, la economía de guerra
desarrollada por Alemania, lo que favoreció el movimiento del ejército alemán
hacia Europa y paralelamente las economías de guerra implementadas por los Aliados
para poder al final vencer al ejército alemán. Más que meritorio es el ejemplo
de Viet Nam, donde en los pequeños momentos de paz o en aquellos lugares no
arrasados, los vietnamitas todos, civiles y militares, sembraban y cosechaban
para comer. En las economías de guerra no es muy frecuente encontrar dulces
finos, platos gourmet, bebidas especiales, fabricación de joyas o venta de
abrigos de pieles de animales.
La historia recoge que luego de una planificada
economía de guerra, las economías de los países se recuperan con cierta
facilidad, unas porque crean los mecanismos que luego se adaptan a los tiempos
de paz, los inventos y soluciones para la guerra se masifican y porque en eso
países destruidos en parte o totalmente, fluyen luego con la paz los capitales
tantos nacionales como internacionales. Ejemplos clásicos y fáciles de ver, en
el primer escenario, Estados Unidos, en el segundo escenario, nada más y nada
menos que Alemania y Japón.
Pero Cuba, ¿de cuál guerra estamos hablando y sobre
todo de qué economía se trata?, ¿Estarán los del gobierno hablando de la guerra
de independencia que terminó en 1898? No puede ser, estamos ya en el 2024 y
Cuba tuvo después de ese momento una recuperación que la llevó a convertirse en
uno de los mejores países de Latinoamérica. No imagino que se estarán
refiriendo a los pequeños combates y escaramuzas ocurridos con la revolución castrista,
porque las imágenes recogen que Fidel y su combo entró en tanques, camiones,
etc., por una Cuba, incluso bajo las luces de la Navidad recién concluida de
1958, tal como si estuvieran desfilando en los carnavales de Brasil.
Cuba puede tener el récord del país que más largo
tiempo ha vivido bajo una dirección de economía de guerra, 65 años, donde lo
que tuvimos de ventaja no era nuestro, sino que nos venía del dinero puesto desde
afuera enviado por los “hermanos” comunistas, basados en una “desinteresada”
ayuda, desinterés que comprometió hasta hoy el futuro de ese país y convirtió a
revoltosos, que en realidad era lo que eran, en dueños de un gran laboratorio
humano, para experimentar cualquier cosa, que también nos llega hasta hoy y
pretende comprometer el futuro.
Estamos en el 2024 y el gobierno, casualmente bien
vestido y alimentado, incluso maquillado, sólo puede prometer a ese pueblo una
economía de guerra que jamás se define hasta cuándo llegará. El gobierno no
tiene apuros, los que no estén conforme tienen tres caminos, se conforman
portándose bien, adelantan la muerte cuyos certificados de defunción en muchos
casos ya están redactados o se van “con su música a otra parte”. Nosotros, dicen
los del gobierno, estamos aquí para experimentar.
Ahora mirando la foto nuevamente, sin saber
exactamente si estaba ahí como parte de la basura o alguien la puso para formar
líos, estoy más convencido que nunca, que es dónde tiene que estar. Ese es el
merecido lugar para la persona fotografiada, por lo que en realidad dejó.
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