La vida, la muerte. Que
conceptos tan diferentes y sin embargo que enorme relación existe
entre ellos. Nacemos para al final morir. Principio y fin de un
segmento, tal como A y B en las clases de geometría.
Nacemos y todo el
tiempo, muchas veces sin gran conciencia, lo dedicamos a vivir, o lo
que es lo mismo, luchar. Logros, fracasos, aciertos y desaciertos
incluidos. Alegrías y tristezas. Y un buen día, quizás cuando más
acostumbrados a la vida o la lucha estamos, quizás cuando más la
valoramos, tenemos que morir.
Ciclo repetido en los
seres humanos con ambos extremos tan inevitables. No escogemos nacer,
no escogemos morir. Todo ocurre, así como por casualidad un buen
día.
Mientras se es joven no
se piensa en la muerte. El tiempo nos parece eterno. Diría que, por
el contrario, en líneas generales, hacemos todo lo posible por
atentar contra la vida en la misma medida que vivimos
desenfadadamente. No comemos, o comemos muchísimo y a deshoras,
fumamos todo lo que se pueda fumar y bebemos y bebemos, lo mismo por
el nacimiento de un niño, que por la muerte de un viejo; no dormimos
porque ya habrá tiempo para dormir luego. Batallamos con las cosas
reales e incluso nos cargamos de cosas irreales que nunca suceden, o
sólo suceden en nuestra cabeza, preocupaciones que también nos van
matando con el mismo paso del tiempo.
Nos movemos, solo nos
movemos, tal como si la vida se nos acabara cada día a las 12 de la
noche como en el famoso cuento de Cenicienta. Recuerdo a la Dra.
María Antonia, Mayi para los íntimos y la Dra. María Elena, mis
vecinas y sus consejos de que me estaba acabando con la vida tomando
grandes cantidades de café sin comer nada y fumando desesperadamente
como si tuviera que cumplir con el plan de terminar con los campos
cubanos de tabaco y sinceramente, a pesar de mi “gran
inteligencia”, ahora recuerdo el poco caso que les hice.
Entonces recién acabo
de cumplir un año de operado del corazón y he comenzado a pensar
con frecuencia en la muerte. Me es inevitable. Me hago la pregunta
que se hace el Ruso a cada rato, comparando el órgano vital con el
motor de un carro; cuánto podrá durar un corazón reparado.
No he sentido nunca
dolor en el pecho, ni he tenido problemas para respirar, ni tan
siquiera en el justo momento que me dio el infarto en R.D., sin
embargo a cada rato pienso en la muerte. Si me duele un tobillo,
siento más frío de lo normal, me doy con la raqueta en el muslo,
etc, en silencio, pienso en mi corazón. Trato de no pensar, pero
pienso en mi corazón, cosa que no se me había ocurrido hacer antes.
Debe ser que estoy entrando en la recta donde uno le coge amor a la
vida y comienza, ahora conscientemente, a pensar en el paso del
tiempo como tiempo de descuento.
Mi bypass coronario a
todas luces fue un éxito. Los cardiólogos aquí tratan el tema como
un simple catarro, y a lo mejor es que en realidad tienen razón,
solo que para el propietario, el catarro es en el órgano más
importante que tenemos en nuestro dichoso cuerpo. A no ser por la
cicatriz vertical que tengo en el medio del pecho, podría alardear
de que nunca me sucedió nada.
Salí caminando del hospital como todo un
héroe de mi propia guerra y a los pocos días estaba caminando 6
millas. Nunca he sentido limitaciones para subir una escalera, cargar
bultos, tirarme en el piso y levantarme por mis propios medios,
trabajar físicamente como mantenimiento en un condominio inmenso, e
incluso jugar racquetball al ritmo de mi hijo Jonathan, 28 años más
joven que yo, y no solo jugar, sino ganarle algunos juegos o hacer
mucha resistencia cuando me toca perder, sin embargo de vez en cuando, en silencio, pienso en la muerte.
No estoy deprimido, no
soy un tipo que disfruta las depresiones. Tengo generalmente muy buen
animo y trato de mantenerme contento y disfrutar del gran éxito de
vivir en Estados Unidos. Hoy me cuesta mucho ponerme bravo, tanto que
ya casi se me ha olvidado.
Los intensivistas que
viven conmigo, Martica y Jonathan y mi asesor espiritual para temas
corazones, Ruso, me dicen que estoy muy bien. Sin embargo a cada rato
me hago la misma pregunta, me es inevitable, cuánto podrá durar un corazón reparado.