lunes, 26 de mayo de 2014

La Vida, la Muerte.

La vida, la muerte. Que conceptos tan diferentes y sin embargo que enorme relación existe entre ellos. Nacemos para al final morir. Principio y fin de un segmento, tal como A y B en las clases de geometría.

Nacemos y todo el tiempo, muchas veces sin gran conciencia, lo dedicamos a vivir, o lo que es lo mismo, luchar. Logros, fracasos, aciertos y desaciertos incluidos. Alegrías y tristezas. Y un buen día, quizás cuando más acostumbrados a la vida o la lucha estamos, quizás cuando más la valoramos, tenemos que morir.


Ciclo repetido en los seres humanos con ambos extremos tan inevitables. No escogemos nacer, no escogemos morir. Todo ocurre, así como por casualidad un buen día.

Mientras se es joven no se piensa en la muerte. El tiempo nos parece eterno. Diría que, por el contrario, en líneas generales, hacemos todo lo posible por atentar contra la vida en la misma medida que vivimos desenfadadamente. No comemos, o comemos muchísimo y a deshoras, fumamos todo lo que se pueda fumar y bebemos y bebemos, lo mismo por el nacimiento de un niño, que por la muerte de un viejo; no dormimos porque ya habrá tiempo para dormir luego. Batallamos con las cosas reales e incluso nos cargamos de cosas irreales que nunca suceden, o sólo suceden en nuestra cabeza, preocupaciones que también nos van matando con el mismo paso del tiempo.

Nos movemos, solo nos movemos, tal como si la vida se nos acabara cada día a las 12 de la noche como en el famoso cuento de Cenicienta. Recuerdo a la Dra. María Antonia, Mayi para los íntimos y la Dra. María Elena, mis vecinas y sus consejos de que me estaba acabando con la vida tomando grandes cantidades de café sin comer nada y fumando desesperadamente como si tuviera que cumplir con el plan de terminar con los campos cubanos de tabaco y sinceramente, a pesar de mi “gran inteligencia”, ahora recuerdo el poco caso que les hice.

Entonces recién acabo de cumplir un año de operado del corazón y he comenzado a pensar con frecuencia en la muerte. Me es inevitable. Me hago la pregunta que se hace el Ruso a cada rato, comparando el órgano vital con el motor de un carro; cuánto podrá durar un corazón reparado.

No he sentido nunca dolor en el pecho, ni he tenido problemas para respirar, ni tan siquiera en el justo momento que me dio el infarto en R.D., sin embargo a cada rato pienso en la muerte. Si me duele un tobillo, siento más frío de lo normal, me doy con la raqueta en el muslo, etc, en silencio, pienso en mi corazón. Trato de no pensar, pero pienso en mi corazón, cosa que no se me había ocurrido hacer antes. Debe ser que estoy entrando en la recta donde uno le coge amor a la vida y comienza, ahora conscientemente, a pensar en el paso del tiempo como tiempo de descuento.

Mi bypass coronario a todas luces fue un éxito. Los cardiólogos aquí tratan el tema como un simple catarro, y a lo mejor es que en realidad tienen razón, solo que para el propietario, el catarro es en el órgano más importante que tenemos en nuestro dichoso cuerpo. A no ser por la cicatriz vertical que tengo en el medio del pecho, podría alardear de que nunca me sucedió nada. 


Salí caminando del hospital como todo un héroe de mi propia guerra y a los pocos días estaba caminando 6 millas. Nunca he sentido limitaciones para subir una escalera, cargar bultos, tirarme en el piso y levantarme por mis propios medios, trabajar físicamente como mantenimiento en un condominio inmenso, e incluso jugar racquetball al ritmo de mi hijo Jonathan, 28 años más joven que yo, y no solo jugar, sino ganarle algunos juegos o hacer mucha resistencia cuando me toca perder, sin embargo de vez en cuando, en silencio, pienso en la muerte.

No estoy deprimido, no soy un tipo que disfruta las depresiones. Tengo generalmente muy buen animo y trato de mantenerme contento y disfrutar del gran éxito de vivir en Estados Unidos. Hoy me cuesta mucho ponerme bravo, tanto que ya casi se me ha olvidado.

Los intensivistas que viven conmigo, Martica y Jonathan y mi asesor espiritual para temas corazones, Ruso, me dicen que estoy muy bien. Sin embargo a cada rato me hago la misma pregunta, me es inevitable, cuánto podrá durar un corazón reparado.




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