martes, 27 de octubre de 2015

Doctor John´s. El que no sabe es como el que no ve.

No soy, ni fui un tipo adicto a la pornografía. Tuve mi cuota como todo joven hace ya muchos años, pero desde que descubrí los placeres de la práctica, ver películas o revistas sobre este tema, me aburre.

Mi primer contacto con el mundo porno, fue cuando era casi un niño, tendría unos 9 o 10 años. Mi padre, por aquel entonces profesor de secundaria básica, un día le quitó a un alumno un pequeño libro o novela y al no poder entregarlo en la biblioteca de la escuela por razones obvias, lo trajo a mi casa y lo escondió en un lugar para él seguro. Una de sus gavetas en el closet de la ropa. A pesar de que fuimos muy amigo, nunca le pregunté para qué trajo la novelita a casa. Él era un jodedor, un cubano típico, muy maldito, pero mi madre, mi madre si era muy seria. JAJAJA

Niño yo al fin, un día registrando o buscando yo no recuerdo qué cosa, lo encontré y entonces … (sonido de explosión) JAJAJA

Todavía recuerdo la historia y sobre todo a la protagonista. La novela, bien ilustrada por cierto, se llamaba “¡Que lechera!” y contaba la vida de una campesina, joven, rubia, bella, que entre otras cosas, se dedicaba a ordeñar las vacas que había en su casa, por lo que todas las acciones, que eran muchas para mí corta edad, se desarrollaban en un establo, donde participaban además otros campesinos y campesinas, también jóvenes, rubios y bellos. Visto desde hoy, después de todas las locuras que me han tocado ver, el librito era medio inocente, no obstante, para mis 10 años fue casi que una bomba.

Consejo: No dejen las armas, ni la pornografía al alcance de sus hijos pequeños. 

En 1994 tuve la posibilidad de viajar a Londres, ciudad de encantos, y entre las miles de cosas que devoré mirando, hubo una o dos tiendas de sexo, por aquello de la experiencia nueva. Ya yo era grande, pero recuerdo que fue presionante, porque al haber nacido en Cuba después de 1959 no sabía nada de ese tipo de tiendas. Frente a la burla de mis amigos allí, me arriesgué a traspasar la puerta y lo que descubrí fue todo un mundo de productos y tarecos, algunos de ellos inexplicables para mí y ya saben desde cuando viene mi experiencia. JAJAJA. Cuando pienso en aquellas tiendas, todavía descubro aparatos que no sé exactamente para qué se pueden usar en esta materia. He probado en mi mente con tres personas, con cuatro, etc. y todavía me siguen sobrando partes. JAJAJA.

Más allá de los látigos y las cadenas, recuerdo que me llamó la atención la chica vendedora. Yo miraba asombrado y ella tejía entretenidamente, tal como si trabajara vendiendo artículos escolares, o sea, nada de ese bajo mundo que a veces se nos quiere vender.

Pasaron muchos años y me fui a vivir a República Dominicana, donde también existen estas tiendas. Recuerdo que en una de las primeras caminatas que hice con mi hija Jennifer por la ciudad, para conocer entramos a una de las sex shop dominicana. Ya escribí sobre esto en mi antiguo blog “Dominicaneando”, no voy a repetir el cuento, porque la mayoría de mis amigos lectores vienen conmigo desde aquella época, solo recordaré que la joven trabajadora, de seguro católica por el enorme escote que tenía en su blusa, transformó su cara al ver que un medio tiempo como yo en aquel momento, entraba a la tienda con una bella jovencita con el objetivo declarado de ver y disfrutar de lo que vendían.

Al darme cuenta de que la muchacha se descomponía, le comenté que Jennifer no era mi novia y yo no era un “viejo verde”. Todo lo contrario, éramos hija y padre y disfrutábamos de la sólida relación que teníamos. La joven dejó de descomponerse y casi muere. Ella podría tener un enorme escote que dejaba ver aproximadamente el 90% de sus también enormes senos, pero de seguro era buena católica y eso de ir con la familia a una de esas tiendas era un exceso. Hay tres cosas que en Dominicana son muy comunes y se relacionan directamente: los grandes senos, los grandes escotes y la gran pasión por Cristo. JAJAJA. La chica no murió, pero puedo apostar que todavía debe recordar aquel padre loco que llevó a su hija a la tienda donde ella trabajaba.


Ahora vivo en Lincoln, donde todo es nuevo una vez más y como el que no sabe es como el que no ve, todavía estoy descubriendo cosas y lugares nuevos, a pesar de que la ciudad no es una mega ciudad, ni nada por el estilo.

Tengo muy cerca de mi trabajo una tienda por la que paso con mucha frecuencia y ni idea tenía de qué se trataba. El lugar se llama Doctor John´s y a no ser por el color rosado que tiene en el frente, jamás reparé en que se trataba de una sex shop. Ya conté que no soy adicto al tema, por lo que no ando buscando aparatos para divertir a Martica, por lo menos por ahora. He visto el cartel en infinidades de ocasiones, pero jamás imaginé que detrás de aquello de Doctor pudiera existir tal contenido. Viví muchos años en Cuba y como saben el tema de los doctores, hospitales, salud, al menos en mi tiempo, era sagrado.

Mis compañeros de trabajo me comentaron sobre la tienda y les dije entonces que iría con mi mujer a conocer el lugar y hacia allí me encaminé el pasado fin de semana.

Lo primero que me llamó ahora la atención, fue que mis compañeros, gente de pueblo, trabajadores de la mano, se quedaron horrorizados con la idea de que iría con mi mujer y frente a mi pregunta de si ellos habían visitado la tienda con sus mujeres, me dieron por respuesta una negativa, pero una negativa, negativa, o sea, todos conocen el lugar, saben de qué se trata, pero no han llevado a sus mujeres. No he averiguado si han ido con las mujeres de otros, pero me parece que el tema de asistir juntos a ese tipo de tienda, por lo menos entre mis compañeros, no está muy bien visto.

Luego ya en el lugar descubrí que, a diferencias de las tiendas de Londres y República Dominicana, donde las vitrinas están tapadas para el exterior, en Doctor John´s las vitrinas son de cristales transparentes, como en otra tienda cualquier. Claro que los productos más “complicados” están para la parte de atrás de la tienda, pero los niños que pasan, muchos de ellos más espabilados que yo, pueden mirar y descubrir – imaginar el “maravilloso mundo” que se guarda adentro. Existe un tímido cartel en la puerta que dice que no se permite la entrada a menores de 17 años, pero para mí gusto, muy tímido. Ya saben, aquí funciona el tema de la libertad de expresión, los derechos, la igualdad, etc. JAJAJA

La tienda no es gran cosa. Es grande como local, pero la muestra de productos “mágicos” no es nada del otro mundo, un poco más de lo mismo. La joven, una trabajadora normal, nada de sangre en la boca, pinchos clavados en el cuerpo, para nada vestida de forma anormal. Veo gente más llamativa todos los días en la calle.

Me hubiera gustado poder ilustrar este escrito con algunas fotos de algunos de los productos estrellas, pero como pueden imaginar no se puede tirar fotos en el interior.

Les contaré que a los 10, o a todo meter 15 minutos de estar dentro y haber dado un recorrido rápido por todo el piso, me comencé a aburrir. Martica se entretuvo mirando cremas y pomitos con liquiditos o al menos eso creo yo, JAJAJA, lo que puedo asegurar también que para nada tiene que ver con algún déficit que tiene. JAJAJA. Solo que, al ser mujer, lo de entrar en una tienda siempre es motivadorrrrrrrrrrrr, no importa si se trata de productos para el sexo, comida, ropa, aparatos para torturar a seres humanos o cajas de muerto. Si se entra en una tienda hay que consumir el tiempo.

No compramos nada. De haberlo hecho, me sobra madurez para contárselo, a quién mejor que a mi familia y amigos, JAJAJA, pero me alegra haber entrado, ya sin presión, ahora sin pena, soy un tipo que tiene 52 años y estoy operado de los nervios.

Luego, por si acaso, es bueno conocer, uno nunca sabe cuándo pueda necesitar una ayudita de éste Doctor John´s. JAJAJA



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