lunes, 26 de junio de 2017

Hoy somos más inventos que realidades. (Segunda Parte)

Advertencia para el lector.

Algunas de las ideas que leerás a continuación pueden ser perturbadoras, o dar la imagen de que soy un tipo perturbado. Si te comienzas a sentir mal mientras lees, pues déjalo y sigue tu vida. Te aseguro que tu mal no es de gravedad, al menos por ahora.

Lo de los temas religiosos ha desbordado el nivel. Ahora todos somos religiosos y nos pasamos el día en labores proselitistas en las redes sociales. Entonces nos vemos obligados a responder con “amén” o la palabra más utilizada en las redes sociales hoy día, “bendiciones”

Me gustan los religiosos de verdad, los buenos, los que obran guiados por determinada fe para hacer el bien, ayudar, etc. Pero detesto aquellos religiosos modernos, que tienen a la religión como una canción de moda, que además tratan de metértela por los ojos, aunque la canción sea mala.

Conozco a muchas personas religiosas, y tuve la suerte de compartir muchos años con dos personas católicas de verdad, Tía Angelita y Tía Georgina. Digo católicas de verdad, porque, primero las cogió la Revolución Cubana y ya eran católicas; segundo, nunca renunciaron a su religión pública en los años que la mayor parte de los cubanos ocultaron sus santos y creencias; tercero, esas dos personas, dedicaban en silencio, parte de su vida a ir a la Iglesia diariamente, a ayudar a otros, a visitar hospitales y cuidar enfermos, etc. 

Vivían a dos casas de la de mi mujer Martica, por lo que durante muchos años nos veíamos todos los días y yo no recuerdo a ninguna de las dos, meterle una muela a nadie a cerca de la religión católica, no recuerdo que se dedicaran a el proselitismo religioso, no recuerdo que para todo mencionaran a Dios y a todos los santos, no andaban por la calle en procesión, con candelabros, cruces, velas, cantando villancicos y leyendo la Biblia a todo momento.

Eran personas que respetaban y entonces fueron, al menos en el plano familiar y el más cercano que conozco, sus vecinos, muy respetadas. Eran queridas y no porque eran religiosas, sino porque eran muy buenas personas.

Ahora me llama la atención que todos somos religiosos en Facebook, todos deseamos bendiciones, y no pocos, nos dedicamos a meter muela a cerca de lo bueno que sería que todos fuéramos religiosos. Creo que es bueno tener fe en algo, si usted confía en una piedra o en un sapo y eso le da fuerzas para ser mejor, para trabajar, para ayudar, pues siga confiando en la piedra o el sapo. Lo importante es ser bueno de verdad. Pero aquello de desear bendiciones y luego robar, o estafar, o mentir, o sencillamente pisar al que tienes al lado para escalar o beneficiarte, pues eso me parece mal. Ser religioso, es, ante todo, una concepción de vida, una determinación de cómo ser y proceder siempre. Acomodar la religión tal como una moda es un descaro.

Si usted está aburrido y se mete en la religión, usted no es religioso, usted está aburrido. Si usted está solo, sin pareja, sin familia, podría ir a una iglesia o un templo, claro que si, pero también podría ir a un club de amigos o de parejas, a una asociación determinada, a un grupo de personas que se unen para salvar a las hormigas que se extinguen, etc., porque usted no es religioso, usted lo que está es sólo. Si usted tiene tantos problemas del pasado en su cabeza, rencores, miedos, tabúes, etc., podría ir a una iglesia, pues claro, pero también podría ir a un psicólogo o terapeuta. Usted no es religioso, usted tiene problemas psicológicos. Si ha decidido ser religioso fantástico, pero no tiene por qué convertirse en un auto parlante tratando de que todo el mundo reconozca que usted es buena persona porque es religiosa, o no tiene por qué meterle muela a todo el mundo, incluso a través de las redes sociales, creando una imagen de que ahora si está bien, gracias a que cree en algo y los que no creen, pues están jodidos.

Lo del amor en las redes sociales, llega a ser irreal y ridículo.

Creo que es bueno, lo puedo aconsejar, decirle a tu pareja todos los días que la amas, es importante reconocerle cada cosa que haga, es lindo halagar, es imprescindible hacer regalos. No se puede pensar que tu pareja lo sabe, no se puede asumir que lo demuestras, hay que decirlo. Ahora, las declaraciones públicas de amor son ridículas y según he leído, pues la mayor parte de ellas mentira.

Te acuestas, duermes y despiertas todos los días al lado de alguien, y entonces tienes que utilizar una red social para decirle, “fulana, te amo”. Eso me parece una locura. Si la amas, pues díselo a ella. El amor es algo entre dos, que ojalá en nuestra cultura se permitiera entre tres o cuatro, pero hasta ahora es entre dos. Las personas que te rodean se darán cuenta muy rápido si el amor es verdadero, no tenemos que torturar con aquello de “fulana te amo” con carita de carnero degollado.

A veces conocemos a la pareja en cuestión que publica su amor en la red y sabemos que se están matando, que no se hablan, que no se protegen, que ni se miran prácticamente, que cada cual lleva su vida por separado y entonces cuando vemos esa foto prefabricada y el mensaje de “fulana te amo” no podemos más que decirnos, que jodido estamos. Lo cierto es que son tantas las personas que se aman en la red social, que los que no publican este tipo de mensajes están o caen en desventajas, apareciendo la pregunta de que, si está de moda decir que te amo en la red, pues como a mí nadie me dice eso. Estamos medios entretenidos con esto, el problema ya no es amar, amar mucho, el asunto u objetivo ahora es publicarlo.

Igual pasa con los papás. Me canso de ver publicaciones de personas celebrándole el cumpleaños a los papás que están muertos. Una cosa, me parece, es recordar a alguien y decir, lo recuerdo y otra es celebrarle el cumple, o el día de las madres, o el de los padres, a alguien que está muerto. El muerto, muerto está, lo que se le puede celebrar o mejor reconocer es que lleva tantos años de muerto, pero felicitar a un papá muerto por el Día de los Padres, me parece una necesidad enorme de poner algo por poner. Para mi gusto no hace falta hacer una declaración de amor, los muertos se llevan por dentro, sobre todo porque al muerto no le va a llegar el mensaje de Facebook, no lo va a poder leer.

Lo de las mujeres y algunos hombres y las fotos no tiene nombre. Las primeras, casi todas, tienen ahora una pose única para tomarse fotos. Todas, las de tetas grandes y las de las tetas chicas, las que tienen nalgas naturales, las que tienes implantes y las que incluso, no tienen ni gota de nalga, se retratan de lado, arqueando el cuerpo hacia atrás. No he averiguado, pero de seguro esta posición está creando serios problemas ortopédicos. Lo de las caritas frente a la cámara del celular, no tiene igual. Tanto que escuché criticar a Sarita Montiel por aquellas caritas melosas de labios arrugaditos y hoy muchas mujeres están exactamente iguales. Pobre Sarita.

Lo de los aeropuertos es increíble. No hay nada más jodido que un hospital, una funeraria y un aeropuerto. Sin embargo, ahora, gracias a la tecnología, muchas personas sonrientes se retratan en el aeropuerto sin mucha explicación, sólo para que se conozca que están viajando. Saliendo para La Habana, llegando a La Habana, ahora regresando a X punto, abordando el avión, ahora sentados dentro del avión, etc, etc, etc, son algunos de los comentarios más frecuentes y por supuesto, las decenas de zombies que inmediatamente dicen, vaya que bueno, viajando de nuevo, se ven muy bien, a disfrutar de lo lindo, que bien se ven sentaditos en el avión y por supuesto, bendiciones.

Entonces creo que nos estamos dejando llevar por la moda, por lo que otros hacen y no nos damos cuenta de que estamos metidos en lo que sería un tanque de gelatina, o de miel, o de crema, lo que hace nuestra vida un pastosín. La idea es ser bueno o por lo menos tratar de ser real.

Hace unas semanas tuve una conversación con Martica, de esas conversaciones que tratan de ser inteligente, pero que uno sabe que no va a ningún lugar. De esas que uno podría ahorrarse, pero ..., la comunicación es la comunicación.

Adelanto que me gustan las corridas de toros. No he visto ninguna en vivo, cosa que lamento, pero si he tratado de aprender sobre ellas a través de la TV. Fui de niño fanático a Palomo Linares y traté de torear a uno que otro amigo en posición de toro.

Creo que hay que ser muy valiente o muy loco para pararse delante de un animal que pesa más de una tonelada, y que está entrenado para por lo menos agredir. Valiente o loco, que me lleva a pensar que yo nunca lo haría.

Me parecería mal que el torero, saliera dentro de un tanque de guerra a matar al toro, o que le disparara a mansalva con un rifle de mirilla telescópica parapetado detrás de la barrera, o que saliera con una granada y se la amarrara al toro en el fondillo. Pero el tipo sale vestido con un simple trajecito de tela, muy caro, por cierto y tiene que jugársela frente al toro, primero con una manta o capa llamada verónica, no sé por qué, para luego tratar de meterle una espada por un lugar específico, no muy grande, en el lomo. Lo de pararse frente a un toro furioso con una sábana y alentarlo a que ataque ya es bastante, luego tratar de matarlo con una espada es heroico. Podría no obstante considerarse un abuso de un animal superior contra un animal inferior, es cierto, pero casi todo en la historia del propio animal superior se ha logrado por abuso, fuerza, violencia, muertes, etc.

Entonces, como todo fanático a las corridas, pues, soy fanático. Martica, por el contrario, que se mostraba triste por la suerte que corría el toro, la sangre, el stress del animal, etc., es enemiga de las corridas. Y entonces es cuando yo, complicadito, tratando de entender, le dije, bueno si, es verdad, pero lo que no entiendo es cómo puedes comer carne, pues a los animales hay que matarlos para que luego te lo puedas comer y puedo asegurar que, a ella, Martica, le gusta muchísimo la carne.

Martica, apeló al stress que sufre el toro de lidia y entonces es cuando yo, complicadito, le pregunté, pero has visto cómo matan a las vacas en un matadero, o como matan a los cerdos y a los pollos en las respectivas granjas de crianza. A ninguno le piden permiso para matarlos, no le ponen un suero para adormecerlos, no le dan pastillas para el stress, no los acuestan en cómodas camas con aire acondicionado, para luego inyectarle algo que los sede y así que pasen a la muerte sin darse cuenta.

Acepto la posición de estar en contra de las corridas de toros, pero y qué pasa con la caza submarina, donde un hombre con una escopeta mata al pez, o la famosísima pesca de la aguja, convertida en torneos competitivos por lo difícil que resulta, o la caza de un venado o un ciervo con escopeta o arcos y flecha. Y que pasa con el sacrificio de animales para los dioses  y santos en las diferentes religiones mundiales, ¿Esos animales no sufren stress? ¿Qué hay de la pesca con redes de las sardinas, los calamares, los cangrejos? ¿Cómo se sentirá el rico atún cuando lo pescan? ¿Hemos pensado en su mamá cuando se entere de que a su hijo lo han metido en una lata? ¿Y los salmones que viene a poner sus huevos ríos arriba y nosotros, más los osos, lo cogemos mansitamente?

Cuando trabajaba como historiador, una vez compartí en Cuba con un joven italiano y su novia inglesa, que por cierto es hoy una famosísima compositora de música para películas, ambos amigos de mi amigo Francesco. A la hora de almorzar los llevé al Hotel Inglaterra y pedimos una rica comida cubana. El congrí que le pusieron a Rachel traía un pedazo de chicharon de puerco y ella, declarada vegetariana, llamó al camarero y le dijo que le retirara el congrí pues tenía un pedazo de carne y que le trajera otro plato de congrí que hubiera sido cocinado sin contacto con animales. El camarero y yo la miramos y nos miramos, el tipo recogió el plato, no tengo que jurar lo que pasó después, de seguro fue a la cocina, le quitó al congrí el pedazo de puerco, hizo un comentario jocoso con el cocinero, volvió a acomodar en el plato el congrí y se lo puso en la mesa, y ella terminó comiendo contentísima su plato de arroz con frijoles de origen haitiano que había sido cocinado para personas que no comían carne.

La idea a mí me asombró, pues no era yo, ni seré vegetariano nunca y entonces le pregunté, por qué ella había decidido esa posición en su vida y me dijo que a ella le gustaban los conejos y su papá los criaba para comerlos y entonces en contra de que mataran a los conejos se había negado a volver a probar carne de ningún tipo. Eso me pareció loco, pero real. Ella está en contra de la matanza animal, y entonces no come ninguna carne.

Pero cuando se es fanático a la carne de cualquier animal, se escoge, se cocina y se come disfrutándola, pues no es muy real que se esté preocupado por lo que le pasa al dichoso toro que se utiliza para torear, más allá de que existe ahora una parte del mundo comedor de carne que está en contra de las corridas de toros y esto se hace viral. Más stress y sangre se derrama en una pelea entre humanos de la UFC o el boxeo profesional, ambos deportes legales y con una increíble creciente audiencia.

Claro, otras ideas para apoyar el asunto del pobre toro, que como sabemos no siempre sale muerto, es que al torero se le paga por torear, los dueños de las plazas se hacen millonarios, los granjeros que crían los toros son ricos, y todos ellos abusan del toro. En realidad, esto puede ser un ejemplo más del despiadado capitalismo, pero qué diferencia hay con que Messi, del cual también soy fanático, exija que le tienen que pagar 4 millones de euros semanales por jugar football. Es horrible pues yo tengo que trabajar como un mulo 40 horas semanales, para que después de pagar mis deudas solo me quede esperar otros 15 días para volver a cobrar. Si me pagaran por hablar, otra cosa sería.

En fin, los humanos, las realidades y los inventos. Hoy, a mi entender, mucho más inventos que realidades.

Hoy somos más inventos que realidades. (Primera Parte)

Advertencia para el lector.

Algunas de las ideas que leerás a continuación pueden ser perturbadoras, o dar la imagen de que soy un tipo perturbado. Si te comienzas a sentir mal mientras lees, pues déjalo y sigue tu vida. Te aseguro que tu mal no es de gravedad, al menos por ahora.

Soy una persona amante de la comunicación, tan amante, que por momentos he sido declarado medio anormal por mi necesidad de hablar y hablar. Creo que heredé esto de mi padre, que además de gran conversador, carismático, jocoso o jodedor en buen cubano, era profesor de Historia. No me gusta el silencio y menos la soledad. Prefiero estar acompañado siempre, hablando de …, cualquier cosa, compartiendo, antes de quedarme encerrado dentro de mí mismo.  Me da igual, prefiero hablar. Es bueno decir a mi favor que hoy escucho mucho más que antes, soy más cauto a la hora de dar una opinión, entiendo que las personas que me rodean también quieren ser escuchadas.

Eso de haber tenido una conexión directa del cerebro a la boca y muchas veces hablar sin pensar mucho, sólo guiado por el sentimiento, me creó muchos problemas. Me reconozco como un gran conversador, no un hablador de mierda. Cuando no sé, escucho pacientemente, cuando no conozco tengo a bien preguntar sin que eso me haga sentir disminuido. Hoy soy más lento, trato de escuchar, entender y aprender. Mis hijos crecieron con un papá que “habla mucho”, cosa que pudo ser pesada en algunos momentos de sus vidas, sin embargo, hoy, para mi orgullo, me lo agradecen.

Entonces los temas de y sobre comunicación  me interesan y pienso en ellos todo el tiempo y después de mucho pensar, por difícil que parezca mi conclusión, creo que hoy, con todo esto de las redes sociales, la tecnología, etc., nos estamos volviendo medios locos o medio anormales; estamos fingiendo de forma desmesurada, no tenemos nada mejor que hacer y hemos convertido determinada forma o vía de comunicación en el centro de todo; estamos tan vacíos que encontramos en fotos, mensajes tontos y likes el principal objetivo de nuestras vidas; tenemos tantos problemas de personalidad, tabúes, complejos, insatisfacciones, malos recuerdos y actuaciones en el pasado, que hemos escogido las redes sociales para pagar o limpiar nuestros pecados. Sería mejor ir a confesarnos frente a un Padre católico.

Y esto, que ya es bastante, al menos para mí gusto, en vez de disminuir va en aumento, en la misma medida que van en aumento los pecadores sin cerebro que se suman. Y aquí quisiera hacer una aclaración, para no echarme a las tres cuartas partes del mundo en mi contra, digo sin cerebro y aclaro que no estoy en contra de las redes sociales, no estoy en contra de comunicarnos, por el contrario, el uso de esas plataformas, a mí, en el plano personal, me ha permitido reencontrarme con personas a las que hace años no veía, y que a lo mejor personalmente no voy a ver más nunca en mi vida. El visitar Facebook, por ejemplo, me ha permitido conocer lugares, hechos, música, etc., a los que jamás hubiera tenido acceso, y a los que incluso con mucho dinero, no podría visitar en una sola vida. Gracias a la muy buena información que veo y leo, pues me he enterado, por ejemplo, de la existencia de un buen libro o de una buena película, cosa que agradezco enormemente pues me acorta el camino de la investigación.

Hablo de los sin cerebros, porque se ha puesto de moda el no tener cerebro como parte de la vida moderna. Hablo de los descerebrados que viven, tratan de vivir o al menos de aparentar una vida que no es real, que cuesta trabajo verla incluso en las malas películas de Hollywood. Hablo de los descerebrados que se han puesto de acuerdo para invadir con descerebradas ideas, las redes de comunicación que son extremadamente útiles. Claro, lo que puede estar pasando es que antes los descerebrados andaban solos o simplemente su radio de acción era más pequeño, ahora al poder concentrarse, sobre digamos Facebook, la influencia, o al menos la presencia, es mayor. Cuando pienso en esto, no puedo dejar de ver una de las tantas escenas de la serie “The walking dead”, de la cual he visto solo pedazos de capítulos, cuando decenas de zombies, salen de todas partes y caminan hacia un mismo lugar con su andar zombiniano. A veces eso me parece Facebook. Leo, miro y lo que veo es a muchos zombies, que se trasladan de un lugar a otro, con su “moderno” y cadencioso andar zombiano.

Parto de la realidad de que cada cual puede hacer con su vida lo que le da la gana, por tanto, no es que esté criticando a nadie en especial, sino sencillamente trato de reflexionar sobre un determinado tema, que, a mí, que no soy gran consumidor de las redes sociales, me llama la atención.

Pongo varios ejemplos y así me será más fácil explicarme. Les recuerdo que escribo porque sencillamente me entretiene y divierte.

Ahora todos los niños son bellos en Facebook. Determinada persona publica una foto de su niño, que es de esos que son feos, pero feos, porque no sólo se es feo cuando adulto, sino que hay niños que nacen con esa característica. Feo, significa, cabezón, de dientes botados, de ojos saltones, de orejas paradas, etc, y entonces una enorme cantidad de amigos comenzamos con aquellos comentarios babosos de, que lindo está tu niño, que precioso es, idéntico a su bisabuelo que fue muy lindo cuando joven, etc., etc., etc. No seamos hipócritas, el niño puede ser gracioso, hermoso, fuerte, puede llegar a ser incluso un genio, pero nadie que tenga la cabeza de cubo, los ojos mirando cada uno para un lugar diferente y los dientes en rompan fila, puede ser lindo, salvo una belleza extraña que es precisamente la fea belleza de los deformados. Para los cubanos es fácil entender lo que digo si logran recordar la cara de Ulises Toirac. Genial tipo, super cómico, agradable, a lo mejor buenísima persona, pero lindo no lo es y creo que no lo debe haber sido jamás de niño, porque tanta fealdad es imposible de lograr sólo en la etapa de adulto. JAJAJAJA.
Por qué somos tan hipócritas, si nadie nos está obligando. Por qué tenemos que ser tan absurdos y vernos obligados a comentar, sólo por comentar, para quedar bien. Es bueno alagar, claro, hoy reconozco que si, pero eso de decir mentiras, sólo por estar presente, es brutal.

Otra cosa sobre los niños. Ellos han dejado de ser niños o hijos, para convertirse en “mi príncipe o princesa”, “mi rey o reina”, “mi caramelito”, etc., etc., etc. Buena forma de los padres, sobre todo las madres de demostrar o al menos aparentar o nombrar el amor que le tienen a sus hijos. A veces ya el niño es joven, grande, feo o bonito da igual, y la mamá lo sigue llamándolo en Facebook mi príncipe, mi duque, mi rey, mi caramelito, lo que al menos a mí me estuviera jodiendo bastante. El joven ya tiene novia, le han salido pelos donde salen pelos, se masturba desenfrenadamente y su mamá le sigue diciendo mi caramelito de azúcar. Cosa que, para mi gusto, obviamente siempre para mi gusto, es ridícula.

Crecí en un hogar con mamá, papá y dos abuelas. Éramos tres hermanos lindos y hermosos cuando niños, de lo cual todavía nos queda algo. Recibimos cariño, además de educación, exigencia, regaños y castigos y no recuerdo que a ninguno de nosotros nos dijeran príncipes, reyes, menos mi melocotoncito, mi turroncito de azúcar, etc. Por el contrario, fuimos creciendo y fuimos recibiendo más cariño, pero más trato de adultos. Crecí rodeados de amigos, varones y hembras, y no recuerdo haber escuchado a ninguno de los papás llamarlos principitos, mi reina, mi flancito de leche, mi huevito frito, etc. Los niños éramos niños, luego fuimos adolescentes, y luego hombres y mujeres. Nuestros padres eran o muy desalmados o menos pre fabricados.

Claro que cuando fui niño, los parámetros eran diferentes, los varones mientras más toscos, rudos, digamos naturales, eran mejor, a las muchachas les gustaban los hombres varoniles, podías ser feo, pero si eras varonil tenías hecho el pan, hoy las cosas, que comienzan con estas concepciones de melocotoncitos, han cambiado y probablemente se valora más a un hombre que usa más cremas diferentes que su mujer.

Recuerdo que mi padre, pues varón de la época de antes, cuando me veía mirándome mucho en el espejo cuando transitaba por la adolescencia, me decía, Roly, qué pasa, los hombres no se miran tanto en el espejo. Resultado, hoy casi para mí los espejos no existen. Recuerdo que en secundaria y el deseo de tener el pelo largo, andaba con un peinecito de bolsillo para peinarme y sobre todo esconderme el pelo, mi padre me decía, Roly, que historia es esa de estarte peinando cada 5 minutos, los hombres no se peinan tanto. Resultado hoy me peino en la mañana y a veces después que me baño. Recuerdo que cuando trataba de salir de mi casa en chancletas, mi viejo me decía, Roly a dónde vas en chancleta, los hombres no andan en chancletas en la calle. Yo trataba de demostrar que tenía los tenis mojados y entonces me decía, pues ve descalzo. Resultado, hoy tengo 54 años y no sé caminar en chancletas, me enredo con ellas, se me salen de los pies y si trato de manejar, no podría mover el carro ni 5 metros. Recuerdo que en una época me dio por ponerme las manos en la cintura, mi padre me cazaba la pelea y me decía, quítate las manos de la cintura, los hombres no se ven bien así. Resultado hoy cuando tengo que pararme, cruzo las manos sobre el pecho como un recurso para tenerlas quietas. Gesticulo mucho y hago muchas muecas cuando hablo, si estoy disgustado, pues puedo multiplicar esto por mil, sin embargo, jamás me llevo las manos a la cintura y hoy sé que no hay nada malo en esto. Cuando me caía, golpeaba o sencillamente me hería, pues nunca mis padres hicieron de aquello un drama y mucho menos me extendieron un certificado médico por incapacidad. Un poco de mercurocromo o iodo y sigue andando. Hoy veo a hombres que se cortan un dedo o se encajan una espina y arman un enorme lío al borde del drama y siempre recuerdo a mi padre que podías tener las tripas afuera y te decía, no es nada, métele.

Puede ser que mi padre, hombre de otra época, pues hizo lo mejor que pudo y sin pensar, nos trasmitió lo que a él le habían enseñado y entonces, como consecuencia, pues yo no sólo lo aprendí e incluso copié, sino que lo trasmití a mi hijo, con el que todavía hoy soy cariñoso, pero nunca le he dicho mi melocotoncito, mi principito, etc. y entonces Jonathan, un poco fuera de lo que pasa en su generación, sigue siendo la muestra de aquel hombre que no necesita cremas para la cara, otras para las manos, otras para el pelo, otras para las piernas, etc. Es hoy mi gran soporte para todo, pero reconozco que jamás se me ha ocurrido llamarlo como mi camaroncito encantado. Incluso tengo una hija hembra, ya una mujer, con la que tengo una profunda relación de cariño, amor, confianza y sobre todo mucha comunicación, quizás como dice Jonathan sea mi debilidad y mi verdadera jefa, y que siempre, desde el mismo día que nació hasta hoy, ha sido bella, y reconozco, a lo mejor es un problema mío, nunca la he llamado mi turroncito de azúcar, mi duquesa, mi caramelito de chocolate, etc.

No estoy en contra de ser cariñoso, por el contrario, creo que es una de las mejores cosas que se puede ser, lo que estoy en contra es de ser hipócrita, mentiroso, o tener una posición exageradamente irreal. Acabo de leer que un adolescente, creo que en Inglaterra, se trató de suicidar, porque después de tirarse decenas de fotos, no encontró una adecuada para subir a Facebook y con ella dar la imagen de belleza que deseaba. Esto es horrible. Pero, no dudarlo, ese joven, puede ser mañana nuestro hijo o hija, cuando su pareja le diga que es un comemierda, cuando no pueda cumplir con su trabajo y por eso lo despidan, cuando engorde o baje de peso, cuando ya no le digan príncipe o turroncito de azúcar, cuando se mire en el espejo y no vea a Brad Pitt cuando fue joven, etc. Una cosa es el cariño y otra, a mí parecer, es la tontería, por llamarlo de alguna forma. Incluso, llego a aceptar la necesidad de demostrarle cariño a un hijo, a través de esas denominaciones, pero dígaselo a él, dígaselo todos los días y aclárele que usted es su mamá o papá, para cuando el mundo exterior intente machacarlo no se deprima y quiera suicidarse. Lo de poner esto en una red social, tiene otro objetivo. Cada cual sabrá el verdadero suyo.

miércoles, 21 de junio de 2017

Diferente Día de los Padres. 2017.

Las experiencias son la vida, la vida es las experiencias. Esta podría ser una profunda frase apta sólo para filósofos o sencillamente la mejor definición de un borracho como resultado de su buena borrachera.

Lo cierto es que ella algo de verdad encierra y uno se va dando cuenta con el paso del tiempo, o para seguir en la misma cuerda, con la acumulación de experiencias.

Muchas historias he escuchado sobre los “homes” que existen en Miami. Algunas malas, otras buenas, sin embargo, nunca he visitado uno de ellos, por lo que me es muy difícil hablar de ese tema directo. La mayor parte de las historias, digamos en Cuba sobre este tipo de servicio, es que la gente mete a los viejos en esos lugares y se olvida de ellos, cosa que no creo que sea cien por ciento cierta.

Pero como la vida es un día tras de otro, ayer, Día de los Padres aquí, aprovechando o como consecuencia de que Martica está en San Antonio con nuestra nieta, tuve la oportunidad de ir con mi hijo y Victoria, su novia, a visitar al abuelito de ella en un pueblo grande o pequeña ciudad que se llama Colombus, que está como a hora y media de camino de Lincoln, por lo que estuve parte del día, con almuerzo incluido, en medio de una familia norteamericana de origen alemán, que podría considerarse una típica familia del midwest norteamericano.

Lo de la familia, que no será el centro de mi historia ahora, es como todas las familias clásicas. El abuelo, un hombre más grande que yo, con cerca de 300 libras, cuyo cuerpo todavía anuncia el haber trabajado muchísimo físicamente, un hombre compacto que podría compararse solo con una de aquellas antiguas cajas fuertes de las películas americanas. La abuela, anciana linda de pelo totalmente blanco, que todavía hoy se preocupa por todos los detalles de todos los que la rodean y cuya cara declara el no haber contradicho mucho al abuelo en toda su vida. El resto, hijos, uno de ellos la madre de Victoria, mujer luchadora que parece que ha heredado la bandera de la unidad familiar, nietos, una pequeña y juguetona bisnieta rubita, un perro, Jonathan y yo. 


La actividad y de ahí mí nueva experiencia, no se desarrolló en la casa privada de los abuelos, pues no la tienen hoy, sino que estuvimos en el lugar donde ellos viven, que es como especié de un asilo u hogar de ancianos, pero que tiene la peculiaridad de que no son cuartos o salas abiertas, sino que es un complejo de apartamentos independientes dentro de una edificación común. En el caso de los abuelos de Victoria, el apartamento tiene una sala amplia, comedor, una cocina pantry, un cuarto grande, otro más pequeño y dos baños.

Este complejo de apartamentos está situado, junto a otros complejos similares, alrededor de un hospital, al que tienen derecho y acceso los residentes de los complejos, lo que forma como una especie de pequeña ciudad para ancianos dentro de la gran comunidad de Colombus y entonces a esto quisiera dedicarle unas letricas.

Precisamente ahora, por aquello de que las experiencias son la vida y la vida …, el tema anciano, enfermedades, asilos u hogares para ancianos, atención médica especializada, etc., me toca muy de cerca, voy dejando de ser joven joven y además hoy, Máximo, el esposo de mi madre en estos últimos 20 años, desde hace 6 está enfermo de nada más y nada menos que la muy famosa enfermedad de Alzheimer, por lo que más allá de que conserva, a pesar de sus 73 años, un buen aspecto físico, su cerebro casi ha dejado de existir.

Mi familia, sobre todo mi madre, vienen tratando de hacer lo que más pueden porque Máximo esté bien, pero cada día se hace más difícil conseguir o mantener ese objetivo y entonces ahora, 
justamente ahora necesitamos que existiera, con alguna facilidad, la solución para todos ellos. Para Máximo enfermo, demandante de cuidados especializados y para los que más cerca de él están, aún sanos, pero con muchas posibilidades de enfermarse o descompensarse como consecuencia de luchar con alguien 
que día a día nos está dejando y todo lo que eso implica.

Y entonces, pensando y pensando, me he dado cuenta de que he estado vinculado a la idea de asilos para ancianos mucho más de lo que me parecía.

Los viejos en nuestra cultura mueren junto a sus familiares, esto es cierto, pero en realidad no todos tienen esa suerte, porque muchos o no tienen familia, o la familia no puede encargarse, o sencillamente, también hay, como en todos los lugares, familias a las que no le importa.

Recuerdo que cuando mi padre se separó de mi madre, fue a parar a un pequeño apartamentico en el Cerro junto a su nueva pareja. El apartamento no es que sólo tuviera un cuarto, sino que los espacios son de reducido tamaño. Para ellos dos estaba fantástico, pero mi Abuela Tomasa, madre de mi padre, que siempre vivió con nosotros en Víbora Park, a pesar de la insistencia nuestra y de mi madre de que se quedara donde ella siempre había estado, se empeñó en que nada de eso, mi padre era su único hijo y ella, sin saber definirlo teóricamente, fue de esas madres compulsivas que vivió con un único objetivo, mi papá. Estuviera él dónde estuviera, allí estaría ella y entonces, un buen día, sin más remedio, mi abuela fue trasladada por nosotros para aquel apartamentico del Cerro, y como nada más que tenía un cuarto, fue a parar a la pequeña sala. Ella contenta, estaba donde tenía que estar. Mi padre, pues manejando todo aquello, teniendo que ver a su madre durmiendo en una camita semi inventada adaptada escaso espacio.


Pero la historia no quedó ahí, sino que la pareja de mi padre era joven por aquellos años y no tenía hijos, por lo que primero vino mi hermano Roly y poco después llegó mi hermano Alejando, ambos al mismo apartamentico pequeño del Cerro. Mi abuela no sólo tuvo que restringir su espacio a niveles incalculables, sino que paró durmiendo en un butacón con las piernas puestas sobre una banqueta de madera, frente a la litera que ocupaban en mis hermanos.  Todo esto a finales de los 80, principios de los 90, exactamente cuando inauguramos en Cuba aquello que se llamó período especial, porque a un hijo de puta no se le pudo ocurrir otro nombre más irónico para definir los años horribles que vivimos.


Y entonces un día, nuestro padre, medio apenado pero decidido, nos comunicó que metería a nuestra abuela en un asilo. A nosotros, cubanos acostumbrados a que los viejos mueren en sus casas con sus familias, nos pareció todo punto menos que un crimen. La respuesta de mi padre en forma de pregunta fue muy clara, alguno de ustedes puede ocuparse. Respuestas nuestras, no, porque ni siquiera en esos momentos vivíamos en nuestra casa materna, cada uno, por diferentes causas, habíamos salido y nos habíamos instalados en las casas de nuestras respectivas parejas, por lo que teníamos casas prestadas y ya nuestra madre, aquella que ofreció a mi abuela que se quedara, había organizado su vida, donde mi abuela Tomasa no tenía cabida.

Nuestra abuela entonces fue a parar a un asilo que quedaba en la rotonda que está pasando la entrada de Ciudad Libertad en Marianao y allí, para ser sincero, a veces la visitábamos, digo a veces porque sería falso decir que nos desvivíamos visitándola todos los días o incluso todos los fines de semana. Recuerdo que la visitábamos en aquel lugar, que por aquel entonces parecía ser uno de los mejores asilos de la ciudad, que en realidad no pasaba de ser un almacén de viejos, muchos allí olvidados y mi abuela, pobrecita, se pasaba todo el tiempo llorando. Era agradable irla a ver y al mismo tiempo muy desagradable.

Recuerdo también el famoso hogar de anciano, llamado de los Veteranos de la Guerra de Independencia, que quedaba en San Miguel, muy cerca de la famosa intercepción de las avenidas Acosta y 10 de Octubre en la Víbora Habanera. Horrible, pero muy horrible. Aquello durante mi infancia y juventud era menos que un almacén, era entonces una especie de rastro, donde los viejos estaban tirados, en muy malas condiciones, con mala atención, tanto que, a veces daba miedo y otras repugnancias pasar por la acera de ese lugar.

Creíblemente, he estado en Cuba hace dos meses y por la ubicación que tiene dicho asilo de ancianos, pasé frente a él unas cuantas veces. La imagen, la misma o peor. El deterioro, el mismo o peor. Ya no quedan veteranos, sólo el busto de Antonio Maceo que no se ha caído no sé ni cómo. Sucio, destruido, repugnante. Y ésta es más o menos la imagen que tengo de los hogares de ancianos que pertenecen al gobierno. Es lamentable, porque lamentablemente este tipo de institución no fue desarrollada y atendida a la par que otras actividades, como por ejemplo las escuelas o los círculos infantiles, que no es que fueran nada excepcionales, pero si estuvieron mucho más priorizados.

Podría ser que se pensó que la población cubana nunca envejecería, que los viejos serían eternos o la población iría muriendo antes de llegar a ponerse vieja, que las familias los mantendrían hasta momentos antes de llevarlos a la funeraria o el cementerio, que las familias siempre existirían, o sencillamente a nadie le importó este tema, porque no formaba parte de la información que se envía a Naciones Unidas para clasificar en el listado que organiza a los países por los logros alcanzados.

Claro no todo era tan desastroso en este aspecto. Ya más grande, durante años tuve la posibilidad de visitar el hogar para ancianas que se encuentra en la calle Mayía Rodríguez, muy cerca de dos lugares célebres en la Víbora, a la derecha del Mónaco y a la izquierda Villa Marista, porque acompañaba a mi vecino Raúl a llevar o a recoger a su suegra que pasaba el día en ese lugar y luego Tía Angelita, la muy buena tía de Martica, también fue puesta allí. Para no hacer el cuento largo. Allí se podía comer sobre el piso, la atención era inmejorable, humana, profesional y el lugar, era modesto pero bello. Los ancianos eran respetados, queridos, incluso mal criados por todos los trabajadores de aquella institución.

Ahora en mi reciente visita a Cuba y ocupado del tema Máximo tuve la oportunidad de visitar a un amigo que se encuentra semi interno en un asilo para ancianos que se encuentra en la avenida 51, cerca de la avenida 100. La misma conclusión, aquel lugar es una finca con una enorme extensión de tierra, donde también observé que se podía comer en el piso y donde los ancianos disfrutan de servicios básicos como dentista, barbería, lavandería, comedor con tres comidas diarias, en dos de ellas con proteínas, etc. El lugar incluye hasta una pequeña capilla donde el muerto de ocasión puede ser velado antes de irse al “Campo Santo”

Ambos lugares, ideales para pasar los últimos años de la vida, tienen un pequeño problema para personas como mi madre y Máximo. Ellos son administrados por la iglesia católica, por lo que para clasificar y estar dentro, tienes que haber sido católico probado y muy bien relacionado con alguien del clero cubano, o tener una gran palanca dentro de ese entorno, o al menos tener algo que puedas donar para despertar el estímulo de los que dirigen y pretenden ayudar a otros, tal como una casa, un terreno, etc. Ambos lugares son, en definitiva, una muestra de lo que debería ser, pero el espacio es reducidísimo para una población como la cubana donde el promedio de vida está por encima de los 76 años y la población envejece.

Máximo fue de aquellos jóvenes orientales que el gobierno cubano trasladó a la capital del país para formarlos como profesores debido a la inexistencia de ellos a partir de 1959. Por lo que lo único que ha hecho es trabajar como profesor toda su vida. Mi madre, comenzó a trabajar en el proyecto a los 17 años y aún a sus 74 sigue trabajando. No fueron católicos probados, no conocieron y practicaron el mecanismo de “la palanca”, no tienen recursos para vivir en la Cuba de hoy media demagógica, media agresiva, media capitalista y feudalista a la misma vez. La Cuba que es media de todo menos del proyecto que se pretendió y prometió que se haría. Por lo que a ambos no les queda más remedio que vivir y esperar por el ritmo y camino oficial.

Mi madre sólo puede llevar a Máximo al policlínico Grimau, para que lo evalúen y una trabajadora social lo apunte en un listado oficial que existe. La respuesta de esa trabajadora social fue y es todavía, que por la lista que ella controla, a Máximo le viene tocando conseguir un hogar de ancianos, o sea, uno de esos almacenes para viejos, dentro de dos años y medio o tres.

Imaginen, una persona con Alzheimer, que no envejece, sino que muere un poquito todos los días, más todos los que lo rodean que enferman también, tiene que esperar 3 años para encontrar un lugar donde ser atendido adecuadamente. Los que vivimos en Cuba sabemos que ese mecanismo de la lista, que es el oficial, puede ser dentro de 3 años o 30 años e incluso 300 años. Nadie sabe cómo se mueve la lista, nadie sabe cuándo será analizado tu caso, nadie puede asegurar que no exista otra lista.

Entonces en medio de todas estas ideas, algunas viejas, otras muy actuales, en medio de la impotencia que genera el no poder resolver, pues a veces la jugada no está en los dólares, tuve la grata experiencia de ir y ver cómo viven los abuelitos de Victoria que, voluntariamente dejaron su casa para ir a vivir en un lugar como el que visité.

Los hijos están contentos, pues tienen acceso durante las 24 horas del día durante los 365 días del año. Los abuelitos tienen un super hospital al frente de la institución donde viven, que además tiene servicios de atención médica de urgencia dentro, más un personal, muchachas jóvenes, que agradablemente ayudan a los viejitos todo el tiempo.

La propiedad, que repito no son cuartos, sino apartamentos, podría competir a mi consideración con cualquier hotel cubano de esos llamados de 5 estrellas. Es impresionante la limpieza y decoración de cada metro cuadrado de pared o piso. Tienen un comedor, más que eso, un restaurante, donde pueden escoger dentro de una variada dieta diaria, lo que desean comer. Tienen un teatro donde ponen películas, dan conferencias, etc. El lugar posee una pequeña biblioteca para los abuelos que quieran leer y una cafetería con servicio de té, café americano, y helado todo el día, tantas veces como quieras pasar y consumir. Botones de emergencia por donde quiera, un patio central con estanque y peces incluidos y para deleite de todos, un lobbie con un piano de cola donde los viejitos, tu o yo, podemos tocar cuando se nos ocurra. Y para colmo de bienes, el lugar permite tener mascotas, o sea, hasta donde pude ver gatos y perros, sabiendo lo que ellas significan para las personas mayores, por lo que los abuelos tienen además de las comodidades y garantías antes descritas, a su perro blanco y peludo al lado de ellos. ¿Se le podrá pedir algo más a la vida?


He pensado entonces en Máximo y su vida dedicada a un proyecto, del que ahora no puede recibir oficialmente servicio, ni respuesta, más allá de tener la esperanza de esperar tres años donde lamentablemente tienen que morir muchos viejitos, para poder ocupar una cama en un asilo, almacén o rastro para ancianos. Dura la vida, y más duro el proyecto.

Claro, donde los abuelitos de la novia de mi hijo están, hay que pagar, no es de gratis, pero de gratis sólo está quedando un poco de aire y agua de mar contaminados y la luz y el calor del Sol, lo demás ….

Hay que pagar, para eso se trabajó toda la vida. Hay que pagar, para eso los viejitos guardaron dinero. Hay que pagar, para eso están los hijos. Pero se paga por el bienestar, la tranquilidad, la seguridad, el confort con helado y piano de cola incluidos, se paga para poder exigir. A propósito, Máximo también tendrá que pagar cuando podamos resolver el asunto y para nada es poco con relación a lo que se gana o se tiene como jubilación en el lugar donde él vive y lo que va recibir no está garantizado.

El día de los padres de este año fue diferente. Compartí con una familia norteamericana clásica del Nebraska y sobre todo conocí un lindo e importante lugar para las personas, que, como yo, vamos en camino a ponernos viejos. No vi, claro que aclaro que estuve allí poco tiempo, nada de soledad, nada de aislamiento, nada de sufrimiento. Lo que vi fue a muchas familias que visitaban a sus padres y abuelos, que comían o merendaban juntos. Lo que compartí fue muchas risas y alegrías en un ambiente extremada e impresionantemente higiénico, con además detalles decorativos hermosos.


No vi a nadie llorar como mi abuela Tomasa, lo que me hace desear que, si me llego a poner viejo, viejo y mi familia aunque quisiera no pueda, pues me toque un lugar como este, donde no sea una carga para nadie, donde no sea un problema como lamentablemente lo es Máximo, donde mis hijos puedan estar tranquilos porque estoy bien, tengo libros para leer y café ilimitado, hasta que La Parca decida venir a buscarme.

viernes, 2 de junio de 2017

He pensado mucho en Cuba

De regreso de mi reciente viaje a Cuba, he pensado mucho en ella y su gente, o sea, en nosotros y sé que cualquier idea que hoy se refiera a esto, cualquier posición que se asuma, si se llega a aceptar o, por el contrario, criticar del todo, o sencillamente se trata de encontrar una explicación, puede causar problemas, desacuerdos e incluso incomodidad y desencuentros, salvo que se expresen en un grupo muy reducido de amigos y familia, donde prime el cariño. He pensado tanto, que estoy pensando dejar de pensar.


Querer tener ideas sobre la existencia de un país como Cuba, que por desgracia para unos y suerte para otros, exhibe un mismo tipo de gobierno, más o menos con las mismas caras desde hace décadas, siempre es complicado.

La pregunta sería, ¿quién o quiénes son los culpables?

Encontrar un victimario, es la solución más utilizada por las victimas reales o las victimas imaginarias y entonces como respuesta se abre un diapasón inmenso, tan inmenso como imposible de definir. Es fácil, hasta cierto punto, encontrar un culpable, cosa que por demás es muy común dentro de los seres humanos, a un hecho en concreto, un día, un evento, pero encontrar un culpable al camino seguido por un pueblo entero por más de 50 años, resulta, aunque nos parezca increíble, imposible.

Fidel le echó la culpa a Batista y al imperialismo yanqui. Los yanquis les echaron la culpa a los soviéticos. Nosotros se la echamos a Fidel. Los que se unieron al proyecto desde el principio, culparon a aquellas personas que tenían rezagos de lo que ellos llamaron pasado. Los que clasificaron con esos rezagos, pues les echaron la culpa a las nuevas ideas importadas. Los que se fueron, culparon a los que se quedaron. Los que colaboraron de forma ingenua o por oportunismo, la cogieron con los que no querían avanzar para donde ellos decían. Los que se quedaron, porque se quedaron y los que nos fuimos, porque nos fuimos. Lo intelectuales culparon a la influencia ideológica del capitalismo, incluyendo las papas fritas y la música. Los religiosos afrocubanos culparon a la religión católica por ser, hasta ese entonces, la oficial, y los católicos buscaron la culpa en el Diablo. En fin, la mar de variantes, donde cada cual, desde su posición, trató y aún trata de echar la mierda al otro, destapándose entonces infinidades de protagonismos reales e irreales. Hay un refrán viejo que dice, no se puede orinar frente a un ventilador, porque entonces el orine …

Hablando sobre nuestra historia a partir de 1959, pues no vale ahora retomar la republicana y menos la colonial, el gobierno cubano, llamado revolucionario para eternizar una característica que no es tal, como todo gobierno, a mí parecer, ha tenido sus altas y bajas, sus aciertos y desaciertos. Es imposible llegar a pensar o hacer creer que todo ha sido positivo, pero también es incierto que todo, durante estos últimos casi 60 años, ha sido un fracaso.

Aunque el resultado general de lo general se le parezca, nunca es así. Si nos referimos a una sola vida humana, quizás la nuestra, es fácil concluir que nadie ha podido vivir siempre sobre los éxitos o por el contrario sobre los fracasos. La vida es el resultado de la mezcla de ambas cosas, éxitos y fracasos que se dan, en dependencia de cada ser humano, con un balance determinado, que nos permite morir de viejos. A veces la mezcla es controlada y nos resulta más llevadera, a veces, no pocas, la vida, la circunstancias, el entorno hace de las suyas y por mucha proteína que consumamos, nos afecta. De ahí una de las ideas más sólidas de la teoría del Socialismo Cubano, fue cuando se trató de definir la nueva vida a partir de la relación de juventud y experiencia, que inmortalizara todo aquel símbolo patriótico, precursora valiente de los escotes largos, Farah María.

Entonces si esto es así en una persona, pues es imposible pedir que, a nivel de gobierno, a nivel de un país entero, sea fácil clasificar las cosas en un extremo u otro solamente, cosa que hacemos con mucha frecuencia.

Yo, por ejemplo, soy, o al menos debería ser un resultado total de la Revolución Socialista Cubana, porque al nacer en el año 1963 "en el seno de una familia revolucionaria", no tuve vínculos sentimentales con el capitalismo seudo republicano y además toda la información que recibí en mi infancia y adolescencia sobre aquel período, fue encaminada a crear en mí una imagen del puro infierno, algo así como lo que podríamos llamar hoy un thriller, contrastada con aquella dulce idea de que de cada cual su trabajo, a cada cual su necesidad, puesta en práctica en la Ciudad de los Cosmonautas en la URSS. Sin embargo, a pesar de no haber triunfado en mi esas ideas, sería absurdo decir que no obtuve e incluso me beneficié o disfruté de algunas de las bondades que como todo gobierno, el cubano dio.

Ahora, reconociendo que mi idea puede ser agresiva, pero ya con determinada edad que me permite pensar y decir lo que quiero, aunque maduramente, me atrevería a decir que una de las cosas que más sólidas logró esa llamada Revolución en las personas, como una características muy común y arraigada, es que, en sentido general, somos unos mentirosos, unos hipócritas y unos oportunistas. Y, obviamente, no estoy tratando de culpar a nadie, sólo que ya a mí edad, pues al que le sirva el sayo, que se lo ponga, no es nada personal.

En medio de culpar al otro, de lo cual repito yo no estoy exento, desarrollamos toda una serie de conductas, algunas para sobre vivir, cosa que es, hasta cierto punto, entendible, otras sencillamente para vivir bien.

Una de las cosas que siempre pasa, o al menos me pasa, es que cuando trato de explicar aquí cómo vivíamos, la pregunta que aparece es por qué soportaron tanto, por qué no lo quitaron y entonces me quedo casi sin respuesta. Por mucho que trato de explicar, buscando los argumentos más convincentes que nos han llevado a la espera, no encuentro primero para mí mismo, una respuesta, porque aquello de que la gente ama el socialismo, ya no lo cree nadie, ni los propios cosmonautas de la ciudad modelo.

Ahora, al calor de los hechos en Venezuela, según lo que he podido conocer, donde la gente, parte del pueblo, está en las calles, luchando y muriendo, contra miembros del ejército y la policía armados hasta los dientes, me pregunto, son los venezolanos más valientes que nosotros los cubanos, es el gobierno bolivariano más débil, los militares y la policía allí son de cartón. Puede ser que el momento histórico influya a favor de los que están reclamando que Venezuela vuelva a ser libre, pero Cuba y los cubanos, también tuvimos esos momentos históricos. Los venezolanos no han encontrado esas oportunidades en una mesa buffet o jugándose un numerito de la Lotería. Los venezolanos que tenían un país rico ayer, hoy casi sin comida, han determinado jugársela en las calles, poner los heridos y muertos, se las están arreglando para movilizarse y ponerse de acuerdo sobre una idea básica, etc.

No creo que la idea de acomodarse y mentir un poquito sea algo exclusivo de los cubanos, pero tampoco creo que estemos salvados de no tenerlas. Para unos la solución es que la presión los obligó, para otros le encontraron su lado positivo y escogieron vivir bien, para los más incrédulos o inadaptados no les quedó más remedio que soportar, para muchos puede haber sido una simple reacción de sobrevivencia, para no pocos fue el camino para salirse y tal como dijo el grandísimo humorista cubano Julito Martínez cuando llegó a Miami y alguien le preguntó la causa de su salida de Cuba, él respondió que si Cuba había decidido construir ahora el capitalismo, el mal capitalismo diría yo, pues él prefería irse para un lugar donde ya estuviera construido. Genial una vez más.

Lo cierto es que todos hemos pecado y como no visitamos mucho las iglesias católicas para confesarnos, esos pecados fueron en aumento y aumento y hoy forman parte de nuestra forma de ser, inclusive aquí en los Estados Unidos. Claro, que entiendo que muchos de ustedes, mis amigos y familiares lectores, me dirán, yo no soy así, y lo creo, pues yo tampoco soy así del todo, pero en realidad, podremos decir que estamos totalmente salvos. No sé, creo que no.

He escuchado que el presidente de Cuba se retira del cargo voluntariamente en febrero del 2018 y en una entrevista que le hicieron a su hija, la no tan joven ya que casualmente está casada con un exitoso empresario italiano porque el amor tiene esos caprichos, ella dijo frente al tema del nuevo presidente, que tendríamos sorpresa.

¿Sorpresas? ¿Es así como se trata el tema del futuro nuevo presidente de la República de Cuba? ¿Sorpresas, qué quiere decir? ¿Que buscaran a un monje de Shaolín, o a la Sirenita Ariel?, ¿Sorpresa será que “volverán las oscuras golondrinas? ¿Es así como se respeta a un pueblo, donde una especialista en temas de género, que no forma parte del gobierno, más allá de su vínculo consanguíneo, dice al mundo y a Cuba, les daremos sorpresas? Sorpresas es lo que se puede esperar cuando uno va a una función del Cirque Du Soleil, pero sorpresas cuando se trata del futuro de muchos millones de personas. Creo que al final, visto desde el lado bueno, se siguen equivocando.

He estado en Cuba y muchas veces cuando traté de preguntar, con esa madurez que me caracteriza, sobre algún temita complicado, las repuestas eran evasivas o sencillamente me decían, esas son cosas del pasado, ya no hace falta hablar de ellas. Y entonces eso además de que me jodía, evidenciaba una enorme contradicción o sencillamente las personas con las que conversé, pues no estaban interesadas en hablar de temas “complicados”

Ya eso pasó, no hay que seguir hablando de eso, me decían. Recuerdo que cuando Obama fue a Cuba, entre los discursos que dio, en uno de ellos dijo que el gobierno norteamericano no era enemigo de Cuba, lo que evidenciaba su presencia allí, pues para comer arroz con frijoles negros y carne de puerco no hay que ir a la Isla. Dijo que ambos países podrían trabajar juntos, que no era la hora de seguir hablando del pasado, sino del futuro y que el futuro para ambos pueblos era de luz.

Lindo mensaje, sin embargo, no había bajado Obama del escenario, todavía no le habían servido el café y las voces autorizadas del pueblo cubano y sabemos lo que significa autorizadas, para quitarle importancia, dijeron que Obama necesitaba conocer más sobre la historia de Cuba, que parecía que estaba desinformado, que daba pena su poco conocimiento, que cómo se le ocurría decir que la historia no era importante, que había que hablar del pasado, de las luchas de independencia, de Girón, de los muertos de La Coubre, etc., etc., etc.

¿Entonces, el pasado es importante o no?, ¿Se debe hablar de él o no? ¿Puedo o debo yo utilizarlo cuando me da la gana, para mí conveniencia? El pasado existió, tanto para Obama como para cada uno de nosotros, por lo que no puede ser que cuando se quiera sea importante y cuando se quiera no lo sea.

He regresado de Cuba y he dejado a un pueblo que vive en la calle todos los días, no con manifestaciones como los venezolanos, sino calladamente, luchando para poder sobre vivir. He visto a  un pueblo cuya vida depende, en un por ciento muy alto, del mercado negro. He dejado a personas que necesitan, hoy más que nunca, de la remesa en dólares del exterior para acceder a cosas tan elementales, como por ejemplo, el papel higiénico. He dejado a personas que no son más pobres, pero sin son tan pobres como antes de 1959. He visto a una parte de ese pueblo, no saber para dónde va y lo que es peor no interesarle, pues confían en que vayan para donde vayan, siempre será lo mismo.

La estrategia, se me ocurre, es no seguir buscando un culpable, no vale la pena desgastarnos, porque quizás seamos muchos los que tenemos la culpa. Es cierto puede joder, en el plano muy personal, que los mayores responsables mueran en paz o vivan con inmunidad, pero tenemos que cortar para todos lados, el mío y el del otro, el seguir montados en el pasado que tampoco resuelve mucho. Yo crecí en medio de la gran importancia de nuestra historia, era lindo conocer e investigar sobre nuestro pasado, no solamente político y de lucha, sino cultural, arquitectónico, culinario, etc. Eso tenía valor. Lamentablemente hoy a pocos esos aspectos interesan. Las personas allí no quieren saber sobre los mambises, los de allí quieren tener dinero para pagar un celular.

Entonces el pueblo cubano, los de allí, los de aquí, los que están en Egipto alquilando camellos, los que están en Alaska pescando cangrejos, los de Australia que se especializan en canguros, en fin todos, lo que merecemos es una gran disculpa.

Fidel murió y no se disculpó, y creo que no le hubiera venido mal una disculpa, no se logra muy fácil dejar un país casi en la ruina, para lo que pienso que hay que ser muy inteligente. Raúl ahora, según palabras de su hija, está preparando una sorpresa para la jubilación oficial de su cargo, cuando lo que debería es estar preparando una disculpa, sabemos que con menos inteligencia, lo que ha logrado es profundizar la ruina que le dejó su hermano mayor. Nuestros padres, muchos de ellos, nos deben una disculpa, por no escucharnos cuando teníamos la razón, por mandarnos a callar, por escondernos, por llegarnos a decir que comer papas fritas era un asunto de definición ideológica y quizás, muchos de nosotros, le debamos todavía hoy una disculpa a nuestros hijos.

La idea sin rodeos sería, si, esto es un fracaso, no nos fue bien, hicimos lo posible, hicimos lo que nuestros corazones y nuestraa conciencias nos dictaron. Hicimos lo que nos pareció que era mejor, pero saben qué, no funcionó y saben qué, peor, no va a funcionar.

¿La disculpa resolvería la economía? No. ¿Le podría devolver la vida a los que murieron por errores, o por pases de cuenta, o por limpieza de cuadros, etc.? Tampoco. ¿Le quitaría los años que muchos pasaron en las cárceles y les devolvería la alegría perdida a sus familiares? Menos. Pero la disculpa reconocería que tantos no pudieron estar equivocados, que más que todo la idea se convirtió en capricho, que lo que pasó pasado está para todos y que, como dijo Obama, lo que cuenta, sin menospreciar la historia, es el futuro.

Acabaría con aquello de los cubanos de aquí, los cubanos de allá, con los cubanos de antes y los de ahora. Con aquellos que se beneficiaron, apoyaron, reprimieron y hoy se nombran empresarios particulares, peor, con aquellos que ahora disfrutan, sin atorarse, del bienestar de Estados Unidos, acabaría con todas nuestras miserías del cerebro. Los muertos quedarían en paz y los que aún vivimos podremos mirarnos de frente, sin tener que inventarnos una vida que no tenemos en realidad.

La gran disculpa, más que dinero, ropa, comida, etc., traería alegría y está probado, la alegría luego podría conseguir todo lo demás.