lunes, 26 de junio de 2017

Hoy somos más inventos que realidades. (Primera Parte)

Advertencia para el lector.

Algunas de las ideas que leerás a continuación pueden ser perturbadoras, o dar la imagen de que soy un tipo perturbado. Si te comienzas a sentir mal mientras lees, pues déjalo y sigue tu vida. Te aseguro que tu mal no es de gravedad, al menos por ahora.

Soy una persona amante de la comunicación, tan amante, que por momentos he sido declarado medio anormal por mi necesidad de hablar y hablar. Creo que heredé esto de mi padre, que además de gran conversador, carismático, jocoso o jodedor en buen cubano, era profesor de Historia. No me gusta el silencio y menos la soledad. Prefiero estar acompañado siempre, hablando de …, cualquier cosa, compartiendo, antes de quedarme encerrado dentro de mí mismo.  Me da igual, prefiero hablar. Es bueno decir a mi favor que hoy escucho mucho más que antes, soy más cauto a la hora de dar una opinión, entiendo que las personas que me rodean también quieren ser escuchadas.

Eso de haber tenido una conexión directa del cerebro a la boca y muchas veces hablar sin pensar mucho, sólo guiado por el sentimiento, me creó muchos problemas. Me reconozco como un gran conversador, no un hablador de mierda. Cuando no sé, escucho pacientemente, cuando no conozco tengo a bien preguntar sin que eso me haga sentir disminuido. Hoy soy más lento, trato de escuchar, entender y aprender. Mis hijos crecieron con un papá que “habla mucho”, cosa que pudo ser pesada en algunos momentos de sus vidas, sin embargo, hoy, para mi orgullo, me lo agradecen.

Entonces los temas de y sobre comunicación  me interesan y pienso en ellos todo el tiempo y después de mucho pensar, por difícil que parezca mi conclusión, creo que hoy, con todo esto de las redes sociales, la tecnología, etc., nos estamos volviendo medios locos o medio anormales; estamos fingiendo de forma desmesurada, no tenemos nada mejor que hacer y hemos convertido determinada forma o vía de comunicación en el centro de todo; estamos tan vacíos que encontramos en fotos, mensajes tontos y likes el principal objetivo de nuestras vidas; tenemos tantos problemas de personalidad, tabúes, complejos, insatisfacciones, malos recuerdos y actuaciones en el pasado, que hemos escogido las redes sociales para pagar o limpiar nuestros pecados. Sería mejor ir a confesarnos frente a un Padre católico.

Y esto, que ya es bastante, al menos para mí gusto, en vez de disminuir va en aumento, en la misma medida que van en aumento los pecadores sin cerebro que se suman. Y aquí quisiera hacer una aclaración, para no echarme a las tres cuartas partes del mundo en mi contra, digo sin cerebro y aclaro que no estoy en contra de las redes sociales, no estoy en contra de comunicarnos, por el contrario, el uso de esas plataformas, a mí, en el plano personal, me ha permitido reencontrarme con personas a las que hace años no veía, y que a lo mejor personalmente no voy a ver más nunca en mi vida. El visitar Facebook, por ejemplo, me ha permitido conocer lugares, hechos, música, etc., a los que jamás hubiera tenido acceso, y a los que incluso con mucho dinero, no podría visitar en una sola vida. Gracias a la muy buena información que veo y leo, pues me he enterado, por ejemplo, de la existencia de un buen libro o de una buena película, cosa que agradezco enormemente pues me acorta el camino de la investigación.

Hablo de los sin cerebros, porque se ha puesto de moda el no tener cerebro como parte de la vida moderna. Hablo de los descerebrados que viven, tratan de vivir o al menos de aparentar una vida que no es real, que cuesta trabajo verla incluso en las malas películas de Hollywood. Hablo de los descerebrados que se han puesto de acuerdo para invadir con descerebradas ideas, las redes de comunicación que son extremadamente útiles. Claro, lo que puede estar pasando es que antes los descerebrados andaban solos o simplemente su radio de acción era más pequeño, ahora al poder concentrarse, sobre digamos Facebook, la influencia, o al menos la presencia, es mayor. Cuando pienso en esto, no puedo dejar de ver una de las tantas escenas de la serie “The walking dead”, de la cual he visto solo pedazos de capítulos, cuando decenas de zombies, salen de todas partes y caminan hacia un mismo lugar con su andar zombiniano. A veces eso me parece Facebook. Leo, miro y lo que veo es a muchos zombies, que se trasladan de un lugar a otro, con su “moderno” y cadencioso andar zombiano.

Parto de la realidad de que cada cual puede hacer con su vida lo que le da la gana, por tanto, no es que esté criticando a nadie en especial, sino sencillamente trato de reflexionar sobre un determinado tema, que, a mí, que no soy gran consumidor de las redes sociales, me llama la atención.

Pongo varios ejemplos y así me será más fácil explicarme. Les recuerdo que escribo porque sencillamente me entretiene y divierte.

Ahora todos los niños son bellos en Facebook. Determinada persona publica una foto de su niño, que es de esos que son feos, pero feos, porque no sólo se es feo cuando adulto, sino que hay niños que nacen con esa característica. Feo, significa, cabezón, de dientes botados, de ojos saltones, de orejas paradas, etc, y entonces una enorme cantidad de amigos comenzamos con aquellos comentarios babosos de, que lindo está tu niño, que precioso es, idéntico a su bisabuelo que fue muy lindo cuando joven, etc., etc., etc. No seamos hipócritas, el niño puede ser gracioso, hermoso, fuerte, puede llegar a ser incluso un genio, pero nadie que tenga la cabeza de cubo, los ojos mirando cada uno para un lugar diferente y los dientes en rompan fila, puede ser lindo, salvo una belleza extraña que es precisamente la fea belleza de los deformados. Para los cubanos es fácil entender lo que digo si logran recordar la cara de Ulises Toirac. Genial tipo, super cómico, agradable, a lo mejor buenísima persona, pero lindo no lo es y creo que no lo debe haber sido jamás de niño, porque tanta fealdad es imposible de lograr sólo en la etapa de adulto. JAJAJAJA.
Por qué somos tan hipócritas, si nadie nos está obligando. Por qué tenemos que ser tan absurdos y vernos obligados a comentar, sólo por comentar, para quedar bien. Es bueno alagar, claro, hoy reconozco que si, pero eso de decir mentiras, sólo por estar presente, es brutal.

Otra cosa sobre los niños. Ellos han dejado de ser niños o hijos, para convertirse en “mi príncipe o princesa”, “mi rey o reina”, “mi caramelito”, etc., etc., etc. Buena forma de los padres, sobre todo las madres de demostrar o al menos aparentar o nombrar el amor que le tienen a sus hijos. A veces ya el niño es joven, grande, feo o bonito da igual, y la mamá lo sigue llamándolo en Facebook mi príncipe, mi duque, mi rey, mi caramelito, lo que al menos a mí me estuviera jodiendo bastante. El joven ya tiene novia, le han salido pelos donde salen pelos, se masturba desenfrenadamente y su mamá le sigue diciendo mi caramelito de azúcar. Cosa que, para mi gusto, obviamente siempre para mi gusto, es ridícula.

Crecí en un hogar con mamá, papá y dos abuelas. Éramos tres hermanos lindos y hermosos cuando niños, de lo cual todavía nos queda algo. Recibimos cariño, además de educación, exigencia, regaños y castigos y no recuerdo que a ninguno de nosotros nos dijeran príncipes, reyes, menos mi melocotoncito, mi turroncito de azúcar, etc. Por el contrario, fuimos creciendo y fuimos recibiendo más cariño, pero más trato de adultos. Crecí rodeados de amigos, varones y hembras, y no recuerdo haber escuchado a ninguno de los papás llamarlos principitos, mi reina, mi flancito de leche, mi huevito frito, etc. Los niños éramos niños, luego fuimos adolescentes, y luego hombres y mujeres. Nuestros padres eran o muy desalmados o menos pre fabricados.

Claro que cuando fui niño, los parámetros eran diferentes, los varones mientras más toscos, rudos, digamos naturales, eran mejor, a las muchachas les gustaban los hombres varoniles, podías ser feo, pero si eras varonil tenías hecho el pan, hoy las cosas, que comienzan con estas concepciones de melocotoncitos, han cambiado y probablemente se valora más a un hombre que usa más cremas diferentes que su mujer.

Recuerdo que mi padre, pues varón de la época de antes, cuando me veía mirándome mucho en el espejo cuando transitaba por la adolescencia, me decía, Roly, qué pasa, los hombres no se miran tanto en el espejo. Resultado, hoy casi para mí los espejos no existen. Recuerdo que en secundaria y el deseo de tener el pelo largo, andaba con un peinecito de bolsillo para peinarme y sobre todo esconderme el pelo, mi padre me decía, Roly, que historia es esa de estarte peinando cada 5 minutos, los hombres no se peinan tanto. Resultado hoy me peino en la mañana y a veces después que me baño. Recuerdo que cuando trataba de salir de mi casa en chancletas, mi viejo me decía, Roly a dónde vas en chancleta, los hombres no andan en chancletas en la calle. Yo trataba de demostrar que tenía los tenis mojados y entonces me decía, pues ve descalzo. Resultado, hoy tengo 54 años y no sé caminar en chancletas, me enredo con ellas, se me salen de los pies y si trato de manejar, no podría mover el carro ni 5 metros. Recuerdo que en una época me dio por ponerme las manos en la cintura, mi padre me cazaba la pelea y me decía, quítate las manos de la cintura, los hombres no se ven bien así. Resultado hoy cuando tengo que pararme, cruzo las manos sobre el pecho como un recurso para tenerlas quietas. Gesticulo mucho y hago muchas muecas cuando hablo, si estoy disgustado, pues puedo multiplicar esto por mil, sin embargo, jamás me llevo las manos a la cintura y hoy sé que no hay nada malo en esto. Cuando me caía, golpeaba o sencillamente me hería, pues nunca mis padres hicieron de aquello un drama y mucho menos me extendieron un certificado médico por incapacidad. Un poco de mercurocromo o iodo y sigue andando. Hoy veo a hombres que se cortan un dedo o se encajan una espina y arman un enorme lío al borde del drama y siempre recuerdo a mi padre que podías tener las tripas afuera y te decía, no es nada, métele.

Puede ser que mi padre, hombre de otra época, pues hizo lo mejor que pudo y sin pensar, nos trasmitió lo que a él le habían enseñado y entonces, como consecuencia, pues yo no sólo lo aprendí e incluso copié, sino que lo trasmití a mi hijo, con el que todavía hoy soy cariñoso, pero nunca le he dicho mi melocotoncito, mi principito, etc. y entonces Jonathan, un poco fuera de lo que pasa en su generación, sigue siendo la muestra de aquel hombre que no necesita cremas para la cara, otras para las manos, otras para el pelo, otras para las piernas, etc. Es hoy mi gran soporte para todo, pero reconozco que jamás se me ha ocurrido llamarlo como mi camaroncito encantado. Incluso tengo una hija hembra, ya una mujer, con la que tengo una profunda relación de cariño, amor, confianza y sobre todo mucha comunicación, quizás como dice Jonathan sea mi debilidad y mi verdadera jefa, y que siempre, desde el mismo día que nació hasta hoy, ha sido bella, y reconozco, a lo mejor es un problema mío, nunca la he llamado mi turroncito de azúcar, mi duquesa, mi caramelito de chocolate, etc.

No estoy en contra de ser cariñoso, por el contrario, creo que es una de las mejores cosas que se puede ser, lo que estoy en contra es de ser hipócrita, mentiroso, o tener una posición exageradamente irreal. Acabo de leer que un adolescente, creo que en Inglaterra, se trató de suicidar, porque después de tirarse decenas de fotos, no encontró una adecuada para subir a Facebook y con ella dar la imagen de belleza que deseaba. Esto es horrible. Pero, no dudarlo, ese joven, puede ser mañana nuestro hijo o hija, cuando su pareja le diga que es un comemierda, cuando no pueda cumplir con su trabajo y por eso lo despidan, cuando engorde o baje de peso, cuando ya no le digan príncipe o turroncito de azúcar, cuando se mire en el espejo y no vea a Brad Pitt cuando fue joven, etc. Una cosa es el cariño y otra, a mí parecer, es la tontería, por llamarlo de alguna forma. Incluso, llego a aceptar la necesidad de demostrarle cariño a un hijo, a través de esas denominaciones, pero dígaselo a él, dígaselo todos los días y aclárele que usted es su mamá o papá, para cuando el mundo exterior intente machacarlo no se deprima y quiera suicidarse. Lo de poner esto en una red social, tiene otro objetivo. Cada cual sabrá el verdadero suyo.

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