martes, 5 de septiembre de 2017

Verano 2017. Limonadas, ventas de garajes y shorts.

Todos los veranos son iguales en lo básico, calor.

Los que hemos pasado aquí en Lincoln, a diferencia de este año, han sido muy caluroso. Las temperaturas han rondado según los termómetros por días y semanas sobre los 100 grados F, o sea, más o menos alrededor de los 38 grados C, pero como el calor se combina con la humedad, la altitud, el aire, etc., por momentos nuestros cuerpos han recibido entre 106 y 110 grados F, que traducidos son una tonga de grados C., siempre por encima de los 40, temperaturas que en Cuba sólo es característica de la zona oriental del país. En la Ciudad de la Habana hace calor muy húmedo, pero no recuerdo haber tenido más de 40 grados C con frecuencia. La cercanía al mar del norte hace que cualquier airecito que se mueva, refresque la ciudad.

Sin embargo, hasta ahora, septiembre, este verano ha sido más agradable, más suave. Creo recordar que en julio tuvimos unos días, quizás dos o tres, muy calurosos, ciento y algo de grados F, pero el resto del tiempo el calor no ha sido tanto. Ha llovido mucho y eso hace que las temperaturas no sean tan altas.

Por las mañanas amanecemos entre 65 y 68 grados F, lo que resulta raro para esta temporada, y luego, aunque suben las temperaturas, se mantienen dentro de los 80 grados. Calor, pero menos sofocante. Puede ser que el invierno se esté acercando.

Con el verano aparecen las cosas que siempre distinguen a esta estación. Limonadas, ventas de garajes y shorts.

Es bueno decir que, al menos en la zona donde vivo y transito con frecuencia, los niños juegan en las aceras y los jardines de sus casas. La tan repetida idea de que los niños aquí se pasan el día frente a la TV, no se cumple en esta parte de Lincoln 100%, por suerte para ellos. Claro que donde vivo, que un día fue la zona de los ricos en la ciudad, hoy ha cambiado y los que vivimos aquí somos simples mortales, los ricos se han desplazado hacia la parte moderna de Lincoln, o sea, hacia el sur. Es probable que sus hijos, más sensibles y a los que hay que cuidar más, pasen más tiempo protegidos por paredes y muros.

Aquí es frecuente ver a los niños junto a sus bicicletas, patinetas y otros tarecos, jugando o apostados en las aceras, detrás de unas mesitas, con grandes carteles hechos a veces por ellos mismos, vendiendo limonada, tal como se ve en las películas.

No es mentira. Debe ser una tradición pasada de generación en generación, donde, generalmente las mamás, preparan grandes cantidades de limonadas, claro porque hay limones, y los niños, como parte de un juego o entretenimiento la venden frente a sus casas. Es cómico, cuando pasas, niños de 5, 6, 7 años, se las ingenian con carteles y mucha bulla para que pares y compres un vaso de limonada real. Se divierten, gastan energías, ganan algún dinerito, que luego deben gastar en caramelos. Las mamás descansan un rato vigilándolos a través de las ventanas. Si aún siguen vivos, todo está bien. La imagen, no por repetida, deja de ser linda y agradable. Tal como en las películas.

Luego están las ventas de garajes. La ciudad se llena de exposiciones y ventas, sobre todo en los jardines los fines de semana, donde las familias sacan los tarecos, a veces viejos otras no y los venden, acompañados no pocas veces de algo para tomar y comer.
Existe una arraigada tradición alrededor de esto, son como festivales que se suceden generalmente los fines de semanas, donde unos sacan las cosas a vender y otros, como haciendo recorridos turísticos, visitan los jardines para comprar.

Creo que los norteamericanos no son muy dados a regalar mucho, a diferencia de nosotros que todo lo regalamos: Todo tiene valor, pero lo cierto es que los precios en esas ventas de garajes son impresionantes. Te puedes empatar con el mejor mueble de tu vida o el mejor equipo electrodoméstico por unos muy poquitos dólares. A veces aparecen cosas viejas en buen estado, que para los que gustan de la onda antigua es perfecto, a veces las cosas son casi nuevas o incluso nuevas de paquete sin usar. Puedes comprar una maravilla por el precio súper módico de 1 dólar.

Las familias norteamericanas, generalmente, son grandes consumidoras de cualquier cosa, comprar y compran durante todo el año, durante toda la vida y entonces las casas se llenan de objetos, muchos para mi gusto innecesarios. Llega el momento que no se puede caminar dentro de las casas, los garajes, los jardines y los patios y entonces aparece la idea de estas ventas de garajes. Son muy curiosas, porque se vende de todo, desde un tractor pequeño para arreglar jardines hasta pequeños adornos de porcelana viejitos, de la época de nuestras abuelas. Y como es una tradición, pues los vecinos pasean, se bajan, miran, regatean precios y compran. Es como una fiesta silenciosa que ocurre paralelamente al resto de la vida.

Lo de los shorts es impresionante. Parece que como pasamos meses vestidos, y a veces muy vestidos, tan pronto sale el Sol, la gente va a lo más sencillo. Los niños andan descalzos, los jóvenes y no tan jóvenes salen a caminar sin camisas y a veces también descalzos y las mujeres, todas, se ponen un short.

Usan short las mujeres jóvenes, bonitas y de buen cuerpo, lo que resulta muy agradable a la vista. Las feas de buen cuerpo también usan short, lo que sigue resultando agradable a la vista si no las miras a la cara. Las de mal cuerpo y fea cara, pues también usan short, lo que no tiene consecuencias en uno si no las miras mucho. Las flacas, las gordas, las extra gordas, las súper gordas, las gigantescas, etc., todo el mundo anda en short. A veces los shorts son tan cortos, que hasta un tipo como yo, que estoy más allá del bien y el mal en este aspecto, me ruborizo. JAJAJA

Pero en realidad es lindo, porque demuestra que, a nadie, o al menos, a una gran parte de los que aquí viven, les importa mucho el tema de lo que piensen sobre ellos, las modas, los paparazzi, etc. La gente prefiere estar cómoda sin importarles mucho la edad, las curvas, las celulitis, las formas, etc. La gente, en short, sin camisas, descalza, pretende estar cómoda.

Es curioso ver a una mamá con dos, tres, cuatro niños, paseando por las aceras descalzos, caminando por encima de la tierra o la hierba. Me dedico a mirar las plantas de los pies de los niños y casi siempre están negras del churre, pero sus caritas están felices.

Esto contrasta con nuestra experiencia de vida. Por lo general, nosotros, sometidos a constantes comparaciones y evaluaciones, somos más cuidadosos con el asunto de la apariencia. No sólo nos preocupamos por estar limpios y que se vea, sino también nos dedicamos a los arreglitos con nuestra ropa y cuerpo. Todo tiene que combinar, todo tiene que estar a la moda. Es como si supiéramos que alguien constantemente nos está evaluando.

Revisemos el asunto. Nos invitan a un cumpleaños de niños, entonces cogemos a nuestro pequeño infante y le metemos una camisa de mangas largas, un pantalón con cinto y unos zapatos de piel. Y, además, para colmo, le describimos el protocolo a seguir, no te ensucies, ten cuidado con la camisa y la corbata y por favor, no vayas a romper los zapatos. La mamá orgullosa, pues su hijo es el más vestido de la fiesta, al día siguiente todo el mundo lo comenta en Facebook y lo comparan con un hombre recortado. El niño jodido, porque además de vestir como un muñeco, no puede moverse, no puede correr, se ahoga cuando brinca y para colmo pasó todo el tiempo cuidándose los zapatos.

Nuestra hija cumple 15 años y entonces, siguiendo una tradición que nada tiene que ver con nuestra historia y con nuestras vidas, tal como cuando poníamos un arbolito de navidad en nuestras casas cubanas y gastábamos libras de algodón para reproducir la nieve, pues la metemos en un vestido gigantesco lleno de vuelos, con miles de adornos en la cabeza, el cuello y las manos y le remetemos toneladas de pintura en la cara, a tal punto que casi siempre cuesta trabajo reconocer debajo de todo ese andamiaje a la personita linda, natural, discreta, graciosa y sobre todo joven que en realidad es. He visto sesiones de horas de fotografías y videos, donde la cumpleañera al final de la historia le cuesta trabajo hasta sonreír, pero la mamá insiste, porque tienen que tener fotos de 15 años igual que la hija de la vecina. Fotos y videos que luego, la quinceañera, odiará toda su vida.

No quiero decir que la forma de vivir de los norteamericanos sea la correcta, pero si descubro que muchas de estas personas viven más allá de la forma de su anatomía o de un paquete de celulitis acumulado en partes específicas del cuerpo o en todo el cuerpo. Estas personas son más libres, al menos en este aspecto y no sé ahora exactamente si la palabra libre es la más correcta para identificar lo que quiero decir.

De momento pasan menos trabajo y tratan de disfrutar. Podrían parecer hasta medio descuidados para nuestros preceptos, pero descuidados o no, son así. Los sábados y domingos, andan en short y chancletas mete dedos, no importa si trabajan en un banco, en una oficina comercial o sencillamente son dependientes de una tienda que vende vegetales. Pasan menos trabajo e imagino que dedican menos tiempo a saber si las medias combinan con la camisa o los bolsillos del short que se van a poner son del diseño del año pasado o de este año.

Cuando los ves reunido, salvo en actividades de muy alto nivel donde la etiqueta es obligatoria o se requiera de un uniforme, resulta cómico porque en un grupo de 6, 8, 10 personas, no puedes descubrir un estilo, ni una tendencia. Cada uno está vestido como su cabeza lo inspira, por lo que puedes encontrar a una muchacha con un vestido medio largo, medio abierto o totalmente abierto al costado y un sombrero de yarey y su amiga viene con un short corto casi metido entre las nalgas, en el mismo momento que uno de los amigos tiene un pantalón con tirantes y unas botas de vaquero. Lo que me dice que no se han llamado para ponerse de acuerdo o al menos no se han podido poner de acuerdo para parecer un combo.

Pienso que los que provenimos de otros lugares, no sé si por tratar de portarnos bien, o por auto subdesarrollo o peor, por un gran complejo de inferioridad, a veces pasamos mucho trabajo para vivir, más del que tendríamos que pasar, porque nos atamos a criterios, modas, comparaciones, que nos llevan incluso a estar combinados para ir a la cama, por si acaso alguien entra y nos pilla dormidos.

Yo, que reconozco tengo mis problemas, me acabo de hacer un pelado medio extraño, fuera de lo normal, por primera vez en mi vida. Lo primero que me pasó es que cuando llegué a mi casa mi mujer me recibió con un, tú estás loco, estás muy viejo para pelarte así. Sin embargo, todos mis compañeros norteamericanos quedaron encantados, algunos me felicitaron, y aunque parezca increíble algunos de los residentes, acostumbrados a verme en estos últimos 4 años con un mismo tipo de corte de pelo, se han parado a halagarme el pelado que me he hecho. A muchos les parece lindo, a otros le parece cómico. Al final es sólo eso, un pelado, el pelo aún me crece y como he dicho anteriormente aquí cada cual hace con su pelo lo que le da la gana. Nada es extraño, nada es fuera de lo normal, nada es censurable.


No es que crea que los de aquí están bien en el mismo momento que nosotros estamos mal, sólo me parece que ellos, cada uno de ellos, viven sus vidas como sus cerebros les dictan, tienen menos miedos a ser evaluados por la ropa, los tatuajes, los colores de pelos, etc. Tienden menos a pensar en la opinión que podrán tener los que los rodean, cosa que a nosotros nos cuesta más trabajo, aunque lo neguemos rotundamente.




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