Todos los veranos son iguales en lo básico, calor.
Los que hemos pasado aquí en Lincoln, a diferencia de este
año, han sido muy caluroso. Las temperaturas han rondado según los termómetros
por días y semanas sobre los 100 grados F, o sea, más o menos alrededor de los
38 grados C, pero como el calor se combina con la humedad, la altitud, el aire,
etc., por momentos nuestros cuerpos han recibido entre 106 y 110 grados F, que traducidos
son una tonga de grados C., siempre por encima de los 40, temperaturas que en
Cuba sólo es característica de la zona oriental del país. En la Ciudad de la
Habana hace calor muy húmedo, pero no recuerdo haber tenido más de 40 grados C con
frecuencia. La cercanía al mar del norte hace que cualquier airecito que se
mueva, refresque la ciudad.
Sin embargo, hasta ahora, septiembre, este verano ha sido
más agradable, más suave. Creo recordar que en julio tuvimos unos días, quizás
dos o tres, muy calurosos, ciento y algo de grados F, pero el resto del tiempo
el calor no ha sido tanto. Ha llovido mucho y eso hace que las temperaturas no
sean tan altas.
Por las mañanas amanecemos entre 65 y 68 grados F, lo que
resulta raro para esta temporada, y luego, aunque suben las temperaturas, se
mantienen dentro de los 80 grados. Calor, pero menos sofocante. Puede ser que
el invierno se esté acercando.
Con el verano aparecen las cosas que siempre distinguen a
esta estación. Limonadas, ventas de garajes y shorts.
Es bueno decir que, al menos en la zona donde vivo y
transito con frecuencia, los niños juegan en las aceras y los jardines de sus
casas. La tan repetida idea de que los niños aquí se pasan el día frente a la
TV, no se cumple en esta parte de Lincoln 100%, por suerte para ellos. Claro
que donde vivo, que un día fue la zona de los ricos en la ciudad, hoy ha
cambiado y los que vivimos aquí somos simples mortales, los ricos se han
desplazado hacia la parte moderna de Lincoln, o sea, hacia el sur. Es probable
que sus hijos, más sensibles y a los que hay que cuidar más, pasen más tiempo
protegidos por paredes y muros.
Aquí es frecuente ver a los niños junto a sus bicicletas,
patinetas y otros tarecos, jugando o apostados en las aceras, detrás de unas mesitas, con
grandes carteles hechos a veces por ellos mismos, vendiendo limonada, tal como
se ve en las películas.
No es mentira. Debe ser una tradición pasada de generación
en generación, donde, generalmente las mamás, preparan grandes cantidades de
limonadas, claro porque hay limones, y los niños, como parte de un juego o
entretenimiento la venden frente a sus casas. Es cómico, cuando pasas, niños de
5, 6, 7 años, se las ingenian con carteles y mucha bulla para que pares y
compres un vaso de limonada real. Se divierten, gastan energías, ganan algún
dinerito, que luego deben gastar en caramelos. Las mamás descansan un rato
vigilándolos a través de las ventanas. Si aún siguen vivos, todo está bien. La
imagen, no por repetida, deja de ser linda y agradable. Tal como en las
películas.
Luego están las ventas de garajes. La ciudad se llena de
exposiciones y ventas, sobre todo en los jardines los fines de semana, donde
las familias sacan los tarecos, a veces viejos otras no y los venden,
acompañados no pocas veces de algo para tomar y comer.
Existe una arraigada tradición alrededor de esto, son como
festivales que se suceden generalmente los fines de semanas, donde unos sacan
las cosas a vender y otros, como haciendo recorridos turísticos, visitan los
jardines para comprar.
Creo que los norteamericanos no son muy dados a regalar
mucho, a diferencia de nosotros que todo lo regalamos: Todo tiene valor, pero
lo cierto es que los precios en esas ventas de garajes son impresionantes. Te
puedes empatar con el mejor mueble de tu vida o el mejor equipo
electrodoméstico por unos muy poquitos dólares. A veces aparecen cosas viejas
en buen estado, que para los que gustan de la onda antigua es perfecto, a veces
las cosas son casi nuevas o incluso nuevas de paquete sin usar. Puedes comprar
una maravilla por el precio súper módico de 1 dólar.
Las familias norteamericanas, generalmente, son grandes
consumidoras de cualquier cosa, comprar y compran durante todo el año, durante toda
la vida y entonces las casas se llenan de objetos, muchos para mi gusto
innecesarios. Llega el momento que no se puede caminar dentro de las casas, los
garajes, los jardines y los patios y entonces aparece la idea de estas ventas
de garajes. Son muy curiosas, porque se vende de todo, desde un tractor pequeño
para arreglar jardines hasta pequeños adornos de porcelana viejitos, de la
época de nuestras abuelas. Y como es una tradición, pues los vecinos pasean, se
bajan, miran, regatean precios y compran. Es como una fiesta silenciosa que
ocurre paralelamente al resto de la vida.
Lo de los shorts es impresionante. Parece que como pasamos
meses vestidos, y a veces muy vestidos, tan pronto sale el Sol, la gente va a
lo más sencillo. Los niños andan descalzos, los jóvenes y no tan jóvenes salen
a caminar sin camisas y a veces también descalzos y las mujeres, todas, se
ponen un short.
Usan short las mujeres jóvenes, bonitas y de buen cuerpo, lo
que resulta muy agradable a la vista. Las feas de buen cuerpo también usan
short, lo que sigue resultando agradable a la vista si no las miras a la cara.
Las de mal cuerpo y fea cara, pues también usan short, lo que no tiene
consecuencias en uno si no las miras mucho. Las flacas, las gordas, las extra
gordas, las súper gordas, las gigantescas, etc., todo el mundo anda en short. A
veces los shorts son tan cortos, que hasta un tipo como yo, que estoy más allá
del bien y el mal en este aspecto, me ruborizo. JAJAJA
Pero en realidad es lindo, porque demuestra que, a nadie, o
al menos, a una gran parte de los que aquí viven, les importa mucho el tema
de lo que piensen sobre ellos, las modas, los paparazzi, etc. La gente prefiere
estar cómoda sin importarles mucho la edad, las curvas, las celulitis, las
formas, etc. La gente, en short, sin camisas, descalza, pretende estar cómoda.
Es curioso ver a una mamá con dos, tres, cuatro niños,
paseando por las aceras descalzos, caminando por encima de la tierra o la
hierba. Me dedico a mirar las plantas de los pies de los niños y casi siempre
están negras del churre, pero sus caritas están felices.
Esto contrasta con nuestra experiencia de vida. Por lo
general, nosotros, sometidos a constantes comparaciones y evaluaciones, somos
más cuidadosos con el asunto de la apariencia. No sólo nos preocupamos por
estar limpios y que se vea, sino también nos dedicamos a los arreglitos con
nuestra ropa y cuerpo. Todo tiene que combinar, todo tiene que estar a la moda.
Es como si supiéramos que alguien constantemente nos está evaluando.
Revisemos el asunto. Nos invitan a un cumpleaños de
niños, entonces cogemos a nuestro pequeño infante y le metemos una camisa de
mangas largas, un pantalón con cinto y unos zapatos de piel. Y, además, para
colmo, le describimos el protocolo a seguir, no te ensucies, ten cuidado con la
camisa y la corbata y por favor, no vayas a romper los zapatos. La mamá
orgullosa, pues su hijo es el más vestido de la fiesta, al día siguiente todo el mundo lo comenta en Facebook y lo comparan con un hombre recortado. El niño jodido, porque además de vestir como un muñeco, no puede moverse, no puede correr,
se ahoga cuando brinca y para colmo pasó todo el tiempo cuidándose los zapatos.
Nuestra hija cumple 15 años y entonces, siguiendo una
tradición que nada tiene que ver con nuestra historia y con nuestras vidas, tal como cuando poníamos un arbolito de navidad en nuestras casas cubanas y gastábamos libras de algodón para reproducir la nieve, pues
la metemos en un vestido gigantesco lleno de vuelos, con miles de adornos en la cabeza, el
cuello y las manos y le remetemos toneladas de pintura en la cara, a tal punto
que casi siempre cuesta trabajo reconocer debajo de todo ese andamiaje a la
personita linda, natural, discreta, graciosa y sobre todo joven que en realidad es. He visto sesiones de
horas de fotografías y videos, donde la cumpleañera al final de la historia le
cuesta trabajo hasta sonreír, pero la mamá insiste, porque tienen que tener
fotos de 15 años igual que la hija de la vecina. Fotos y videos que luego, la quinceañera, odiará toda su vida.
No quiero decir que la forma de vivir de los norteamericanos
sea la correcta, pero si descubro que muchas de estas personas viven más allá
de la forma de su anatomía o de un paquete de celulitis acumulado en partes
específicas del cuerpo o en todo el cuerpo. Estas personas son más libres, al
menos en este aspecto y no sé ahora exactamente si la palabra libre es la más
correcta para identificar lo que quiero decir.
De momento pasan menos trabajo y tratan de disfrutar.
Podrían parecer hasta medio descuidados para nuestros preceptos, pero descuidados
o no, son así. Los sábados y domingos, andan en short y chancletas mete dedos,
no importa si trabajan en un banco, en una oficina comercial o sencillamente
son dependientes de una tienda que vende vegetales. Pasan menos trabajo e imagino que dedican menos tiempo a saber si las medias combinan con la camisa o
los bolsillos del short que se van a poner son del diseño del año pasado o de
este año.
Cuando los ves reunido, salvo en actividades de muy alto
nivel donde la etiqueta es obligatoria o se requiera de un uniforme, resulta
cómico porque en un grupo de 6, 8, 10 personas, no puedes descubrir un estilo,
ni una tendencia. Cada uno está vestido como su cabeza lo inspira, por lo que
puedes encontrar a una muchacha con un vestido medio largo, medio abierto o
totalmente abierto al costado y un sombrero de yarey y su amiga viene con un
short corto casi metido entre las nalgas, en el mismo momento que uno de los
amigos tiene un pantalón con tirantes y unas botas de vaquero. Lo que me dice
que no se han llamado para ponerse de acuerdo o al menos no se han podido poner
de acuerdo para parecer un combo.
Pienso que los que provenimos de otros lugares, no sé si por tratar de portarnos
bien, o por auto subdesarrollo o peor, por un gran complejo de inferioridad, a veces pasamos mucho trabajo para vivir, más del que tendríamos que
pasar, porque nos atamos a criterios, modas, comparaciones, que nos llevan
incluso a estar combinados para ir a la cama, por si acaso alguien entra y nos
pilla dormidos.
Yo, que reconozco tengo mis problemas, me acabo de hacer un pelado medio extraño, fuera de lo normal, por primera vez en mi vida. Lo primero que me pasó es que cuando llegué a mi casa mi mujer me recibió con un, tú estás loco, estás muy viejo para pelarte así. Sin embargo, todos mis compañeros norteamericanos quedaron encantados, algunos me felicitaron, y aunque parezca increíble algunos de los residentes, acostumbrados a verme en estos últimos 4 años con un mismo tipo de corte de pelo, se han parado a halagarme el pelado que me he hecho. A muchos les parece lindo, a otros le parece cómico. Al final es sólo eso, un pelado, el pelo aún me crece y como he dicho anteriormente aquí cada cual hace con su pelo lo que le da la gana. Nada es extraño, nada es fuera de lo normal, nada es censurable.
No es que crea que los de aquí están bien en el mismo
momento que nosotros estamos mal, sólo me parece que ellos, cada uno de ellos,
viven sus vidas como sus cerebros les dictan, tienen menos miedos a ser
evaluados por la ropa, los tatuajes, los colores de pelos, etc. Tienden menos a
pensar en la opinión que podrán tener los que los rodean, cosa que a nosotros nos cuesta más trabajo, aunque lo neguemos rotundamente.
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