Recién acaba de pasar el 4 de julio, que además de celebrarse la independencia de los Estados Unidos del Imperio Británico en 1776, es un día feriado, lo que siempre viene muy bien al trabajador.
Llevo aquí casi 5 años, pero en realidad este es mi primer 4 de julio relajado. Al ser extranjero acabado de llegar y ésta fecha significar poco para mí, fue el día que “escogí”, o sea, me dieron para hacer guardia de feriado en el lugar donde trabajo. Este año, como ya soy viejo en la compañía, o sea, menos extranjero, pues no me asignaron día feriado para guardia. Entonces me dediqué a disfrutar y averiguar, tengo que practicar, dentro de poco me haré ciudadano americano y entonces lo de la independencia será una fecha muy importante en mi vida. JAJAJA.
El 4 de julio es una de las celebraciones más importantes aquí, pues tiene que ver con todo el que vive en este país, más allá de su religión, clase social y status, profesión, situación familiar, color de piel, origen, etc. El asunto es tan contagioso que es difícil sustraerse.
Este tipo de celebración me trajo recuerdos de mi infancia.
Cuba que debe ser uno de los países que más fechas patrióticas tiene, aunque la mayoría no llegan a convertirse en feriados, celebraba con orgullo ciudadano y convertía en grandes fiestas de la Revolución, pero también grandes fiestas de las personas, muchos días del año.
Con tal de mantener el ambiente caliente, y hoy creo que, a la gente entretenida, durante muchos años, cada mes, a veces varias veces en el mes, teníamos algo que recordar y/o celebrar. Nacimientos y muertes de personas que fueron puestas a trabajar después de muertos como, el indio Hatuey, lo que hablaba muy bien de las relaciones amistosas entre República Dominicana y Cuba y el para no quedarnos atrás importante indio cubano Guamá; Pepe Antonio, el súper inventado súper defensor de Guanabacoa; Antonio Maceo, el Titán de Bronce, con sus heridas de verdad y de mentira; José Martí, el autor intelectual de casi todo; Villena el de La Pupila Insomne y Mella, el que nadó hasta un barco ruso anclado en la bahía; Manzanitas, con su pasión por la locución y aquello de, "... pueblo de Cuba, en estos momentos ..."; Camilo Cienfuegos, el Señor de la Vanguardia que desapareció sin dejar ni el más mínimo rastro; Che, el Guerrillero Heroico que, por renunciar y dejar cosas, le dejó incluso sus hijos a la Revolución y por supuesto, los cumpleaños públicos de nuestro Comandante, que inocentemente siempre lo celebraba rodeado de niños inocentes en aquel lindo campamento de Tarará, porque de las celebraciones privadas, que también las había y parecen que fueron buenas, nunca nos enterábamos.
Recuerdo que Víbora Park se vestía de fiesta. Los niños pintábamos con lechada todos los contenes y poníamos banderitas de papel en todos los jardines y en todos los postes de luz, se barrían las calles, se adornaban los parques, se preparaban comidas y bebidas para celebrar y en cada casa se exhibía con orgullo una bandera cubana. Era una norma. Los niños teníamos “planes de la calle” por las mañanas y luego los adultos tenían sus fiestecitas en las noches. Los revolucionarios, además de revolucionarios, bailaban, tomaban, cantaban, se enamoraban en aquellas fiestas. Por cierto, me gustaría saber, más allá de las tiendas turísticas del Casco Histórico diseñadas para extranjeros, dónde se puede comprar hoy una bandera cubana en moneda nacional, porque aquello de tener que pagar por el más importante símbolo patrio en dólares es demasiado fuerte, por lo menos para mí.
Aquello de celebrar acontecimientos pasados fue tanto, que muchos con el paso a la adolescencia nos cansamos. Fue mucho y muy seguido y como suele repetir mi amigo Ruso, sacado de no sé que canción, “hasta la belleza cansa”. Entre las múltiples celebraciones absurdas que se convirtieron en regla, recuerdo que un día, ya yo más grande y papá, asistí a una actividad en la escuela de mi hijo Jonathan que había sido mi misma escuela primaria. Todos los niños formados en el patio bajo un radiante Sol escuchaban de la boca de dos ancianos excombatientes de Playa Girón, lo que había significado la “primera victoria sobre el imperialismo yanqui en América”.
Los niños casi al punto de tostarse a través de los relatos y el Sol, fueron trasladados imaginariamente a Girón, lugar que obviamente ninguno conocía y presenciaron entonces las bombas, los muertos, la sangre, etc., etc., etc. Llegó el momento en que era tanta la muela sobre la guerra y el Sol, que aquellos niños se empezaron a mover como convulsionando o como si tuvieran oxiuros en el …., y mientras más se movían, pues más relatos, sangres y muertos contaban los dos “amigos” excombatientes. Más recientemente y más absurdo en el tema de las celebraciones, vi al pueblo cubano desfilar por la Plaza de la Revolución frente a una foto de un joven, bien comido e invencible Fidel, mientras sus supuestas cenizas se encontraban custodiadas en el Ministerio de las Fuerzas Armadas por los más íntimos. En el supuesto caso de ser necesario el homenaje para la opinión mundial, ya que no fue embalsamado hubiera quedado más auténtico el acto frente a un pequeño sarcófago que pudiera haber tenido cenizas de verdad o un poco de cerelac.
Entonces con esos recuerdos, buenos y malos, me dispuse a celebrar este 4 de julio. Nos fuimos a la casa de la mamá de Victoria y comencé mi labor de investigación.
Lincoln tiene prohibidos los fuegos artificiales durante el año. Recién ahora se ha aprobado tirarlos por las fiestas de fin de año, entonces las personas se preparan para el 4 de julio, donde la mayor atracción para adultos y niños es precisamente pasarse dos a tres días mirando al cielo tras reventar fuegos artificiales.
Tres días antes a la fecha, montan en determinados puntos de la ciudad carpas o quioscos para la venta. Según mi indagación, una compra de 200 dólares, que es lo que menos invierte una familia normal, es una compra pequeña. Conocí que el vecino de la madre de Victoria se había gastado 1000 dólares para celebrar, y para colmo, cuando llegué a mi trabajo impresionado por el dinero que se gastan algunos, un compañero me enseño una foto de una camioneta llena de fuegos artificiales, en la cual su vecino se había gastado 3000 dólares. Puede parecer una locura, pero ese es el verdadero sentimiento de lo que pasa. Es una gran y voluntaria fiesta “cederista”
Es una fecha para celebrar. Las familias y amigos se reúnen, comen y toman, por supuesto, se explotan miles de fuegos artificiales, a tal punto que la ciudad de cubre de una neblina densa producto de la pólvora que se quema. El protagónico lo tienen los niños por aquello de explotar, correr, saltar, escuchar la bulla y luego como recompensa mirar al cielo para observar la belleza en luces y formas que se genera.
Todo, exactamente todo, se cubre de banderas norteamericanas, la gente las pone en las casas, los carros, los edificios públicos y privados, los parques y por supuesto en los cementerios, como diciéndole a los muertos, también gracias a ustedes estamos hoy aquí.
Sobre todo, la noche del 4 de julio es fantástica, pudiera dar la impresión de que se está dentro de una guerra donde ambos contendientes no paran de tirar bombas. La historia comienza el día tres, se prolonga durante todo el día 4 hasta incluso las últimas horas de la madrugada del día 5.
Los norteamericanos, al menos aquí donde vivo, se toman lo de la celebración patriótica muy en serio. Toman cervezas y comen enormes cantidades de salchichas y hamburguesas. La noche del día 4 es como un gran carnaval. Todos los vecinos se reúnen en los jardines fuera de sus casas, familias enteras e incluso comunidad de vecinos para fiestar. A nadie vi metiendo una muela patriótica, menos política, sobre la Unión, a nadie vi leyendo un comunicado, nadie se paró en firme mientras se escuchaba el himno. No se escuchó el himno en ningún momento.
Es un día de alegría y fiestas.
Al ver lo que ocurría, donde con la tiradera de fuegos artificiales, todas las calles estaban llenas de cartones, carbón, pedazos de plástico, etc., se me ocurrió preguntar, quién limpiaba todo este desastre y entonces la respuesta fue tan precisa como segura; cada vecino, incluyendo a los niños, limpia su pedazo, o sea, limpia lo que ensució.
Esto, que teóricamente me pareció bien, siempre creó en mí, cubano incrédulo, aquello de, eso es mentira. Entonces para mi asombro, como una lección, pude presenciar lo que forma parte también de la tradición de esta celebración. En determinado momento de la noche, como una norma que se cumple voluntaria y alegremente, cada vecino, después de haberse pasado 3, 4 o 10 horas tirando fuegos artificiales, sale con su escoba y, niños, padres y abuelos, recogen todo lo que han ensuciado. Yo mismo, terminada la práctica en la casa de la madre de Victoria, pues me levanté con un escobillón y ayudé a mi grupo a recoger lo que tiramos. Resultado, la calle donde estaba, quedó totalmente limpia, pues fue barrida con escobas y escobillones. No hay que movilizar a nadie, el gobierno de la ciudad no es el responsable, no se paga por recoger. Cada persona es consciente de que después de divertirse todo lo que le dé la gana, hay que limpiar porque la vida continua, no se para el 4 de julio.
La pasé bien. Como el ambiente era patriótico, comí mis salchichitas y hamburguesitas, me tomé unas cervecitas, tiré unos fueguitos artificiales, disfruté que no estaba de guardia y aprendí.
Ojalá hubiera todos los meses un 4 de julio tan patriótico como este y sobre todo que fuera feriado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario