“La vida es el tiempo, el tiempo es la vida”, es una de las
frases más utilizadas por mi amigo Ruso, cuando de resolver algún problema
complicado o cotidiano se trata. Y creo que es cierto, no sé, nunca le he
preguntado si la tomó prestada de alguien o se la inventó él mismo. Por la
fuerza o convicción con que la utiliza, no importa la autoría, porque la he
hecho de su propiedad.
Vivimos dentro de un sistema que se mueve cíclicamente,
donde los eventos se repiten unos tras otros y dentro de ese repetir, nacemos,
vivimos y morimos.
Lincoln es un vivo ejemplo de lo anterior, o sea, de lo del
sistema y el ciclo. El lugar ofrece explícitamente los cambios de la naturaleza
años tras años. Cada tres o cuatro meses, todo cambia.
Cambian los colores que nos rodean, los olores, el
movimiento de las nubles y la forma que adopta el cielo, la presencia de los
animales y sobre todo las personas, quienes mostramos en dependencia del
momento, diferentes formas de vestir, comer, actuar, etc.
Ahora, mientras escribo, estamos casi al finalizar el otoño,
para mi gusto, la mejor de las cuatro estaciones. No calor sofocante, no
infernal frío. Vivimos en el exterior de forma general con una temperatura muy
agradable que fluctúa entre los 30 grados y los 70 grados F., que es más o menos,
entre - 1 grado y 21 grados C., y aunque este año ha llovido más que los
anteriores, la lluvia no es lo característico. Vamos caminando hacia la
temporada seca y fría.
Son dramáticamente visible los cambios, por ejemplo, en las
plantas. Todo va pasando de un verde intenso a colores amarillo, carmelita,
medio dorados, medio rojo oscuro, incluso púrpura, hasta que la mayoría de los
árboles quedan pelados, salvándose sólo los pinos. El césped se quema y muestra
ese color medio amarillo clásico y las calles y jardines se llenan de hojas que
el viento mueve a veces armónicamente y otras sin ninguna armonía. Mucho viento,
lo que complica un poco el tema de la temperatura, porque el cuerpo recibe
siempre 4 ó 5 grados menos de lo que marca el termómetro.
Adoro yo los colores del otoño, muchos de ellos solo los
conocía a través de las famosas imágenes de las películas, nunca los había
visto personalmente hasta que me mude para esta ciudad. Cuba es un eterno
verano. Lo lindo o curioso es que los colores sobre el amarillo oscuro, el
beige, el carmelita, etc., no son colores de vejez y muerte, olvido o descuido,
por el contrario, nada muere, solo se cambia por unos meses.
Los pájaros vuelan sobre Lincoln en dirección al sur. Miles.
Las ardillas, como locas y como si supieran lo que les viene para arriba,
guardan comida, enterrándola en la tierra.
No sé por qué el otoño se me antoja nostálgico, silencioso,
quizás debe ser por lo de las películas.
En realidad, las fiestas y los preparativos comienzan días
antes. Años tras años las tiendas venden disfraces y todos tipos de adornos y
muñecos vinculados a la fecha Halloween. Esqueletos, trajes de brujas, caretas
de diablos y caras ensangrentadas y desformadas son los preferidos. Muchas
personas adornas los jardines, las puertas de las casas, los carros, etc., por
lo que se crea como una especie de festival espontáneo. Aunque hoy se puede utilizar
cualquier disfraz, la más ortodoxa tradición obliga a vestir algo que de miedo.
Acabado de llegar, lo de Halloween me parecía una gran
tontería. Hoy, con el paso del tiempo de Ruso, logro entender y disfrutar.
Los niños tienen el protagónico en estos días. Es una fecha
muy esperada. Se disfrazan y hacen fiestas en las escuelas, donde cada uno
exhibe el disfraz del presente año, probablemente diferente al del año
anterior. No tiene gracia disfrazarse siempre de lo mismo, para eso existen los
padres, el marketing y las tiendas. En la noche del 31, salen a caminar y tocar
las puertas de sus vecinos, los que al abrir tienen que regalarles caramelos,
chocolates y dulces a cada uno de los que participa. De ahí las famosas
palabras de “Truco o Trato” Si al tocar la puerta el vecino da caramelos, se
hace el trato, si no da caramelos, entonces los niños pueden hacer un truco o
maldad como cobro.
Los jóvenes y no tan jóvenes se disfrazan, algunos centros
de trabajos aceptan ese día la diferencia en la vestimenta. Hacen fiestas, los
bares en Lincoln, que generalmente están llenos, ese día se desbordan.
Para los niños nacidos aquí, forma parte de la tradición de
su país. Compran y cambian disfraces cada año. Mientras más extraños, mejor.
Lo típico de esta fiesta, además de los adornos con forma de
brujas, diablos, esqueletos, etc., son las calabazas. Para estos días se
venden, por única vez en el año, unas calabazas de un color naranja muy fuerte,
que las personas utilizan para decorar. Las hay de todos los tamaños, desde pequeñitas
como una pelota de baseball, hasta inmensas, más grandes que las clásicas
pelotas de playa.
No creo que se las coman, existen otros tipos de calabazas
para comer. Dicen que tienen muchas semillas y parece que el sabor no es nada
especial. En todos los supermercados, servicentros, ferreterías, etc., las
venden y entonces las personas las compran, las vacían y les abren unos huecos
imitando ojos, narices y bocas, algunos le ponen una vela adentro y las
depositan días antes en los jardines, balcones, puertas, portales, etc.,
generalmente en y hacia el exterior. La leyenda dice que sirve para espantar al
Diablo.
No tengo idea de cuántas calabazas de este tipo se pueden
vender por estos días, pero estoy seguro de que el número debe ser
impresionante, quizás billones, como muchos otros productos en este mercado.
Lo de la calabaza con ojos, nariz y boca, que la llaman
“Jack o lantern”, o sea, la Linterna de Jack, es una adaptación norteamericana
a una tradición celta, de la antigua Irlanda e Inglaterra, cuyo origen se
pierde en el tiempo. Lo de Jack y el uso de un nabo con una vela adentro para
iluminarse y, sobre todo, engañar al Diablo, tiene varias leyendas, pero de una
forma u otra, la historia pasó a Norteamérica con los inmigrantes primeros y
hoy forma parte de esta vida.
Cada pueblo tiene su historia y costumbre, eso me recuerda aquello tan trído y llevado de que los Estados Unidos es un país sin historia, si cultura, que lo que prima
es el consumo por el consumo, etc. Idea que debe provenir de los conflictos y
competencia con la vieja Europa y que fue muy utilizada por la ideología
marxista para demeritar a la Unión. Mal intencionada y tonta idea. Claro, si
todo lo comparamos con China y su antigüedad e incluso con Europa, es difícil
competir, pero al vivir aquí, uno descubre que sí, tienen sus tradiciones
culturales claras, mantenidas y desarrolladas, sus comidas, su patrimonio, sus museos, su historia, etc.,
tal como otro cualquier lugar, además del consumo, tal como otro cualquier lugar. Sólo que hay que vivir aquí.
Halloween, celebración que nadie coordina y dirige es un ejemplo de eso.