Ayer Jonathan, quien conoce muy bien mis gustos e intereses, me leyó un escrito que reproduciré al final de mi introducción y de inmediato le pedí que me lo enviara para compartirlo en mi blog con ustedes.
Lo leído, son de esas ideas que comparto casi a diario con los más cercanos que me rodean, pues se insertan en la preocupación e interés por entendernos, conocernos y tratar de ser mejores. Estoy convencido de que una seria y buena lectura, nos ayudará a valorarnos sin engaños a nosotros mismos y luego a los que nos rodean.
Por supuesto, como el resumen me ha gustado, me di a la tarea de averiguar quién es la persona que escribió, pues nunca había escuchado sobre ella y me he quedado boquiabierto con la biografía y sobre todo el trabajo profesional del autor.
Bert Hellinger está señalado como una figura clave del mundo psicoterapéutico actual. Nació en Alemania en 1925 y ha pasado su vida estudiando y obteniendo títulos académicos en las más importantes universidades del planeta y ha trabajado en el terreno práctico en muchos países del mundo. Comenzó graduándose de Filosofía y Teología, luego de Pedagogía, y Educación Universitaria, Psicoanálisis, Terapia Primal, Psicodrama, Hipnosis, Análisis Transaccional, Programación Neurolingüística y Terapia Familiar Sistémica y, por si fuera poco, de la integración de todo lo anterior, creó su propia teoría reconocidísima hoy por el nombre de Constelaciones Familiares.
El tipo, que podría parecer medio loco por todo en lo que se ha metido, además de lo que conté, mientras fue joven fue perseguido por la Gestapo, se alistó y combatió en el frente y estuvo preso en un campo de concentración en Bélgica y para colmo después que se dio de baja como sacerdote, se casó dos veces, cosas que me hacen concluir que yo no he hecho prácticamente nada en esta vida, cuenta que después de estar 25 años en el sacerdocio, una pregunta que le hiciera un Ministro de la iglesia le hizo cambiar por completo su forma de pensar, actuar y sobre todo su concepto de cómo ayudar a los otros.
La pregunta en cuestión fue, “¿Qué es más importante para ti, tus ideales o la gente? ¿Cuál sacrificarías?”. Cuenta que, al día siguiente, luego de una noche sin poder dormir pensando en la pregunta, se respondió y dijo “Le estoy muy agradecido a ese Ministro por haberme hecho esa pregunta. En un sentido, la pregunta cambió mi vida, pues esa orientación fundamental hacia la gente ha formado todo mi trabajo desde entonces. Una excelente pregunta digna de todo.”
Sin dudas Hellinger puede ser seleccionado como alguien que sabe lo que dice y sus ideas sobre el ser humano, a partir de sus estudios y experiencias, pueden considerarse muy importantes.
Ahora, en este pequeñito escrito habla de las personas reconocidas como “ovejas negras” y por el contrario a lo que generalmente pasa, categóricamente las defiende. Visto desde un ángulo bien resumido o estrecho, habla de dos grandes grupos diametralmente opuestos. La tradición, la historia, a lo que identifica como el Árbol Genealógico y las ovejas negras, aquellas personas que han tratado de romper los esquemas y las tradiciones. Define que esas ovejas negras son criticadas, juzgadas y rechazadas, además marginadas aportaría yo y sin embargo son las llamadas a liberar las historias que frustran a generaciones enteras. Esas ovejas negras son salvadoras.
Tengo 55 años vividos, que en realidad no son muchos, pero si los suficientes como para saber un poquito de un poquito de cosas. Nunca he creído en los que acomodados en su historia o como mera justificación dicen, “no puedo hacer nada, me criaron así”. Esa idea siempre me ha parecido una falsa, a veces estúpida, justificación.
Algunas personas, quizás ineptas, no se preocupan por pensar cómo fue ayer y cómo debe ser hoy. Otros, pues sencillamente no están interesados en cuestionar nada y dejar una huella con su paso por la vida, sólo respiran, comen y defecan. Para muchos la opción de seguir la corriente es una solución hipócrita, vaga, descarada, acomodada, cubierta con una máscara de buenas normas, pues es más fácil no buscarse problemas y por lo menos, de frente, acatar y hacer lo que es generalmente aceptado. Así se está bien con todo y con todos. Muchas son personas preparadas para mentir y sonreír al mismo tiempo.
Me gustan las ovejas negras, aquellas personas que cuestionan, se oponen a lo que piensan que está mal, aunque la mayoría diga que está bien y apoyan. Me gustan las personas con criterio, dispuestas a luchar apasionadamente por lo que sienten. Me gustan las personas fuertes de carácter a los que no puedes pisar y sólo bajo el amor, el dialogo y el convencimiento puedes vencer. Me gustan aquellos que van contracorriente cuando la corriente no les cuadra, aquellos que dentro de las criticas absurdas y brutales, la marginalización o separación, se han hecho fuertes.
Me gustan mis dos hijos, que han tenido la suerte de crecer y han aprovechado lo de ser ovejas negrísimas y hoy la vida los premia. Aunque suene feo, me gusto yo, por eso no tengo que inventarme un yo diferente, porque como dicen dijo Jesús “muchos que son primeros serán últimos, y muchos que son últimos serán primeros” (Mateo 19:30) y lo de oveja negra durante muchos años de lucha, no armada, pero lucha, me ha permitido hacerme fuerte y vivir, tal como Hellinger considerando que primero están las gentes, incluso por encima de los ideales.
Les dejo aquí lo que leí, algo está claro, todos podemos escoger dentro del sistema de familia, amigos, incluso el campo económico, social y político, si queremos mantener las frustraciones históricas de los que nos antecedieron o viven a nuestro lado o ser ovejas negras. Yo, desde muy joven, escogí mi camino.
Felicidades ovejas negras.
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