sábado, 1 de septiembre de 2018

Un sueño de muchos años. La mejor de las tareas resueltas.

Aclaración necesaria.
La historia que voy a contar la tengo escrita desde hace ya meses. En realidad, por estricto orden cronológico, debió ser publicada antes de mi último artículo Tristeza, pero era tanta la necesidad de descompresionar y desahogarme escribiendo, una vez más, que por eso no pude esperar. Ahora este cuento regresa al pasado, al mes de abril de este año, espero que no se traben con las fechas y puedan entender.
En realidad, el cuento no es nada importante, debía ser algo muy natural, creo que a pocas personas puede interesar, conozco que sólo puede hacer feliz a unos cuantos cercanos, pero, sobre todo, es el resultado de un sentimiento muy personal.

Pasaporte con aguila. Según los expertos, estas tres palabras,
We the people, son el contenido más importante de la
 Constitución Norteamericana. Ellas resumen el
caracter de esta nación.
Como muchos otros cubanos, llegué a Estados Unidos cruzando la frontera con México en octubre del 2012. No traía mucho, sólo una maleta con alguna ropa de uso, mi colección de Journey, algunos objetos de recuerdos y unos dólares que me alcanzaban solamente para merendar algo en el lado norteamericano. Hoy después de 5 años, soy orgullosamente ciudadano norteamericano.

Esto no es ningún mérito para los que han nacido aquí, muchos incluso, pueden no haberse enterado de que lo son, pero para el resto del mundo, o al menos para la mayoría del resto del mundo, puede ser un gran logro. Para un cubano que no comulgó con las ideas del comunismo, es sin dudas, la mejor de las tareas resueltas.

He esperado algunas semanas para escribir sobre esto, porque quería pensar bien sobre mis reflexiones. Aún no me han promovido en el trabajo, menos me han subido el sueldo, ni me rebajan en el supermercado cuando compro, tengo que seguir pagando impuestos, sin embargo, después de haber recibido el nuevo status, duermo muy tranquilo, quizás más tranquilo que antes y entonces ese es el mejor beneficio. Ahora cuando escucho hablar de inmigrantes y veo al presidente Trump con una de sus descargas al respecto, una voz, a lo mejor la de mi Pepe Grillo me dice al oído, no cojas lucha, no es contigo.

Ahora tengo el famoso pasaporte azul oscuro con la figurita del águila que abre casi todas las puertas, creo que muy pocos países se niegan a reconocerlo como muy importante, entre ellos Corea del Norte, a donde por razones obvias no pienso ir jamás y Cuba, mi país de origen, que con tal de vengarse y por supuesto cobrar y cobrar por rehacer y mantener vigente el pasaporte cubano, se niega a reconocer que tenemos hoy otro status legal, que para muchos ha significado años de sacrificio y lucha.

Cuba nos sigue exigiendo que portemos el pasaporte cubano para entrar a nuestro país, en realidad Cuba no nos exige, no es una demanda popular, no es un acuerdo de un pueblo entero, es sencillamente una estrategia económica y algo de control, de aquellos que se han apropiado y como consecuencia, hechos dueños de ese país. No es Cuba, es su gobierno.

Cuando hablas con cualquier persona de otro país, siempre terminan diciéndote, “nosotros no tenemos que pedir permiso para entrar en el lugar donde nacimos, el gobierno de turno no es el dueño, esa es nuestra casa”. Para los cubanos es diferente, primero tenemos que pedir permiso, luego tenemos que mantener absurda y obligadamente un pasaporte por el que entre “pitos y flautas” entre confección y habilitaciones tenemos que pagar casi 1000 dólares cada 6 años, convirtiéndolo, creo yo, en el documento más caro de la historia de la humanidad desde que se inventaron los documentos para identificarse, de seguro más caro que los salvo conductos romanos emitidos por los propios emperadores de su puño y letra.

Lo de hacerse ciudadano americano, que debía ser el primer sueño, por delante incluso de la linda idea de comprarse una casa, en el caso de los cubanos no es muy complicado. Una vez que pisabas suelo del territorio norteamericano y pasabas aquí adentro 5 años tranquilos y sin problemas, puedes aplicar. Digo pisabas, porque ya sabemos que lo de pisar suelo norteamericano y quedarse ya no existe, gracias a la gentil e inigualable colaboración del presidente Obama con el gobierno “comunista” cubano.

En mi caso fue relativamente fácil, sin dejar de entender que, en estos 5 años, he tenido que fajarme con el inglés, la nieve, el hielo y un sistema socio–económico que en nada se parece al de donde nací y crecí, pero en realidad, no tuve que ir a una guerra, esperar 20 años, ni hacer una gran proeza, sólo tuve que esperar un tiempo relativamente corto, llenar papeles, pagar algunos dólares y someterme a una entrevista.

Manada
Alguien a quien quiero, me dijo un día, de forma poco halagüeña, que el problema que yo tenía era que me movía como en una manada, o sea, con mi familia más cercana y que le daba poca prioridad al supuesto interés personal. Hoy estoy más que convencido de que ese “movimiento en manada”, o sea, lo de consultar, discutir, valorar, acordar y tomar decisiones para todos, halar juntos y parejos sin dejar a nadie atrás, priorizar y priorizar, es lo que me ha salvado y permitido llegar a donde estoy. Si alguien se cae, inmediatamente es levantado. Si alguien necesita, es atendido y apoyado. Lo importante no soy yo, somos nosotros. Es verdad, tal como en una manada.

Como somos algo inteligentes, JAJAJA, nos enteramos de que podíamos adelantar tres meses y nos dispusimos a coger la ventaja. Como en otras ocasiones anteriores, nombré a Jonathan jefe de la misión y me dediqué a obedecer y cubrir los pasos. Es una ventaja tener hijos grandes, inteligentes y dispuestos. Llenamos los papeles y enviamos sin errores los tres expedientes. A los pocos días nos llamaron para, una vez más, tomarnos las huellas y las fotos y luego de 7 meses de espera, fuimos citados para la entrevista que a muchos les da miedo porque es en inglés frente a un oficial de inmigración.

Como somos algo inteligentes, JAJAJA y sabíamos lo que nos estábamos jugando, ya que el oficial tiene en su poder, sólo en su poder, el si o el no, estudiamos las famosas 100 preguntas sobre historia, geografía, sociedad y gobierno de Estados Unidos que hay que evaluar. Nos ayudamos, tal como en una manada. Somos inteligentes, pero no genios, menos tontos.

Llegó el día en el cual no funcionaba lo del grupo y entramos a la entrevista uno a uno con oficiales diferentes. Momento tenso, hasta que descubres que tampoco es el fin del mundo. Cuando compruebas que puedes responder y te salen las preguntas que dominas a la perfección, no por genio, sino porque estudiaste, te comienzas a relajar. Las entrevistas resultaron rápidas y positivas, los oficiales de inmigración, generalmente fríos y cumplidores de un protocolo exacto no tienen todo el día para hacerse amigos tuyos. A partir de aquí, ya aprobados, había que esperar dos o tres meses para el acto oficial donde te hacen jurar y te entregan el Certificado de Naturalización, o sea, lo que reconocemos como ciudadanía.

Un poco de suerte. El oficial que entrevistó a Martica, frente a la pregunta de ella sobre el tiempo de espera para la ceremonia, la posible urgencia de un viaje a Cuba e imagino una dulce cara de carnero degollado, propuso ayudarnos y nos incorporó al grupo que juraría el día siguiente y por supuesto, ni cortos, ni perezosos, nos dispusimos. Por lo que hubiéramos tenido que esperar otros tres meses, sólo demoró 24 horas. Siempre hay un alma generosa, no importa que trabaje en inmigración.

Entonces, a partir de ese día, no yo, sino la última parte de mi manada es ciudadana americana, ya Jennifer y Yordan lo habían logrado un año antes y la linda Mia, ella no tiene que hacer pruebas, a ella no le importa si son republicanos o demócratas los de la Casa Blanca, ella nació aquí. Ciudadanos americanos que ya dije, primero deseamos, segundo necesitamos y tercero, un poquito, por lo que hemos vivido, nos merecemos.

He sido felicitado por muchas personas, ya saben, “vayaaaaa ya eres ciudadano de la Yuma”, cosa que es reconfortante y linda pues viene de amigos y familiares que me quieren bien. Dentro de las felicitaciones, quizás la más importante fue la de mi madre, los que la conocen saben por qué lo digo. El que mi madre me felicite súper honestamente por haberme hecho, nada más y nada menos, que ciudadano americano, es la mejor evidencia de que todo ha cambiado para los cubanos, a pesar de que tengamos en Cuba el mismo nombre de gobierno y las ideas allí las quieran vender como más sólidas que nunca. Esa felicitación en específico es la mejor confirmación de que no estaba equivocado, que el camino que escogí desde joven era correcto aunque haya tenido que esperar 40 años para que se me reconociera. Hoy la manada que muchos años he liderado está salva.

Hacerse ciudadano de un país determinado donde se vive debe ser la prioridad número uno para cualquiera. No entiendo cómo las personas, obviamente que pueden optar, no priorizan esto a niveles de días, semanas, meses, horas y segundos. Ya expliqué que no me han subido, ni me subirán el salario por esto, pero si es cierto que siento orgullo y tranquilidad. Esto además tiene algo de psicológico que no puedo explicar, ser ciudadano de un país cualquiera ya dije que debe ser, por importante, la primera tarea a priorizar, pero no se por qué suena diferente. La idea de ser ciudadano de los Estados Unidos debe ser igual a la de conseguir la ciudadanía portuguesa, la paraguaya o sencillamente la congolesa, pero la ciudadanía norteamericana tiene, al menos para mí, un peso extra, el cual no puedo explicar, pero siento.

Los que nacieron aquí saben que aun así somos diferentes, yo obtuve la categoría por naturalización, por lo que si a nivel individual quieren molestarme lo pueden hacer, pero eso no importa, frente a todo tenemos los mismos deberes e importante, los mismos derechos. Lo único que nos diferencia es no poder optar por ser presidente de este país, pues para eso tiene uno que haber nacido en el país, pero a vicepresidente podemos llegar. ¿Imaginan, yo vicepresidente de la Unión? JAJAJA.

Como he contado he tenido la posibilidad en estos últimos años de ir dos veces a Cuba. La primera en el 2017 como residente permanente y hace dos semanas como ciudadano norteamericano.
Para Cuba esto es irrelevante, aunque en el fondo sabemos que no es tan así, pero imagino que la orientación es mostrarse lo más frio posible. La primera vez que llegué allí, me recibió una funcionaria de inmigración, mulatica, con cara de muy aburrida, que me revisó los documentos, me tiró una foto y me dejó entrar. Ni una sonrisita al menos para mí. Ahora regresé como ciudadano y me tocó otra mulatica, con la misma cara de aburrida y con mucha gripe que la hacía estornudar cada segundo y medio, me revisó mis documentos, me tiro una foto y me dejó entrar. Nada más. Imagino que ambas estudiaron en la misma escuela y recibieron las mismas orientaciones, sobre todo lo de mostrar aburrimiento.

Sin embargo, para los Estados Unidos si existe la diferencia. De regreso de mi primer viaje, en la punta del tubo que sale del avión una funcionaria agradable, porque para trabajar en inmigración no hay que ser un vómito de perro, tuvo a bien clasificar a las personas que llegamos, los ciudadanos por este lado y los residentes y visitantes por aquel otro.

YO.
 Sueño y tarea realizados.
Llegamos frente al oficial que nos debía atender, rápidamente verificó en su pc y … momento de tensión, metió nuestros pasaportes en un sobre plástico y llamó a otro funcionario que nos condujo a un cuartico donde se encontraban dos jóvenes sentados frente a sus computadoras. El joven que recibió nuestros pasaportes e identificaciones, comprobó algo en su base de datos y nos entregó los documentos sin grandes problemas.

Al probar lo del cuartico, que, aunque fue sencillo no deja de ser un cuartico, ya yo con los documentos en la mano y la autorización para salir, le pregunté al joven, que qué era lo que pasaba y él me respondió relajado que nada, que sólo era un control de rutina. Entonces yo, haciendo uso de las facultades que me están conferidas, le pregunté que si cuando nos hiciéramos ciudadanos ese tipo de control continuaría, el joven sonrió y me dijo que no, que cuando nos hiciéramos ciudadanos ese control desaparecía.

Entonces esta segunda vez de regreso desde Cuba entramos como ciudadanos y nos apegamos al camino que la oficial de inmigración señaló para los que tienen esa categoría. Control de inmigración, una leve verificación de nuestros pasaportes y la frase mágica, segura y reconfortante que provoca casi desmayos, “bienvenidos a casa”. Fin del cuento.

Si, eres ciudadanos y éste no es tu país, entonces es tu casa. Lo que asegura que independientemente del presidente de turno que puede ser demócrata, republicano, gris, o morado, mejor o peor, agradable o desagradable, tu eres ciudadano de este país y este país, todo entero e inmenso, es tu casa y como queda demostrado a la casa de uno, pues no hay que pedir permiso para entrar y además siempre se llega bienvenido. No importa de dónde vengas, no importa el tiempo que has estado fuera, eres de aquí, no hay que pedir permiso para entrar y siempre llegas bien.

Como ya dije no me van a aumentar el salario así de repente, pero alguien, sin conocerme, me dice bienvenido a casa, qué más se le puede pedir a la vida, sobre todo cuando las dos mulaticas que me recibieron en Cuba, con caras de aburridas y con gripe incluida, ni tan siquiera esbozaron una leve sonrisa para recibirme, cuando en realidad, aquel lugar al que ellas representan debería, primero que todo, ser mi casa también.

No creo que esté pidiendo mucho. Recuerdo que cuando llegué a República Dominicana coincidiendo con un vuelo proveniente de New York donde aquel país tiene a 2 millones de habitantes, lo primero que me encuentro es un gran cartel que decía Bienvenido Hermano Dominicano y el recibimiento estuvo acompañado de un grupo de músicos que interpretaban estruendosa y desafinadamente esos insoportables pericos ripiaos que tanto les gustan a los dominicanos, unas parejas de bailes vestidas con ropas tradicionales bailaban y a todo el mundo que llegaba, incluyéndome a mí que no era dominicano, ni venía de Nueva Yol como ellos dicen, le daban junto a una gran sonrisa un vaso con ron.

Agradable recibimiento para los que regresan, buen momento para los que han estado lejos, han extrañado o sufrido. Buena acción para unir y olvidar separaciones, quizás un poco de agradecimiento para aquellos que no olvidan, vuelven y ayudan.

No aspiro a ser recibido con música cubana, se que la cultura es cara, menos espero un vaso de ron gratis, conozco que el ron es un rubro exportable, sin embargo, teniendo en cuenta lo complicado de la preparación de un viaje de regreso, para no hablar del dinero, creo que una sonrisita y una frase agradable que te recuerde la casa podría ayudar.


Pues ahora, para mí mismo, soy ciudadano norteamericano y con esto, salvo pequeños espacios, puedo tener el mundo a mis pies, puedo empezar a caminar dentro y fuera de la Unión sin tan siquiera avisar, sólo espero que el gobierno cubano un día se dé cuenta de ello.

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