Prefiero regalar y regalar un día cualquiera. No soporto comprar y guardar un regalo por días para entregarlo por una conmemoración específica a una hora determinada. No me vienen muy bien las ceremonias obligadas. Veo a mi alrededor personas que esto se les da muy bien y las envidio. Observo que se mueven como pez en el agua, tal como si se pasaran la vida ensayando.
Entonces como al que no quiere caldos, le dan tres tasas, mi hijo Jonathan se las arregla, para en medio de diversión, torturarme con regalos bromas o bromas regalos.
Ayer, por mi cumple, apareció con una bola de papel del tamaño de una pelota de futbol, envuelta cuidadosamente con scotch tape. Lo que me hizo entender que el camino era largo.
Comencé por quitar el papel y la cinta transparente
con las manos y como estaba bien construida, tuve que apelar a una tijera para
ayudarme en el trabajo de desenvolver. Las personas a mi alrededor reían,
mientras yo en voz alta reflexionaba, ahora mismo no sé por qué, sobre el papel
blanco que estábamos desperdiciando y las escuelas primarias en Cuba. ¿Me
estaré volviendo loco?
Casi ya al final, con ganas de morder el bulto, al
apretarlo no encontré nada adentro que pareciera un regalo y comencé a
desanimarme. No pude parar, el público pedía un esfuerzo más y tuve que
continuar hasta el final, para encontrar un pequeño papelito escrito con la
letra de Martica que decía, abre la computadora y busca en la pantalla un icono
que no conozcas. Pínchalo.
Ya saben, casi sudando, me viré y muy rápido detecté un icono que nunca había visto, lo pinché y se abrió una página web. Mire asombrado, porque todavía no entendía lo que estaba pasando y como siempre, mientras más quería ver, menos encontraba. Tuvieron que pasar varios segundos para que entendiera de qué se trataba el juego.
Esta historia, que ayer tuvo el mejor de los desenlaces imaginables, comenzó hace más de 6 meses. Estaba un día mirando en la TV un partido de futbol y apareció una joven que anunciaba muy agradablemente la posibilidad de publicar libros. Esa publicidad fue repetida en varias ocasiones como todas, hasta que presté atención y entendí que era una compañía norteamericana que estaba promocionando la posibilidad de publicación y distribución de libros, con, como en todas las publicidades muchos beneficios y garantías.
Me levanté, escribí el número de teléfono que salía en
la pantalla y luego, varios días después, desde mi taller de mantenimiento,
llamé. Me atendieron muy bien y me pusieron a un especialista para que
respondiera mis preguntas.
El especialista me explicó, me convenció y ni corto,
ni perezoso, a los pocos días de esta primera conversación, estaba yo enviando
la copia de mi libro de ventas para someterla a la evaluación del grupo de
expertos. Una semana para la respuesta.
Pues a la semana, me llamó la persona que me atendía y me dijo que los expertos habían dado el OK, que el libro podía ser publicado y que ellos estaban muy interesados en el asunto. Imposible ahora de reproducir el efecto. Yo super contento desde mi taller de mantenimiento, podría tener un libro publicado en Estados Unidos. Ya sé que, las personas que están acostumbradas a esto, podrán decir que no es nada del otro mundo, pero para mí si lo fue.
Conversaciones van y vienen desde Lincoln a New York y viceversa. Final, el especialista vendedor, me envío el contrato para que lo revisara, lo firmara y lo reenviara y así comenzar cuanto antes el trabajo de revisión profunda, diagramación, definición de portada, notas, etc. Mil revoluciones.
Entonces con el contrato en la mano, me fui a ver a mi asesor, entre otras cosas financiero y me dijo, tal como si fuera mi jefe de verdad, déjamelo aquí, luego lo voy a ver y te diré. Asombro.
Ansiedad, hasta que dos días después mi hijo me entregó el contrato marcado por todos lados y me dice, la respuesta es NO. Alas caídas. Me explicó que había investigado y la compañía no era nada del otro mundo, que tenía muy pocos libros publicados en un año y que además y por encima de todo, lo que teníamos que pagar para meternos en el chorizo era impagable por nosotros ahora mismo. Frente a mi cara de desánimo y quizás con un poco de pena, me dijo, no te preocupes déjame ver qué podemos hacer.
Mi asesor me conoce y sabe que por momentos me pongo sentimental, por momento me encabrono para no decir la palabra que usamos en Cuba y por momento me pasan las dos cosas a la misma vez. Yo, que no me doy por vencido fácilmente, me dediqué a pensar cómo podía pagar, siguiendo la frase que encabeza mi blog, “no hay ganancia sin dolor”, porque en realidad las consecuencias económicas no me dan ni mucho frío, ni mucho calor. Estoy decidido a no ser rico. Intenté otras reuniones con mi asesor, pensando que podría conmoverlo y la respuesta fe la misma. NO. Déjame ver.
La vida continuó, me metí en un nuevo trabajo, me fui a San Antonio por fin de año, y aquello de publicar el libro se me pasó, como tantas otras cosas aparentemente importantes que, en un momento, tienen que pasar. Tampoco tengo edad para una pataleta.
Sinceramente había olvidado lo del libro, al final mis nietos, si les interesa, podrían leerse la copia de Word delante de la pantalla de un table o de un celular. Hay otras cosas que tiene que ver con la vida diaria, para paralizarse porque no se pueda publicar un libro.
Como expliqué, miré y miré la pantalla de la computadora y no veía nada. No lograba entender a dónde tenía que mirar, mientras los que estaban reunidos detrás de mí reían. Me costó un tiempecito y entonces caí.
En la página web que miraba, aparecía la portada de un libro de color azul, mi favorito, que tenía el mismo título de mi añorado libro y que abajo, en el espacio del autor decía Rolando Torres Grillo. De momento quedé paralizado, no sabía qué hacer, ni decir. Mi primera reacción fue entonces llorar. Cuando miré hacia atrás, Jonathan también llorando y riendo a la misma vez, tenía en las manos un ejemplar del libro que acababa de ver en la computadora, como diciéndome, no lo dudes, es de verdad.
Resulta que Jonathan en Lincoln y nada más y nada menos que mi hijo postizo Yusmay, el Chino, en Guinea Ecuatorial, África, trabajaron semanas juntos por teléfonos y mensajes, en secreto, para poder llevar a vías de hecho mi deseo. No se ahora mucho, cómo no me di cuenta, porque me precio de ser un tipo despierto, pero todo eso se estructuró y fraguó delante de mis narices con toda la complicidad de Martica, que guardó el secreto como toda una profesional.
No creo que exista mejor regalo para un padre. Nunca pude imaginar que aquella idea que surgió en mí y que yo mismo deseché, hoy sea una realidad. Pues sí la es, ahora mismo el libro escrito por mí hace algunos años, revisado en varias ocasiones y consultado con los más cercanos muchas veces es una verdad impresa, que tiene una portada azul, que incorpora todos los gráficos que hice frente a una vieja computadora y que trata de llamar la atención sobre un tema importante, a mi estilo, a mi modo de ser, tal como si estuviera hablando con una tasa de café y un cigarrito en la mano.
No creo que exista una mejor obra de un hijo o de dos, hablo ahora de Jonathan y el Chino, para un padre. No creo que se pueda regalar algo más profundo y que lleve mayor muestra de amor. No hay perfume, carro, trapo que se pueda igualar a este regalo. Lo que ha llevado a varias personas, incluso en diferentes continentes a trabajar, para poder complacer, digamos, un capricho de alguien es inigualable. Quedará grabado en mí, soy un tipo agradecido.
El libro es un texto agradable, que tiene sus orígenes en mis estudios de marketing, mis años de profesor en el Instituto de Comercio Exterior y la Universidad de La Habana en Cuba y en la Universidad de la Tercera Edad en República Dominicana, más la experiencia de haber trabajado o tratado de trabajar como vendedor. En él se reúnen muchas ideas aprendidas por mí de algunos profesores y de algunos de mis alumnos, no es para nada un invento sólo mío.
Tiene una división capitular, lógica, que, partiendo de marketing, trata de organizar la venta, para luego enseñar las técnicas más modernas y digamos clásicas, para poder vender con mayor efectividad, en la misma medida que se piensa en satisfacer realmente las necesidades de las personas, convertidas por momentos en clientes. Creo que es agradable de leer, porque durante toda su escritura, tuve muy presente la idea de no hacer algo tedioso, algo demasiado denso, y entonces pienso que puede enseñar y divertir a la misma vez.
No lo comencé con aquello de, había una vez, creo que lo hice con algo mejor. Una idea que aprendí en Cuba de mi amigo Celeiro, quien siempre me decía que, "es preferible aguantar a un loco que empujar a un bobo", así que podrán imaginar lo que viene después.
Me hubiera gustado tener muchos ejemplares, para poder enviarle uno a cada uno de ustedes firmado por mí, tal como hacen las celebridades, sobre todo a los que vienen luchando conmigo desde hace años y se mantiene firmes leyendo cualquier cosa que se me ocurra escribir, pero la realidad es más cruda que el deseo. Primero no soy una celebridad y segundo la cantidad de libros que tengo, muy poquitos, ya tienen, desde hace muchos años, nombres y apellidos y eso es algo que no me puedo brincar.
Pero entonces, se me ocurre que pueden entrar en Amazon y poner en el buscador, ¿Sabe usted vender? (Spanish Edition) y podrán ver lo que hoy es realidad. No estoy haciendo un comercial con esto, no estoy tratando de venderles nada, los que me conocen bien saben que no he vendido, ni venderé jamás algo a un familiar o amigo, soy famoso por regalar cosas. Sencillamente les estoy facilitando el camino para que puedan ver que de verdad tienen un amigo importante y para los que invirtieron en mí se sientan orgullosos. JAJAJA.