Hay cosas que de verdad
me cuestan mucho trabajo entender, más allá del trabajo que me cuesta entender todas
las cosas.
En medio de mi poco
entendimiento actual, aparece el proceso de Venezuela y los sucesos que a
última hora vienen ocurriendo. Un país dividido con dos presidentes a la misma
vez. Uno que sigue, según dicen, de forma ilegal en el poder sin querer irse,
renunciar o retirarse y otro, según dicen, legítimo que está tratando de llamar
la atención, primero de los venezolanos en su conjunto y luego del mundo, para
establecer la democracia que dicen han perdido en estos últimos años de
gobierno, primero chavista y ahora madurista. Soy cubano y no puedo definir
exactamente lo que pasa, pero de que deben haber perdido democracia es cierto. Mirar
la historia cubana de estos últimos años.
Por principio y
determinada coherencia, me declaro en contra de Maduro y del proceso, llamase
como se llame, de su gobierno venezolano. Creo además que los cubanos, bien
conocedores de lo que ocurre allí, sin estar presente, deberíamos estar en
contra y apoyar, otra opción, cuál, no puedo decir exactamente pues el pueblo
entero de Venezuela deberá escoger, pero deberíamos por lo menos identificarnos
con otra opción.
Decía que si hay
personas que sabemos lo que ocurre en Venezuela somos los cubanos. Cuba viene viviendo
un proceso medio parecido desde hace 60 años. Un gobierno que, aprovechando las
estructuras democráticas, fue poco a poco, cambiando la manera de funcionar,
hasta llegar a lo que ese país tiene hoy, que, entre otras cosas, tampoco se
sabe exactamente qué es, porque han ido experimentando y experimentando durante
los años, y ahora mismo cuesta trabajo identificar un estado coherente y sobre
todo con un plan organizado a futuro, más allá de la obvia permanencia en el
poder de los que están y con ello, la buena vida para el grupo distinguido que
los sustenta.
Fidel siempre lo decía
sin pena, ni pudor, tenemos una dictadura, pero del proletariado, del pueblo,
reconociendo casi públicamente que llamaba proletariado y pueblo a aquella
parte de la población cubana que apoyaba su gobierno y ciegamente sus
decisiones y como entonces esos millones de personas no podían dirigirse ellas
mismas, él, que nunca se nombró solo, fue el escogido para representar a esa
masa.
Un poco por el apoyo,
otro por las maniobras inteligentísimas y las alianzas estratégicas que hizo, se
fue quedando solo con el trono, apoyado por los que lo soportaban ciegamente y
al quedarse en el protagónico de las decisiones, lo de democracia fue quedando
atrás años tras años, hasta transformarse y construirse un escenario al mejor
estilo faraónico, adornado con el premio de la popularidad.
Es cierto, había
diferencias en 1959. Existía pobreza, sobre todo en el campo cubano. Había
insalubridad, desniveles económicos y falta de instrucción académica. Había
extranjeros vacilando, prostíbulos con, como mínimo prostitutas, dinero sucio,
etc.
¿La pregunta es, y qué
tiene Cuba hoy? Para mí, después de los primeros cambios democráticos y populares,
que garantizó al gobierno la permanencia, poco ha cambiado el panorama de ese
país, o lamentablemente después del camino recorrido, se ha llegado al mismo
lugar, sólo que un poquito más moderno. Viene bien el chiste de que el socialismo
es una etapa difícil entre capitalismo y capitalismo.
Sigue existiendo la diferencia
clara, sólo que muchas veces los que peores están son aquellos que creyeron en la
opción socialista, los que trabajaron y confiaron en que el gobierno se
encargaría del bienestar y beneficio social. Han aparecido los nuevos ricos, a
veces por el trabajo y el sacrificio por cuenta propia, a veces no y han aparecido
y aumentado los pobres, los que no tienen nada, los que no pueden acceder, los
que están allí porque no les queda otro remedio.
Del campo cubano ni
hablar, baste decir que no hay comida y el campesino está dependiendo de la
bodega y de la ciudad baste decir que la han convertido en grandes solares con
barrios enteros de “llega y pon”. Donde antes había repartos lindos y
organizados, hoy existen edificios mal construidos donde las personas viven,
muchas veces, hacinadas. El propio Vedado, otrora vitrina del desarrollo
cubano, donde estaban los mejores restaurantes, los mejores hoteles, y vivían
los más nobles cubanos, en resumen, la parte más importante y famosa de toda la
Isla, hoy es un gran desastre, poseedor de algunos de los barrios marginales más
connotados de la capital.
El gobierno y sus malas
decisiones sin mucha ayuda del imperialismo, ha logrado sembrar en la cabeza de
una parte de los cubanos, que “afuera” se vive mejor, sin importar si ese
afuera es en África cazando leones, en Australia batido con los canguros o en Alaska
trabajando en una fábrica de enlatar pescado. Afuera se vive mejor y entonces
queremos irnos definitivamente. Contrario a lo que pasaba antes donde el cubano
en busca de mejorar salía, trabajaba como un mulo sobre todo en trabajos de la
mano y luego regresaba a su pedazo de Cuba para poner su negocito y mejorar. Al
cubano, en sentido general, no le gustaba emigrar, lo de la carne de puerco, la
yuca, el buen ron, las buenas mujeres, el clima, la buena música y sobre todo
el español, los retenía. Hoy, una de las opciones más contempladas es irse para
cualquier lugar, ya después en territorio extranjero, se verá. Cualquier cosa
es, para una parte de los cubanos, mejor que quedarse.
¿Injerencia y
dependencia de extranjeros? Mucha más que antes del triunfo. Cuba pasó por los
hermanos socialistas todos, con nuestros padres adoptivos al frente, los soviéticos,
luego por los capitalistas definidos por Fidel un día como buenos, españoles
zapatudos como diría mi cuñada Baby, italianos quebrados o busca vidas,
mexicanos cabezones, panameños confundidos por no saber si son panameños o norteamericanos,
etc, etc, etc. Para luego que esos buenos capitalistas se fueron o los fueron,
caer en manos de los chinos, que aparecieron con sus sonrisitas aparentemente
inofensivas, pero con su mentalidad moderna de conquista, otro poco los ya no soviéticos,
sino rusos y como última variante, los bolivianos de Evo, los brasileños de
Lula y los venezolanos de Chávez, hermanos a los que descubrimos después del mal
llamado Período Especial cuando ya no nos quedaban puertas donde tocar. Los
hermanos latinoamericanos aparecieron en nuestras vidas como una gran banda de
música, con Chávez como director y cantante principal y ahora Maduro como
segundo administrador del combo.
La prostitución
continúa y me arriesgaría a decir que mejor y mayor que nunca, sólo que se
tiene a bien no inaugurar prostíbulos públicos con carteles y vitrinas hacia la
calle, sería muy difícil de entender lo de “prostíbulo revolucionario”.
¿Escasez? Ya no existe la
escasez, porque ella se refiere a algo que de momento falta, sino que la escasez
es tan generalizada para todo, que forma parte de la vida diaria, o sea, las
personas viven dentro de la escasez como un estado natural de vida. Ya no
existe nada que no falte, ya no hay un solo producto en existencia permanente y
estable, ni en moneda nacional, regulado a no, ni en divisas convertibles. Todo
está en las manos de Jesús, al que algunos consideran el primer revolucionario
de la historia.
Hoy 2019, éste es el presente
de un país tan lindo como Cuba, entonces, cómo los cubanos podemos estar a favor
de Maduro. Entiendo un poquito a los que están allí, porque no les queda más
remedio que mentir y por lo menos TeleSur está mejor que la programación
nacional de televisión, otros que están pensando en los apagones y rezan porque
el petróleo venezolano siga llegando, a otros porque les gustaba como Chávez
cantaba, cosa que para mi gusto era horrible y que frente a la falta de programas
humorísticos se divierten con los errores garrafales y las barbaridades de
Maduro, pero que los cubanos que hoy residen en el exterior apoyen a Maduro, me
resulta increíble.
Los cubanos que vivimos
en el exterior, salvo los que siguen siendo parte del sistema y gobierno
cubano, por ejemplo, los agentes del Ministerio del Interior y sus diferentes
departamentos y que tienen como misión trabajar en los países donde se han radicado
para “romper el bloqueo” y defender a la revolución, todos salimos de Cuba bajo
y por el mismo objetivo macro.
Entiendo, no obstante,
que cada cual se ha buscado una justificación específica para su caso, tal como,
yo no quería quedarme, mis hijos me trajeron y dejaron engañada, me enamoré y
el amor fue más fuerte, a mí la política no me interesa, yo sólo quería viajar
y conocer el mundo, quería ver las novelas colombianas y brasileñas de moda, yo
vine por un celular, etc, etc, etc. Justificaciones todas entendibles a la hora
de avalar actuaciones pasadas y presentes. Nada nuevo, justificaciones como
estas las recoge la historia por montones. La más famosa en Cuba, aquella de “yo
no sé nada, yo vine como cocinero” frente al fracaso de la invasión por Playa
Girón en 1961
Lo que no me queda
claro y me es difícil de entender, es cómo los cubanos en el exterior podemos
apoyar al gobierno de Maduro, luego de que se tiene alguna información de lo
que es Venezuela hoy. ¿Cómo se puede apoyar a un gobierno que según dicen y se
puede ver, ha puesto al pueblo venezolano a huir desesperadamente y a pasar
necesidades, sobre todo hambre? ¿Cómo, después de conocer y haber vivido el
ejemplo de Cuba, alguien puede apoyar a un gobierno que ha acabado con la
economía y la estabilidad de un país entero?
Recuerdo cuando fui
niño y joven, ver a muchas familias cubanas emigrar hacia Venezuela. Era un país rico, donde para
ejemplificarlo se decía que el agua era más cara que la gasolina. Era un país
poderoso, donde las personas tenían un alto nivel de vida. Venezuela petrolera,
Venezuela ganadera, con reservas de minerales para muchos años, con una clase
media fuerte. Venezuela que acogió a muchas familias de cubanos y les dio espacio
para insertarse y llegar a vivir mejor que en su país de origen.
Cómo apoyar a un
gobierno, que con tal de defenderse de los propios suyos, ha sacado al ejército
a la calle y que hoy tiene varios muertos civiles a sus espaldas, tal como hizo
el gobierno chino un amanecer de 1989 en el trágico suceso de la Plaza de
Tiananmen. Estamos apoyando a Maduro, estamos también apoyando esa opción represiva
contra civiles, no contra un ejercito armado que combate en las calles. Esa
opción represiva ha ido contra mujeres, hombres, estudiantes, que forman parte
del pueblo y que sólo aspiran a un cambio. Estamos apoyando a Maduro, entonces
estaremos apoyando esa opción también para nuestro país de origen.
No he visto declaraciones
de los ricos venezolanos, no me refiero a ellos, sin embargo, he visto a muchos
venezolanos pobres llorando en las calles, pueblo que huye, que registra las
basuras para comer, que hace interminables filas para acceder a poca comida. He
visto al pueblo venezolano gritar por necesidades.
Ahora, siguiendo el
manual clásico de las víctimas, Maduro busca un culpable externo y habla de un ataque
del imperialismo yanqui, el mismo imperialismo que es su mayor cliente en el petróleo,
para tratar de sembrar la idea de una invasión armada, a tal punto que nosotros
los cubanos, que también fuimos victimas del mismo manual y crecimos con la
noticia diaria de que venía el lobo, nos convertimos en eco de la preocupación
de una invasión norteamericana a Venezuela. Es una estrategia vieja para echarle
la culpa al otro, entretener a las masas, ponerse de víctima y, sobre todo, ganar
tiempo.
Los cubanos nacidos después
de 1959 y todos los que ya estaban nacidos desde antes, crecimos atacados, en
pie de guerra constante, haciendo entrenamientos dominicales para cuando se diera
la invasión, crecimos como pioneros milicianos, obreros milicianos y amas de
casas milicianas. Vimos y ayudamos a llenar las ciudades y los campos de túneles,
las llamadas con humor negro tumbas populares, que servirían de refugio frente
al ataque yanqui, que, por momentos, parecía que sería al próximo día en la
mañana. Los cubanos crecimos bajo la influencia de un mago en el manejo de las
masas y la opinión pública que, cuando la olla tenía mucha presión, abría la
válvula de escape y culpaba al imperialismo hasta de los huracanes.
Nos acostumbramos a la
imagen de una persona media histérica dando gritos de que preferíamos morir
antes de entregar a los yanquis el territorio cubano que sería atacado y frente
a ella, una multitud también histérica y poseída que gritaba que sí, que preferíamos
morir. Gran parte de esa multitud hoy está aquí en Estados Unidos disfrutando
de las “bondades” del imperialismo y se alegra de que lo de morir fuera sólo un
juego de palabras.
Cómo nosotros los
cubanos que vivimos en el exterior, con más acceso a la información y por tanto
a la posibilidad de análisis soportada por la carne de res, podemos caer en el
mismo juego que muchas veces criticamos mientras vivíamos en Cuba. Cómo se
puede creer que las vacas dejaron de parir, la tierra dejó de ser fértil, los
productos de primera necesidad escasean, gracias a la acción del imperialismo
yanqui. Cómo entender que después de tantos años de gobierno, chavista y
madurista, hoy Venezuela esté necesitada de ayuda humanitaria del exterior para
llevar comida o medicinas y que los culpables sean únicamente los burgueses que
no se resignan al poder del pueblo y el imperialismo, yanqui sobre todo, que depende
del petróleo venezolano para hacer mover su maquinaria.
Cómo entender que ese
gobierno, que está a todas luces necesitado, baste sólo pensar en la venta de
oro de última hora para obtener dólares, ponga en las fronteras al ejército
para impedir la entrada de comida y medicinas enviadas por una parte de la
comunidad internacional. No eran bombas, no eran armas, no era un ejército
intervencionista, era sólo comida y medicamentos para una población que a
gritos dice que le hace falta. Cómo se puede ser tan hijo de puta de no querer
dar su brazo a torcer y con tal de no aceptar la derrota preferir que una parte
del pueblo, al menos una parte, pase trabajo, necesidades, más aún, calamidades
y no aceptar la ayuda por llamarla imperialista, cuando en realidad no es más
nada que eso, ayuda.
Hasta dónde las mismas
justificaciones, repetidas a partir del uso del mismo manual de procedimientos,
pueden enajenar a las personas y hacerlas repetir ciegamente los mismos
argumentos, tales como, el pobre Maduro, ahora los norteamericanos lo van a
invadir, para lo cual se apoyan en actuaciones norteamericanas de hace muchos
años atrás, tal como decir que todos los curas son pedófilos y las monjas
medias putas, porque, es cierto, la propia máxima dirección católica lo
reconoce, han habido casos de pedofilia dentro de la iglesia católica y alguna
que otra monja salida del plato, con abortos incluidos.
Muchos estamos a la
caza de la noticia sensacionalista, nos unimos a determinada causa solo por
unirnos y participar y comenzamos a adelantar nuestras opiniones, nombrando a
víctimas y victimarios a nuestra conveniencia. Como todo, muchos defendemos al
gobierno cubano, pero no vivimos en Cuba, ahora defendemos a Maduro, pero no se
nos ocurre irnos a Venezuela, es sólo parte de un show.
No sé cuál será la
solución de Venezuela. Creo que transita por una crisis grande, donde, al
parecer la gestión del “gobierno popular” ha fracasado. Veo a un gobierno que
no quiere ceder, sin tener soluciones a corto plazo para resolver las demandas
de TODOS los venezolanos. Veo, una vez más, la incapacidad rodeada de mediocridad,
que depende de consignas, discursos y marchas populistas y que puede ser que
tenga un programa de gobierno a lograrse en el corto plazo de 350 años. Veo a
un gobierno echarle la culpa de sus fracasos al lobo, contradictoriamente al
mismo lobo que le vende la mayor parte de su mejor rubro exportable y que hasta
hace muy poco disfrutaba. Veo a un
presidente que ha engordado y come en restaurantes de lujo, con show del chef incluido,
que permite que sus colaboradores se hagan ricos, en el mismo momento que su
pueblo, o una parte de él, huye por hambre y miseria.
Los chinos, a pesar del
repudio internacional, muy pocos países los apoyaron en aquel momento, paradójicamente
Cuba envió una felicitación, pudieron reponerse de lo de Tiananmen, entre otras
cosas porque les interesa poco lo que piensen de ellos, pueden cerrar sus
fronteras y vivir eternamente apartados como lo hicieron muchos siglos, “China
es una gran patria”, pero Maduro y Venezuela no es China. Hoy el presidente
obrero tiene muy poco apoyo internacional y por algo debe ser y no creo que el
lobo pueda comprar todas las almas a la misma vez.
Los países más cercanos
y parecidos a Venezuela no lo apoyan cosa que puede llamar la atención. Parece
que China, Rusia y Cuba se mantienen a su lado, habrá que ver si se lo quieren
llevar en el supuesto caso de que tenga o pueda salir vivo, porque ninguno de
los tres gobiernos mencionados son jamón a nada y parece que poco a poco ha ido
perdiendo el apoyo interno, incluso parte del ejército, cansado y necesitado,
ha comenzado a rendir reconocimientos a Juan Guaido.
Maduro, al que no evalúo
como persona, pues puede ser un muy buen tipo para tenerlo de vecino, pero que
su gestión como político ha sido funesta, todavía sigue manejando al ejército, los
altos militares comedores de vacas como siempre, lo apoyan, entre otras cosas
porque están sucios y no van a tener mucho a dónde ir, ahora trata de crear el
miedo por una posible invasión norteamericana, en el mismo momento que el
gobierno norteamericano declara públicamente que no tiene idea de invadir a
Venezuela.
Maduro logra ganar
tiempo y paralelamente dice estar dispuesto al dialogo, incluso con su mayor
enemigo, el gobierno americano, tratando de quedarse a todo costo, mientras que
el pueblo venezolano, ricos, pobres, obreros, intelectuales, campesinos, vagos
y desempleados voluntarios e involuntarios, mujeres, hombres, niños y niñas, se
desgastan.
A dónde llegará lo de Venezuela, no sé, ni me arriesgaría a poder establecer una mínima salida al futuro, sólo soy un simple observador internacional con muy pocos conocimientos específicos sobre los acontecimientos venezolanos.
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