Lo mejor que tiene un punto B dentro de una selección, es que, si está entre el A y el C, no importa por donde se empiece, siempre se encuentra en el medio.
Entonces traído de la primera parte de este artículo, cuando describo los problemas graves y urgentes que veo dentro de un grupo de cubanos que viven dentro e incluso fuera de Cuba, dije: B) la intención de dialogar con un gobierno que se niega a dialogar.
Dialogar, acción inherente al ser humano, por los años que llevamos practicando, debería sernos relativamente fácil, cuesta trabajo creer que no lo sabemos hacer. Estamos más preparados para conversar entre amigos, sobre todo cuando todos estamos de acuerdo y la misión consiste en aportar historias, experiencias, chistes, que apuntan a un mismo lugar o idea, pero, basta media vez que aparece la primera contradicción, lo de dialogar, generalmente se convierte en una batalla.
¿Somos los cubanos un pueblo acostumbrado a dialogar, a negociar? No, estoy casi convencido que no lo sabemos hacer.
Somos una mezcla explosiva entre la cultura de pueblos africanos, traídos a Cuba como esclavos, pero muchos guerreros, reyes, brujos y españoles, precisamente muchos no la mejor oferta de España, peninsulares pobres, mezclados con árabes, gitanos, etc.
Somos el resultado de una mezcla machista, patriarcal, prepotente, autoritaria, guerrera, caciquesca, regionalista, dictatorial, de la cual, salvo raras excepciones, somos líderes, guías, conocedores de todo y de cualquier cosa, dispuestos a incendiarnos con tal de ganar.
Lo de dialogar y ponernos de acuerdo no nos viene muy bien, nuestra misión es ganar. Disfrutamos más las victorias que la razón. Queremos ser reconocidos por líderes, no por buenos negociadores. La negociación, según la teoría, comienza cuando aparece entre las partes el NO, para nosotros, los cubanos, lo que sigue al no es la guerra.
De los más importantes diálogos que recoge nuestra historia patria fue el celebrado en finca Mejorana entre Martí. Gómez y Maceo del cual poco se sabe en detalles. Mucha especulación, por lo que yo imagino algo así:
Martí, con su sencillito traje negro y sus zapaticos gastados, estaba sentado tomándose un café endulzado con miel de abeja, cuando dijo:
_ Tony, yo sueño con un gobierno donde estemos todos, incluso los que no han hecho nada, los niños lean poemas, las mujeres canten y muevan sus caderas mientras cocinan y los negros, libres, toquen sus tambores en las fechas patrias. Deseo un gobierno civil donde los todos dirijan a los militares.
Maceo, de pie, impecablemente uniformado de blanco, con todos sus atuendos de Mayor General y sus botas de piel altas y muy lustradas, acabado de pelar por su barbero particular, le respondió:
_ No jodas, Pepe. ¿Qué sabes tú de esto? Yo llevo 30 años en la manigua luchando contra España y mandé para el carajo a Martínez Campos y nadie me hizo caso. ¿Cuántas heridas tú tienes?, ¿Cuántos hombres que se mueran por ti puedes reunir? Tu último discurso nadie lo entendió, me lo dijeron. Entonces háblame cuando hayamos echado a los “rayaditos”, que es de lo que se trata.
Martí miró al único testigo presente, Gómez. El “Generalísimo” encogió los hombros, como diciendo:
_ Tú sabes cómo es él, te lo dije. Escribe en tu diario lo que sentiste y no te preocupes, yo luego arrancaré las paginas para que nadie se entere.
Maceo
miro al Viejo, al que si respetaba. Gómez asintió con un gesto discreto y el dialogo
planificado terminó. Martí, sentado aún, pidió otro poquito de café, tenía la
garganta seca, cosa que pasa cuando uno se estresa. Maceo, salió sin
despedirse, montó y se largó acompañado de su fiel escolta.
¿Dialogo????????????????
Soy
un vivo ejemplo de lo que he dicho anteriormente. Durante muchos años un buen
ejemplo de lo malo. Puedo conversar durante días seguidos, siempre tengo una
historia que aportar, un cuento de un amigo, una experiencia anterior, siempre
y cuando la conversación se mueva en la dirección conveniente. Cuando aparece
la contradicción, entonces voy a la guerra y no terminaré hasta que no vea,
según dicen los míos, sobre todo mi asesora personal, la sangre en mí oponente.
Necesito verlo hincar las rodillas y deponer sus armas.
Esto que no es gracioso, lo he entendido y lo he logrado controlar en un porciento alto, a golpes de criticas y más críticas, pero, así y todo, de vez en cuando, el animal se me sale. No fui un gran negociador, en la misma medida que no fui un gran oidor. Escucho lo que escucho, muchas veces no exactamente lo que se dice y sobre eso desarrollo mi defensa. Hoy puedo decir que de cada 10 conversaciones-discusiones que tuve en el pasado, teniendo yo muchas veces la razón, perdí 8. Teniendo la razón, la forma de defenderla desformó la idea, creó rechazos en otros, logró aparentar agresión, burla, desconocimiento y por qué no, falta de respeto, a pesar de ser hoy por dentro un tipo dulce y agradable.
Creo que así somos un poco los cubanos, salvo raras excepciones de personas que poseen un carácter europeo del norte, frío, pacífico, o la gran legendaria e inigualable paciencia china.
En las escuelas no se nos enseña a dialogar con los profesores o con nuestros compañeros. Los primeros siempre tienen la razón, aunque no sepan lo que están diciendo y no admiten una respuesta que no esté recogida en la guía de estudio. Los segundos son tan parecidos a nosotros, que es más fácil resolver el problema, la discordia o desacuerdo, a las 5:00 pm fuera de la escuela, por supuesto a piñazos.
En los trabajos no se nos enseña a dialogar. Los jefes, el partido, siempre tenían la razón, por tanto, se nos contrata la mayor parte del tiempo para ejecutar, lo que incluso no entendíamos. Era necesario e importante ser primero fiel revolucionario y luego, a lo mejor, buen profesional. El gran negocio fue, del que, para mantenerse en el poder, inventó el llamado “centralismo democrático”, a partir del cual, tienes que hacer lo que la mayoría quiera, aun sabiendo que la mayoría en ocasiones no piensa, está comprada o chantajeada, o no sabe nada de lo que está opinando. Esa mayoría que levantaba la mano mecánicamente para votar por algo sin saber por lo que se está votando. Esa mayoría que utilizó el número para aplastar a aquellos que no pensaban igual o hicieron, por ingenuidad, por aparente derecho o con convicción, algunos señalamientos o críticas que en el preciso momento se oponía a la dirección del viento.
No recuerdo que se nos reunió nunca para dialogar. Las reuniones eran para informar, para trazar directivas prediseñadas por otros, para recoger el apoyo formal a una decisión. Si se intentaba dialogar con otro punto de vista, la mayor de las veces la respuesta era “este no es el marco para hacer ese planteamiento”. Siempre me pregunté qué y cuál era ese marco.
En nuestras casas no se nos enseñó, menos permitió, dialogar. En muchas familias apareció el miedo a la idea contraria, entonces se evitaba la conversación, en otras sencillamente no se escuchaba o no se dejaba hablar, las ideas en una sola dirección se imponían, en no pocas, se reprimía al miembro que discrepaba. Vivimos años dentro de nuestras casas sin poder hablar de determinados temas. Vivimos años teniendo que ir a la calle para poder compartir una idea o buscar una explicación con amigos. Años donde nuestras familias, frente a la mínima crítica, nos enviaba a leer el ultimo discurso del Comandante en Jefe, cosa que resultaba interminable porque el “jefe” daba un discurso de 8 horas, a veces hasta 3 y 4 veces por semana, si estaba poco inspirado.
En nuestras casas no se nos enseñó a hablar, ni a argumentar, menos a ceder. Nuestros padres, fuéramos varones o hembras, nos enseñaron a no quedarnos “dao”. Esto me recuerda a una chilena que conocí en mi casa cuando fui adolescente. Ella vivía un asilo político en Suecia y nos contaba, frente a nuestro asombro, que en aquel país el que agrede no tiene problema, porque es considerado enfermo, el que tiene problemas es el que responde a la agresión, pues es considerado con una personalidad agresiva. Nos contaba que ella y sus dos hijos habían pasado mucho trabajo, tenían reuniones casi a diario en las escuelas, porque chilenos, latinos, mezcla a lo mejor de españoles, indígenas y negros, a la primera que un sueco se le ocurría una gracia, le caían a piñazos. Somos de sangre caliente y entonces explosiva, lo que a muchos no nos permite la paciencia necesaria para dialogar en paz.
Estuve en Londres en 1994 y recuerdo mí asombro cuando me llevaron a visitar el parque, o al menos un parque, llamado “de la democracia”. Un inglés se paraba sobre un banquito de madera y decía, tal como si estuviera recitando “Los zapaticos de rosa” de Martí, que la reina y toda su familia monárquica debían vivir 100 años, algunos aplaudían. Luego otro se subía en el mismo banquito y decía que la reina debía dejar de existir, porque estaban cansados de pagar altos impuestos para que esos vagos vivieran bien, otros aplaudían. Se acababan los discursos y todos se retiraban a los bellos “pubs” a tomar cervezas. Así no somos los cubanos.
Cuando me dediqué al tema empresarial e impartí clases sobre marketing y ventas conocí algo sobre la teoría de la comunicación. Existen miles y miles de obras que tratan desde todos los ángulos posible las herramientas que se necesitan para comunicarse, entre ellas, me apasionaba aquello de la Escucha Activa, que, aunque ya dije que me costó mucho trabajo aplicar, si lograba explicar apasionadamente.
De aquellos años, además de muchos folletos para estudiantes, me queda un libro que escribí dirigido al vendedor profesional, que me place decir y de paso le hago el comercial, que hoy está publicado en Amazon. Del capítulo dedicado a la comunicación entre el vendedor y el potencial comprador, lo que puede llevarse perfectamente a una relación entre dos o más personas en cualquier ambiente y sobre cualquier tema, retomo un gráfico que se explica por sí solo. Hablando de dialogar, de poder seguir este esquema, nos convertiría en excepcionales comunicadores y por tanto en excelentes negociadores.
Referido especialmente a la teoría de la Escucha Activa, que significa entender no lo que dijo la otra persona, sino lograr entender qué quizo decir nuestro interlocutor y si a ello se le debe dedicar tiempo o no, en post de una negociación o dialogo, ganar – ganar.
La coherencia de este gráfico hace la teoría bella. Si esto nos lo enseñaran de niños, quizás como a los suecos o ingleses, la vida sería otra. Es tan bello, repito, que uno se apasiona a la hora de enseñarlo, pero, lograr aplicarlo entre nosotros los cubanos, en sentido general, es muy complicado. A mí, debo reconocer, experto reconocido profesor, a la hora de “los mameyes”, en medio de la conversación fuerte, a la mitad del gráfico se me olvidó la teoría y el camino. No soy chino.
Si
así somos los cubanos o al menos una gran parte de nosotros mismos, entonces a quién se
le puede ocurrir que el gobierno sea diferente. ¿El gobierno cubano, que
durante muchas décadas se llamó Fidel, estuvo interesado en dialogar con
alguien, que no fuera entre ellos mismos, donde de antemano estaban de acuerdo?
Raúl, que evidentemente no sabe tan siquiera ni hablar coherentemente, podrá
dialogar civilizadamente con ideas contrarias?, ¿El actual presidente del
gobierno, que además es el primer secretario del Partido Comunista, creo yo que
por no existir más nadie, ha dado muestras de aceptar una conversación con esa
parte del pueblo, cada día más grande, que está demostrando su inconformidad?
Creo que, de los diálogos más emblemáticos de la revolución está aquel ocurrido entre Fidel y Camilo Cienfuegos. El Héroe de Yaguajay miraba a una muchacha que estaba frente a la tribuna y le sonreía con aquella sonrisa grande y linda que tenía. Al darse cuenta Fidel de que su cercano seguidor no lo estaba atendiendo, le dio un fuerte pisotón con su bota de combate y le preguntó:
_ ¿Voy bien Camilo?
A lo que, el públicamente interrogado,
con tal de sacarse la bota de arriba, pues le estaba ocasionando dolor, muy
dispuesto le respondió:
_ Si, vas bien Fidel.
¿Dialogo????????????
A quién se le puede ocurrir promover un dialogo, en un momento donde el gobierno sólo envía mensajes de guerra: entre ellos los más utilizados, la calle es para los revolucionarios, no nos vamos a dejar quitar el poder, no nos vamos a ir, no habrán cambios, el partido comunista está por encima de la constitución, por encima del gobierno y por ende por encima de cada cubano y para colmo de males se retoman con fuerza desde el poder, las definiciones de mercenarios, entreguistas, plattistas, vende patrias, traidores, delincuentes, prostitutas, vendidos, etc., para todos aquellos que estén tratando desde posiciones pacíficas provocar cambios que resuelvan los problemas de ingobernabilidad e incapacidad del gobierno actual.
¿Cómo es que dentro de Cuba e incluso, increíblemente fuera de Cuba, existan personas que hablan de dialogar, si hace unas pocas semanas, un grupo de jóvenes esperaban para hablar con el ministro de cultura, que es más que todo el mayor exponente de la incultura y el “amigo” salió acompañado de su combo y le cayeron a golpes a esos jóvenes? Proceder o respuesta pública y ampliamente justificada y más, respaldada por el gobierno.
¿Cómo se puede dialogar entre un sordo mudo, que sólo habla por señas y un ciego que no puede ver? El gobierno de Cuba, apelando a una politiquería histórica y un discurso fuera totalmente de la realidad que se vive, está sentado sobre la fuerza y en vez de aceptar el dialogo, reprime.
A toda opción de cambio se le llama anexionista para crear un rechazo y encontrar determinada justificación patriótica, cuando en realidad nadie quiere comprar la isla y menos alguien quiere venderla. Optar por una opción democrática, de libertad de todos tipos, de posible futuro desarrollo, de igualdad al menos en derechos sin que existan reglas políticas e ideológicas que identifiquen o clasifiquen a las personas, es para el gobierno una opción enemiga. Antes el enemigo era el extranjero imperialista, hoy el enemigo es el propio cubano.
Enemigos de la patria, enemigos de Cuba, enemigos de los cubanos, dicen desde el gobierno y el partido, a cualquiera que piense diferente, desconociendo descaradamente que somos los mismos cubanos, creo que una gran parte de nosotros, los que queremos que el diseño que lleva 60 años ejecutándose sin logros, deje de existir.
¿Dialogo con el gobierno? Ma parece una gran ingenuidad o una muy bien trazada estrategia para ganar tiempo. ¿Se dialogó con Batista? O sea, ¿las fuerzas civiles, religiosas, políticas cubanas, todos los sectores económicos, más todos los colores de cubanos, se organizaron en una comisión para plantearles sus demandas de no más sangre, no más crímenes, no más torturas al dictador?, ¿Se dialogó con Hitler? O sea, ¿pudieron los progresistas de aquellos años y además una representación de los presos en los campos de concentraciones, llevarle unos ricos dulces europeos y unos bombones y reunirse con Adolfo y los dirigentes de las SS alemanas y pedirles por favor que no mataran más a humanos en las cámaras de gas?
Es tonto o enviado, pensar que un gobierno que se ha plantado por la fuerza y que no reconoce a nadie, ni a nada más, esté dispuesto a hacer cambios, que serían, a como estamos hoy, radicales, porque no pueden ser de otra forma. Es simple pensar que los que hoy están amparados en una constitución que se inventaron y en los estatutos de un partido único existente, lo que les da, para ellos mismos, cierta legitimidad, se dispongan a salir, cuando se está cuestionando por completo la labor del gobierno completo y el partido comunista en su totalidad como responsables máximos del desastre que tenemos hoy en la bella isla caribeña.
¿Dialogar con quién? Con Díaz Canel que suma en su persona el cargo máximo de administrador y el cargo máximo ideológico, con sus discursos de una Cuba que no existe. Con sus ideas de que ahora necesitan más tiempo para reordenar el recién reordenamiento puesto en práctica que debía, tal como fue anunciado, resolver y encaminar todos los problemas. Díaz Canel, muñeco del verdadero poder oculto, que le habla a una Cuba que no conoce, lo máximo que ha podido decir es que son “continuidad” y que lo importante de tener una producción de limones es que se puede hacer limonada.
No se puede dialogar, porque esa parte del poder, en realidad, tiene miedo, mucho miedo, se sabe culpable, sabe que les están llevando las cuentas y va a aguantar por todos los medios, incluyendo la activa y masiva represión, sin apoyo jurídico o legal, para no ser expulsados, quizás enjuiciados. Cada uno de los que está en el poder está chantajeando al otro y diciéndole: si cedemos nos van a joder. Cada uno de los que está en el poder, estará pensando y diciendo: no vamos a pagar nosotros lo que se ha hecho durante 60 años, cuando los mayores culpables se fueron invictos.
¿Y qué hay de las víctimas? De aquellos que durante todos estos años han sufrido, a veces por un absurdo o capricho. De aquellos a los que se les quitó dinero, empresas, riquezas, casas. De aquellos que se les expulsó y no se les dejó regresar o no se les deja regresar. Aquellos que cumplieron prisión o cumplen prisión por leyes inventadas a conveniencia. Aquellos a los que le fusilaron a un familiar. ¿Qué pensaran aquellos que todavía hoy envían dinero, mantienen a su familia y como consecuencia benefician al gobierno que es al final la figura que se apropia de todo ese dinero, cuando escuchan decir “escorias”, “vende patrias”, “mercenarios”, “gusanossssssssssssssss”?
La Real Academia de nuestra lengua, aclara que el dialogo es una “plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”, es, sobre todo, “una discusión o trato en busca de avenencias”.
La fuerza, la violencia, no admite, no está interesada en dialogar. A la violencia, según la experiencia histórica, hay que echarla con violencia o por lo menos asustarla tanto hasta que huya. Dialogar con la violencia es correr el riesgo de ser engañado. Cuando la violencia propicia el dialogo, sólo está tratando de ganar tiempo, armarse, reorganizarse para volver a ser violencia, a no ser que se logre el compromiso de “borrón y cuenta nueva”.
Se debería dialogar pacíficamente, creo
que sí, se podría experimentar esa solución, siempre y cuando el dialogo sea
para incorporar a todos, entender a todos, complacer a todos. Sería una buena y
madura solución histórica, que evitaría más violencia, mas inconformidad, un
posible derramamiento de sangre en cada uno de los bandos que se opone. Chile,
Argentina, tuvieron como dictaduras miles de ciudadanos desaparecidos,
asesinados, pero en Rumania, los rumanos ajusticiaron al presidente y a su esposa,
máximos responsables del desastre rumano, incluyendo la larga y gigantezca hambruna.
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