domingo, 9 de mayo de 2021

Cada nuevo día se me hace más difícil. (Segunda Parte)

 “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”

 Simone de Beauvoir.
Francia. 1908 - 1986
Escritora, filosofa, activista política, feminista y estudiosa de la teoría social.

En mi último escrito dejé un listado de los principales problemas, los más graves y con consecuencias más desastrosas que yo, como cubano que vive fuera de Cuba, veo. Creo no tener suficiente autoridad para definir nada, pero son los que yo veo y son más importantes que toda la comida del mundo. Entonces como el orden es también mío, pues continúo, trayendo ahora el tercero, que no por ser el último que mencioné, es menos importante.

C) la represión que ha pasado de sutil, enmascarada, hasta cierto punto profesional, más psicológica que física, a violencia pública, dirigida, autorizada, uniformada, contra parte de la población civil cubana como pocas veces antes ocurrió.

La revolución cubana no es ajena a la represión y la violencia. Al ser un proceso que se estableció por la fuerza en 1959, sí, es cierto, contó con un gran apoyo popular, sobre todo en sus primeros años llamados democráticos, populares, antimperialistas y agrarios, pero también es cierto que desde muy al principio algunos de los que habían triunfado como revolucionarios combatientes se disgustaron, se distanciaron, criticaron y como la revolución joven no tenía tiempo, ni madurez, ni paciencia, fueron reprimidos, apartados, encarcelados, fusilados.

La propia radicalización hacia el comunismo, todavía con apoyo popular, ganó más adversos. La idea del color rojo era ya por aquellos años, décadas del 60, la bruja de la escoba, teniendo en cuenta la experiencia de lo que había ocurrido en la URSS y en los países de Europa del Este apadrinados por los primeros. Resulta cómico creer en la ingenuidad de los que opinaban que el comunismo mataba a las personas y las convertía en carne enlatada, pero sí, muchos lo creyeron.

Entonces muchos, que, por decencia y honestidad, confiando en la posibilidad de opinar a la que estaban acostumbrados, declararon que eran sobre todo católicos, fueron reprimidos, las iglesias, los curas y las monjas fueron desterrados, muchos fueron a parar a las cárceles por sólo amar a un dios. Otros, quizás más jóvenes, quizás más ingenuos declararon sus ideas en canciones y poemas, se dejaron los pelos largos, hablaron de amor y de paz, fueron reprimidos, fueron enviados a cárceles creadas para la cuestión, aquellos campamentos conocidos como UMAP, donde dulcemente se les enseñaba sobre la ideología comunista y para purgar sus errores se les hacía trabajar forzadamente.

Cuentan que muchos jóvenes fueron parados en las calles y aguantados por las fuerzas, vieron sus pelos largos caer al suelo, cortados o arrancados precisamente no por barberos. Cuentan que muchas jóvenes fueron atrapadas en las calles y vieron los dobladillos de sus sayas cortas romperse a tirones puros y no fue precisamente por costureros.

La revolución fabricó sus propias leyes y entonces siempre fue fácil llegar, hacer registros, llevar a calabozos a culpables y a no culpables. Nada más fácil que ir detenido. Creo que no abundaron los desaparecidos, las torturas físicas que recogen la historia de ojos sacados y dedos cortados, pero siempre fue fácil agredir verbalmente, ofender, chantajear, presionar psicológicamente como parte de todo un proceso establecido oficialmente dentro de los calabozos de las unidades de la policía o los centros llamados de investigación.

Los campesinos que se opusieron fueron reprimidos, algunos apartados de sus tierras. Existen hoy pueblos en Cuba, creados en medio de la nada cuyo objetivo fue reconcentrar a familias enteras que fueron sacadas de sus tierras. Existen también historias de campesinos muertos, cuyos cuerpos nunca fueron entregados a sus familias, que hoy todavía, a pesar de que han pasado varias décadas, no saben donde poner un ramo de flores.

Los llamados “problemas ideológicos” que fueron y aún son cualquier cosa que convenga al poder, clasificó, estigmatizo a muchas personas. Muchas veces incluso cuando ellas tenían razón en lo que decían. Problemas ideológicos eran sencillamente decir que hacía calor, que el pan estaba duro, que el bache de la calle llevaba ahí 15 años, que no gustaban los apagones continuos todos los días por 10, 12 horas, etc. Problemas ideológicos eran sencillamente la mejor justificación para sancionar, expulsar, apartar. Muchos fueron sacados de sus trabajos, incluso profesionales, otros fueron sacados de los estudios, porque sencillamente “la calle era para los revolucionarios”, las universidades y escuelas eran para los revolucionarios” o porque, o eras revolucionario furioso o eras enemigo.

Mientras el tiempo caminó y el proceso revolucionario fue mostrando sus incapacidades, sus “huecos negros”, sus caprichos, aumentaron las represiones y llegaron aquellos nombrados “mítines de repudio”, donde una masa enardecida, dirigida y autorizada descargó su odio sobre aquellas personas señaladas con problemas, ya sean porque se querían ir del país o por sencillamente estar en contra de lo que vivían. Mítines de repudio que se llegaron a convertir en diversión y pase de cuentas personales detrás de la represión en defensa de la “revolución”.

Actos vandálicos donde se apedreaba a las personas sin que pudiera aparecer un Jesús bíblico que las defendiera. Se les cortaba todo suministro en sus casas, electricidad, agua, alimentos, visitas de familiares y amigos, se les hacía caminar con carteles enganchados en el cuello dentro de una multitud que no conforme con el rechazo social, quería sangre. Se golpeo hasta la saciedad. Se mató. Y todo esto fue bien visto por y desde el poder y por supuesto por aquellos que lo apoyaban incondicionalmente. Es cierto Fidel y Raúl no salieron a dar golpes, pero todos los cubanos sabemos que diariamente veían los videos y quizás comiendo “palomitas de maíz”, los disfrutaban orgullosos al sentirse apoyados, por cubanos que sin el más mínimo escrúpulo golpeaban, torturaban, a cubanos, mujeres, hombres, ancianos y niños, a sus vecinos, a sus compañeros de trabajo o sencillamente a alguien que no conocían pero era en ese momento el foco para divertirse un poco, decir un poco de malas palabras autorizadas, ofender, tirar algunas piedras, romper algunos cristales, embarrar las casas con frases prefabricadas y dar uno que otros golpes, a veces a mano limpia, a veces con palos, tubos, cabillas, etc.

Existen otros miles de ejemplos, las multas injustas incluso en el tráfico, la chivatería de vecinos y compañeros de trabajo o escuela, la vigilancia constante, dentro de la cual y forrada de revolución, también se escondió el revanchismo, la envidia, el odio, el oportunismo y, sin embargo, a mi parecer, nada de lo anterior se parece a lo que hoy estoy viendo.

La llamada revolución se ha deteriorado, logrando, sobre todo, el desequilibrio humano, ya Fidel, “el mago”, no está, su hermano Raúl poco pudo hacer como todos sabíamos, más allá que profundizar el desastre y ahora el gobierno está compuesto por ineptos desconocidos, que sólo pueden repetir que son continuidad de lo que viene ocurriendo, o sea, en buen cubano, del desastre, lo que ha provocado que la oposición pública crezca.

Las personas van perdiendo el miedo, aquello institucionalizado por nuestros padres y abuelos de “habla bajito”, “no te metas en nada”, ha comenzado a desaparecer y entonces frente al descontento, imposibilitado de resolver nada a corto plazo, el gobierno estrena la represión sin esconderla, sin disfrazarla.

2021 muestra una inversión en la balanza. Aquella revolución apoyada por millones no importaba el error craso que se estuviera cometiendo, hoy no existe. Los jóvenes, los negros, los campesinos, las mujeres, otrora objetivos de la revolución y logros a exhibir, hoy están en las calles gritando.

(Ya se acabó) sesenta años trancado el dominó, mira
(Se acabó) tu cinco nueve, yo, doble dos
(Ya se acabó) sesenta años trancando el dominó
Somos artistas, somos sensibilidad
La historia verdadera, no la mal contada
Somos la dignidad de un pueblo entero pisoteada
A punta de pistola y de palabras que aún son nada
No más mentiras
Mi pueblo pide libertad, no más doctrinas
Ya no gritemos patria o muerte sino patria y vida.

Y frente a estos gritos, el gobierno sale a la calle a reprimir con las llamadas fuerzas del orden, la policía uniformada, pero además con miles de hombres vestidos de civil que portan armas escondidas dentro de las ropas o maletines que hoy pululan en las calles cubanas.

Hoy, bajo no sé qué ley, se mantienen a personas incomunicadas dentro de sus casas, imposibilitadas a salir, impedidas a visitar, sin tener una sanción, sin tener un delito, sencillamente sólo por pensar y expresarse diferente. Jóvenes profesionales, mujeres y hombres, que tienen sencillamente imposibilitada la vida pública p or capricho del poder. Personas que tienen 24 x 24 horas, día y noche, a otras personas, aparentemente pueblo, todos sabemos que agentes de la hoy llamada policía política, apostados frente a sus casas para impedir que alguien salga o alguien entre a ellas.

Han comenzado a aparecer los llamados “desaparecidos”, o sea, personas que son montadas en carros de la policía o en carros aparentemente civiles sin destino conocido. Literalmente desaparecidos porque familias, esposas, hijos, madres, por muchos días no saben qué ha sido de su familiar, dónde está, qué le están haciendo, de qué se le acusa. Personas escondidas ya no en sitios públicos y oficiales, sino en casas especiales, disfrazadas, destinadas a la investigación, a interrogatorios, imagino que a presiones y chantajes para “alertarlos” de que dejen de hacer lo que hacen.

Han regresado inimaginablemente los “mítines de repudios”, ahora con menos personas, comprometidas y citadas oficialmente, que muchas veces ni conocen al repudiado, pero con la misma forma de procedimiento, pintura, carteles, piedras, golpes, etc. Mítines de repudio que dan asco, mítines de repudio que dan pena. Cubanos prestados para agredir incluso físicamente a otros cubanos, de esos que son señalados como con problemas ideológicos, traidores, mercenarios, enemigos, etc., algunos por sólo poner una canción cuya letra dice algo extremadamente coherente:

Que no siga corriendo la sangre
Por querer pensar diferente
¿Quién le dijo que Cuba es de ustedes?
Si mi Cuba es de toda mi gente
ya se venció tu tiempo, se rompió el silencio

Hoy 2021, ya aquello de que todos fuimos culpables no es cierto. Ya no se puede meter en el mismo saco a todos. Hoy los culpables se van quedando solos, van identificando sus nombres y van dejando ver sus caras. Hoy son muchos los cubanos que no quieren seguir siendo culpables, no quieren seguir apoyando el desastre, menos la represión de un pueblo.

Hoy los culpables son pocos, todavía con fuerza, ya no moral, sino militar, pero son pocos. El cubano comienza a, no ha despertar, sino a manifestar que está despierto. Muchos cubanos, fuera de Cuba, pero también dentro de ella, han comenzado a gritar, a oponerse, a pelear contra la policía política disfrazada y la policía de oficio.

La represión, como medida de contención, contra ese pueblo que contradictoramente el gobierno y el partido comunista sigue diciendo que defiende, ha aumentado, pero también ha aumentado la respuesta popular. Sigue siendo fácil catalogar de enemigos y mercenarios, pero también es cada día más fácil identificar que esos enemigos y mercenarios son nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestras madres y abuelas cansadas de pasar trabajo para vivir. El gobierno sigue pidiendo tiempo, los cubanos hemos descubierto que el tiempo se acabó, después de 60 años de derrocharlo.

La represión contiene por un tiempo, las fuerzas del poder pueden contener a algunos, pero eso está pasando, los cubanos están perdiendo el tiempo. Reprimen a un cubano y aparecen dos cubanos identificados con el reprimido. Los cubanos nos cuestionamos por qué y hasta cuándo.

👀. OJO. Ya no todos somos culpables, ahora los culpables se están filtrando y la historia cuenta que los culpables tendrán que pagar. Nadie es obligado a dar golpes. Nadie es obligado a arrastrar por las calles a mujeres, a adolescentes. No existe fuerza moral que obligue a un hombre a dar golpes, a torturar. Todos aquellos que lo están haciendo, lo hacen porque, entre otras cosas y beneficios que reciben, lo disfrutan.

Es fácil torturar a un indefenso, es fácil golpear o arrastrar a un esposado, es fácil guapearle a una mujer. Esos mismos que hoy las tienen fácil, aparentemente autorizados y amparados por el poder, son los que mañana lloraran frente a un tribunal, son los que pedirán clemencia, son los que trataran de decir que no sabían lo que hacían, que sólo cumplían órdenes. Como decía una de mis abuelas, “torres más grandes que esa, se ha caído”.

Represores, están a tiempo. Niéguense. Los tanques de acero que lanzan agua, gases y proyectiles, que un día incluso pueden ser lanzados a la calle, no lo dudemos, no se manejan solos. Luego cuando una galleta tenga su precio, guando un piñazo tenga su precio, cuando un arrastre a la fuerza, una ofensa, un chantaje tenga su precio y se les cobre, no lloren.

(Ya se acabó) ya se acabó la risa y el llanto ya está corriendo
(Se acabó) y no tenemos miedo, se acabó el engaño
(Ya se acabó) son sesenta y dos haciendo daño.

 

 

 

 

 

 

 



 

 

 

 

 

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