domingo, 14 de noviembre de 2021

Cubanos, tenemos que aprender rápido. (Primera Parte)

Como ya he escrito en varias ocasiones, nací y crecí en una orgullosa familia santiaguera, a la que le costó algún trabajo adaptarse a la vida de la capital. Aquellos santiagueros, no “palestinos”, que vinieron a La Habana, según ellos mismos, a “proteger” a Fidel, porque nadie lo podía querer como ellos.

En los primeros años de la revolución, crecer en una familia como aquella, era casi siempre, vivir en una familia revolucionaria de extrema, convencida, dedicada a trabajar para respaldar el gran sueño. Los santiagueros tienen, dentro de sus características, esa, el extremo, son o muy para la izquierda o muy para la derecha, son demasiado rojos o demasiados azules. Para muchos, lo digo por experiencia, no existe mucho el medio, el equilibrio. La pasión, el orgullo, el valor que daba haber nacido en Santiago, una de las ciudades que más aportó a la última lucha revolucionaria, sino la que más, marcó a muchísimas personas.

Cuentan que una vez el Partido Comunista, a través de la figura de Almeida, dio la orientación de poner una tarja conmemorativa en aquellas casas donde las familias habían tenido un muerto en acciones de combates en la Sierra o en la clandestinidad y el propio partido tuvo que cambiar la idea, porque en cada casa, en cada edificio, en cada plaza y parque, hubo que poner tarjas o placas con nombre de mártires. Contaba mi abuelo Papá Felo, que cuando él tenía que salir echando de Santiago, porque la policía de Batista lo estaba buscando para, ya saben, pasarle la cuenta, se escondía en La Habana, que por aquellos años siempre estaba de fiesta, incluso de carnavales. Si, es cierto, Santiago puso muchísimos hombres y muchísima sangre y eso, entonces, acabó de configurar las características de los santiagueros, que ya venían orgullosos. Los Maceos eran también de allí.

Al ser santiaguero, obviamente se terminaba queriendo a Fidel Castro, pero antes, primero y más importante, más fuerte, se tenía que amar a Frank País García.

Yo, como bue santiaguero, crecí admirando a Frank, conocí su historia contada por mis familiares, dentro de ellos, viví orgullosamente conociendo que mi tío abuelo José Antonio Grillo Longoria, abogado penalista de gran prestigio y revolucionario mucho antes de que apareciera Fidel y sus muchachitos jóvenes en el Moncada, lo había defendido varias veces frente a los tribunales y lo había sacado absuelto.

Leí y conocí tanto sobre Frank, su historia, sus características personales, sus acciones, los lugares donde vivió y actuó como revolucionario, el lugar de su muerte asesinado brutalmente por batistianos, el lugar donde descansa en paz, que, por aquellos años, yo, todavía adolescente, podría haberme convertido en uno de sus biógrafos. En cada visita a Santiago, era obligatorio, una y otra vez, recorrer todos aquellos lugares, tal como dicen hacen los peregrinos con la Meca. Mi padre, historiador, conocedor y dominador de la palabra, nos llevaba por todas aquellas calles llenas de historia y nos hacía ver, en medio de un Santiago moderno, la lucha clandestina, los jóvenes de su época, los tiros, la sangre y, sobre todo, a Frank. Debo reconocer que nunca Fidel me convenció, me siento orgulloso de nunca haber sido uno de sus fanáticos, a lo mejor porque su personalidad no encajaba con la mía, pero si quise a Frank.

Luego, mientras crecía, leía y pensaba, más ruido me creaba aquella figura y su vinculación, según dicen los historiadores postrevolucionarios, "amorosa" con el “gran líder”. Siempre tuve grandes dudas. ¿Cómo un joven como Frank, absolutamente religioso, maestro reconocido y amado por sus alumnos, fuerte de carácter pero sencillo, discreto, que conocía y enseñaba idiomas, que tocaba el piano, que escribía poemas, que siendo muy joven, murió con 22 años, se había convertido en la figura más grande de la lucha insurreccional y clandestina, no de Santiago de Cuba, como han querido encasillarlo, sino de toda Cuba, podía congeniar, entenderse y subordinarse conscientemente, ciento por ciento, con “la bestia”?

La historiografía, claro la que existe después del triunfo de la revolución, ha tenido que apologizar a la figura de Fidel, hasta tal punto, que podría parecer que no existió más nadie, para eso, han tenido que disminuir a exprofeso, la actividad e importancia de Frank País. Para halagar al “líder” que sobrevive y se adueña, han escondido la verdadera actuación del joven santiaguero y sobre todo sus conflictos éticos y estratégicos con Fidel y el Che, ambos por aquellos años de una actuación escondida, pero totalmente inclinada hacia el totalitarismo. 

¿Cómo Frank, religioso de sólida formación, su padre fue pastor hasta que murió, podría estar de acuerdo con las ideas del comunismo, que sí, ya estaban presentes solapadamente en los lideres de la Sierra Maestra?, ¿Fue Frank solamente el Jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de julio como lo han querido encasillar para disminuir su importancia? No, eso no es cierto, sólo que, si se reconoce su verdadero cargo y más, su verdadera actuación, la figura del “jefe” sufriría en su protagonismo. ¿Tuvo que ver Vilma Espín, santiaguera, que al parecer tuvo cierta relación amorosa con Frank y luego, finalmente, esposa de Raúl Castro en la Sierra Maestra, con la muerte de Frank País, con aquella llamada telefónica que no debía haber hecho e hizo a sabiendas que los teléfonos estaban tomados, lo que provocó un registro extraordinario exactamente y urgente en las casas donde Frank se escondía? Parece que sí.

Me acabo de leer un nuevo libro sobre Frank País, escrito y publicado fuera de Cuba, que tiene la originalidad de entrevistar a muchas personas que salieron del país después del triunfo, por lo tanto, no entrevistadas antes y que estuvieron relacionados directamente con el joven santiaguero, incluyendo a su hermano Agustín, el que siempre luchó junto a su hermano hasta el último momento, pero como narra Orwell en su magistral obra “1984” fue “vaporizado” o convertido en una “no-persona”, o sea, que nunca había existido, tal como ha pasado con otras muchas personas, por la sencilla razón de que salieron del país o no estuvieron de acuerdo con los caminos seleccionados y muchas de mis dudas, mis desacuerdos, etc., fueron aclarados.

Frank muere con 22 años, asesinado, mientras trababa de escapar de un cerco de policías y militares batistianos, debido a un registro que venían haciendo exactamente dirigido a la casa donde se escondía. Se equivocó quizás, pues podía haber salido antes junto a dos compañeros que despidió y lograron escapar o podía haber cogido hacia el lado opuesto. Mientras caminaba por la acera en la misma dirección al registro, un antiguo compañero de su vida estudiantil, que formaba parte del operativo, lo delató, lo apresaron, lo arrastraron hasta el Callejón del Muro y junto a Raúl Pujol fue masacrado.

Hasta ese momento, el más grande de los méritos de esa joven figura, fue que, a pesar de su gran actividad, a pesar de que era realmente la persona que movía todo el Oriente del país, a pesar de que su actividad se extendió a toda Cuba, a pesar de que no sólo dirigió lo de los sabotajes, sino que se convirtió en el Jefe de la Dirección Nacional de aquel movimiento, etc., era una persona desconocida, que actuó, casi todo el tiempo en la clandestinidad y en la más alta discreción. La policía y el ejercito batistiano, a penas lo conocían, no sabían dónde se escondía, cómo actuaba y cómo se movía de un lugar a otro, sobre todo, dentro de las calles de Santiago de Cuba. Gran mérito, Frank País, una de las figuras más grandes de la lucha armada que dio con el fin de la dictadura de Batista, vivía dentro de una hermética clandestinidad, diseñada personalmente por él mismo.


Claro, sé que muchos o todos se preguntaran: ¿Y, este se volvió loco?, ¿A qué viene esta muela ahora sobre Frank País? Es más, cabe la pregunta de: ¿A quién le importa hoy esa historia de Frank, la clandestinidad, Santiago de Cuba, etc.? Y créanme que los entiendo, sé que puede resultar difícil en un momento como este, donde una parte de Cuba se prepara para marchar contra el gobierno, donde miles de cubanos están presos ya sancionados o detenidos para sancionar, donde el gobierno ha preparado y anunciado estar dispuesto a reprimir, incluso con armas largas, a aquellos que se arriesguen a protestar, puede parecer, por lo menos loco, una muela que se remonta a más de 60 años. Sin embargo, no es tan así y es por eso por lo que escribo, como mí única vía de apoyo a los que sufren directamente miserias y represiones dentro de mí país.

En la segunda parte, te cuento.

Continuará

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