Creo que no es necesario, pero me gustaría decir nuevamente, para aquellos, algunos de mis lectores sensibles, que la idea de expresarme a partir de “nosotros” los cubanos, incluyéndome en escenarios y acciones en las que evidentemente no me encuentro, apela o sale de un indiscutible lugar de origen, nací y viví muchísimos años en Cuba y, más que todo, a un sentimiento con el cual he vivido toda mi vida.
A veces pensando en Cuba hoy, cierro los ojos y me vienen imágenes de películas muy vistas. El cine cuando es bueno, ayuda.
Veo imágenes de guerra, sobre todo aquellas guerras antiguas donde se combatía frente a frente. Hoy es más fácil, un cohete se dispara desde una oficina, demora segundos en recorrer miles de kilómetros, se mete por una ventana y explota, destruyendo un pueblo entero, a veces ganando esa batalla. Antes era más complicado.
Bueno, en esas imágenes que me vienen, veo dos bandos parados uno frente a otro o a un grupo apostado frente a los muros de una ciudad medioeval, en espera de la orden de combatir y sobre todo veo a un tipo fuerte y bravo guerrero con una bandera, pedazo de tela, a veces de colores, a veces con letras y números, que identifica, da legitimidad y pertenencia.
Cuando se forma, el abanderado sale corriendo, pues su
misión, en realidad no era combatir, sino alentar y motivar a la tropa. A la
mitad del camino, recibe el primer impacto, según la época, un tiro o una
flecha y el tipo, ahora en cámara lenta, se tambalea, mira a su gente, se
incorpora, mira a la bandera y sigue hacia adelante.
Unos metros más y recibe el segundo y el tercer impacto, a veces a los directores se les va la mano y el tipo recibe más impactos o heridas que las que realmente un humano puede aguantar, les recuerdo que las 27 heridas que se dice tenía Maceo, primero, no fueron adquiridas todas el mismo día, luego, hasta donde averigüé en algún momento, parece que la historiografía, a veces mal encaminada, a veces inocente, le ha sumado al Titán, las heridas de otro Antonio Maceo, que fue su medio hermano. Historiadores con calculadoras en mano.
Volvamos a las películas. El amigo tambaleándose, lleno de sangre, mirando a la bandera y al cielo, ahora en cámara más lenta, se desploma y cae de rodillas. Las escenas con caballos son más dramáticas, porque al caballo que le hemos cogido cariño durante las escenas anteriores, también lo hieren y obvio, la escena del animal cayendo frente a la cámara, en movimientos muy lentos y detallados, ocupa más espacio en la pantalla. El combatiente, ya de rodillas y casi sin vida, en un último esfuerzo, encaja la asta de la bandera en la tierra y finalmente cae boca arriba, la música acelera los corazones de los espectadores. En ese mismo momento, otro amigo, casi siempre más joven, no sé por qué, repara en el hecho, se acerca, mira dos segundos a su compañero de combate muerto con mirada de despedida, si fuera un vikingo hay que hacer un tiempo para ponerle una espada en la mano al fallecido para que vaya bien en el viaje, recoge la bandera, mira de nuevo a la tropa y reemprende la marcha hacia el enemigo.
¿Estamos los cubanos en ese momento? Como nada es absoluto, pienso que no y que si, al mismo tiempo.
Lo primero que quiero dejar claro es que creo que para participar en una guerra o tan siquiera en una marcha de las llamadas pacíficas, hay que estar muy convencido o loco. Mejor si es asistido por ambas cosas a la misma vez. No debe resultar nada fácil ir al frente de batalla, sabiendo que existe un por ciento muy alto de, por lo menos, resultar herido. No debe resultar fácil marchar, aunque anunciada la marcha como pacífica, sabiendo que al final de la calle o en un parque se encuentran apostadas las fuerzas contrarias, superior numéricamente, superior en armamento y preparación, a veces rabiosas, cuya misión, anunciada no, pregonada, es reprimir a los marchantes.
Entonces el convencimiento de estar luchando por una causa justa, merecida, arrebatada, tal como la libertad, los más importantes derechos humanos, la independencia, etc., hacen posible lo imposible o sólo una locura, una demencia o una enorme necesidad de protagónico histórico, avalan el enorme sacrificio que se pretende hacer.
Cuba recoge en su historia muchas de estas actuaciones
protagónicas, avaladas únicamente por el convencimiento, la locura y por qué no
ambas cosas. El mejor de los ejemplos lo tuvimos en Fidel Castro, quien se
propuso ser famoso y en vez de Hollywood, lugar a donde quizás pudiera haber
llegado por su histrionismo y dinero familiar, escogió luchar para derrocar a
la dictadura de Batista, sin que nada, ni nadie lo pudiera detener y luego, se
propuso dirigir a su antojo a un país entero y lo logró sin que nada, ni nadie
lo pudiera detener, para no hablar de la historia de nuestro Apóstol, quien fue
capaz de armar una revolución enfrentando no sólo a enemigos, sino a muchos
independentistas con grados militares ganados en las guerras cubanas, para,
nada más y nada menos, que independizar a Cuba de España, sin haber montado un
caballo en su vida y no haber manejado más armas blancas que un cuchillo de
mesa para sólo cortar un bistec o untar la mantequilla en el pan. Convencimiento
y locura juntos, se convierten en una bomba.
Por ejemplo, recuerdo imágenes de la última guerra de Viet Nam y veo a jóvenes vietnamitas, menuditas como siempre suelen ser, con sus sombreros de mimbre, metidas de cabeza en la tierra anegada sembrando arroz con un fusil automático en la espalda, que, al escuchar acercarse los cazas o helicópteros norteamericanos, paraban sus faenas agrícolas, disparaban dos o tres ráfagas y luego continuaban sembrando arroz animadamente, tal como si no estuviera pasando nada. Recuerdo las imágenes del pueblo irlandés del norte, 1972, donde simples manifestantes, que se trataban de expresar pacíficamente, tuvieron que aguantar las bombas de gas, las balas plásticas, los chorros de agua y luego la brutal represión del ejército inglés con tanquetas militares y un batallón de paracaidistas incluidos. Y así, podríamos recorrer miles de historias, cada pueblo tiene las suyas.
Observemos cualquier acto de repudio de estos últimos que se han efectuado. Ellos están protagonizados por 20, 30, a lo sumo 40 personas, que no conocen al repudiado, sino que son movilizados de lugares cercanos, de centros de trabajo o estudio para ejercer tal, sobre todo, inhumana acción. Suponemos o sabemos que detrás de estas personas existen otros 20 o 30 escondidos, camuflajeados, vestidos de civil esperando por si la cosa se pone mala. También todos sabemos que detrás de esos actos de repudio, existe todo un operativo y puesto de mando, que, a la vuelta de una llamada telefónica, estará dispuesto a aumentar las fuerzas.
¿Dónde están los vecinos que quieren al repudiado?, ¿Dónde están el resto de sus familiares?, ¿Dónde están los amigos?, ¿Dónde están las personas decentes que no tienen por qué sufrir el acto de repudio, malas palabras, gritos, música, etc., que no salen a prohibir el espectáculo? Esos repudiados reciben, al decir de ellos mismos, cientos de llamadas y mensajes de solidaridad, diciéndoles, estamos contigo, eres muy valiente, te apoyamos, etc., pero mientras se está ejecutando el crimen, nadie aparece.
Veamos otro momento. Tres policías flacos, falta de ejercicios y poco hábiles con sus cuerpos, están dándole golpes, agarrando por el cuello, metiendo en un carro de policía, lo mismo a un joven, que, a una joven mujer, a veces no a tan jóvenes y hay 15 personas o más, muchas de ellas hombres fuertes, que están grabando con el celular, a veces se escucha una voz en OFF que dice: abusadores, pero 15 personas o más, no se les tiran a los tres policías arriba y le quitan de las manos al joven reprimido. Las personas observan, pacientemente, ven marcharse el carro con el detenido adentro y después comentan a través de sus celulares. El detenido, el valiente, estuvo todo el tiempo solo, en ambos casos, aquel soldado que corre, recoge la bandera y sigue hacia adelante, no aparece con facilidad.
Y hasta cierto punto es entendible o al menos por tradición conocido, porque los cubanos hace muchos años vivimos inactivos sobre estos andares. No queremos poner el muerto, unos por miedo, otros por compromisos, otros porque todavía siguen confiando en las “anécdotas” del gobierno y es más fácil mantenerse en la zona de confort, aunque el confort no exista, otros, como muchos otros pueblos, porque están esperando a que alguien se inmole por ellos para luego, como en muchas otras ocasiones, recoger fácilmente los resultados. Hay descontento y miles de necesidades acumuladas sin solución, mucho no quieren al gobierno, están cansados de todo y todos, pero están esperando pacientemente a Papa Noel para que les entregue personalmente el cambio ya realizado. De una forma u otra, en el momento del repudio, de la manifestación individual, el repudiado o reprimido, frente a 30 personas, furiosas es verdad, pero 30 personas, sigue estando solo.
Y es entendible repito para no caer en falsos triunfalismo y no cometer el error de minimizar al enemigo, o sea, al gobierno y a todos sus lacayos. Es cierto, el gobierno cubano es corrupto, el apoyo que solía tener ya no lo tiene, está desmoralizado frente, no sólo a muchos cubanos, sino a muchos extranjeros amigos incluso en el pasado, pero, aun tiene el poder y la fuerza y sigue moviendo los hilos ocultos de forma experta para la politiquería y para salirse airoso de un momento como este.
Que no quede dudas que estamos luchando contra un
monstruo armado, corruptor, revanchista, bajo y sucio, mentiroso como pocos, de
más de medio siglo en práctica represiva. No se puede desconocer que estamos
luchando contra un monstruo que no dudará en utilizar ningún método, incluso el
de sacar a los niños inocentes que forman parte del espectáculo represor para
de momento detener o aplacar cualquier manifestación en su contra.
Estamos frente a un gobierno que no se limita, que prohíbe salir a caminar a una monja en nombre del Partido Comunista, que prohíbe salir a personas de sus casas, viejos, niños y que no duda en reprimir brutalmente a padres frente a sus hijos menores de edad, que como resultado resultan reprimidos también. Niños y adolescentes encerrados en sus casas, siendo víctimas de gritos, ofensas, golpes, padres y madres arrastradas por el suelo, incluso asaltos violentos de casas y tiros a las personas delante de sus menores. Personas llevadas por la fuerza, arrancadas de sus familias, ancianos enfermos incluso, por la fuerza.
SI.
Creo que si hemos comenzado el camino del abanderado. No todo lo rápido que se
quisiera o necesitara, no como en una imagen de una película que transita en
minutos, pero si se está caminando.
Por primera vez en nuestra historia, parte de nuestro pueblo se lanzó a las calles y vio correr a la policía. Un pueblo desarmado, sólo con celulares, consignas y piedras, hizo escapar a la fuerza represiva organizada y armada. El pueblo de Cuba ya sabe, por experiencia, que cuando son miles, la policía sale huyendo. Entonces estamos ensayando, tenemos que ser miles y miles, el lunes, el martes, el miércoles, etc.
Creo que se está perdiendo el miedo. Las personas que marcharon y se han continuado manifestando, dicen que se sintieron libres y esa sensación trabaja a largo plazo como una droga. Luis Manuela Alcántara, uno de los lideres del Movimiento San Isidro dijo: “La libertad es un vicio y no podemos renunciar a ella” y eso es verdad.
Estamos comenzando un camino que no tiene marcha atrás, podrá demorar una semana, un mes, un año más, pero el gobierno, mejor que nadie, sabe, aunque lo niegue, que poco le queda.
Hemos vivido momentos donde una sola persona, parada frente a su casa o por una ventana, ha sacado de quicio a los represores. Una persona con una flor y un pullover blanco ha desatado la violencia. Cuando el gobierno reprime una canción, un poema, un color, se sabe perdido.
Como nunca comienzan a aparecer voces de intelectuales cubanos, músicos, artistas, que hasta ahora habían estado en silencio. Ahora no podrán decir que son escorias, delincuentes, mercenarios. ¿Los grandes maestros Leo Brower y Chucho Valdés escorias analfabetas? Han comenzado a aparecer los religiosos. Tras el desastre ocurrido en el Vaticano, donde la policía no dejó manifestarse pacíficamente a los cubanos allí reunidos, los católicos cubanos se han manifestado, la máxima autoridad de esa iglesia en Cuba no sólo ha emitido comunicados, rezos, peticiones, sino que padres católicos salieron a desfilar o caminar por las calles cubanas en cada una de sus congregaciones. Caminaron con una flor blanca en las manos. Esto, a pesar de que la iglesia católica, fue desde 1959 una de las instituciones más agredidas y a pesar de que durante muchos años se ha mantenido callada de forma oficial, hoy los curas y las monjas, finalmente, se han puesto donde deben estar, según sus postulados teóricos, al lado del pueblo y comienzan a reconocer públicamente y eso es lo más importante, que se violan los derechos humanos en Cuba. Bravo por Sor Nadieska Almeida, cubana, que no se dejó intimidar por la orden del partido comunista de que no podía salir y salió, entre otras cosas porque Sor nada más tiene un “jefe” y no es comunista.
Como nunca también, el mundo está participado. En más de 120 ciudades alrededor del planeta, se realizaron marchas de apoyo a Cuba, protagonizadas por cubanos libres, pero también muchas organizaciones internacionales, personalidades, etc., se han manifestado a favor de los cubanos. Antiguos amigos del gobierno cubano, o al menos, activos consentidores, hoy están reculando, cuestionándose lo que está pasando, hablando de represión brutal, violación de los derechos humanos, etc.
La oposición ya no es sólo dentro de los Estados Unidos, mayor foco histórico contra el gobierno cubano, hoy en todos los continentes ha habido y siguen existiendo manifestaciones a favor del pueblo cubano y no se su gobierno.
Es real, aún no es mayoría, aún hay muchos que callan, se esconden o se hacen “los suecos”, pero creo que poco a poco el mundo despierta, poco a poco se va dejando de hablar del “maravilloso paraíso” cubano. Al gobierno cubano le han ido, y eso continuará, quitándole la careta. Cada vez son más voces que lo cuentan.
Estamos ganando. Es cierto, no los hemos expulsado definitivamente o no se han escapado de madrugada, pero estamos ganando y entonces lejos de depresión, mal humor, frustración, tenemos que estar contentos tanto dentro como fuera de Cuba.
Cualquier batalla como esta, contra un enemigo herido, pero aún poderoso, demora meses, años, tiene sus retrocesos, tiene sus fracasos, pero poco a poco se irá ganando espacio y vista. Cada cubano que hable, escriba, camine, se vista del color reprimido, haga una declaración, no importa si en un deporte, en un espectáculo musical, una obra de teatro, cada persona que cuelgue una sábana blanca, que tire la basura, que toque una cazuela, que aplauda, que cante una canción, está construyendo la VICTORIA. Cada detenido, cada prisionero, cada arrastrado o golpeado, a cada persona que le han gritado, que lo han ofendido, hoy es más fuerte, es, a pesar de la carga, más libre.
Si, hasta hoy, 18 de noviembre de 2021, hemos ganado.
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