Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero… tal como escribió, en su genial poema Retrato, Antonio Machado.
Recuerdo que, durante décadas, yo adolescente y luego joven, todas las decisiones en Cuba se tomaban por unanimidad de los presentes. No existía otra opción, la unanimidad era el reflejo del poder revolucionario. Creo que esto no debe haber cambiado mucho hoy. Formalmente, por el daño que tenemos, los procesos gubernamentales se mantienen muy parecidos.
Esto fue siempre mentira, siempre hubo pensamientos en contra, pero esos pensamientos se autolimitaban públicamente en post de evitar las sabidas consecuencias desde el poder. Oponerse o tan siquiera mostrar cierta oposición llevó a muchos a perder su trabajo o estudios, a ser removidos de sus responsabilidades y caer en lo que los cubanos muy rápido llamamos “plan pijama”, no pocos fueron a parar a cárceles, etc.
Tal era la unanimidad pública que, por mucho tiempo, se olvidó incluso preguntar por la opción de los que estaban en contra. No fueron pocas las reuniones donde alguien, siempre desde la presidencia de tal o más cual actividad y siempre con una sonrisita sarcástica y burlona, recordaba que había que preguntar por los que estaban en contra. La palabra y la opción abstención no existió. Cada idea, mitad de idea, pedazo de idea, fue aprobada por unanimidad. Así por tradición durante décadas se aprobaron acciones, construcciones, guerras, quitado y puesto a dirigentes o simples trabajadores e incluso fusilamientos.
Los que vivimos en Cuba sabemos que luego de la
votación, aparecían en secreto, muchas veces únicamente entre amigos y allegados,
las verdaderas votaciones que no significaba ya nada, pero que demostraba el
verdadero sentimiento humano. Es casi imposible que miles o millones de
personas piensen y coincidan exactamente en lo mismo durante todo el tiempo.
Hay un viejo chiste popular en Cuba, donde un tipo se encontraba metiendo una tremenda arenga contra el gobierno en la esquina de L y 23, en la acera de Coppelia, por muchos años el lugar más concurrido de la capital habanera. El tipo estaba solo y permaneció solo todo el tiempo hasta que fue recogido por la policía. Durante todo el tiempo nadie de los que por allí pasaban se sumó públicamente a apoyarlo. Cuando llegó a la estación de policía, tenía uno de los hombros caídos e hinchado, cosa que lo mostraban muy jorobado. Los policías recordaban que le habían dado golpes, pero no por los hombros, por lo que la pregunta no se hizo esperar: ¿Qué le pasaba en el hombro ciudadano? A lo que el tipo, que repito fue recogido solo sin apoyo, respondió: Todo el que pasó por mí lado, me tocó el hombro y susurrándome al oído me dijo: _ Estoy contigo.
Las votaciones en Cuba eran puro formalismo, después que el gobierno marcaba el camino, en eso Fidel fue genio, no quedaba más remedio que levantar la mano para aprobar. Todos sabemos que muchos votaban para terminar con aquella reunión e irse temprano, por ejemplo, unos a dormir, otros a ver la novela, otros a coger el transporte para regresar a casa, etc. Otros votaban a favor, sin saber a ciencias ciertas de qué se trataba, pero como autómatas cuando escuchaban: _” los que están a favor, levanten la mano”, mostraban en vertical sus brazos. Al gobierno, conocedor y manejador del tema, le dio siempre lo mismo la verdad, lo importante era recoger y, sobre todo, luego exhibir la unanimidad.
Por muchos años fue casi un suicidio político levantar la mano para votar en contra. Durante décadas las críticas fueron muy suaves, dulces y siempre eran acompañadas de una larga introducción que casi pedía perdón, y aclaraba que se hacían de forma “constructiva”, dentro del marco de la revolución comunista, jamás para revertir el desastre y menos para cuestionar a figuras o personalidades, aunque estas hubieran metido la pata hasta “Hong Kong”. Un día amanecíamos con un nuevo ministro, votado por unanimidad al que teníamos que amar y luego a los pocos meses nos levantábamos con que lo habían quitado por unanimidad, bajo la siempre justificación de que el compañero iría a ocupar otras funciones y sin saber exactamente lo que había pasado, lo teníamos que odiar.
Abstenerse, repito, opción poco vista, era una acción más complicada, porque ella, comparada con la siempre dulce crítica constructiva, denotaba que la persona que se abstenía no estaba clara en su pensamiento o escondía algo. Esa persona se convertía de facto en peligrosa.
Para qué hablar del plano internacional. Fidel Castro, que siempre tuvo a su cargo dirigir la política exterior de Cuba, a pesar del voluminoso aparataje diplomático que teníamos, fue famoso por su “a favor”. Nada más conocer que existían cuatro locos en algún lugar del mundo gritando en contra del imperialismo yanqui, para que al día siguiente los aprobara y les brindara apoyo. Esa, creo, debe haber sido una de las exigencias de los padres soviéticos, o sea, nosotros te mantenemos, pero tu grita y apoya a todo el que nos sirva para la guerrita contra el enemigo.
Así los cubanos, por la unanimidad de Fidel, nos vimos metidos en decenas de problemas internacionales en países que ni conocíamos. Así apoyamos guerrillas, guerras, movimientos obreros y estudiantiles, elecciones, etc. Durante décadas ese apoyo unánime, llevó a traer a Cuba a cualquiera que se mostrara a favor de acabar con el capitalismo mundial y en nuestro país se les formó ideológica y militarmente para devolverlos a sus respectivos países con la misión de crear problemas. Se podría escribir una enorme enciclopedia de estos acontecimientos envestidos de “solidaridad o hermandad”, que comenzaron a partir del mismísimo 1 de enero de 1959 y que hasta hoy continúan.
Y de pronto alguien nos quería obligar a que amaramos a Sadam Husein, al que hasta el día anterior no conocíamos y querían que no nos fijáramos en que había casi exterminado a los kurdos dentro de Irak. Nada de eso importaba, por “unanimidad” había que querer al asesino iraquí. En otro momento nos obligaron a justificar las guerras en África, por “unanimidad” se había determinado que Cuba tenía que cogerse aquello para ella sola, cuando muchos cubanos que allí fueron a pelear y morir, ni sabían dónde quedaba África como continente. Lo de los chinos no ha tenido nombre, por unanimidad los odiamos, luego los quisimos, luego los odiamos y luego los quisimos de nuevo. A veces eran chinos de mierda, tras eran nuestros salvadores y en medio de aquello, nosotros, los cubanos, por unanimidad vivíamos.
Por unanimidad llamamos “gusanos” o “bandidos” a los que estaban o están en contra del gobierno, tumbamos avionetas, hundimos un remolcador lleno de civiles, incluso de niños, fusilamos héroes de la república, votamos por constituciones que luego se utilizan contra nosotros mismos, declaramos la guerra armada y la represión contra un pueblo desarmado, sancionamos a largos años de privación de libertad, etc.
Por unanimidad se tumbaron los árboles frutales de casi toda Cuba y se comenzó a experimentar con el café, la azúcar, las carnes de todos los animales. Por unanimidad entregamos nuestras mejores playas y cayos a los extranjeros. Por unanimidad se invirtieron millones de dólares en fábricas que nunca produjeron nada, que muchas veces ni se terminaron de montar y por unanimidad se trató de construir en Cuba una planta nuclear, que hoy es la mejor muestra del hormigón armado fundido para nada. Por unanimidad tenemos escuela internacional de cine, escuela internacional de medicina para formar médicos y enfermeras extranjeros, escuela internacional para ideólogos comunistas, escuelas militares y campos de entrenamientos para extranjeros. La unanimidad y el silencio nos ha hecho a casi todos culpables.
Desde aquí arriba Mashenka te mira
Sin embargo, hoy, rompiendo la gran tradición de “a favor de los pobres, humildes y necesitados de todo el mundo”, desvergonzadamente, el gobierno cubano el pasado febrero se ABSTUVO por segunda vez ante la Organización de Naciones Unidas, ONU, a la hora de condenar a Rusia por la cruel, injustificada y brutal invasión a Ucrania, contradiciendo o negando a la gran mayoría de los países integrantes de Naciones Unidas y sumando su abstención a países como China, Venezuela e Irán. Si fuéramos bobos podríamos pensar que el gobierno cubano está tratando de ganar protagonismo, haciendo lo contrario a lo que la media hace, pero siempre hay algo más. “Cuando el río suena, es porque piedras trae”.
Cuba, según su gobierno, el país más justo, humano y solidario del planeta, no condena lo que el mundo entero está condenando, lo que demuestra que de justo, humano y solidario, tiene muy poco y pone como justificación, la increíble teoría de que el gobierno ruso tiene el derecho a defenderse de la amenaza que representa Estados Unidos y la Organización del Atlántico Norte, OTAN, en las fronteras de Rusia y que existen un grupo de ucranianos que quieren volver a estar bajo el poder de Rusia y entonces en vez de proponerle a Putin que se los lleve a todos, le reconocen que les caiga a bombas.
Cuba, el gobierno, repito, enemigo enfermizo de cualquier manifestación imperialista en el mundo, capaz de defender causas que ni los mismos protagonistas entienden bien, defiende ahora al nuevo imperio ruso en una acción más que imperial.
Cuba, el gobierno, que ha sido y es capaz de enviar médicos a cualquier parte para “salvar” vidas casi insalvables, hoy se hace el ciego frente a los muertos y heridos ucranianos y la destrucción de Ucrania por no claudicar frente a Putin en su nueva locura, por cierto, que también podría llamarse imperialista.
Cuba, el gobierno, por un lado, asegura que defiende la autodeterminación de los pueblos y se sigue autonombrando defensor de los pobres, humildes y pequeños del planeta y por otro, esconde su voto frente a la injerencia de Rusia, una de las grandes potencias mundiales de todos los tiempos, en un país que tiene sólo 603 700 km2, o sea, que es casi 29 veces más pequeño y con una población aproximada de 39 510 726 habitantes, o sea, tres veces y un poquito menos que su agresor.
Cuba, su gobierno, cambia la justicia, la equidad e incluso la lógica y en sentido común, por el compromiso que todos sabemos tiene con los rusos de hoy. Es por todos conocidos, porque se hizo público que el mismísimo Putin condonó, o sea, perdonó, si mal no recuerdo, el 95% de la deuda que los caribeños teníamos con los “hermanos” antes, “amigos” hoy, los rusos. Acción no poco inteligente del presidente-dueño ruso, pues sabía de antemano que Cuba jamás podría pagar el dinero que le debe a los antiguos fundadores del campo socialista. Ni vendiendo la isla a precio de mercado hoy, el monto de la deuda conocido, porque todos sabemos que mucho del dinero que se movió hacia la isla se apuntó en el hielo, alcanzaría para pagar los años de manutención soviética primero, rusa después. Cuba enemiga del nuevo modelo de colonialismo mundial y las llamadas seudo repúblicas, fue durante décadas por “unanimidad” una especie de neo colonia del Soviet Supremo.
Inteligentemente Putin perdona el dinero que no necesita y sabe no puede cobrar y con esa acción da el tiro de gracia al gobierno de Díaz Canel, pues rodea con sus brazos el cuello de la isla y pone a su llamado gobierno, en realidad desgobierno, a su merced. En buen cubano, diríamos que Putin tiene al gobierno cubano cogido por los c…. Putin compra a los aliados y promete como buen amo imperial, protección.
Es fácil de ver que la abstención cubana, más allá de interpretación puntual de los hechos, corresponde a compromisos no escritos, a esos que muchas veces, como la mafia, son los que verdaderamente funcionan. Con su abstención, da un espaldarazo a Ucrania a cambio de dinero y posiblemente de la promesa de protección del gobierno ruso al hoy débil y moribundo gobierno cubano. Quizás Rusia pueda ser incluso un buen lugar para escapar con mucho dinero. Putin ama, a la forma de amar de los prepotentes políticos, a los subordinados que le son fieles y, por supuesto, a los millonarios, sin averiguar mucho o sabiendo mucho de dónde vinieron esos millones.
Subordinados fieles, millonarios sin origen probado, posible solución para los políticos y altos militares cubanos, que se saben caminando hoy sobre una cuerda cada día más floja.
El gobierno cubano, con su abstención mantenida, se parece a aquella mujer vieja en una película de época, que con la cara repintada y siempre un gran lunar negro postizo en la mejilla, hace guiños por encima de un abanico al joven seductor protagonista.