domingo, 13 de marzo de 2022

442.- Soberanía Alimentaria en Cuba. Reflexiones en el día de mi cumpleaños.

Interrumpo mi “importantísimo” análisis del importante discurso “El Estado de la Nación” dado recientemente por el presidente Biden, para dedicarle unos minutos a otro evento relevante, ahora relacionado con Cuba. Como casualmente hoy cumplo 59 años, edad a la que reconozco, no sé cómo he llegado tan rápido, me propongo ser suave.

Hace apenas escasas horas, apareció Frei Betto, si, el mismo que se hiciera famoso en Cuba por aquel libro de “Fidel y la Religión”, porque como todos sabemos el Comandante en Jefe, que se enamoraba de los hombres, siempre en el buen sentido del amor, un día la dijo a su amigo brasileño, tengo ganas de hablar sobre mí mismo, por qué no hacemos un libro y entonces, sin dejarlo pensar mucho, como Donkey, el burro hablador del animado infantil Shrek le dijo: pregúntame, pregúntame, pues ahora aparece, nada más y nada menos, nombrado textualmente como Asesor del Programa de Soberanía y Educación Nutricional de Cuba, o sea, todo este rimbombante nombre para darle un cargo de asesor alimentario para un gobierno que no tiene comida que ofrecer a su pueblo.

¿Frei, brasileño, asesor para la alimentación de los cubanos? Pues sí, creo que, al gobierno cubano, que ya le da lo mismo cualquier cosa, para aliviar un poco su mala imagen y el fuego que tiene arriba, pues utiliza, imagino que, a cambio de una casa en Miramar, un auto con gasolina, chofer, quizás algunas chicas o chicos que lo atienden y verdaderos beneficios alimentarios, a la figura de cualquiera que sirva para entretener. Lean el nombre del cargo, Soberanía Nutricional.

Entonces yo, para que no me lo cuenten, cosa que jamás hice en Cuba, me he sentado a ver la Mesa Redonda, espacio “informativo” de la TV cubana, interesado en aliviar un poco lo del discurso de Biden y ahora los sucesos de Ucrania y he terminado más jodido.

Le ronca los COJONES, que ahora el brasileño, oriundo de un país donde dicen la carne de res da al pecho, les diga a los cubanos que tenemos malos hábitos alimenticios y que, para irlos resolviendo, por ejemplo, hoy, podríamos comer cascara fritas de papa. ¿No sería mejor comer papas fritas?

Si, le ronca los COJONES, que un pueblo que hoy no tiene papa, ni aceite, probablemente ni gas o electricidad y menos sartenes, ese “amigo” de Fidel, por cierto, todos los amigos de Fidel fueron extranjeros, que Cuba, por tanto, hereda como amigo y al que supuestamente por esto los cubanos tenemos que venerar también, nos diga qué debemos o qué tenemos que comer y sobre todo nos recomiende freirrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Quisiera decir para los que no me conocen íntimamente que soy un tipo de los llamados de buen comer, hasta hoy puedo comer cualquier cosa. Todo me cuadra, todo me viene bien y en muy pocas veces en mi vida he rechazado algo por encontrarlo malo. Sólo existe un platillo tradicional cubano, el rico arroz con leche, que no pruebo por razones muy específicas que ahora no vienen al caso, pero que incluso, lo que está probado, si me lo pasan escondido por una batidora y me lo muestran como natilla, cosa que mi mujer ha hecho en secreto, puedo comerme una tonelada. Creo que hubiera estado dentro de aquellos sobrevivientes del accidente de aviación en la cordillera de los Andes en 1972, que tuvieron que llegar a comer, lo que sí es muy difícil de comer, no sólo por la carne humana y su significado, sino por la carne humana de amigos y familiares, que puede parecer lo mismo, pero no es igual.

He tenido la suerte de vivir fuera de Cuba desde el 2007 y entonces me he propuesto conocer lo que comen y cómo lo comen otras culturas, al menos en su versión internacionalizada. Entonces con gusto, prefiero visitar un restaurante vietnamita, coreano, indio, tailandés, colombiano, brasileño y probar sus propuestas. He comido grillos fritos en México y nopal, me gusta el kimchi coreano y la col encurtida europea, la sopa fo vietnamita, el sushi y ramen japones. He probado una buena parte de las especias india, he comido encantado con las manos en un lugar asiático y por supuesto he seguido experimentando con la carne de res norteamericana, las fabadas, las paellas, los chorizos, el bacalao, todos platos de la “madre patria”, me he acercado agradablemente a los productos del mar más allá de los acuarios, de todos los mares, de los mares de verdad y por supuesto a la comida y los postres cubanos, tamales y pastelitos de guayaba incluidos, ahora hecha, como decimos, “con todos los hierros”.

Entonces soy un gran comedor, no por mi conocimiento del tema, sino por mi capacidad y disposición a comer siempre. Me sigue gustando y como con frecuencia el pan viejo, mientras más viejo mejor y me sigue apasionado comer un mango, un melón o una piña y paralelamente sentir que el jugo de las dulces frutas me corre hacia abajo por la cara y el cuello. Lo de comer mango, piña o melón con cubiertos me parece todo un desconocimiento de la real realidad. En resumen, soy una garantía para cualquiera que cocine. Todo lo que me pongan en un plato, rico o no rico, salado o bajo de sal, frío o caliente, incluso medio crudo, será devorado. Muchos en mi familia me dicen que no tengo paladar y cuando algo va a sobrar y hay que echarlo, dicen, déjenselo a Roly.

Mi mujer, la que ya en muchas ocasiones he calificado como buena cocinera, por si lee mis escritos, ahora, con más calma y menos responsabilidad, nuestros hijos son grandes y yo me porto bien, se ha dedicado a investigar y sobre todo experimentar sobre comidas, sabiendo que yo, su primer y principal consumidor, aguantaré como un mulo. Ella, coincide con Frei Betto, cuando dice que los cubanos tenemos muy malos o al menos limitados hábitos alimentarios y que desaprovechamos muchas oportunidades que nos da, de forma desinteresada, la naturaleza y eso me hace pensar en nuestra historia.

Para no meterme en la cultura milenaria de los asiáticos, China, Japón, Viet Nam, etc.,  sobre el arroz, los indios con sus especias y yogurt ácido, los europeos con el trigo y sus encurtidos, etc., pienso en nuestra América, ya que el nuevo asesor es brasileño y descubro que en comparación con Brasil y su cultura sobre la yuca y la carne, República Dominicana y su cultura sobre el plátano, Perú y su cultura sobre la yuca y la papa y los alimentos provenientes del mar, México y su super cultura sobre el maíz y los norteamericanos y su conocimiento y amor por la carne, nosotros los cubanos estamos embarca´o. Pero es que todo tiene una explicación.

Nuestros aborígenes no tuvieron un desarrollo tal que les permitió soportar, enfrentar y sobrevivir a la cultura conquistadora española. De los hábitos diarios aborígenes no nos queda nada. Luego aparecieron los esclavos africanos, que no dudo que trajeran sus platillos de las diferentes regiones de donde provenían, pero como lo primero que hacían los españoles-cubanos era convertirlos al catolicismo, darle un nombre en castellano, obligarlos a ir a la iglesia con frecuencia y eran alimentados bajo los cánones de sus dueños, tampoco tenemos mucho de la presencia africana en la comida cubana.

Cuba fue muy rápido la prolongación de la metrópoli y vivimos bajo ella por cinco siglos, por lo que además del guarapo proveniente de la caña, muy rápido y de forma muy sólida comenzamos todos a ser españoles y heredamos sus comidas, de ahí que los cubanos, a pesar de nuestro clima, tomemos sopa caliente, comamos potajes de frijoles de varios colores, también calientes, arroz blanco como preferido y carne sobre todo de pollo y puerco que era lo que se producía con más facilidad. Es cierto Frei Betto y Martica, hoy reconozco que consumimos muy pocos tipos de viandas, pocas en comparación con las que existen y algo de verduras. Somos bastante limitados a la hora de escoger los vegetales y frutas que consumimos, muchas veces de la lechuga, el tomate y el aguacate no hay quién nos mueva. Pero todo sigue teniendo una explicación.

Luego, Cuba española por hábitos y aún mucha presencia española en nuestras familias, café con leche y pan con mantequilla, turrones, fabadas, carnes con papa, chorizos, carnes asadas, dulces de frutas en almíbar, etc., aunque ya independiente de España, recibió como regalo en 1959 una revolución comunista, cuya primera propuesta fue igualar a todos y como era muy difícil hacernos a todos ricos de una vez, los planes fueron para convertirnos a todos en pobres, al menos a la hora alimenticia. Todos somos licenciados, másteres y doctores, pero sólo podemos comer un huevo y un pan por día, en el mejor de los casos.

La revolución, convirtió a la noble y fértil tierra cubana en algo improductivo y desarrolló planes para, siempre por interés de gobierno, sólo interesada durante décadas en la caña de azúcar, café, cítricos, dejarnos a largo plazo sin comida.

Mientras Fidel y su combo comían langostas, se tumbaban los árboles frutales para sembrar caña, incluso donde la caña no se daba o en terrenos complicados para luego cortarla. Mientras Fidel comía langostas, se desmontaron los campos de viandas, frijoles, para sembrar café y cítricos y lo peor, mientras Fidel comía langosta, puso al campesino cubano, acostumbrado a tener sus gallinas, sus puerquitos, su conuco con matas de plátanos, yuca, aguacate, calabazas, etc., a depender y comer de la bodega. Fidel, mientras comía langosta, puso al campesino, nada más y nada menos que al campesino, heredero no sólo de una tierra, sino de toda una tradición cultural de siglos o al menos de muchos años sobre lo que debía y podía cultivar, a pasar hambre.

¿Qué sabemos los cubanos de hoy de peces y productos del mar? Nada. La imagen más cercana que recuerdo es que llegamos a comer pescado, jurel, que venía dentro de una lata desde Chile. ¿Que sabemos los cubanos de hoy de tabaco? Nada. Desde siempre el tabaco cubano se exportó y para el pueblo se dejó un cigarro y tabaco realmente infumables. ¿Qué sabemos los cubanos de buen ron? Nada. El buen ron siempre se exportó y para el pueblo sólo se dejó la cerveza de “pipa” y un ron que sólo por los nombres que les daba el pueblo, “duérmete mi niño, bájate el blúmer, salta para atrás, hueso de tigre, etc., podemos calcular su calidad. ¿Qué sabemos los cubanos de viandas? Nada. Sólo podemos recordar el nombre de algunas de ellas, como la malanga, por ejemplo. ¿Qué sabemos los cubanos de carnes? Nada o menos que nada. Consumimos de vez en cuando pollos que no tienen pechugas, solo muslos. La carne de res se extinguió para la isla en el mismo momento que los dinosaurios y el cerdo, el criollo cerdo, el puerquito asado que a todos nos gusta, hoy vale más que una casa o un automóvil.

Durante décadas no fue necesario sembrar y atender la tierra. La comida nos venía de afuera. Recuerdan aquello de: se baja el telón y se sube el telón y se ve un barco de chicharos entrando a la bahía de La Habana; se baja el telón y se ven dos barcos de chicharos entrando a la bahía de La Habana; se baja el telón y se sube el telón y se ven tres barcos de chícharos entrando a la bahía de La Habana. ¿Cómo se llama la obra? Los granos, sobre todo chícharos y lentejas, venían de la URSS y el campo socialista. Las papas venían de los hermanos soviéticos, la col encurtida, las papas encurtidas, las zanahorias encurtidas, los pepinos encurtidos nos llegaban de los hermanos del CAME. Los chocolates y manzanas eran enviados como regalos del soviet. La manteca con un olor muy peculiar que a mi abuela Tomasa, santiaguera amante de la manteca de puerco disgustaba y la llamaba “manteca de oso”, nos llegaba en un envase con letras árabes, a lo mejor Argelia o algunos de los países “hermanos”. No hacía falta sembrar, atender y venerar a la tierra. Los soviéticos le dijeron al jefe, sigue comiendo tus langosticas, trata de que no te vean, grita todo lo que puedas contra el imperialismo yanqui que nosotros te mantenemos, entonces el hijo del campesino, no quizo ser campesino y se fue a la ciudad a estudiar medicina, ingeniería e incluso el hijo del campesino se hizo cosmonauta. Como resultado de esa política, hoy sólo nos queda el marabú y el hambre.

Quiero decir que los canadienses, los franceses, los ingleses y por qué no los norteamericanos, entre otros ciudadanos del mundo, defienden al gato, porque ya no ven la carne en él, entonces aparece lo de humanidad, compañía, sentimientos e incluso leyes protectoras, pero si usted, digamos los cubanos, seguimos mirando al gato y lo imaginamos asado en una bandeja sobre la mesa, no lo puede defender. ¿Por cierto, quedan gatos en Cuba?

Pues Frei y Martica ahora, abogan por una alimentación sana. Dicen, cambiemos el azúcar de caña por la de coco o la dulcísima azúcar monk tan antigua cono China. Introduzcamos en nuestra cocina diaria el aceite de aguacate y el de oliva. Dejemos de consumir harina de trigo y comencemos a cocinar con harina de coco, almendras, yuca, boniato, etc. Comamos más verduras, brócolis, espárragos, col de Bruselas, tomates negros, papas moradas, etc. Dejemos de comer dulces de harina de trigo e introduzcamos las semillas, avellanas, almendras, semillas de marañón, etc. y comencemos a aprovechar las cosas buenas de la naturaleza. Usemos turmerik o curcuma, ginger o jengibre, paprika ahumada, italian seasoning, romero, etc. ¿De verdad? Coño, pero es que Martica viven en Estados Unidos y Frei Betto vive en Brasil y la parte extranjera de Cuba, con eso lo digo todo.

Como saben, soy renuente a poner fotos donde la comida sea el protagónico, pero esta vale la pena, porque fue mi almuerzo el día de mi cumple y estoy hablando de soberanía alimentaria. 


Esto es exactamente lo que podría llamar soberanía y lo que merecemos comer los cubanos hasta reventar. Una adaptación de la comida Thai. Arroz indio casi cero defectos, de gran largo y muy aromático, cocinado con una mezcla "secreta" que mi mujer prepara con diferentes especias. Aceite de coco, coco rallado y pedazos de piña. Servido con semillas de marañón, aceitunas rellenas de pimiento y perejil. Enriquecido con camarones salvajes, o sea, "wild caught", no de granja o "farmer", que vienen de Argentina. Como guarnición la mitad de un exquisito aguacate mexicano y mariquitas de plátano. Esto seguro que Frei lo conoce bien.

Frei Betto, frente a la periodista revolucionaria Ayleen, que estuvo todo el tiempo acotando su intervención con el tema del bloqueo norteamericano como culpable de nuestra desgracia alimentaria, a la que no le cabe una libra más en ese cuerpo, propone sustituir la harina de trigo por la harina de yuca, maíz o boniato, porque son mejores, tiene mejores sabores y son más barata, pero Frei, amigo, ¿dónde está la yuca, el boniato y el maíz en Cuba? Frei dice que los cubanos y nuestros “vicios”, nos impide tomar leche de cabra para sustituir la lecha de vaca y comer queso de cabra. Pero Frei amigo, ¿dónde están las cabras en Cuba?

El amigo brasileño propone comer las hojas de la zanahoria, la cascara de papa y la cascara de melón por su gran valor nutritivo. ¿Quién se comerá entonces la zanahoria, la papa y el melón?

A Frei se le fue, no pudieron cortarlo porque el programa era en vivo y dijo que el ministro de la agricultura cubano, el mismo que anunció que se repartirían tripas de cerdo para la población cubana, porque era un alimento rico en proteínas, le había comentado e invitado a comer en su casa, yuca frita, porque le gustaba mucho como entrante. Él le aconsejó al ministro que no friera la yuca, que la hirviera un poco y la pusiera en el horno, sin grasa, solo con un poco de sal y que el ministro lo había llamado a la semana siguiente para decirle que estaba muy contento porque había experimentado lo de la yuca en el horno. Mientras el pueblo cubano hace 8, 10 horas de filas o colas, con no pocas broncas incluidas, para ver qué puede conseguir para llevar a la mesa, el ministro de la agricultura cubano, con casi 400 libras de peso come yuca frita como entrante. Eso si es una cultura y sobre todo una soberanía alimentaria, sólo que para unos cuantos.

Ayleen se encargó de que Frei Betto, no ella, asegurara que el cubano no pasa hambre, que lo que pasa es que, a partir de nuestros “vicios alimentarios”, no comemos lo que queremos comer, pero que tenemos una canasta básica, refiriéndose a la libreta de la bodega, que nos permite comer todo el mes y nos comparó, como siempre, con África, para que nos diéramos cuenta de que no estamos tan mal.

Quisiera dejar un cuento, porque Frei puede ser un hijo de puta, pero no es anormal. En uno de mis viajes de Nebraska a San Antonio entré en una gasolinera de esas de carretera, siempre es necesario en un viaje tan largo echar gasolina, ir al baño, estirar las piernas, etc., entonces descubrí que dentro de los más de 70 tipos de paquetes de papitas fritas que había en esa gasolinera en el medio de la nada, existía uno de cascaras fritas de papas. Asombrado e interesado, lo compré, abrí y comí entero. Estaba rico y era una muestra más de entre casi cien paquetes diferentes de papas fritas.

¿Entonces podemos los cubanos comer esas cascaritas fritas de papas? Creo que sí, yo, comedor de piedra, me las comí. Sólo que primero los cubanos queremos comer pan, muchos panes en cantidad y variedad, queremos comer mantequilla, mayonesa. Los cubanos queremos hartarnos de carne de res, puerco, pollo, caballo, carnero, conejo, pato, etc. Los cubanos merecemos y queremos comer langostas, camarones, ostras, calamares, cangrejos, pescados, etc., que están allí esperando en nuestras aguas. Los cubanos queremos reventas comiendo dulces, chocolates, pastelitos de coco, guayaba, de carne, tartaletas, cakes. Los cubanos morimos frente a los helados vengan en el formato que vengan. Queremos tomar leche de vaca y batidos de frutas. Nos gustaría comer quesos, blancos, amarillos, azules, verdes, duros, blandos, etc. Disfrutaríamos enormemente con un buen café varias veces al día, todos los días. Nos gustaría tomar una buena cerveza o un buen ron, que pueda competir con los whiskies y vodkas del enemigo y entonces después de mucho tiempo, casi al borde de reventar como sapos cuando se les echa sal por arriba, comeremos esas ricas cascaritas de papas bien fritas.

No jodas Frei Betto.

 

 

 

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

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