Me place decir que siempre me han gustado los argentinos como pueblo. He sido toda mi vida un amante del cine argentino, el que considero uno de los mejores, sino el mejor, de nuestro continente, junto al cine brasileño y al cubano, cuando en Cuba se hacían muy buenas películas. Me enamoré de Mercedes Sosa, de su música y persona, siendo yo muy joven y con ella enamoré y fui adicto desde muy al principio a Fito Páez. Todavía hoy lo soy.
Y lo paradójico de esto hoy, es que cuando digo, a veces con cierto miedo, que me gustan los argentinos, son muy pocas personas las que me apoyan, por el contrario, casi siempre lo que he recibido es una mirada de desaprobación y entonces aparecen las miles de críticas, algunas más coherentes que otras, sobre las diferentes manifestaciones de ese pueblo.
Me gustan los argentinos, me gustan mucho. Creo que son inteligentes, al menos los que he conocido y tienen para mí un humor muy especial, que me hubiera gustado tener, mezcla de humor de muchos colores. El mejor chiste popular que los define e identifica es que dicen que cuando está relampagueando, los argentinos, o sea, ellos miran al cielo, porque Dios los está fotografiando.
Son además todo lo apasionados, irreverentes, protestones, rebeldes, cosas que hasta ese nivel me hubiera gustado ser. Son fanáticos y, sobre todo, expresivamente fanáticos, lo que viene muy bien a mi forma de ser. Sobre todo, lo de expresivamente. Suelen parecer arrogantes y prepotentes, características que a veces me gustan, a lo que ellos responden que no lo son, porque sencillamente son argentinos.
Argentina es un pueblo que ha sido jodido muchas veces,
que podría ser muy rico y no lo es, además de dictaduras militares, han sido
dañados por repetidas y crónicas crisis económicas, políticos extremadamente
corruptos, etc., sin embargo, tiene algo que los ha salvado y unido y los salvará
para siempre, su futbol, que no es cualquier futbol.
A través de ese deporte, según ellos mismos dicen, se animan y se revelan, se fajan, gritan, lloran, se unen y se desunen incluso entre ellos mismos, pero sobre todo se liberan. El futbol es su expresión más clara para rebelarse contra su realidad.
Existen muchas muestras de expresividad a través del
futbol. Pueblos que cuando compiten entre ellos parece que se van a matar, antagonismos
históricos. Recuerdo hace años una entrevista a un futbolista irlandés, ya retirado,
que afirmaba que cuando salían a jugar contra Inglaterra, no iban a competir,
ellos iban a una guerra. Así Brasil, España, Italia apoyan a sus selecciones
con amor, pero para los argentinos, al parecer, el futbol es algo más que
deporte.
Quizás sea algo paralelo, tan amado como la misma patria o es que a través de ese deporte demuestran lo que aman a ese pedazo de tierra donde han nacido. El futbol para el caso argentino es una manera de expresión, más allá de la variante deportiva.
Si es cierto parece que se matan entre ellos, pero cuando de unirse se trata, no conozco otro pueblo más unido. Aman a Argentina a través del futbol casi hasta la enfermedad.
Disfruto viendo a ese pueblo no sólo cuando grita, sino cuando llora apasionadamente, tal como frente a la muerte de algún familiar muy querido y siento tanto orgullo que no puedo dejar yo también de emocionarme al punto de las lágrimas. Disfruto ver incluso a los periodistas profesionales, ya no a los jugadores entendiblemente emocionados, cuando pasando por encima de sus funciones como comunicadores, echan a llorar sin pena, frente a las cámaras, lo que me dice que primero y, ante todo, son argentinos y les importa poco en ese momento lo que se pueda pensar.
Disfruto enormemente ver a los niños argentinos, tan pequeños como de 3, 4, 5 años, vistiendo con enorme orgullo las camisetas de su equipo y más allá de originales, copias o inventadas quizás por sus madres y abuelas, llevar orgullosísimos los colores de su bandera y el nombre que hoy los ha vuelto a hacer sonreír, Messi. Y no sólo vistiéndolas, sino pudiendo explicar el por qué la llevan puestas.
Hay que ver las imágenes de las ciudades en Argentina para darse cuenta de lo que para ellos el futbol significa. Hay que ver como celebran y sufren. Ambos sentimientos, como son argentinos, llevados al extremo más extremo.
Cuba fue un país de buen deporte, digamos nuestro deporte
nacional, la pelota, por muchos años nos hizo sentir orgullosos, pero recuerdo
que los estadios se llenaban de hombres, la mujer cubana, en sentido general, no
es beisbolera. La pelota cubana era mayormente para hombres, cosa que se observaba
frecuentemente en cualquier momento cuando frente a un solo televisor en la
sala de cualquier casa cubana había que decidir entre la pelota y otra
cualquier cosa que se ponía en el otro canal. Recuerdo lo que me burlaba de
Martica cuando joven, cuando trataba yo de explicarle cómo se jugaba a la pelota, diciéndole
garrafales mentiras sobre el juego, en forma de burla, que ella desconocedora
total de lo que pasaba, inocentemente creía. Recuerdo haber visto a muy pocas
niñas o muchachas jugando a la pelota en mi barrio, sólo recuerdo a una, se
llamaba Estrellita, que jugaba pelota como cualquier varón, incluso mejor, pero
no dejaba de ser un “bicho extraño”.
La mujer argentina, incluso las jovencitas, son fanáticas al futbol y asisten a él, no para aburrirse acompañando a su pareja o amigos, sino para apoyar, también fanáticamente, a su selección, tan fanáticamente como el mejor exponente del sexo opuesto.
Aunque sé que los premios, las medallas, las copas del Mundo, no se otorgan por merecimiento, me alegra que Argentina ganaran el Mundial, creo que se lo debían y, sobre todo, se lo merecían. Para este caso frente a Francia, equipo de enorme tradición y méritos, no le regalaron el juego, por el contrario, fue un juego para morir, lleno de fuertes emociones hasta el mismísimo último segundo. Argentina ganó porque fue mejor.
¿Qué decir de Messi, que ya no se haya dicho por los
autorizados a decir? Creo que ahora sí, más allá de todo lo que ha hecho, podrá
pasar a la historia con su bien merecido campeonato. Ahora sí, los que decían
que estaba muerto, que estaba desaparecido, que si Cristiano Ronaldo, que si Neymar,
que si Mbappé, etc., tendrán que sacarle su plato aparte. Ahora hablamos de un Campeón, con C mayúscula
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