El Terrible, mi colaborador, me envía un texto y una imagen, que me hacen pensar.
De la imagen no voy a hablar, ella misma se representa, sólo decir que a pesar de la aparente importancia que se le da en Cuba y lo que se repite su nombre, la propuesta es sólo interesada y a conveniencia del y para el gobierno, o sea, se toma y se deja como antojo, pero en realidad, sigue siendo desconocido en su real profundidad.Martí, Martí, Martí, repetimos todos los cubanos, sin tan siquiera conocer su segundo apellido. Martí resulta como una especie de muletilla con la que, por una parte, desde el gobierno, se sigue pretendiendo sustentar su patriotismo, existencia y, sobre todo, su permanencia eterna y por la otra, algunos, quizás hoy muchos, tratan de repudiarlo y sustentar su inevitable desaparición.
Ambas partes, parecen desconocer que Martí vivió sólo hasta 1895 en circunstancias muy específicas, por lo que muchas de sus ideas o las que al menos dejó escritas o comentó a otros, todos sabemos que hay ideas que no se exteriorizan, hay que actualizarlas y revalidarlas hoy.
A veces leo a Martí o al menos lo que alguien asegura que dijo y la idea me parece que va hacia la izquierda, inmediatamente leo otra idea, que se dirige exactamente a la derecha. Izquierda y derecha en este caso no como orientación política e ideológica, sino sólo como dirección, podría haber dicho yo, hacia el este u oeste, pero me da miedo introducir confusiones.
Martí, que vivió poco tiempo en Cuba, por lo que de seguro la conocía como yo unos días pasee por Londres, que no es Inglaterra, si vivió muchos años y caminó por parte de los Estados Unidos, sólo por una parte del país donde tenía amigos, allegados y le servía para su causa, porque creo nunca anduvo por Nebraska, Iowa, Minnesota, etc., por lo que en sus textos abundan su admiración por el sistema democrático que se estaba implementando en este país, invento que como es de suponer, le sirvió de base para pensar en el sistema que deseaba para Cuba cuando fuera arrancada del dominio colonial español y sobre todo por el desarrollo económico que ya se veía venir en la Unión, con su sistema capitalista, para Martí mucho más avanzado obviamente que el sistema económico y hasta cierto punto, político social despiadado que España imponía en su patria natal.
Al mismo tiempo, se puede leer a Martí y encontrar críticas a ese mismo sistema, política y economía, que se estaba implementando, incluso con intereses extraterritoriales y se declara su enemigo con aquello de “conozco al monstruo y …” Entonces Martí, o estaba confundido y confunde o tanto escribió que no se acordaba mucho con exactitud de todas sus ideas, porque no se puede admirar tanto a un sistema político económico y al mismo tiempo la próxima semana declararse su enemigo, luego al paso de un mes sentirse acogido y agradecido. Y no es que no se pueda, sencillamente es que no se debe.
Sobre la idea, esta idea específicamente, una vez más, nuestro Apóstol tuvo razón.
Si se desea una patria segura, cosa que hoy, menos que nunca tenemos los cubanos, hay que luchar por conquistarla y luego construirla.
Ese, según he leído, fue la propuesta de aquel grupo, luego llamado “La Generación del Centenario”, presidido y lidereado por Fidel Castro, en sentido general, para entregarles a los cubanos un lugar, no solo lindo, sino sano y seguro para TODOS y para ese fin, bien vino Martí al que se nombró, muy bien escogidamente, autor intelectual.
Luego, casi desde los mismos comienzos, bajo la apariencia de ese necesitado y requerido beneficio, Martí y sus ideas se fueron olvidando, quedando sólo como tarima y dando paso a ese mismo grupo que se apoderó del poder, se consiguió aliados internacionales para sobrevivir y a golpes de migajas convenció por mucho tiempo a una parte grande de los cubanos. Los confundió, los convenció o los obligó a seguir, por todos los métodos, los inventos a la hora de gobernar.
Entonces sólo se recordó y utilizó a Martí para
aquello de conquistar una patria, lo de construirla con seguridad para todos,
se fue quedando rezagado y se conformaron, los del gobierno y muchísimos de los
gobernados con, ocultar al propio Martí y recibir, a cambio de grandes
pérdidas, incluso la de la mismísima patria, lo que el gobierno, a su
conveniencia, podía “repartir”.
Lo de próspero y seguro se dejó para aquellos largos discursos, llenos de grandes promesas, se olvidó el desarrollo, se invirtió en locas ideas, que, a lo largo de estos años, sólo han logrado un país empobrecido y que empobrece.
Empobrece no la economía, no la política, que, como respuesta
social, pueden cambiarse, sino que empobrece el alma de los cubanos.
Cuba puede ser un país atípico. La revolución cubana, que muy rápido tendió al comunismo o a la que se llamó como tal, ha hecho que no sólo emigraran los que habían sido afectados o estuvieron en desacuerdo, cosa entendible, sino que hoy, más que nunca, emigran los que por muchos años ayudaron a construir y mantener ese sistema, incluso de forma fanática y enfermiza.
La emigración cubana está llena de los llamados “revolucionarios y comunistas” ayer, que hoy, tal como si no pasara nada, se insertan en los diferentes países capitalistas destinos, lo mismo en Estados Unidos, en México, que, en Angola o Australia, que incluso en países tan diferente como los árabes. Lo que demuestra la gran capacidad que tenemos los cubanos para estar de acuerdo al mismo tiempo con que “crezcan los niños o que crezcan los accidentes”. ¿Cómo se puede ser furiosamente crítico y enemigo de un sistema económico, o sea, el capitalismo y luego ir a vivir voluntaria y más, felizmente dentro de él? Peor, ¿cómo se puede querer vivir engordando diariamente dentro del capitalismo y seguir defendiendo, al menos teóricamente, la idea comunista? Martí llega a confundir.
Esos emigrantes, que, sin haber ejecutado manualmente a nadie, muchas veces respaldaron que se ejecutara o incluso muchos que sí participaron respaldando enérgicamente cada una de las ideas locas y reprimieron o trataron de contener a aquellos que no lo veía igual. Esos emigrantes que prefirieron dividir a sus familias y estigmatizar a muchos de sus integrantes. Esos emigrantes de memoria corta que, frente a un helado de chocolate o un bistec, ya no quieren hablar de su pasado, tal como si no hubiera existido, que no han tenido tan siquiera la buena acción de disculparse.
Fidel fue un genio, no porque sus ideas fueran geniales, no hay uno de sus inventos que haya perdurado en el tiempo, sino y creo que fue lo más importante, fue capaz de engañar y meterse en el bolsillo a muchos cubanos, que fueron ellos solos, luego, como los apóstoles escogidos por Jesús, los que se dedicaron a propagar, difundir e imponer, sus “milagros”, que de milagros en realidad tuvieron muy poco. Fidel solo nunca hubiera podido, para satisfacer sus enfermedades del cerebro, contó con muchos de nuestros abuelos y padres, que dejaron de pensar o engañaban con que pensaban y sólo fueron partes y piezas de un mecanismo virtuosa y detalladamente diseñado.
Entonces, unos, los emigrantes que estuvimos en contra y los otros, los que estuvieron a favor y hoy huyen silenciosamente de Cuba y su gobierno, hemos perdido el alma y todos, cubrimos tal pérdida detrás de una sonrisa, porque al final nos parece muy complicado llorar, que es lo que deberíamos hacer.
Los cubanos, cada cual tiene sus ideas y justificaciones, tanto los que no, como los que sí, hemos perdido una patria, a la que tenemos incluso que pedir permiso para entrar, porque un grupo de personas se han apoderado de todos los poderes de decisión. Los cubanos, tanto los que sí, como los que no, nos hemos conformado con el lamento y con que se nos coja lástima. Esperamos que aquellos hombres libres nos entiendan y apoyen en nuestra muerte.
Si algo tuvo grande Martí, más allá de algunas de sus ideas complicadas de entender, fue que regresó y murió. Su “mejor” alumno, escogido por él mismo, Fidel, salió, no sólo regresó, sino que se las agenció para triunfar y quedarse con el trono. Los cubanos en sentido general, sobre todo los de hoy, nos conformamos con ver telenovelas, tomar cervezas y comer helados y esperar a que los “marcianos” nos resuelvan nuestros problemas, nos devuelvan lo que es nuestro, nos entreguen la patria perdida y sus destinos.
A los cubanos nos parece que somos el pueblo que más ama a su patria, error, sin embargo, nos conformamos, por impotencia, miedo, compromisos, tradiciones, etc., a que algunos nos controlen hasta, no sólo echarnos o prohibirnos entrar, si no a no poder decidir qué y cómo queremos ser.
En esa fantástica canción interpretada por Mercedes Sosa,
“Sólo le pido a Dios”, parte de la letra dice:
Solo le pido a Dios
Que el engaño no me sea indiferente
Si un traidor puede más que unos cuantos
Que esos cuantos no lo olviden fácilmente
Solo le pido a Dios.
Que el futuro no me sea indiferente
Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente.
Y es verdad, los cubanos no sólo estamos muertos del alma, sino que hemos terminado desahuciados, fingiendo felicidad, viviendo en culturas diferentes por no saber o poder defender la nuestra. Los hombres libres, como Martí los llama, no lo entienden y al menos para mí, es difícil de explicarles.
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