Domingo hoy y mi mujer trabaja, entonces, después de haber cumplido con mi lista de tareas, me dedico a continuar con mi objetivo de retomar temas y compartirlos, de ahí lo de recapitulación.
Ya he dicho que estos artículos fueron
escritos hace algunos años, vean las fechas, allá por aquel entonces yo
vivía en República Dominicana y siempre, mirando a lo que me pasaba y le pasaba
a otros, me interesaba por temas que pudieran al menos explicar y quizás ayudar,
partiendo de la realidad aprendida que los que necesitan a nuestro criterio ser ayudados, tienen
que estar conscientes de la necesidad y luego querer la ayuda.
Hoy más que esa idea estoy convencido de
que los supuestos necesitados tienen no sólo que ser conscientes de que están
mal y necesitan determinada ayuda, sino que tienen que pedirla a gritos. Todo
lo demás, o sea, lo de ayudar al otro sin que ese otro lo pida, entienda y
quiera cambiar su realidad, por duro que parezca, es arar en la orilla del mar.
Cambiar la realidad. Esto que puede
parecer obvio cuando consideramos que la realidad es mala, sobre todo para aquellos que se encuentran fuera de esa
realidad, es de las cosas más difíciles que se le puede pedir a alguien. Desde
la barrera los toros se ven mejor y sobre todo fáciles, o sea, desde afuera del
agua todo el mundo nada bien, desde afuera del problema, todos vemos la
solución y más, la solución no sólo nos parece lógica, sino muy fácil de
conseguir. Muchas veces para esto, partimos de nuestra experiencia, de nuestros propios ejemplos, de nuestro aprendizaje, pero desconocemos la sencilla idea de que sólo son nuestros.
Pero luego, la vida demuestra que no es así,
que un pequeñito problema, puede, de hecho, muchas veces se convierte en un
grandísimo problema para una determinada persona que no sabe y entiende que puede resolverlo. Mientras se está dentro de la oscuridad, sólo se ve
oscuridad.
Además, aunque nos pueda parecer increíble,
existen personas que tienen un problema y noooooooooooooooo quieren
solucionarlo, por lo que cuando partimos de la realidad de que el problema
tiene que desaparecer, estamos desconociendo que, entre el problema y la
solución, existe un ser humano con sus propias características, trabas,
intereses, hábitos, cultura, etc., para no hablar, también de lo increíble, o sea, de que hay personas que quieren al problema, se han acostumbrado a vivir con él, le han cogido cariño, lo aprovechan y muchas veces viven de él.
El refrán dice, “el que no oye consejos,
no llega a viejo” y eso teóricamente puede ser hasta cierto, pero en realidad,
quién escucha todos los consejos que le dan desde que es muy pequeño. A veces,
en el mejor de los casos, demoramos años para entender el consejo que nos
dieron, digo en el mejor de los casos, porque hay quienes jamás los descubren. Ya escribí lo de chocar varias veces con la misma piedra.
Entonces, esto es bueno de aprender,
para personas como yo, que disfrutamos explicando nuestra experiencia de vida y
dando consejos. A veces nos puede resultar tan obvio el problema del otro, que
comenzamos a dictar consejos, tal como si fueran recetas de cocina y al final la linda y solidaria acción, termina por frustrarnos al ver que el otro, no reacciona, no escucha y actúa
como nosotros queremos, o peor, hace exactamente lo contrario.
Tenemos, primero para nuestra salud y segundo, para la de los otros, que aprender con urgencia.
No gastemos nuestros consejos por adelantado. Esperemos que se nos pidan y así
y todo, hoy aconsejo, a veces no puedo evitar aconsejar, que verifiquemos con previas preguntas, si es real que la persona
quiere recibirlos.
¿Cuántas veces damos un consejo, desde
la más sincera posición de ayuda y el otro lo recibe mal y creamos un problema
mayor? Yo no sé ustedes, pero a mí me pasa con mucha frecuencia.
Hoy sé que es difícil para aquellos que nos preocupa el otro, a veces duele ver que se van a caer o que están en una posición desventajosa que podría tener solución, pero no queda más remedio que esperar.
Hace ya muchos años, estando yo metido en un problema grande con la idea de mi hija Jennifer de irse del país, sola con 18 años, siguiendo a su novio, hoy por suerte para todos, su esposo, mi cuñado Ernesto me dijo: "No te puedes deprimir, ni preocupar en exceso, cada caballo tiene que correr su propia carrera". Aquella idea me pareció horrible en aquel momento, porque se trataba de mi hija saliendo muy jovencita para un país desconocido, donde no teníamos a nadie que nos pudiera ayudar, si hiciera falta, pero, con el paso del tiempo aquella idea me enseñó. No podemos correr la carrera del otro caballo por más que queramos protegerlo y ayudarlo. No funciona lo de crear una enorme lista de consejos por adelantados para cuando hagan falta. No existen recetas. Cada caballo tiene que correr su propia carrera.
Entonces no estoy diciendo que no nos importe
el otro, todo lo contrario, sólo estoy diciendo que tenemos que esperar a que
su necesidad madure, porque repito, hay personas que incluso desconocen su
necesidad y sobre todo que aparezca el interés de solucionarla. Antes de eso
cualquier intervención, llamémosle consejo, es por gusto.
LUNES, 9 DE ABRIL
DE 2012
"Dar consejos".
"¡Si la gente no te pide consejos, ¡es
porque no los quiereeeeee!"
Andrew Matthews.
Ayer en la tarde, me propuse dar por cerrada la jornada
de Semana Santa, que lo mejor que tiene es que hasta los públicamente no
creyentes, disfrutamos de sus beneficios. JAJAJA.
En realidad, me sigue llamando la atención, por decirlo de alguna forma, que la iglesia sigue insistiendo en que sea un evento para la reflexión, el auto análisis, la tranquilidad para meditar, etc., y la mayoría de los mortales aquí, fervorosa y devotamente autoproclamados religiosos, esperan la fecha con muchos planes de “fiesta y pachanga”. Hoteles, playas, campos y alcohol, mucho alcohol. En fin, cada cual, dentro de su rol, hace su parte.
Los amigos citados en el lindo parque de la Avenida Anacaona, primero pocos y luego casi los tantos de siempre, donde también hubo su poquito de alcohol, lo que da la idea de que sin este componente no hay Semana Santa, JAJAJA, comenzamos a “filosofar” sobre la vida y entonces me comprometí a escribir sobre este tema, que es uno de los temas que más sufro diariamente.
Dar consejos y adelantar experiencias es una tarea noble y bien intencionada. Es tan vieja como el mismo hombre, de ahí la rápida aparición de los venerados ancianos y brujos de las primeras tribus, que se convierte en un gran problema para aquellas personas que, sin ser venerados ancianos aún y menos brujos, disfrutamos haciéndolo.
La idea, a mi parecer, parte en la mayoría de los casos del cariño, del respeto, de la estima que se tiene por otra persona y sobre todo de la capacidad de haber vivido, experimentado, tropezado y vuelto a tropezar, pues la famosa experiencia es más que todo la suma de los fracasos. Entonces, ¿cómo es que un acto que pudiera catalogarse de enormemente humano termina muchas veces echándolo todo a perder?
La respuesta parece resultar hasta cierto punto fácil
dentro de lo difícil que es de entender. Las personas no quieren escuchar
consejos. Más aún, las personas no quieren escuchar la verdad, sino que se
encierran en su verdad y nada más que su verdad.
Veamos un ejemplo:
Una persona amiga viene a hablarte de un problema que tiene y no sabe o puede resolver. Te dispones a atender, escuchas pacientemente y cuando la haces reflexionar sobre determinado punto, se incomoda, se pone nerviosa, contradice lo que dices, argumenta y argumenta para mantener su punto de vista. En fin, lo que comenzó como un proceso para mejorar, la mitad de las veces termina creando lamentables desencuentros. Recuerdo que un día, no hace mucho, una gran amiga me dijo, “es verdad, tienes razón, no me gusta escuchar la verdad”.
Las personas, muchas veces estresadas, sólo quiere descargar, pero para nada le interesa llegar a la verdad y mucho menos tomar acciones para revertir la realidad. Es sencillamente un acto de descompresión, pasado el momento, las personas volvemos a la misma miseria, no precisamente económica, que nos trajo a la conversación, pues esto nos da posibilidad de quejarnos mañana.
En realidad, mi verdad no sería la verdad absoluta,
creo que esto es difícil cuando se sale de un laboratorio, pero al menos es
otra verdad, otra forma de ver, de percibir, otro análisis. Idea que muchas
veces queda mejor después del intercambio. Normita, ni idea tienes de cuánto te
extraño en esa capacidad para llegar hasta el fondo de las cosas, no importa la
magnitud o el daño que esto cause.
El problema me parece más profundo. Las personas hoy no queremos pensar y entonces, ¿a quién se le puede ocurrir que se pretenda analizar un determinado hecho o actuación hasta lo más profundo de sus consecuencias?, ¿para qué sirve esto? Es paradójico, muchas veces mientras más nivel cultural y profesional, menos capacidad o interés de pensamiento, menos interés para buscar la verdad. Mientras más de académico, menos del famoso emocional. Las personas nos refugiamos en nuestros argumentos y no queremos escuchar más nada. Lamentablemente poco hemos aprendido del romano Séneca con aquello de que “la vida que no se piensa, no vale la pena ser vivida”.
De ahí lo complicado de dar consejos. Es cierto es una
acción humanamente sana, que debería ser reconocida y sobre todo agradecida,
pero como de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, termina
por convertirse en problemática.
Es algo que estoy todavía a mi edad aprendiendo. Me cuesta trabajo, pero lo tendré que lograr antes de desaparecer. La idea es escuchar y escuchar y hasta que la otra persona no pida por escrito y oficialmente el consejo, no emitir criterios. Y así y todo ser bien cauto.
Tengo entonces que disculparme con mi familia y amigos, a los que tanto y tantas veces he podido llegar a torturar con ideas nuevas, voluntarias y nobles, pero empedradoras de caminos que no se quieren transitar.
Dos recomendaciones.
- Lean a Séneca, podrían sus ideas, a pesar de tener más de veinte siglos, sernos útiles para enfrentar la vida hoy. Nunca es tarde para comenzar.
- ¿Quieren un consejo sano? Si no te piden casi oficialmente un consejo, ahórratelo. A muchas personas no les interesa escuchar sobre la vida que llevan, menos cambiarla.