Hoy,
enero 31, 2023, me he encontrado con esta información en Facebook, que, al ser
pública, me place reproducir.
Ella, según comenta su publicador, es una carta abierta de al parecer un
grupo de estudiantes de la carrera de Derecho de la Universidad de la Habana,
que han preferido, no creo que, por discreción, sino por miedo a las
consecuencias, que a veces suelen ser desbordadas, mantenerse en el anonimato.
Los que vivimos en Cuba, no podemos olvidar que esta es una reacción o
forma de reaccionar, normal, común, acostumbrada, porque precisamente los que
vivimos en Cuba, cosa extensiva para cualquier lugar donde existió o existe una
dictadura o un gobierno totalitario, no importa de derecha o izquierda, por
declaraciones como esta, que pueden partir de una realidad o la más sincera
verdad, pueden causar la desaparición o destrucción no sólo física, sino peor, moral, de cualquier persona.
Los que vivimos en Cuba sabemos que, por menos que eso, estás disponible
para perder tus estudios, tu trabajo, para convertirte en un enemigo, para que
aparezcan frente a tu casa una turba que no te conoce, pero te grita, ofende y
agrede incluso físicamente y se te trate desde todos los medios y vía disponibles
de destruirte, de que te dé un infarto o te cuelgues del primer puente que
encuentres.
Los que vivimos en Cuba sabemos que por menos que esta declaración,
tendrás que vivir, si no puedes irte del país, marcado para toda tu vida, sin
poder aspirar a mucho más que comer algo, respirar y tomar agua.
La declaración aparece como anónima, o sea, yo no conozco a los autores,
ni tan siquiera puedo asegurar entonces que son autores, pues puede
perfectamente ser el resultado de una sola persona. No obstante, personas o
persona, me parece que lo que se dice refleja una realidad no de hoy, sino una
realidad que viene existiendo desde hace ya muchos años, por mucho que algunos
se nieguen a reconocerla o vendan ideas de una realidad que no existe, por
tanto, no se ve.
Tuve la suerte de reunir en mi familia, en realidad ya ellos estaban
reunidos cuando yo llegué, a tres profesores de esa facultad. Aunque pueda
parecer pretensioso, podría asegurar que los tres, por años, fueron reconocidos
como unos de los mejores profesores que allí impartían clases. Dos de ellos, mi
abuelo Papa Felo y mi tío abuelo José Antonio, ya eran abogados prestigiosos antes de que triunfara la
revolución de Fidel y ejercieron sus carreras como abogados incluso para
defender a los llamados por aquellos años, revolucionarios, incluido nada más y
nada menos que el inigualable, por su grandeza total, Frank País. Las historias
se pueden buscar.
Ellos, hermanos, nacidos de la mezcla de una asturiana con
un santiaguero, se dedicaron a dos áreas diferentes dentro de la
abogacía, el Derecho Penal y el Derecho Civil, fueron no sólo reconocidísimos
profesores, sino que además fueron autores de importantes obras teóricas a
través de las cuales, tengo entendido que, todavía hoy, se estudian algunas de
las materias de esa carrera imprescindibles para poder graduarse de abogados.
La otra persona es mi tío Carlos, hermano de mi madre, mi inspiración,
guía y patrón durante muchísimos años de mi vida, cuya labor muy cerca de mi
abuelo y tío abuelo, lo hizo crecer muy rápido como profesional de la docencia,
sin que yo esté diciendo que no puso de su parte y que los méritos le llegaron
por el vínculo sanguíneo.
Ellos tres, con apellido Grillo, constituyeron durante décadas una
trilogía que nadie podía desconocer. Eran famosos, quizás por diferentes
aspectos, pero, sobre todo, por su calidad como profesores.
Mientras
estudié en la universidad, había un chiste, pienso que venía desde mucho antes, para hablar sobre los Grillo. Siempre se
decía “en nombre del padre, del hijo y el espíritu santo”. En nombre del padre,
haciendo referencia a mi abuelo, muy serió y disciplinado, encargado de
disciplinar a todo el que se le parara delante, en nombre del hijo, haciendo
referencia al que, por aquellos años, más joven, era nombrado Carlitos y el espíritu santo,
haciendo referencia a mi tío José Antonio, cuyo carácter agradable, risueño,
con un humor muy alto, cargado de ironía, graduado además de San Alejandro, por
tanto un hombre de vasta cultura, lo convertía en el más fácil para los alumnos.
Entonces, desde que crecí viví con parte de los cuentos, buenos y malos
de esa carrera y además con todo el escenario de lo que significaban los
juicios, los litigios, las defensas, los acusados, los inocentes y los
culpables, los contratos, más como era lógico para mis años de niñez y juventud,
todo un debate profundísimo sobre la revolución cubana. Baste decir que mis familiares no sólo defendieron frente a los tribunales durante el período de Batista a muchos revolucionarios, sino que, por ejemplo, mi abuelo fue seleccionado por el propio Fidel para presidir los tribunales revolucionarios en Oriente, donde se enjuició a los batistianos que habían cometido crímenes y mi tío abuelo fue el abogado defensor en el todavía hoy turbio juicio de el "famoso" Marquitos, al que a pesar de su digna labor, no pudo impedir el peso de la política y que luego fuera fusilado.
Quise, cómo no quererlo, ser abogado, pero al final estudié otra cosa, y
luego con los años me alegré. Desde siempre consideré que la carrera de Derecho
y luego la profesión de abogado, junto con la de periodismo, eran las
profesiones más frustrantes que existían en Cuba, por su vínculo y roce inevitable con
el poder.
Tratar de ser buen abogado o periodista en un país de extrema posición
totalitarista, donde incluso la constitución es sólo un conjunto de hojas de
papel llenas de párrafos que no significan nada y para nada sirve, hace que lo
que de ella se deriva, en este caso los códigos y las leyes, no se puedan
utilizar, nada más que para fines políticos. Recuerdo hoy los juicios de las llamadas Causa 1 y Causa 2 como un ridículo circo montado sólo para limpiar la imagen de Fidel y su hermano Raúl.
Ser abogado en Cuba, sólo sirve para divorciar, llenar algunos papeles,
quizás trabajar en alguna empresa y dedicarse a los temas laborales. Ser
abogado en Cuba donde no existe, no sólo la justicia, sino un verdadero estado
de derecho es tener que siempre bajar la cabeza, porque en Cuba todo tiene un carácter
e intensión marcadamente político. Diferente era antes, Fidel organizó el ataque a dos cuarteles militares en Oriente, causó muertes dentro del ejército, disturbios, asombros y fue sancionado estrictamente siguiendo lo que decían los códigos por aquella época y luego cumplió sólo un año y medio de prisión de la cual incluso salió más gordo. ¿Lo salvó Dios? No, lo salvaron la coyuntura y las leyes.
Esta declaración, la podía haber escrito yo u otra cualquier persona que
se respete, pues ella expresa el verdadero sentimiento de frustración, falta de
esperanza y de futuro de una gran parte de las personas que viven en Cuba. Lo
complicado, una vez más, es que no está firmada por viejos con rezagos del
pasado, por antiguos capitalistas dueños de propiedades y grandes intereses
económicos, no está ni siquiera firmada por personas que han sido afectadas
directamente por este gobierno de más de seis décadas.
Los signatarios de este documento tienen que ser un grupo de jóvenes,
nacidos hace 20 años, que son productos del socialismo, que además de haberse portado bien en sus infancias,
tienen que haber obtenido buenos resultados académicos, porque la carrera de
Derecho siempre ha sido bien exclusiva, por lo que lo de la frustración tiene
mayores relevancias.
Ellos, según el documento, son descendientes de padres revolucionarios
ayer, que hoy están locos porque sus hijos se gradúen para que se vayan del
país a ejercer su carrera en cualquier otro lugar. Padres que sin decirlo mucho o muy alto, quieren salvas a sus hijos. Ellos, los firmantes,
muchos, tienen que haber sido jóvenes revolucionarios activos participantes,
que hoy no sólo están liquidados, sino que terminan recomendando a los que
vienen detrás, que jamás estudien esa carrera. La frustración es grande
Lo de la mediocridad, la doble moral, la falta de profesionalismo, la
poca calidad, etc., es muy creíble, porque no es algo que pasa sólo en esa
carrera, sino que es algo extensible a todos y cada uno de los aspectos de la
vida cubana, sin descontar que siempre han existido y deben existir muy bueno
profesionales que son los que, a veces con pocas condiciones, a veces sin
ninguna, luchando contra un monstruo de siete cabeza, han mantenido y logrado
que hasta hoy ese sistema, aunque sea sólo desde el punto del nombramiento,
exista.
Sin haber estudiado allí y sin haberme graduado de abogado, tengo miles
de cuentos con los que podría escribir un libro que ratificaría lo que en este
documento se expresa. Si hay algo que siempre ha estado condicionado y plegado
a la absurda política cubana y que se ha utilizado salvajemente contra el
propio pueblo, ha sido la abogacía. Debo haber contado ya en algunos de mis escritos anteriores, que un día, asistí como testigo de dos de mis compañeros de trabajo que demandaban a Eusebio Leal por una medida laboral mal tomada. El señor director del Museo de la Ciudad, llegó, pasó por delante de todos nosotros, demandantes y testigos, acompañado de su administradora, se reunió en secreto con el tribunal que decidiría, salió un funcionario y nos dijo que el juicio se celebraría a puertas cerrada, no escucharían a ningún testigo y mis amigos, con toda la razón de su lado, perdieron la demanda.
Pero no me desgastaré aquí, les dejo lo que encontré, que tiene mucha
más solidez que lo que yo podría contar.
Cuba: Cuando hay Derecho, pero no Justicia
Estudiantes de la Universidad de La Habana (anónimos) - Contexto CubanoQuienes escriben somos estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Habana. Un lugar adonde llegamos, hace varios años, con la ilusión de estudiar una carrera de prestigio. Veníamos con la idea de hacer el Bien para el Pueblo. Eso fue antes de descubrir que no puede haber Justicia donde se prostituye el Derecho. Ahora estamos decepcionados, a medio camino entre nuestra vida de estudiantes y un futuro profesional incierto.
Nuestras familias son familias revolucionarias, que creyeron en el Proceso, aunque a estas alturas nuestros mismos padres están llenos de tristeza, temor y decepción. Hoy solo quieren que el tiempo vuele, que agarremos los títulos y nos vayamos a otro lado. Para poder vivir dignamente, sin miseria y con libertad.
Les escribimos con la frustración de no poder lograr mucho, pero también con responsabilidad de hacer algo. De denunciar lo que pasa. Vivimos rodeados de profesores que simulan, que no creen en los códigos éticos del buen maestro y jurista. Porque son profesores que han faltado a la más elemental condición humana e intelectual: el compromiso con la verdad.
En Cuba hoy solo vive bien el oportunista y privilegiado. En Cuba hay hoy cientos de personas, la mayoría jóvenes como nosotros, que siguen presos por manifestarse, por pedir un país mejor. Los dirigentes -no el pueblo- han aprobado un Código Penal criminal, que parece sacado de los libretos de Batista o Pinochet. Aquí te multan por poner un post de Facebook criticando a un cuadro del partido, a un dirigente corrupto y aburguesado. Por un comentario en Twitter riéndote de alguna chapucería de los de arriba. Por comprar o vender algo en el mercado negro, como cuentapropista o trabajador, lo que no consigues con tu salario y en las tiendas. Para poder comer, un poco mejor, cada día.
De nada de eso hablan nuestros profesores en la Facultad. No les falta conocimiento, lo que les falta es dignidad. Pero les sobra cinismo y oportunismo. Se la pasan todo el tiempo cazando puestos, viajes al exterior y encargos del gobierno. En nuestras clases no se habla de Derechos Humanos y cuando se hace se hace mal, de pasada, como si fuera algo lejano, abstracto. No se discute tampoco de cómo en un país como este puede haber una Constitución democrática y a la misma vez se pisotean los derechos ciudadanos. En esas condiciones, ¿para qué estudiamos Derecho?
Los buenos profesores que podrían decir algo de lo que sucede están comprados. Son cómplices de todo lo que pasa. Escriben artículos en los periódicos e internet y aparecen en televisión, pero siempre apoyando el pisoteo de nuestros derechos. Con el argumento hipócrita que Cuba es un "país diferente", que tenemos un "modelo distinto" de democracia y Derechos Humanos. Ellos saben que eso no es cierto.
Figuras eminentes, como el Dr. Yuri Pérez y la Dra. Martha Prieto, han puesto su conocimiento para justificar este desastre. Otros maestros, como el Dr. Yan Guzman, publica en revistas extranjeras y habla de democracia, pero sin aplicarla en nuestro pobre país. Ellos (y otros pocos) viajan a congresos fuera del país, pero no usan su conocimiento y sus contactos para apoyar a quienes luchan por la Justicia y la Democracia en el país donde nacieron y trabajan.
La lista de mentiras, corruptelas y trabajos de los profesores para la Seguridad del Estado -que vigila a los estudiantes- es conocida en la Facultad. Si a alguno de nosotros se nos ocurre decir algo crítico, los profes son los primeros que nos dejan, como se dice en la calle, quemados. Ahora esos profes hasta organizan congresos con prestigiosos invitados extranjeros, para hablar de derechos humanos y constituciones. Foros que en las actuales condiciones de control y censura -donde solo participan en esos eventos a quienes aprueba el poder- nada más sirven para engañar, maquillar y exportar este fracasado modelo.
Nada queda ya de la facultad que formó a tantos jóvenes cultos y rebeldes en "la seudorepública" de la etapa capitalista. De esas generaciones en las que se formaron los mártires de la lucha contra Machado y Batista. Los jóvenes estudiantes aprendemos más hoy de profesores dignos, verdaderos revolucionarios y socialistas como los doctores Julio Antonio Fernández Estrada, Eloy Viera y René Fidel González que de lo que vemos en nuestras aulas. Donde abundan las clases mediocres, los currículos desfasados, los juramentos hipócritas y los profesores cansados y cínicos. Lo triste es que los profes Julio, Eloy, René y otros han sido expulsados de sus aulas por esta misma mediocridad segurosa.
Escribimos esto para denunciar, impotentes por no poder cambiar la situación desde dentro, lo que está pasando. Nos duele tener que hacerlo, porque al fin y al cabo es aquí donde nos formamos. Es de este lugar de donde saldrá nuestro título. Pero debemos pagar nuestra propia deuda con la sociedad que nos formó, diciendo la verdad.
Si quienes leen esto son aspirantes a estudiar en la Facultad, olvídense de eso: inviertan mejor su tiempo, estudiando otra cosa. Váyanse del país y hagan su sueño realidad en otro lado, donde los maestros enseñen lo que es verdaderamente la Justicia y el Derecho. Si son académicos extranjeros, no comprometan sus nombres y prestigio en convenios y eventos con esta cueva de policías, vividores y mediocres en que se ha convertido la Facultad de Derecho de la Universidad de la Habana.
Los autores del texto prefirieron resguardar su identidad.
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