miércoles, 22 de febrero de 2023

478.- Somos como rehenes de un pedazo de historia que condena para siempre al gobierno cubano. (Segunda Parte).

El término bancarrota es usualmente utilizado en empresas comerciales y en algunos países cuya legislación lo incluye y permite, en las personas. Se refiere generalmente a una situación económica desfavorable, donde la empresa o persona, no pueden cumplir con sus obligaciones económicas, cuya balanza de pago es desfavorable, etc. Por lo que estamos acostumbrados a ver y escuchar que tal persona se declaró en bancarrota o que tal empresa quebró y tuvo que liquidar sus partes y componentes antes de desaparecer del mercado.

Recuerdo que la primera vez que escuché el termino bancarrota de un país, cosa que me llamó mucho la atención, fue aplicado a Grecia y se refería a la incapacidad económica de ese bello país para pagar sus deudas y resolver el tema interno frente a sus ciudadanos. Recuerdo que en aquellos momentos me fue difícil entender cómo un país entero y su gobierno podían declararse en bancarrota, pensando yo en la cantidad de “riquezas” que cualquier país puede tener para demostrar su valía económica.

Pues sí, la bancarrota para un país existe oficialmente cuando sus riquezas no alcanzan para pagar sus deudas, sus acreedores exigen los pagos del dinero entregado con anterioridad, los bancos internacionales se niegan a volver a prestar dinero, lo que termina obviamente en la crisis no sólo económica, sino política y sobre todo social, al ser los pueblos los que pagan estas situaciones, con recortes y más recortes, que los malos administradores los hacen llegar y padecer. Los grandes políticos, a no ser que sean colgados de un poste de luz, generalmente siempre se salvan.

Entonces la pregunta es, cuándo se le aplicará a Cuba el término “país en bancarrota”. Evidentemente porque una cosa es una crisis económica transitoria, como ha ocurrido y ocurren en muchos países, crisis económicas determinadas a veces por factores internos y otras por factores externos o la combinación puntual de ambos, pero que su durabilidad es transitoria y los gobiernos pueden maniobrar y otra es la incapacidad manifiesta para resolver de forma estable la vida de un país entero.

Cuba viene compitiendo desde hace décadas por esta categoría y hoy, finalmente, después de haber hecho un gran esfuerzo en su competencia, la ha logrado. Cuba exhibe, quizás mejor que Grecia, todas las características que la ponen a la cabeza de las bancarrotas de los países. Bancarrota económica, a sabiendas de que esa área nunca ha sido su fuerte y que nunca desarrolló realmente, sino que se dedicó a exhibir y gastar el resultado de su “colaboración” con el campo socialista y su padre y líder la Unión  Soviética, bancarrota política de un gobierno mantenido con más o menos las mismas caras, ideas y forma de actuación, que nunca fue coherente y sólida, más allá de su propaganda masiva y hoy, más que nunca, más que en la colonia y la república, una bancarrota y destrucción social, donde el pueblo cubano es su mayor exponente. Pueblo, por definirlo de alguna forma abarcadora, no sólo destruido, sino desangrado totalmente.

Muchos hemos especulado sobre las deudas internacionales del gobierno cubano y también sobre las deudas económicas que ese gobierno tiene para con su interior, o sea, para con su productor, pero los números reales siempre nos han faltado. Es difícil, la información en Cuba, proveniente del gobierno, sobre el gobierno, no existe públicamente, los gobernantes, mostrando el poco respeto que sienten para con su pueblo, siempre la han ocultado, distorsionado y manejado, tratando de crear imágenes basadas sólo en la propaganda ideológica. El cubano promedio, como yo, conoce de la bancarrota de Grecia y de todas las otras bancarrotas mundiales, sin embargo, podemos seguir pensando que eso no tiene nada que ver con su Cuba, que esos términos no se aplican o que quizás sean una invención del siempre “útil” enemigo. Es por todos conocido o al menos asumido que históricamente el gobierno cubano ha creado sus propios parámetros, sus propias evaluaciones, muchas veces no coincidentes con las que se utilizan en y para el resto de los países del planeta.

Hace unas pocas semanas Cuba ha sido sentada en el banquillo de los acusados. Esto no es nuevo, muchas veces el gobierno cubano ha tenido que enfrentar esos litigios internacionales con relación a deudas no pagadas, utilización de marcas no legales, incautación de propiedades, etc., mi abuelo Papá Felo fue por años el presidente de la creo llamada Comisión Internacional de Arbitraje dedicada en parte a estos temas, quizás ahora ha sido el momento más público, tan público que el gobierno no lo ha podido ocultar. Claro siempre ha tratado de marcar el proceso con un carácter político, llamando “fondos buitres” a en realidad deudas legales, tratando de desviar la atención, sólo que, para este caso, el tiro le ha salido por la culata. El tribunal enjuiciador estuvo en Londres, Londres está en Gran Bretaña y los ingleses no se parecen a nadie.

Acostumbrada a resolver los problemas en silencio, quizás por la presencia, acción, maniobras, contactos y hasta el prestigio para una parte del mundo de Fidel Castro e incluso, no solo salir ilesa, sino seguir obteniendo créditos internacionales, lo que resulta difícil de entender frente a un gobierno que no sólo no paga, sino que pregonó por años que no pagaría ni un centavo de la deuda adquirida y gastada a voluntad, hoy, el gobierno incapaz, se ha visto obligado a gastar enormes sumas de dinero en abogados internacionales y trámites, los abogados cubanos parece que no compiten en esas lides, para defenderse sobre una vieja deuda de la década del 80, deuda de hace más de 30 años, que aún no ha pagado y más, no sabe a ciencias ciertas cómo pagará, porque no es que hoy no quiera, sino que está convencida que no tiene cómo pagar, a no ser con la cruda realidad de vender parte del territorio nacional, como se comenta ha vendido un cayo a Canadá o vender a los propios cubanos, tal como se hacía en el período esclavista.

La deuda de Cuba como país, la cual grabará no sólo a los presentes, sino parece ser que a los hijos de los presentes y a los hijos de los hijos, podemos verla desde dos ángulos. La enorme deuda contraída con el por aquel momento aparente sólido campo socialista, que jamás nos enteraremos a cuánto ascendió y la deuda contraída con acreedores a los que Fidel Castro un día llamó “capitalistas buenos” en la misma medida que se prestaron o aportaron por “ayudar” a Cuba, donde la verdadera realidad fue que esperaron a que apareciera la necesidad frente al “desmerengamiento” del socialismo mundial, para una vez más tratar de cambiarnos cristalitos de colores por nuestro oro. Capitalistas buenos que un día aparecieron para volver a colonizar a la mayor de las islas del Caribe.

Cuba llegó a tener más tractores per-capitas que la mismísima URSS, tractores que todavía andan en Cuba en manos de particulares. Cuba tuvo el ejército más poderoso de América Latina y que muchos otros países del mundo. Cuba, bajo la idea de convertirla en un país altamente industrializado adquirió fábricas, plantas productoras, electro energéticas e incluso una central atómica, provenientes de todos los países socialistas, fábricas, muchas de ellas que nunca se llegaron a montar y andan enterradas por partes dentro de la maleza y el marabú. Cuba de pronto vendió equipos electrodomésticos que las personas aún no han pagado y que el gobierno cubano jamás pagó al gobierno chino por un crédito que era para otra cosa, pero que nuestro invicto comandante se le antojó hacerse el bueno para mantener su popularidad. Y así, miles de inversiones fallidas que a mi elemental nivel puedo conocer, adjuntando las guerras y las guerrillas, más el entrenamiento de todos los locos antimperialistas del mundo en que nos metimos en estos últimos 60 años. Deudas que imagino que el mismo invicto comandante dijo “apúntenla en el hielo” y debe haberles recordado que siempre pagó con sus gritos antimperialistas.

Otra cosa, parece ser, las deudas contraídas con aquellos capitalistas buenos, que hoy, al recordar que son capitalistas, han vuelto a ser malos.

Según he escuchado sobre la deuda de Cuba, por sólo citar un ejemplo, allá por el 2015 el famoso Club de París perdonó 8 500 millones de los 11 100 millones de la deuda que se dejó de pagar en el 1986. 11 100 millones sólo al club parisino. ¿Dónde se metió ese dinero?, ¿Para qué se invirtió?

Los números, que ahora no son mi objetivo son aplastantes, más arriba dije que los hijos de los hijos, o sea, los nietos de los presentes, en realidad la cuenta es para los nietos de esos nietos, porque la pregunta más clave es, cómo se va a pagar, si a partir de ahora a todo el que se le debe, tomando en cuentas el antecedente del juicio londinense, se presenta con sus contratos impagados a tratar de cobrar. Además de las deudas, el fondo económico cubano se verá más afectado por la cantidad de juicios internacionales que va a tener que enfrentar.

Ahora, dónde está esa inversión, si al final del cuento lo que tenemos es un país totalmente destruido desde todos los puntos de vista, donde ya ni aquellos pilares que tanto se pregonaron como la salud pública y el deporte funcionan y un pedazo de carne de puerco o una calabaza se han convertido en productos de “élites” inalcanzables e imposibles de pagar por la mayoría del pueblo que aún allí vive. Un pedazo de carne de puerco y una calabaza.

Cómo se va a pagar si hoy Cuba está importando los productos que debería tener, hablo del azúcar y la sal. Como se va a pagar si la balanza es más que desfavorable si nos guiamos por las exportaciones, porque sencillamente cada día existen menos productos a exportar porque cada día se produce menos.

Cómo se va a pagar si la “locomotora sin humo”, aquello del sector turismo hoy está en total crisis, con hoteles, incluso recién inaugurados, vacíos. Cómo se va a pagar si los acreedores estarán asustados y cada día costará más trabajo conseguir préstamos o créditos internacionales.

Es muy sencillo de entender y eso quizás nos pasa como personas. Fuimos educados como país por un grupo que sabía de todo menos de economía. Fuimos dirigidos por un grupo que se dedicó a especular con aquello del “mejor país del mundo” gastando un dinero que no tenían o peor, gastando por encima de lo que podían producir, con tal de convencer a una parte de aquellos pobres, para los que se hizo una revolución, que hoy a todas luces son más pobres que cuando se incorporaron.

Es sencillo de entender, no se puede pagar, porque no hay de dónde sacar ese dinero. No se puede o podrá producir porque en estas últimas seis décadas, se han inventado todos los métodos y vías y no se ha logrado y los que dirigen, que son más de lo mismo, están plantados en los antiguos criterios y sólo hablan tratando de confundir y seguir ganando tiempo de independencia, solidaridad, soberanía, continuidad, antimperialismo, socialismo, seguir resistiendo y aguantando, pero en la concreta nada.

Es sencillo de entender, las personas en Cuba se están mudando de país, no importa hoy mucho el destino final y lo más cómico, por no llamarlo dramático, es que se están mudando muchos de aquellos que dieron sus vidas para construir un país nuevo, diferente, exclusivo, único. Personas que, cansadas, o peor, agotadas, han renunciado a su idea de “mejor sociedad” y han preferido vivir en aquellos lugares a los definieron como enemigos e incluso declararon una guerra a muerte.

Si, los cubanos, todos, los de aquí y los de allá, no sólo somos rehenes de un pedazo de historia, sino que somos además los deudores de una enorme deuda, sobre la cual nadie nos consultó, de la cual no vimos mucho y que como resultados hoy tenemos muy poco.

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