A mis 60 años puedo afirmar que no existe un lugar ideal para vivir. Cada pueblo, cada barrio, incluso cada cuadra tiene sus propias características, ritmos, movimientos, culturas, etc. Algunos hablan, por lo que parece con mucha propiedad, del paraíso como ese ideal, pero confieso no haber visto tan siquiera una foto, lo que me llama la atención hoy con tantas fotos de todo y todos que se publican.
Entonces hacia donde quiera que te muevas encuentras,
blancos, negros, chinos y de otras muchas nacionalidades, personas buenas, muy
buenas, malas y muy malas. Lugares fríos, lugares calientes o lugares donde llueve
todos los días. Cuando no hay calor, frío o lluvia entonces existen terremotos,
volcanes, tornados, huracanes, etc., y para colmo muchos lugares con animales
complicados, agresivos o venenosos incluso Para colmo de males, en aquellos
lugares considerados casi ideales desde el punto humano y geográfico, entonces
los gobiernos, la política, la economía, la mafia o los grupos organizados
traficantes de drogas, armas, personas, etc., lo desgracian todo. Por lo que la
búsqueda de ese lugar ideal, que se convierte en el objetivo de no pocas
personas, tan pronto se piensa que se ha encontrado, muy rápido se descubre que
no lo es tanto.
Entonces el ideal, es aconsejable, construírselo uno
mismo en el espacio, grande o pequeño, donde se vive y con el grupo, también
grande o pequeño con que se convive y olvidarse un poco de ese macro espacio
ideal, sobre el cual muy pocas veces podemos influir. No creo que haya que deprimirse,
adaptarse enfermizamente, ni conformarse, sólo hay que ser inteligente.
Mi trabajo me lleva a manejar y caminar y además conversar
con muchas personas de esa área durante, como mínimo, 8 horas cada día, lo que
me ha posibilitado, por una parte, a partir de mi gran imaginación, recrear la
vida de antes cuando muchas de esas casas, hoy semidestruidas o envejecidas desfavorablemente,
eran la modernidad y, paralelamente, me ha permitido comprobar los diferentes
niveles sociales y económicos de la vida de hoy. A muchos les convendría
caminar por allí, así podrán conocer que Estados Unidos es algo más que Las
Vegas o la parte turística de New York.
Uno de los temas que más me llama la atención en esta
zona es la cantidad de perros y gatos que existen. Perros y gatos,
organizadamente domiciliados dentro de las casas, he llegado a contar 10 de
cada uno de ellos y perros y gatos que transitan, comen, duermen, se fajan,
tienen sexo y agreden a las personas en las calles, sin domicilio o dueño
aparente.
Y debo reconocer que esto no es de mi total inspiración, a lo mejor, más allá de verlos pasar, no me hubieran llamado tanto la atención porque tampoco vengo de Suecia o Noruega, sino que se ha convertido en un tema obligado para mí, porque mi madre, la cual investiga sobre temas de su muy propio interés, todos los días al llegar a mi casa, me pregunta por los perros de mi zona, tal como si fueran nuestros familiares y me da un parte obtenido de internet y la TV de ataques de perros, mordidas, muertes de personas, más todas las estadísticas emitidas por las autoridades que tienen que ver con el asunto, atiéndanlo más o menos. La pregunta sobre los perros, sobre todo los callejeros es hoy parte de mi vida tan pronto traspaso la puerta de mi apartamento y trato de sentarme a tomarme un café, tan parte de mi vida que primero me veo obligado a hablar de ello, antes de contar como me fue en el día.
Y es cierto, el asunto de los perros callejeros es o
se ha convertido en un gran problema para las autoridades y los pobladores de
San Antonio. Los números de agresiones y lesiones, que mi madre tiene
recolectados, imagino que, para hacer un informe a las Naciones Unidas, son
impresionantes. Los números de lo que se gasta y tendría que gastar
económicamente para resolver el asunto, son muy altos, tan altos que de momento
no se consiguen. Las autoridades se declaran imposibilitadas a dar respuestas para
resolver de una vez el asunto.
De más está decir que, para mí, amante de los perros, no así tanto de los gatos, me resulta pensar en algo muy fácil. Yo, llegado el caso, saldría con mucho respeto y profesionalismo a cazarlos, los llevaría a un lugar y …, les garantizaría un paso digno a ese paraíso que dicen existe, pero sé que eso me pondría en desventaja hoy frente a las miles de organizaciones que existen en defensa de los animales y los millones de personas que, aman, a veces para mi gusto, desmedidamente, a los animales. Para mi gusto, una cosa es amar a los animales y otras es pensar o aparentar que son humanos. Una cosa, es decir, yo tengo un perro, un gato, un cerdo o una vaca a los que quiero y atiendo y la otra es decir que soy la mamá o el papá de una lida vaquita que duerme dentro de una cuna al lado de mi cama, que cuando se desvela por las noches, la paso a dormir conmigo en mi cama. Para mí gusto, y pido disculpas a los amorosos, una cosa es darle cariño a un animal, pasarles las manos, jugar y otra es no parar de besarle la boca, a veces con lengua incluida.
Debo reconocer que no he comido perro, no soy
vietnamita, pero también me es fácil decir que, por semanas, durante aquel
período llamado malignamente “especial”, alimentamos a un gato que apareció en
el patio de mi casa y un buen día, sin pedir mucho perdón, lo metimos en un
horno y lo disfrutamos como un buen asado, para qué hablar de lo que veo cuando
miro a una vaca o un cerdo. Los canadienses pueden defender a los gatos porque
los mercados en Canadá están llenos de comida.
Recuerdo cuando era niño, en Cuba existía en la calle Infanta, un lugar al que llamábamos Zoonosis, donde se sacrificaban organizadamente a los perros, quizás a otros animales, a veces los que llevaban las personas, dueños o no, otras los que se encontraban vagando por las calles. Sobre todo, recuerdo que los perros callejeros se recogían. Luego, lo mismo que mi infancia, esa actividad fue desapareciendo.
Instituciones como esas existen también aquí en San
Antonio, pero cuando era niño nunca pensé en el respaldo económico que tiene
que haber, no sólo para custodiar, sino incluso para “poner a dormir” a determinados
animales, cifra enorme de dinero, que por momentos no existe.
Según las autoridades, existe déficit de personal especializado,
veterinarios, “voluntarios cazadores”, psicólogos de animales, terapeutas,
personal administrativo, etc., porque no es un perro o gato callejero, son muchos
miles. La idea de bajarse de un carro y atrapar a un perro, grande, dinámico y
a veces furioso, no es tan fácil como se veía en los muñequitos de mi infancia.
Luego, a esos animales, como estamos en el siglo XXI, hay que llevarlos a un lugar especial, especie de albergue, darle atención médica, comida, atención emocional e incluso determinado producto químico para hacerlos pasar a la muerte, más hornos especiales para deshacerse de los cadáveres, etc. Hay muchos problemas aún con los humanos, digamos en mí misma área de trabajo, con los llamados “homeless”, alcohólicos, drogadictos, que viven, a veces por propia decisión como perros callejeros, para los que se necesita también muchísimo apoyo económico, para dedicar mucho tiempo, esfuerzo y dinero para resolver otros temas.
Existe un llamado a que las personas adopten uno de
esos animales, es cierto que existen los que se animan, pero conozco
personalmente a personas que prefieren pagar 1000, 2000 y hasta 4 000 dólares,
más seguros médicos, clínicas, más entrenamientos en escuelas especiales, etc.,
antes de llevarse a casa a un perro, quizás ya adulto, de esos llamados de la
calle. Tener un perro es lindo, tener un perro caro, muy caro, es algo que
tiene una onda extra.
Como los perros callejeros llegan a ponerse a veces
agresivos, entonces se les está pidiendo a las personas “de bien”, que les
pongan comida y agua en las calles, cosa que puedo asegurar que he visto hacer,
por lo que entonces, tratando de evitar males mayores, se les garantiza la vida
con poco esfuerzo, la mayor parte de los perros callejeros que veo todos los
días, se ven sanos y a veces bien alimentados.
Los gatos callejeros, son más fáciles de controlar, porque generalmente no son agresivos o al menos más fáciles de “combatir” si se ponen majaderos, pero la idea de enfrentar a uno o varios pitbulls, pastores alemanes, rottweilers, que te vienen para arriba no es tan fácil. Hay perros pequeños, que ladran y se acercan en posición agresiva, pero se pueden patear como un balón de futbol, pero patear a un rottweiler es más difícil. Conozco del tema, porque en la casa de mi hija hay dos inigualables de esos ejemplares donde lo del balón de futbol es sólo para definir el tamaño de sus cabezas.
A un pequeño perro callejero lo puedes morder, a un
pitbull o rottweiler agresivo y atacante, hay que darle un balazo. Esto puede parecer
una exageración, pero uno de los reportes de mi madre cuenta que un señor aquí
en San Antonio fue atacado por dos perros grandes y que sólo, por suerte, se lo
pudo quitar de arriba un vecino que portaba una pistola. El señor agredido, como
consecuencia, murió horas después en un hospital. Puede parecer exagerado, pero
en otro informe de mi madre, una muchacha casi pierde parte de la mitad de la
cara al ser mordida varias veces por un perro aparentemente manso, que trató de
quitarle algo que ella comía frente a él. Puede parecer exagerado, pero uso un
table que tiene el protector del cristal rajado y al comentarlo con mi jefe, me
dijo que la persona que lo poseyó anteriormente lo había utilizado como arma de
defensa frente a un ataque de un perro.
Todos los lugares son diferentes, todos tienen sus cosas lindas y cosas feas. Parece que el asunto, sobre todo, de los perros callejeros, en San Antonio o al menos en una parte de él, se ha convertido por olvido o imposibilidad real, en un tema complicado de poder resolver, al menos a corto plazo.
Mi madre me aconseja que además de llevar conmigo, dos celulares, un table, mis espejuelos, mi solapín, el pequeño objeto metálico que utilizo para tocar las cercas, las llaves de mi carro, más la publicidad que entrego en las casas donde puedo contactar a alguien, me lleve un palo. Yo le respondo que sí, que me lo pondré en la cintura, tal como si fuera yo un mambí, un caballero feudal o un samurái.
¿Se imaginan?
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