lunes, 25 de diciembre de 2023

536.- Perros callejeros en San Antonio.

A mis 60 años puedo afirmar que no existe un lugar ideal para vivir. Cada pueblo, cada barrio, incluso cada cuadra tiene sus propias características, ritmos, movimientos, culturas, etc. Algunos hablan, por lo que parece con mucha propiedad, del paraíso como ese ideal, pero confieso no haber visto tan siquiera una foto, lo que me llama la atención hoy con tantas fotos de todo y todos que se publican.

Entonces hacia donde quiera que te muevas encuentras, blancos, negros, chinos y de otras muchas nacionalidades, personas buenas, muy buenas, malas y muy malas. Lugares fríos, lugares calientes o lugares donde llueve todos los días. Cuando no hay calor, frío o lluvia entonces existen terremotos, volcanes, tornados, huracanes, etc., y para colmo muchos lugares con animales complicados, agresivos o venenosos incluso Para colmo de males, en aquellos lugares considerados casi ideales desde el punto humano y geográfico, entonces los gobiernos, la política, la economía, la mafia o los grupos organizados traficantes de drogas, armas, personas, etc., lo desgracian todo. Por lo que la búsqueda de ese lugar ideal, que se convierte en el objetivo de no pocas personas, tan pronto se piensa que se ha encontrado, muy rápido se descubre que no lo es tanto.

Entonces el ideal, es aconsejable, construírselo uno mismo en el espacio, grande o pequeño, donde se vive y con el grupo, también grande o pequeño con que se convive y olvidarse un poco de ese macro espacio ideal, sobre el cual muy pocas veces podemos influir. No creo que haya que deprimirse, adaptarse enfermizamente, ni conformarse, sólo hay que ser inteligente.

San Antonio, es una ciudad grande, que además sigue en constante crecimiento, lo que hace que existan diferencias muy visibles entre las zonas que forman la ciudad. Vivo en una de las partes modernas, linda y segura y como he dicho anteriormente, trabajo en parte de la ciudad vieja, quizás los primeros orígenes de la expansión de San Antonio, allá por los años 20 y 30 del siglo XX, zona hoy no sólo afectada por la antigüedad, sino también porque ha quedado, en sentido general, para muchas personas mayores, de bajos ingresos económicos o ningún ingreso.

Mi trabajo me lleva a manejar y caminar y además conversar con muchas personas de esa área durante, como mínimo, 8 horas cada día, lo que me ha posibilitado, por una parte, a partir de mi gran imaginación, recrear la vida de antes cuando muchas de esas casas, hoy semidestruidas o envejecidas desfavorablemente, eran la modernidad y, paralelamente, me ha permitido comprobar los diferentes niveles sociales y económicos de la vida de hoy. A muchos les convendría caminar por allí, así podrán conocer que Estados Unidos es algo más que Las Vegas o la parte turística de New York.

Uno de los temas que más me llama la atención en esta zona es la cantidad de perros y gatos que existen. Perros y gatos, organizadamente domiciliados dentro de las casas, he llegado a contar 10 de cada uno de ellos y perros y gatos que transitan, comen, duermen, se fajan, tienen sexo y agreden a las personas en las calles, sin domicilio o dueño aparente.

Y debo reconocer que esto no es de mi total inspiración, a lo mejor, más allá de verlos pasar, no me hubieran llamado tanto la atención porque tampoco vengo de Suecia o Noruega, sino que se ha convertido en un tema obligado para mí, porque mi madre, la cual investiga sobre temas de su muy propio interés, todos los días al llegar a mi casa, me pregunta por los perros de mi zona, tal como si fueran nuestros familiares y me da un parte obtenido de internet y la TV de ataques de perros, mordidas, muertes de personas, más todas las estadísticas emitidas por las autoridades que tienen que ver con el asunto, atiéndanlo más o menos. La pregunta sobre los perros, sobre todo los callejeros es hoy parte de mi vida tan pronto traspaso la puerta de mi apartamento y trato de sentarme a tomarme un café, tan parte de mi vida que primero me veo obligado a hablar de ello, antes de contar como me fue en el día.

Y es cierto, el asunto de los perros callejeros es o se ha convertido en un gran problema para las autoridades y los pobladores de San Antonio. Los números de agresiones y lesiones, que mi madre tiene recolectados, imagino que, para hacer un informe a las Naciones Unidas, son impresionantes. Los números de lo que se gasta y tendría que gastar económicamente para resolver el asunto, son muy altos, tan altos que de momento no se consiguen. Las autoridades se declaran imposibilitadas a dar respuestas para resolver de una vez el asunto.

De más está decir que, para mí, amante de los perros, no así tanto de los gatos, me resulta pensar en algo muy fácil. Yo, llegado el caso, saldría con mucho respeto y profesionalismo a cazarlos, los llevaría a un lugar y …, les garantizaría un paso digno a ese paraíso que dicen existe, pero sé que eso me pondría en desventaja hoy frente a las miles de organizaciones que existen en defensa de los animales y los millones de personas que, aman, a veces para mi gusto, desmedidamente, a los animales. Para mi gusto, una cosa es amar a los animales y otras es pensar o aparentar que son humanos. Una cosa, es decir, yo tengo un perro, un gato, un cerdo o una vaca a los que quiero y atiendo y la otra es decir que soy la mamá o el papá de una lida vaquita que duerme dentro de una cuna al lado de mi cama, que cuando se desvela por las noches, la paso a dormir conmigo en mi cama. Para mí gusto, y pido disculpas a los amorosos, una cosa es darle cariño a un animal, pasarles las manos, jugar y otra es no parar de besarle la boca, a veces con lengua incluida.

Debo reconocer que no he comido perro, no soy vietnamita, pero también me es fácil decir que, por semanas, durante aquel período llamado malignamente “especial”, alimentamos a un gato que apareció en el patio de mi casa y un buen día, sin pedir mucho perdón, lo metimos en un horno y lo disfrutamos como un buen asado, para qué hablar de lo que veo cuando miro a una vaca o un cerdo. Los canadienses pueden defender a los gatos porque los mercados en Canadá están llenos de comida.

Recuerdo cuando era niño, en Cuba existía en la calle Infanta, un lugar al que llamábamos Zoonosis, donde se sacrificaban organizadamente a los perros, quizás a otros animales, a veces los que llevaban las personas, dueños o no, otras los que se encontraban vagando por las calles.  Sobre todo, recuerdo que los perros callejeros se recogían. Luego, lo mismo que mi infancia, esa actividad fue desapareciendo.

Instituciones como esas existen también aquí en San Antonio, pero cuando era niño nunca pensé en el respaldo económico que tiene que haber, no sólo para custodiar, sino incluso para “poner a dormir” a determinados animales, cifra enorme de dinero, que por momentos no existe.

Según las autoridades, existe déficit de personal especializado, veterinarios, “voluntarios cazadores”, psicólogos de animales, terapeutas, personal administrativo, etc., porque no es un perro o gato callejero, son muchos miles. La idea de bajarse de un carro y atrapar a un perro, grande, dinámico y a veces furioso, no es tan fácil como se veía en los muñequitos de mi infancia.

Luego, a esos animales, como estamos en el siglo XXI, hay que llevarlos a un lugar especial, especie de albergue, darle atención médica, comida, atención emocional e incluso determinado producto químico para hacerlos pasar a la muerte, más hornos especiales para deshacerse de los cadáveres, etc. Hay muchos problemas aún con los humanos, digamos en mí misma área de trabajo, con los llamados “homeless”, alcohólicos, drogadictos, que viven, a veces por propia decisión como perros callejeros, para los que se necesita también muchísimo apoyo económico, para dedicar mucho tiempo, esfuerzo y dinero para resolver otros temas.

Existe un llamado a que las personas adopten uno de esos animales, es cierto que existen los que se animan, pero conozco personalmente a personas que prefieren pagar 1000, 2000 y hasta 4 000 dólares, más seguros médicos, clínicas, más entrenamientos en escuelas especiales, etc., antes de llevarse a casa a un perro, quizás ya adulto, de esos llamados de la calle. Tener un perro es lindo, tener un perro caro, muy caro, es algo que tiene una onda extra.

En los primeros días de trabajar en mi área, me llamó la atención ver a personas caminar con palos en las manos, palos que aparentemente no tenían ninguna función, sin embargo, con el tiempo descubrí que muchos de esos palos se utilizan para defenderse frente a los posibles ataques de los perros callejeros.

Como los perros callejeros llegan a ponerse a veces agresivos, entonces se les está pidiendo a las personas “de bien”, que les pongan comida y agua en las calles, cosa que puedo asegurar que he visto hacer, por lo que entonces, tratando de evitar males mayores, se les garantiza la vida con poco esfuerzo, la mayor parte de los perros callejeros que veo todos los días, se ven sanos y a veces bien alimentados.

Los gatos callejeros, son más fáciles de controlar, porque generalmente no son agresivos o al menos más fáciles de “combatir” si se ponen majaderos, pero la idea de enfrentar a uno o varios pitbulls, pastores alemanes, rottweilers, que te vienen para arriba no es tan fácil. Hay perros pequeños, que ladran y se acercan en posición agresiva, pero se pueden patear como un balón de futbol, pero patear a un rottweiler es más difícil. Conozco del tema, porque en la casa de mi hija hay dos inigualables de esos ejemplares donde lo del balón de futbol es sólo para definir el tamaño de sus cabezas.

A un pequeño perro callejero lo puedes morder, a un pitbull o rottweiler agresivo y atacante, hay que darle un balazo. Esto puede parecer una exageración, pero uno de los reportes de mi madre cuenta que un señor aquí en San Antonio fue atacado por dos perros grandes y que sólo, por suerte, se lo pudo quitar de arriba un vecino que portaba una pistola. El señor agredido, como consecuencia, murió horas después en un hospital. Puede parecer exagerado, pero en otro informe de mi madre, una muchacha casi pierde parte de la mitad de la cara al ser mordida varias veces por un perro aparentemente manso, que trató de quitarle algo que ella comía frente a él. Puede parecer exagerado, pero uso un table que tiene el protector del cristal rajado y al comentarlo con mi jefe, me dijo que la persona que lo poseyó anteriormente lo había utilizado como arma de defensa frente a un ataque de un perro.

Todos los lugares son diferentes, todos tienen sus cosas lindas y cosas feas. Parece que el asunto, sobre todo, de los perros callejeros, en San Antonio o al menos en una parte de él, se ha convertido por olvido o imposibilidad real, en un tema complicado de poder resolver, al menos a corto plazo.

Mi madre me aconseja que además de llevar conmigo, dos celulares, un table, mis espejuelos, mi solapín, el pequeño objeto metálico que utilizo para tocar las cercas, las llaves de mi carro, más la publicidad que entrego en las casas donde puedo contactar a alguien, me lleve un palo. Yo le respondo que sí, que me lo pondré en la cintura, tal como si fuera yo un mambí, un caballero feudal o un samurái. 

¿Se imaginan?














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