martes, 6 de febrero de 2024

543.- Cuba avanza. ¿Avanza?

Si esto no fuera tan serio, porque le está yendo la vida a muchas personas, millones de personas, podría ser, como habitualmente se dice, una gran comedia.

Ya no soy capaz de recordar todos los planes anunciados en esta última etapa, desde aquel para el cual se estuvo 10 años estudiando, viajando el mundo, reuniéndose, comiendo y tomando, que luego le costó el puesto público a un tal Marino Murillo, hasta el último, también muy bien pensado y más que anunciado, que se debía implementar a principios del presente mes, febrero 2024. Sólo hago referencia a los planes del actual gobierno, si sumara los hechos por Fidel y su hermanito Raúl, el primero por sólo nombrar alguno, su oro rojo, o sea, la carne de res que hasta los norteamericanos irían a comprar, el segundo con lo de su vaso o vasos de leche para todos los cubanos, por sólo citar alguno y que todos fracasaron, de seguro podríamos hablar de “Record Guinness” para cada año de eso que se sigue llamando Revolución Cubana.

Ninguno, exactamente ninguno ha logrado funcionar, por tanto, menos mejorar nada, por el contrario, cada uno de los planes, medidas, han cavado más el hueco. Hoy mientras escribo el dólar ha arribado a la inimaginable cifra de 290 pesos cubanos en el mercado negro, que ahora se reconoce, quizás por no poder ocultarlo más, como informal.

Recuerdo que Murillo no salía de la noticia, era la cara de los cambios “renovadores”, repito por más de 10 años investigados, que salvarían de la noche a la mañana la grave no, la gravísima situación que Cuba vive y en realidad fue tal el fracaso que a las 24 horas de puesto en práctica el plan, lo que ocurrió de la noche a la mañana fue que Murillo fue esfumado, desaparecido, apartado. Y de esta forma, por supuesto, una vez más, como la culpa nunca cae al piso, se focalizó en su persona el fracaso. Claro también es bueno decir que Murillo se cayó para arriba, como buena tradición revolucionaria, entonces, pasada la pena con sus vecinos más cercanos, conserva su salario, su carro, su gasolina, de seguro sus vacaciones y el tipo que descojonó más la economía cubana, ahora dirige una megaempresa exportadora, nada más y nada menos que de tabaco. Se cayó bien para arriba, ahora debe estar viajando frecuentemente para “conocer” los mercados de los “Habanos” cubanos.

Murillo fracasó, sin embargo, los que le dieron la tarea, los que lo impulsaron y animaron, los que lo reconocieron convirtiéndolo por unos meses en una “celebrity”, quizás y todos los cubanos sabemos que así ocurre, los que le dijeron lo que tenía que hacer, están en sus puestos. El único fracasado fue Murillo, el resto se dedicó a dar discursos para explicar lo que no había resultado después de una década de estudios, investigaciones, y muy rápido pasaron a nuevos planes. Murillo forma parte de esos llamados daños colaterales, término acuñado por el ejército de los Estados Unidos para señalar a las muertes, los heridos y daños no intencionados durante la Guerra de Vietnam, sin saber la vigencia que esa definición tendría en Cuba.

Todos esos planes que, desde el mismo minuto que se comienza a pensar en ellos, se saben van a fracasar, pero no importa, la idea es entretener y dar la imagen de que se está trabajando para el bien del “pueblo”. De ese pueblo que se menciona y se menciona, que nunca ha decidido nada, aunque si muchas veces se ha convertido en cómplice y otras muchas veces no ha visto el beneficio. Los dirigentes en Cuba siempre trabajan para el pueblo, en la misma medida que con su enunciado, se sitúan fuera de él. El pueblo es esa cosa que esta allá, allá, allá, a lo lejos.

Canel, si, el “sin casa”, siempre digo que no está puesto ahí para que resuelva nada, jamás le pidieron que arreglara el país, Fidel y su hermanito menor Raúl, lo único que le pidieron fue que aguantara el palo, que evitara a todo costo que el pueblo deje de pensar en Patria o Muerte, a tal punto que si fuera necesario sacara a las tropas a la calle, para sin tapujos, reprimir, cosa que el “sin casa” supo hacer muy bien. No se le puede culpar de nada, el tipo es sólo la continuidad del soberano desastre.

Fidel no lo situó como presidente para que arreglara Cuba, porque primero a Fidel en realidad nunca le importó Cuba más allá de poder realizar en ella todos sus experimentos, por cierto, también fallidos. Él mejor que nadie sabía y debió estar convencido de que la situación cubana no tenía arreglo, entonces escogió morir tranquilo. Raúl no apoyó y presentó la propuesta para arreglar nada, Raúl no sabe nada de cómo se vive en Cuba desde hace seis décadas, no tuvo incluso ni la necesidad de experimentar que si tuvo su hermano mayor. Raúl se dedicó a, dicen, dirigir el ejército, con una foto de su hermano siempre delante de su cara.

Entonces Díaz Canel es sincero, quizás el más sincero de todos, él es la continuidad del gran experimento que significa averiguar hasta cuándo y cuánto puede resistir un pueblo. Él es la continuidad de lo absurdo, de la corrupción, del “sociolismo” y siguiendo el camino trazado por sus antecesores, de la buena vida para un grupito de personas que se llaman revolucionarios a cambio de mariscos y buenos alcoholes. Es el continuador de que, no importa quién tenga que caer, para que yo permanezca.

Entonces ahora, hace pocas horas, de nuevo la misma táctica, el gobierno cubano sustituye a varios ministros, como siempre sin decir por qué. No se explica, no queda claro, sólo se trata, una vez más de dar la imagen que se está trabajando y que se tiene presente al mismo denominador común, el pueblo.

Hasta hace esas mismas pocas horas, esos ministros estaban en la comparsa, estaban hablando de pueblo, de cumplimiento de las tareas asignadas, de socialismo irrevocable, de lo bien que lo ha hecho Canel, de que las medidas tomadas, las que se tomaran y las que no se han tomado pero se tomaran, más las que se puedan tomar en el otro futuro más adelante, porque para eso ellos tienen 64 mil milenios, hasta hace pocas horas todos ellos estaban engordando y ahora se deberán estar preguntando, pero y los que me orientaron, los que me dieron las medidas que yo tenía que firmar, anunciar y defender, los que me comprometieron, los que me hicieron quemarme día tras día frente a las cámaras de la televisión hablándole a eso que llamamos demagógicamente pueblo, los que comían y tomaban conmigo, los que me llevaron a sus viajes, los que me daban palmaditas en la espalda de reconocimientos, los que me decían que yo era valiente, esforzado y verdadero revolucionario, ¿dónde están?, ¿Cómo es posible que seamos tan poco los sancionados, apartados, depuestos, removidos, quitados, sustituidos?

En realidad, esas preguntas me las haría yo de estar en esa situación, ¿Y los otros donde están?

Cada uno de los quitados, deberían haber sido quitados desde hace mucho, quizás nunca deberían haber sido puestos, pero, ¿la idea de poner en “plan piyama” de la noche a la mañana a algún dirigente, es nueva en Cuba? Para nada, es la acción más que retomada para quitar a alguien del camino que se opuso, o se manifestó lento, o cuestionó, o hiso algún puchero o sencillamente a alguien al quien echarle la culpa. Ya sabemos, para muestra un botón y entonces basta mencionar desde los mismos inicios a Huber Matos o luego al General, primer Héroe de la República Arnaldo Ochoa.

Si no fuera tan complicado, podría dar risas.

Veamos uno de los casos, para mí, el más bochornoso. El día de la Marcha de las Banderas, 28 de enero de 2024, el ministro de economía, Alejandro Gil, que no por gusto lo llaman el más gil de todos los giles, decía unas palabras totalmente estimulantes, sonreía, declaraba que lo que se estaba haciendo era precisamente por el bien del pueblo y que se tenía todo el apoyo de ese pueblo y sobre todo el apoyo de la juventud y que en ese pueblo confiaba. Se veía feliz y sólido.

Y para sorpresa, una semana después Díaz Canel, el sin casa, lo sustituye, sin muchas explicaciones. Entonces, si cuando Gil marchó con las banderas lo sabía, es un tremendo descarado y fingidor, si no lo sabía, entonces es víctima de él mismo, porque debe haber concluido que era una cama que le tenían preparada desde hace mucho tiempo.

Pero para colmo, si lo sabía o no lo sabía, el tipo de baja con una nota pública casi de agradecimiento, al parecer nadie lo atendía, no le cogían el teléfono, los amigos más cercanos desaparecieron, ya no lo visitan, nadie quiere verlo, cosa que pasa siempre y entonces ha publicado en las redes sociales un mensaje “desgarrador”. ¿Qué podrán pensar sus hijos?

Gil, les recuerdo, destituido sin explicación que lave su imagen, escribió para el mundo:

“Gracias Presidente. @DiazCanelB. Ha sido un orgullo y un honor trabajar junto a usted al servicio de nuestro pueblo y de nuestra Revolución. Como siempre, estoy a la orden, para seguir #HaciendoXCuba, #YoSigoAMiPresidente, #UnidosXCuba”

¿Se puede ser más arrastrado, demagogo o interesado con eso de “estoy siempre a la orden?

Eso me recuerda una letra de un viejo bolero, “Ódiame”, que según ahora me entero, compuso el autor peruano, Rafael Otero en los años 60 y se grabó por primera vez por el llamado Ruiseñor de América, Julio Jaramillo, de esos que uno jamás llega a entender, por aquello de tu me odias, tu no me quieres, me aborreces, pero yo te amo, vuelve, que dice:

Ódiame por piedad yo te lo pido

Ódiame sin medida ni clemencia

Odio quiero más que indiferencia

Porque el rencor quiere menos que el olvido.

¿Cómo se supone que se pueda estar contento y a la orden, con la tronada que le han dado?, ¿Cómo entender que te hayan embarcado de esa forma, te hayan explotado y quemado, te hayan expuesto, a lo mejor te hayan escondido el plan piyama hasta última hora y estés a la orden para seguir?

Esta actitud tira por piso la más elemental respuesta humana después de que alguien ha atentado contra ti, a no ser que estés poseído por el conocido Síndrome de Estocolmo, por el cual, las víctimas de abuso crean vínculos con sus abusadores, llegando incluso a simpatizar con ellos.

Veremos más sustituciones, Díaz Canel, el sin casa, ha aprendido bien de sus profesores, que el que empuja no se da golpes.

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