miércoles, 7 de febrero de 2024

544.- No siempre se puede culpar a la mala suerte y a los gatos negros.

Tengo cinco hijos que se llevan bastante pocos años entre ellos.

El primero un varón, mi ilusión. Dejó de estudiar en nivel secundario, se vinculó a las pandillas callejeras, se tatuó un dragón en la cara, ha participado en asaltos y atracos utilizando armas de fuego y hoy cumple una cadena perpetua, en realidad le pusieron quince, por haber asesinado a una mujer embarazada para robarle.

Mi hija, la segunda, era linda de niña, pero también dejó de estudiar muy joven y se dedicó a la prostitución como aficionada participando en fiestas con otras amigas, ella decía que le iba bien. En esas fiestas comenzó a consumir drogas, primero la mariguana porque la hacía reír, luego pasó a las drogas más fuertes. Hoy, sin dientes, no le queda más remedio que vender su cuerpo por centavos, parándose en una esquina en espera de que pase un postor. La han golpeado, la ha estafado, pero ella dice que no sabe hacer más nada.

Al tercero le gustaba el deporte cuando niño, pero tanto deporte hizo que se le olvidara la escuela. Cuando creció no pudo clasificar para deportista profesional y se deprimió tanto que paró consumiendo medicamentos y más medicamentos. Se encerró, no quería salir de la casa, comía y comía sin límites hasta llegar a más de 350 libras y un día decidió no querer vivir más. Se tomó un paquete de pastillas de esas que tomaba para los nervios, se disparó una botella de whisky y se ahogó en su propio vómito.

El cuarto era nervioso desde chiquito, se disgustaba sin control y adoptaba una posición violenta. En varias ocasiones pegó a su mamá y en otras me dio empujones. Rompía las cosas a su paso, salía a la calle dando gritos. Terminamos mi mujer y yo cogiéndole miedo y tratando de casi ni míralo para no disgustarlo y evitar sus arranques violentos sin observar nada. Un buen día arrancó una puerta de nuestra casa, se construyó una balsa con dos cámaras de camión y bajo una borrachera se lanzó al mar con algunos socios. Murió en el Estrecho de la Florida, tratando de llegar a conquistar el “Sueño Americano”, sobre el cual él no sabía absolutamente nada.

El quinto nació y fue medio enfermizo, no salía de un catarro para entrar en otro, entonces le cogimos lastima, su mamá sobre todo lo protegía tratando de evitarle trabajos fuertes, ideas comprometidas, etc. Se levantaba, desayunaba y se sentaba todo el día frente a la TV o la pantalla de su teléfono, decía que no iba a trabajar porque se haría daño, pedía y pedía y había que darle, porque si no como respuesta se enfermaba del cuerpo como resultado de su cabeza. Le cogió el gusto a no hacer nada, se reunía con amigos medio parecidos a él, de vez en cuando hacían juntos unas fechorías y se venían a refugiar en nuestra casa, donde mi esposa y yo, éramos más médicos, terapeutas o policías que padres.

En realidad, he tenido mala suerte como padre, la vida me ha sancionado y castigado de esa forma. Mi esposa vive enferma de los nervios entre ir a ver a uno a la cárcel, sacando a otra de una esquina, visitando el cementerio y el Malecón de La Habana, para preguntar a nuestros hijos por qué. Yo he tenido mala suerte como papá.

¿Se le podrá dejar todo a la mala suerte y a que no nos pase un gato negro por delante? Creo que no. Ni la mala suerte, ni los gatos negros son tan malos como la tradición señala. Alguna culpa, alguna mala actuación, algún olvido, etc., debemos tener para obtener resultados como los que cuento de mis hijos.

La idea de un gobierno es peor, más de un gobierno donde todo, absolutamente todo está monopolizado en manos de muy pocos. Un gobierno regido por un único partido donde la responsabilidad de ambas cosas está desde hace seis décadas en manos de la misma persona. Para el caso de este gobierno, no cabe la posibilidad de no saber, de no enterarse, de no haberse dado cuenta, de que alguien o algunos de forma mantenida estén actuando mal, sin que nadie lo observe.

Entonces cómo es posible que se liquiden a varios ministros claves, nada más y nada menos que al ministro de economía y al ministro de la alimentación y sus jefes, los que orientaron, los que dieron tareas, los que apoyaron, los que incluso felicitaron, aun se encuentren en sus cargos.

Para el cuento de mis cinco hijos, no fue la mala suerte, aunque ella puede haber actuado en algunos de ellos, algo falló en mí como papá. Entonces al primero que habría que sancionar es a mí. Uno está bien, dos es posible, cinco es demasiado. Para el caso del gobierno tras los descalabros mantenidos, tras las propuestas fallidas, tras los planes que, en vez de arreglar, destruyen, las cabezas de los responsables deberían ser otras. En realidad, las cabezas, depositadas en bandejas de aluminio como la mejor muestra del socialismo cubano, deberían ser las de todos.

El presidente es parte del fracaso, entonces no debería estar. El presidente no sabía del fracaso, con más razón debería no estar. Su primera misión como cabeza de un gobierno es saber. No cabe otra opción. Si no se le quita por mal trabajo, se le debe quitar por comemierda.

Claro, en el caso cubano, los presidentes después de 1959 que han sido tres, Fidel, Raúl y ahora Díaz Canel, los tres, por “pura coincidencia" presidentes del partido comunista, único existente, obtienen categoría de dioses intocables, responsables ellos, a todo costo, de garantizar su permanencia. Son faraones egipcios, reyes medioevales, dictadores modernos totalitarios que no están en ningún momento supuestos a ser enjuiciados, emplazados, menos sancionados. Ellos son la ley.

Ahora, una vez más, estamos frente a la rápida destitución y pase al anonimato de varios ministros. Ahora, una vez más para dar la imagen de que se está interesado y que se está buscando, con nuevas caras, un mejor rendimiento. Y en Cuba todos sabemos que no es de caras nuevas de lo que se trata, pues llevamos más de 60 años, experimentando caras viejas que son removidas y sustituidas por caras nuevas, que muchas veces nadie sabe de dónde salieron y que no tienen la menor idea de para lo que se les ha propuesto. Caras nuevas que se ponen viejas y muy a conveniencia son sustituidas. En Cuba, es tradicional que las personas, que hasta ayer eran famosas, sobre todo por confiables, hoy en la mañana aparezcan en plan piyama, sin muchas explicaciones, cosa que es entendible, los faraones y los reyes feudales no tenían que explicar a nadie del porqué de sus decisiones. Dos remedios, aceptabas alegremente o al menos no te oponías o eras, en el mejor de los casos, enviado a construir una pirámide o un castillo, para no hablar de la muerte.

Creo que no debe haber existido un gobierno tan mal visto en nuestra historia. Creo que no ha habido un presidente tan gris como el actual desde que se fundó la República en 1902. Fidel fue un monstruo, pero se las arregló para brillar en colores, Díaz Canel es el mismo monstruo, pero sólo tiene un color gris desteñido. 

¿Dirá Díaz Canel que ha tenido mala suerte con los que nombra en su gobierno o que un gato negro se le atravesó en el camino por la mañana? Es probable que lo diga y así más descaradamente justifica el por qué él continua en su puesto. Claro, que ya ni él mismo, para no hablar de los que lo rodean, le pueden creer.

Y siendo justo, no creo que Díaz Canel, ni todo su sequito pueda resolver nada. Creo que tampoco lo podría resolver una muy buena intención, menos lo podría resolver yo. Tratar de obtener resultados diferentes, aplicando los mismos métodos, aunque sean anunciados como nuevas medidas, es sencillamente, ya no de incapaces, sino de locos.

No existe futuro para Cuba bajo los mismos preceptos probados por más de seis décadas. No existe futuro para Cuba, lamentablemente, mientras el sistema sociopolítico imperante sea el socialismo, en su versión caribeña, que obviamente hoy en el 2024 tiene muy de poco del socialismo que se pensó construir bajo la “ayuda desinteresada” de los “hermanos”.

A Cuba le queda el camino de sufrir y sufrir más. No cabe la posibilidad de arreglos, de medidas para solucionar un problema puntual, no existe la posibilidad de volver a empezar, porque la destrucción y la distorsión es tanta que habrá un día que darle candela a todo y con eso a algunos.

Cuba, en mi forma de ver, la más dulce que tengo, tiene que destruirse totalmente, más de lo que está y se necesita, tal como ocurrió en 1898, una intervención que logre en una etapa neutral organizar y crear bases.

No hablo de una intervención armada, de guerras, de ataques, de combates. Esa época faraónica o medioeval ha pasado. No hablo de entregar el país a nadie, porque entre otras cosas no creo que alguien lo quiera. Hablo de la necesaria organización de un país, gobierno y pueblo, extremadamente hoy desorganizado, desalentado, desilusionado y confundido.

Si, yo veo para Cuba, luego que se destruya más, un período de aprendizaje, porque los cubanos, nosotros, los más preparados, los más conocedores, no tenemos la menor idea de cómo funciona hoy el mundo real, el único existente, salvo los ejemplos locos de China con una fórmula imperial que ni ellos mismos pueden explicar, Corea del Norte que ha regresado casi a la comunidad primitiva, y otros satélites locos como hoy Venezuela, con un gobierno extremadamente corrupto, pero además extremadamente bruto. Ser corrupto y bruto es demasiado.

Cuba, jamás saldrá sola de dónde está. No existe una institución, no existe un mecanismo, no existe un ministerio, pero además no existen muchas ideas claras, que sean compatibles con el derrotero del resto de los países del planeta.

Ya el gobierno cubano desde el escenario económico, probó con el campo socialista entero, luego con tal de mantenerse, con empresarios capitalistas, lo que significaría una contradicción al menos teórica, españoles, italianos, mexicanos, árabes y otro cualquier loco que se ofreció, luego probó con los chinos, aparecieron en nuestras vidas los hermanos venezolanos, recientemente con los exhermanos soviéticos, ahora nuevos amigos rusos, más algunos deslices con el capitalismo norteamericano y de todo eso hoy no queda nada. Los miles de millones de dólares metidos en esa economía se han esfumado, se han derretido, se han convertido en agua y poca sal. Siendo Cuba una isla en el medio del caluroso Mar Caribe, la sal, increíblemente está perdida o extremadamente racionalizada.

Cuba, o sea, Díaz Canel, ahora apoyado por lo que le llaman líderes históricos militares comunistas, Raúl, Ramiro y García, y Machado Ventura, según dicen el líder del ala radical, todos ellos con más de 90 años, no saldrá de dónde está. Cuba es un cuerpo al que han tirado al agua amarrado con cadenas y con dos, tres, cuatro, cinco bolas de cañón atadas a los pies y lamentablemente no es el mago Harry Houdini para zafarse o el Hombre Anfibio para sobrevivir bajo el agua.

Si, yo creo que luego de destruirse o desaparecer producto de la candela, la solución es una etapa de ayuda internacional, real, libre, abierta, sólida, encaminada a un fin.

Claro, quedan los que hablaran de soberanía, de esa soberanía de mentira que hemos tenido durante todos estos años. Soberanía que, por ejemplo, permitió que se instalaran en Cuba bases de cohetes nucleares soviéticos.

De qué sirve entonces la soberanía, con hambre, con muertes, con personas que no pueden expresar lo que piensan, de personas maniatadas a aprobar cualquier idea loca, peor, con supuestos soberanos que se largan masivamente. De qué sirve la sobernía nacional, la grande, la que aparece en los libros, si el ser humano, el pequeño, el individual, no puede ser soberano. 

Ya nosotros los que nos largamos a cualquier lugar de este mundo, huyéndole a esa soberanía como receta de cocina, hemos entregado la verdadera soberanía de nuestra patria. Lo otro, son frases hechas para romancear.

 

 

 

 

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