Tengo cinco hijos que se llevan bastante pocos años entre ellos.
El primero
un varón, mi ilusión. Dejó de estudiar en nivel secundario, se vinculó a las pandillas
callejeras, se tatuó un dragón en la cara, ha participado en asaltos y atracos utilizando
armas de fuego y hoy cumple una cadena perpetua, en realidad le pusieron quince, por haber asesinado a una mujer
embarazada para robarle.
Mi hija, la
segunda, era linda de niña, pero también dejó de estudiar muy joven y se dedicó
a la prostitución como aficionada participando en fiestas con otras amigas, ella decía
que le iba bien. En esas fiestas comenzó a consumir drogas, primero la mariguana porque la
hacía reír, luego pasó a las drogas más fuertes. Hoy, sin dientes, no le queda
más remedio que vender su cuerpo por centavos, parándose en una esquina en
espera de que pase un postor. La han golpeado, la ha estafado, pero ella dice
que no sabe hacer más nada.
Al tercero le
gustaba el deporte cuando niño, pero tanto deporte hizo que se le olvidara la
escuela. Cuando creció no pudo clasificar para deportista profesional y se
deprimió tanto que paró consumiendo medicamentos y más medicamentos. Se
encerró, no quería salir de la casa, comía y comía sin límites hasta llegar a
más de 350 libras y un día decidió no querer vivir más. Se tomó un paquete de
pastillas de esas que tomaba para los nervios, se disparó una botella de whisky
y se ahogó en su propio vómito.
El cuarto
era nervioso desde chiquito, se disgustaba sin control y adoptaba una posición violenta.
En varias ocasiones pegó a su mamá y en otras me dio empujones. Rompía las
cosas a su paso, salía a la calle dando gritos. Terminamos mi mujer y yo cogiéndole
miedo y tratando de casi ni míralo para no disgustarlo y evitar sus arranques
violentos sin observar nada. Un buen día arrancó una puerta de nuestra casa, se
construyó una balsa con dos cámaras de camión y bajo una borrachera se lanzó al
mar con algunos socios. Murió en el Estrecho de la Florida, tratando de llegar a conquistar el “Sueño
Americano”, sobre el cual él no sabía absolutamente nada.
El quinto
nació y fue medio enfermizo, no salía de un catarro para entrar en otro,
entonces le cogimos lastima, su mamá sobre todo lo protegía tratando de
evitarle trabajos fuertes, ideas comprometidas, etc. Se levantaba, desayunaba y
se sentaba todo el día frente a la TV o la pantalla de su teléfono, decía que
no iba a trabajar porque se haría daño, pedía y pedía y había que darle, porque
si no como respuesta se enfermaba del cuerpo como resultado de su cabeza. Le
cogió el gusto a no hacer nada, se reunía con amigos medio parecidos a él, de
vez en cuando hacían juntos unas fechorías y se venían a refugiar en nuestra
casa, donde mi esposa y yo, éramos más médicos, terapeutas o policías que
padres.
En realidad,
he tenido mala suerte como padre, la vida me ha sancionado y castigado de esa
forma. Mi esposa vive enferma de los nervios entre ir a ver a uno a la cárcel, sacando
a otra de una esquina, visitando el cementerio y el Malecón de La Habana, para
preguntar a nuestros hijos por qué. Yo he tenido mala suerte como papá.
¿Se le
podrá dejar todo a la mala suerte y a que no nos pase un gato negro por
delante? Creo que no. Ni la mala suerte, ni los gatos negros son tan malos como
la tradición señala. Alguna culpa, alguna mala actuación, algún olvido, etc., debemos
tener para obtener resultados como los que cuento de mis hijos.
La idea de
un gobierno es peor, más de un gobierno donde todo, absolutamente todo está monopolizado en manos de muy pocos. Un gobierno regido por un único partido
donde la responsabilidad de ambas cosas está desde hace seis décadas en manos
de la misma persona. Para el caso de este gobierno, no cabe la posibilidad de
no saber, de no enterarse, de no haberse dado cuenta, de que alguien o algunos
de forma mantenida estén actuando mal, sin que nadie lo observe.
Entonces
cómo es posible que se liquiden a varios ministros claves, nada más y nada
menos que al ministro de economía y al ministro de la alimentación y sus jefes,
los que orientaron, los que dieron tareas, los que apoyaron, los que incluso
felicitaron, aun se encuentren en sus cargos.
Para el cuento
de mis cinco hijos, no fue la mala suerte, aunque ella puede haber actuado en
algunos de ellos, algo falló en mí como papá. Entonces al primero que habría
que sancionar es a mí. Uno está bien, dos es posible, cinco es demasiado. Para el caso del gobierno tras los descalabros
mantenidos, tras las propuestas fallidas, tras los planes que, en vez de
arreglar, destruyen, las cabezas de los responsables deberían ser otras. En realidad,
las cabezas, depositadas en bandejas de aluminio como la mejor muestra del
socialismo cubano, deberían ser las de todos.
El
presidente es parte del fracaso, entonces no debería estar. El presidente no sabía del
fracaso, con más razón debería no estar. Su primera misión como cabeza de un
gobierno es saber. No cabe otra opción. Si no se le quita por mal trabajo, se
le debe quitar por comemierda.
Claro, en
el caso cubano, los presidentes después de 1959 que han sido tres, Fidel, Raúl
y ahora Díaz Canel, los tres, por “pura coincidencia" presidentes del partido
comunista, único existente, obtienen categoría de dioses intocables, responsables
ellos, a todo costo, de garantizar su permanencia. Son faraones egipcios, reyes
medioevales, dictadores modernos totalitarios que no están en ningún momento
supuestos a ser enjuiciados, emplazados, menos sancionados. Ellos son la ley.
Ahora, una
vez más, estamos frente a la rápida destitución y pase al anonimato de varios
ministros. Ahora, una vez más para dar la imagen de que se está interesado y
que se está buscando, con nuevas caras, un mejor rendimiento. Y en Cuba todos sabemos
que no es de caras nuevas de lo que se trata, pues llevamos más de 60 años,
experimentando caras viejas que son removidas y sustituidas por caras nuevas,
que muchas veces nadie sabe de dónde salieron y que no tienen la menor idea de
para lo que se les ha propuesto. Caras nuevas que se ponen viejas y muy a conveniencia son sustituidas. En Cuba, es tradicional que las personas, que
hasta ayer eran famosas, sobre todo por confiables, hoy en la mañana aparezcan
en plan piyama, sin muchas explicaciones, cosa que es entendible, los faraones
y los reyes feudales no tenían que explicar a nadie del porqué de sus
decisiones. Dos remedios, aceptabas alegremente o al menos no te oponías o eras,
en el mejor de los casos, enviado a construir una pirámide o un castillo, para
no hablar de la muerte.
Creo que no
debe haber existido un gobierno tan mal visto en nuestra historia. Creo que no
ha habido un presidente tan gris como el actual desde que se fundó la República
en 1902. Fidel fue un monstruo, pero se las arregló para brillar en colores, Díaz
Canel es el mismo monstruo, pero sólo tiene un color gris desteñido.
¿Dirá Díaz Canel que ha tenido mala suerte con los que nombra en su gobierno o que un gato negro se le atravesó en el camino por la mañana? Es probable que lo diga y así más descaradamente justifica el por qué él continua en su puesto. Claro, que ya ni él mismo, para no hablar de los que lo rodean, le pueden creer.
Y siendo
justo, no creo que Díaz Canel, ni todo su sequito pueda resolver nada. Creo que
tampoco lo podría resolver una muy buena intención, menos lo podría resolver
yo. Tratar de obtener resultados diferentes, aplicando los mismos métodos,
aunque sean anunciados como nuevas medidas, es sencillamente, ya no de
incapaces, sino de locos.
No existe
futuro para Cuba bajo los mismos preceptos probados por más de seis décadas. No
existe futuro para Cuba, lamentablemente, mientras el sistema sociopolítico
imperante sea el socialismo, en su versión caribeña, que obviamente hoy en el
2024 tiene muy de poco del socialismo que se pensó construir bajo la “ayuda
desinteresada” de los “hermanos”.
A Cuba le
queda el camino de sufrir y sufrir más. No cabe la posibilidad de arreglos, de
medidas para solucionar un problema puntual, no existe la posibilidad de volver
a empezar, porque la destrucción y la distorsión es tanta que habrá un día que
darle candela a todo y con eso a algunos.
Cuba, en mi
forma de ver, la más dulce que tengo, tiene que destruirse totalmente, más de
lo que está y se necesita, tal como ocurrió en 1898, una intervención que logre
en una etapa neutral organizar y crear bases.
No hablo de
una intervención armada, de guerras, de ataques, de combates. Esa época
faraónica o medioeval ha pasado. No hablo de entregar el país a nadie, porque
entre otras cosas no creo que alguien lo quiera. Hablo de la necesaria
organización de un país, gobierno y pueblo, extremadamente hoy desorganizado,
desalentado, desilusionado y confundido.
Si, yo veo
para Cuba, luego que se destruya más, un período de aprendizaje, porque los
cubanos, nosotros, los más preparados, los más conocedores, no tenemos la menor
idea de cómo funciona hoy el mundo real, el único existente, salvo los ejemplos
locos de China con una fórmula imperial que ni ellos mismos pueden explicar,
Corea del Norte que ha regresado casi a la comunidad primitiva, y otros satélites
locos como hoy Venezuela, con un gobierno extremadamente corrupto, pero además
extremadamente bruto. Ser corrupto y bruto es demasiado.
Cuba, jamás
saldrá sola de dónde está. No existe una institución, no existe un mecanismo,
no existe un ministerio, pero además no existen muchas ideas claras, que sean
compatibles con el derrotero del resto de los países del planeta.
Ya el gobierno
cubano desde el escenario económico, probó con el campo socialista entero, luego
con tal de mantenerse, con empresarios capitalistas, lo que significaría una
contradicción al menos teórica, españoles, italianos, mexicanos, árabes y otro
cualquier loco que se ofreció, luego probó con los chinos, aparecieron en
nuestras vidas los hermanos venezolanos, recientemente con los exhermanos
soviéticos, ahora nuevos amigos rusos, más algunos deslices con el capitalismo
norteamericano y de todo eso hoy no queda nada. Los miles de millones de
dólares metidos en esa economía se han esfumado, se han derretido, se han convertido
en agua y poca sal. Siendo Cuba una isla en el medio del caluroso Mar Caribe, la
sal, increíblemente está perdida o extremadamente racionalizada.
Cuba, o
sea, Díaz Canel, ahora apoyado por lo que le llaman líderes históricos militares comunistas, Raúl,
Ramiro y García, y Machado Ventura, según dicen el líder del ala radical, todos ellos con más de 90 años, no saldrá de dónde está. Cuba
es un cuerpo al que han tirado al agua amarrado con cadenas y con dos, tres,
cuatro, cinco bolas de cañón atadas a los pies y lamentablemente no es el mago Harry Houdini para zafarse o el Hombre Anfibio para sobrevivir bajo el agua.
Si, yo creo que luego de destruirse o desaparecer producto de la candela, la solución es una etapa de ayuda internacional, real, libre, abierta, sólida, encaminada a un fin.
Claro,
quedan los que hablaran de soberanía, de esa soberanía de mentira que hemos
tenido durante todos estos años. Soberanía que, por ejemplo, permitió que se
instalaran en Cuba bases de cohetes nucleares soviéticos.
De qué sirve entonces la soberanía, con hambre, con muertes, con personas que no pueden expresar lo que piensan, de personas maniatadas a aprobar cualquier idea loca, peor, con supuestos soberanos que se largan masivamente. De qué sirve la sobernía nacional, la grande, la que aparece en los libros, si el ser humano, el pequeño, el individual, no puede ser soberano.
Ya nosotros los
que nos largamos a cualquier lugar de este mundo, huyéndole a esa soberanía como receta de cocina, hemos entregado la verdadera soberanía
de nuestra patria. Lo otro, son frases hechas para romancear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario