Sigo hablando de la basura, sólo de la basura.
Caminando por la zona de mi trabajo, interesado en el tema basura, obviamente aburrido, encuentro la información que el gobierno de la ciudad de San Antonio pone en las puertas y cercas o rejas de las casas para anunciar la recogida de basura grande, la que no se puede sacar todos los días según lo acordado, algo que viene introducido como “Anuncio de Cortesía”, en inglés y español.
En ese suelto, por cierto, construido sobre una cartulina que, como va a estar a la intemperie por un tiempo, está diseñada para soportar al agua, se definen las reglas para la acción que se programa: fecha de comienzo, horarios, finalización de la actividad y las condiciones de parqueos, etc., lo que habla bien del gobierno de la ciudad. Primero, del dinero que las personas pagan, o sea, los famosos impuestos, cómo y para qué se emplea, segundo, del respeto que se siente o debe sentir; tercero, de la organización que se necesita para el éxito. Se disponen de fuerzas que entregan estos sueltos, repito, casa por casa, constantemente me tropiezo con ellas, trabajadores que bajo el Sol caminan y caminan y luego se acomete la actividad en los días y horarios programados.
Eso es
exactamente lo que llamo, “Control de la basura. Síntomas de bienestar y
desarrollo “imperialista”, que obviamente termina por hacer un bien.
Interesado,
no sólo recogí el suelto, sino que lo leí y eso es lo que me dio pie a escribir
sobre este tema. Es así, uno nunca sabe lo que puede desatar o cuáles son las motivaciones
reales para lograr algo. ¿Y qué descubrí, hablando de basura?
Pues, leyendo, descubrí que la persona que se encarga del tema de organizar la recogida de la basura y, por tanto, responsable de la limpieza, se llama Fidel Castro.
Entonces me reí y me dije, no quieres caldo, … Tuve que aguantarme del timón, comencé a sentir nauseas.
Espero que sea una pura coincidencia y que ese Fidel Castro sea un mexicano o pichón de ellos, porque me sería complicado pensar que es un agente de la seguridad del estado cubana infiltrado de apellido Castro al que sus padres revolucionariamente le pusieron Fidel, lo que aunque pueda parecer exagerado, pasó. Nada extraño, tuve un compañero de estudios de apellido Castro y sus dos hermanos menores se llamaban, uno Fidel y el otro Raúl. A mis hermanos nacidos en la época soviética que tuvimos en Cuba, cuando llegamos a ser una "amorosa" república de la URSS, por la cercanía de nuestras culturas, sobre todo idiomas e historias, les tocó Iván e Igor. Creo que sería peor pensar en una rencarnación del que dicen está en la piedra.
Espero que
el Fidel Castro de San Antonio haga una mejor gestión, de lo contrario, dentro
de pocos años, si nos dejamos llevar por la influencia negativa del nombre, la basura aquí también nos comerá.
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