Como práctica común, disfruto dándole cabida a mis más cercanos dentro de mi blog. Familia y amigos que de una forma u otra me hacen llegar sus ideas sobre un determinado tema, ideas que siempre me sirven para ampliar mis conocimientos, reflexionar y mantenerme al tanto. Ideas que agradezco.
No es la primera vez que publico aquí algo que me envía Raúl Bosmeniel, nombre que quizás para muchos no significa nada, por lo que me veo obligado a seguirlo llamado como casi todos los que hemos tenido algún contacto con él lo conocemos, Ruso.La vida tiene sus encantos, vista desde lejos tiene muchos más encantos que los que podemos acumular o contar. Para los que aún no conozcan o no recuerden, Ruso y yo crecimos juntos, ambos vivimos en la calle Roma de nuestro Reparto Víbora Park y nuestras casas estaba una frente a la otra.
De nada hubiera servido esta ubicación física de no ser porque desde que tengo uso de recuerdos, mi vida transitó junto a la de él siempre. A veces en mi casa, otras en la de él, siempre en la calle.
Así, con
miles y miles de detalles y cuentos que ahora no vienen al caso, nos ayudamos a
crecer y nos hicimos grandes. Sólo nos separamos un día cuando él tuvo la suerte,
antes que yo, de salir de Cuba. Su destino fue Nebraska, territorio, para ser
sincero, del que él y yo habíamos escuchado hablar poco, para no decir nada. Por aquellos años de nuestra infancia y juventud, Estados Unidos tenía
otros nombres, o sea, otros lugares más famosos.
Luego de mi
llegada a Estados Unidos en el 2012 y unos pocos meses vividos en Miami, el
Ruso y yo nos volvimos a reunir, a partir de aquella frase casi mágica de la
cual ya he escrito anteriormente de “en la calle no se van a quedar”, lo que
delata ese sentimiento, casi ley, que posee para con los que quiere. El Ruso nombra su casa como "la embajada".
En la calle no se van a quedar entonces nos llevó a Lincoln, Nebraska en febrero del 2013 y segundos después de nuestra llegada, todo volvió a ser como antes. El tiempo no había pasado, los pocos contactos que, por razones obvias tuvimos, no habían mellado ni un milímetro nuestra relación, que hoy cuenta, según mi memoria con más de 56 años.
Es justo
decir que ambos estábamos más viejos, pero a partir de ese encuentro, sin
desconocer responsabilidades, experiencias, problemas vividos, ambos volvimos a
ser jóvenes, de esa juventud que venía acompañada de Martica Tomé, convertida
entonces en la tercera pata de la mesa. Tercera pata que fue desde siempre. De esa juventud de compartir un cigarro, un café, momentos buenos y momentos malos, hasta muy malos. De esa juventud de sonreir y sobre todo de ayudarnos, aportando cada cual lo que podía aportar, sin miedo a evaluaciones o comparaciones.
Ruso hace
algo que yo no puedo hacer y creo que es diferente, escoger palabras, unirlas
con cierto ritmo y crear una idea que trasmite un sentimiento, a veces de
alegría, otras de dolor, pero siempre con extrema sinceridad.
Mucho se ha escrito sobre la migración humana, es casi la historia de la propia humanidad, casi
mucho también ya, se ha escrito y reseñado sobre la particular migración cubana,
sobre todo en estas últimas seis décadas, tanto que el tema pudiera parecer
agotado, sin embargo, no es así, porque cada persona tiene su propia historia,
sus propias experiencias, sus logros y derrotas, lo que hace que no exista una
migración, emigración o inmigración, existen miles de millones de ellas.
Se gana y
se pierde, se es feliz y al mismo tiempo se conserva una tristeza muy personal
y profunda. Se logra triunfar y al mismo tiempo se arrastra la derrota. Se
encuentran miles de explicaciones y respuestas, en el mismo momento que hay
preguntas que no se pueden responder. Se llega a morir convencido del por qué
se alejó o dejó lo que debía ser de uno, en el mismo momento que no se sabe exactamente
el por qué se muere lejos de ello.
Entonces
aquí una muestra de todo lo anterior. Mejor lo dejo para que el mismo Ruso
se los cuente.
Hoy cumplo 26 años en EU; parece que fue hace
una eternidad, parece que fue ayer.
Traje conmigo todo lo que pude: mis mejores
recuerdos y el amor de todos los que no pudieron venir conmigo.
También, traje mis conocimientos, mis
habilidades y, sobre todo, mis sentimientos para mi nueva aventura.
Ha sido difícil la experiencia
vivida...insertarse en un nuevo sistema, idioma, costumbres, hábitos y
clima...ejemplo de vida.
Uno emigra y logra su triunfo; pero, no te
olvidas de dónde vienes, ni quién eres...dónde naciste y te criaste o creciste…,
cosas que no se olvidan.
¡¿Qué alegría dejar todo lo malo atrás?!
¡¿Qué tristeza dejar todo lo bueno atrás?!
Esta es la conjugación de sentimientos que
llevo siempre. Alegre y Triste.
Cuentas de manera amena interesantes pasajes alegres y tristes de tu niñez, juventud y madurez por Cuba y por Nebraska, que la vida te dió la oportunidad de compartir junto al Ruso, tu buen amigo de siempre! Enhorabuena los momentos felices de ambos ¡.
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