El presente de Cuba como país es tan, pero tan, pero tan malo que no creo que algo nuevo se pueda decir sobre él. Más allá de los evidentes problemas económicos que explotan hoy, pero que son consecuencia acumulada de estos últimos 60 años de malísima gestión de una misma administración, con los mismos mecanismos, la desilusión, incluso de muchos de los ilusionados, la desesperanza, incluso de los que la comían y defecaban como algo glorioso y por supuesto revolucionario, la falta de visión de futuro dentro del territorio nacional de muchos, la destrucción moral y sentimental, hace que el único razonamiento posible, probable, necesario y deseado, más justo, sea el colgar o empalar a aquellos que, ya no en el pasado, sino todavía hoy apoyan al gobierno y por supuesto a los que disfrutan de los beneficios. A esos que con posiciones mágicas han logrado obnubilar el pensamiento de muchos.
El futuro
de Cuba como país, es tan, pero tan malo, que de explotar todo hoy y quedar sólo
partículas de polvo, se necesitarían, como mínimo otros 60 años para organizar
todo desde cero, tal como dicen que Don Tomás Estrada Palma dijo al inaugurar
su República en 1902: “Ya tenemos
República, ahora nos faltan las personas”. Creo, sin temor a equivocarme,
que hoy Cuba está peor que en 1902, porque está no sólo deteriorada, sino desformada,
entonces es mejor hablar de cementerios.
Me gustan los cementerios y ahora puedo imaginar tu cara como mínimo de asombro, amigo lector, porque es la misma cara que me ponen siempre cuando declaro este, al parecer, poco inusual gusto. Me gustan los cementerios y me es casi obligatorio visitarlos por dónde quiera que pase o vivo.
Este
cementerio se convirtió en algo muy familiar a mí, porque el residencial donde
trabajé 6 años, colindaba con él y estábamos separados sólo por una cerca de
malla, a la que en Cuba reconocíamos como “Perle”, por lo que desde donde
quiera que me paraba tenía acceso a una parte de él. Fui testigo de muchos
entierros y ceremonias sin conocer a las personas vivas y muertas. Lindos los Días
de los Veteranos, donde el cementerio se vestía prácticamente de fiesta.
Entonces
acumulo varios recorridos que como paseo hice por su interior, por su pequeña
capilla y su pequeño, pero hermoso lago, helado en invierno, pero con mucha
vegetación y patos en el resto del año, al que todos comenzamos a llamar el
lago de los patos. Recuerdo que me costó trabajo salir de asombro cuando un día
descubrí una gran lápida de mármol negro enterrada muy verticalmente en la
tierra, que decía, Torres. Asombro porque Nebraska no es exactamente un lugar
donde abundan los españoles y los latinos. Asombro porque por el tamaño del
mármol, Torres, debió haber sido alguien importante. Ambos lugares, lago de los
patos y pedazo de mármol con mi apellido, fueron escogidos por mí para que
fueran depositadas mis cenizas en el supuesto caso que falleciera en aquel
lugar. Cosa que por suerte no ocurrió.
Ahora en
San Antonio, Texas, por trabajo, me muevo mucho por toda la ciudad, sobre todo
su parte vieja y una vez más aparecen los cementerios antiguos. Aparecen y no
puedo dejar de visitarlos. San Antonio con, como mínimo, 5 veces la población
de Lincoln tiene 147 cementerios, el más antiguo el “Old San Antonio City
Cementeries Historic District”, más conocido como el “Eastside Cementery
Histórico District” o Cementerio de San Fernando, fue establecido entre el 1853
– 1904.
Resulta hasta
cómico porque lo de San Fernando se repite para identificar a varios
cementerios de la ciudad. Existe un San Fernando Viejo, el San Fernando Nuevo,
el San Fernando del Este, otro del Oeste, etc. No sé exactamente si lo de San
Fernando se repite por lo importante del santo o por falta de otros. Algunos de
los cementerios de la ciudad han quedado con muy poco uso o ninguno y entonces al
no tener vida detrás de la muerte, parecen lugares para filmar “videos de
miedo”. No puedo dejar de pensar en el famoso “Thriller” de Michael Jackson.
Lo primero
que me gustaría decir es que, ninguno de los cementerios que he visitado se
pueden parar al lado de un cementerio cubano, por supuesto, menos que menos al
Cementerio de Colón. Las riquezas arquitectónicas, los vitrales, los mármoles
y, sobre todo, las muestras de esculturas que existen allí son impresionantes, aunque
no lo quieran reconocer, muestras del desarrollo económico que existió, más el
desarrollo de todas las artes que había en Cuba. Los enterrados allí son cubanos
y los que construyeron esa maravilla arquitectónica, o sea, arquitectos, ingenieros,
herreros, escultores, artistas, simples constructores, etc., fueron cubanos, sólo
que a veces, un pueblo totalmente liquidado, dedicado totalmente a conseguir el
pan del día, no las puede ver.
Dicho esto,
me gusta caminar por los cementerios, primero porque son lugares serios, las
personas allí no van a pachanguear. Una vez que se cruzan las puertas de ellos,
los visitantes, lleven las razones que lleven, mantienen, sino de adoración, como
mínimo, una postura sería y de respeto, a lo mejor porque en ese camino y
pensamiento, nos vemos reflejados.
A
diferencia de las funerarias, donde a veces, no siempre, pero a veces, ni el mismo
muerto está interesado en estar allí, las personas no van a jugar a los
cementerios. Cuando joven una vez escuché decir que el camino al cementerio era
serio y eso lo he comprobado con el tiempo. No todo el mundo va a llorar o recordar
a sus muertos, los cementerios muchos son hoy lugares para el turismo, por ejemplo,
el mío, sin embargo, así y todo, nunca he visto a nadie en son de burla. No he
visto carteles que dicen: “no se divierta”, sin embargo, no he presenciado
ninguna diversión desmedida. He visto personas que caminan y se enamoran, lo
que es lindo, porque dice que para el amor no hay lugar. He visto personas que
se enamoran, no se desnudan para hacer el amor sobre una tumba.
Los
cementerios son libros de historia, una vez que se camina con ganas de aprender.
Allí se puede observar las tendencias de las artes y sobre todo se puede
encontrar a las personas que existieron, que fundaron, que trabajaron en
determinado lugar. Es curioso encontrar sentimientos populares, más allá de los
de familia. Es interesante ver donde, para unos termina la vida y quizás, para
otros, comienza otra vida.
En Estados
Unidos, por lo que he visto y caminado, siguen la tradición de enterrar en la tierra,
por lo que dentro de los cementerios no abundan las grandes bóvedas, los
edificios, las mega esculturas, etc. Quizás apegados a su tradición, abren un
hueco, depositan el cadáver o las cenizas y ponen una lápida a veces de forma
vertical, otras sencillamente enterrada a ras de la tierra. Los católicos, en
su mayoría, ponen una cruz, tal es el caso de los cementerios en San Antonio,
donde un por ciento muy alto de la población es de origen, sobre todo,
mexicano. Esto hace más fácil el asunto de conocer, porque no existen interrupciones
a la hora de mirar. Te paras en la puerta y casi puedes ver el cementerio entero
de una vez.
Los
cementerios dan paz, ahora no sé por qué, pero al visitarlos se siente un
descanso, debe ser por el silencio, el respeto con que las personas están limpiando
el espacio donde están sus queridos, por la pasión al depositar algunas flores
o sencillamente cuando están sentadas en solitaria y franca recordación. Me
gusta esta imagen, una persona sola, quizás por horas, sentada en silencio
externo frente al lugar donde descansa su querido.
Llamo la
atención que no creo en la vida después de la muerte y no recuerdo haber
visitado un cementerio para obligadamente recordar a alguien. He visitado los
cementerios que me han tocado para depositar a un fallecido, que por mi edad ya
son muchos, pero jamás he vuelto a ese lugar a hablarle a un pedazo de mármol. Jamás
he sido propietario de una bóveda por lo que me he evitado el tener que mantener
económicamente un determinado lugar, pienso que me gustan los cementerios, tal
como me gustan las fortalezas militares antiguas, las casas viejas, las cabañas
en el medio de la nada, una escultura, etc. Me gustan los cementerios, despojado
yo de cualquier creencia.
Me gustan
los cementerios y puedo ver tu cara de asombro, eso me da ganas de sonreír.
A través de este interesante artículo y sus fotos, tengo la posibilidad de conocer algún cementerio de San Antonio, lo que no pude hacer mientras visité esa ciudad. Los cementerios para mí son lugares sagrados y así deben ser respetados por todos. En muchos de ellos se conservan hermosas arquitecturas religiosas, lugares que forman parte de la cultura del país. Volviendo a leer lo que dices de Cuba y que en su esencia comparto, hablar en estos momentos de la situación que tiene, es más de lo mismo, yo diría que perder un poco el tiempo. Para mí sería mucho mejor, que a través de tus buenas y amenas crónicas nos mostraras la vida sanantoniana, su rico patrimonio y sus preciosos sitios llenos de historia. Recuerdo con añoranza los numerosos lugares que visité junto a ti en esa ciudad el pasado año, de lo cual dejé vivencias y experiencias en mi blog, regalándole a nuestros familiares y amigos la posibilidad de un mayor conocimiento del Estado de la Estrella Solitaria
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