No
debíamos mirarlos, salvo que ellos nos llamaran. Sin embargo, Martica, pensando
todavía no sé en qué, les fue para arriba, tal como si tuviera que reportarse
ante ellos y dale un parte. Por suerte uno de esos jóvenes, le hizo seña para
que continuara, imagino que pensando, sé que eres cubana y no me interesa ahora
atenderte, sigue tu camino a USA. Fue regañada por el resto del equipo, que a
esa altura no entendía como se le había ocurrido irse a entregar voluntariamente
a esos guardias, lo que podía haber complicado nuestra misión.
Entramos
en el puente, donde tuvimos que hacer una gran cola. El avance fue muy lento, o
al menos eso nos pareció en aquel momento. El puente está todo el tiempo lleno
de personas, mexicanos en su mayoría, que cruzan a los Estados Unidos por
diferentes causas, por lo que la idea de llegar a las oficinas tuvo su proceso,
que para aquel momento transitó en cámara muy lenta. Aprovechamos el puente
para fumar, pues no sabíamos lo que nos depararía el futuro y para repasar una
vez más el cuento que teníamos que hacer.
Casi
al llegar a la primera escalera de acceso a las oficinas, descubrimos a una
joven pareja, que a todas luces eran cubanos. El joven estaba luchando con una
cantidad de bultos enorme, incluyendo un coche de niños, lo que nos hizo
entender que estábamos en buen camino. El joven resultó ser un cubano que venía
con su esposa y una niña de menos de dos años desde Españaaaaaaaaaaa.
Primer
contacto con oficial americano, una mujer de origen latino, de esas que no
quieres ver nunca más en tu vida. Yo con los tres pasaportes en la mano. La
mujer ni me miró, nada de risas, nada de bienvenido, sólo me dijo, continúe la
fila hacia otro oficial que se encontraban metros más adelante sentado detrás
de un mostrador. Ya estábamos en el lugar. Fila hasta el oficial, ahora un
americano, el que sentado en su cómoda silla, decidía quiénes pasaban y quiénes
no. Yo con los tres pasaportes en la mano.
Nuestro
turno. Somos ciudadanos cubanos y venimos a … Sin levantar la cabeza, el tipo nos
dijo:
_ Vayan a la oficina y pidan que les entreguen
unas planillas que tienes que llenar.
Todo
lo que habíamos ensayado quedó a medias, el joven oficial no nos miró. Hoy comprendo
que para nosotros era extremadamente nuevo y stresante el asunto, pero para él
no era más que parte de su día de trabajo y de cubanos que quieren pasar a los
Estados Unidos estaría hasta la coronilla.
Oficina,
que en realidad no es tal cosa, sino un
local con unas cuantas sillas parecidas a las de las guaguas que llamábamos
aspirinas en Cuba y una mesa arrimada a una de las paredes. Tan pronto
entramos, nuestras preocupaciones y el posible stress que en realidad no era
mucho, desaparecieron. Estábamos en Cuba. Aquel local estaba lleno de cubanos,
que inmediatamente nos enfocaron y nos orientaron hacia cuál de las ventanillas
debíamos ir. Yo con los tres pasaportes en la mano.
En
la ventanilla número …, nos atendió un oficial americano, de unos pasados
cincuenta años, calvo y con cara de buena gente, que hacía el intento por
hablar español. Yo, con los tres pasaportes en la mano y con voz segura, le
dije:
_
Somos ciudadanos cubanos
Y
el tipo con una sonrisa de oreja a oreja, lo que hizo el momento menos tenso,
me respondió:
_
Y qué, yo soy ciudadano americano. Y esperó con cara de maldito unos segundos
por mi reacción.
_
Si, pero nosotros venimos a pedir asilo político, dije yo.
El
tipo muerto de la risa, tal como si estuviera divirtiéndose con una muy buena
comedia me dijo:
_
Ahora sí, esas son las palabras. Me recogió los dichosos pasaportes y me
entregó tres planillas de esas de cuéntame tu vida que teníamos que llenar y devolverle
Nos
viramos tratando de ubicarnos e inmediatamente la solidaridad cubana. ¿De dónde
vienen?, ¿Cómo les fue el viaje?, ¿Tuvieron algún problema?, Cojan un bolígrafo
para que llenen las planillas, etc.
Planillas
llenas, de nuevo a la ventanilla número …. El mismo oficial, con la misma cara
de risa, me preguntó: _ ¿Tienen algún documento cubano? y entonces nada más y
nada menos que entregamos nuestros simbólicos carnet de identidad y nuestras licencias de conducción, que habían sido
sacados de Cuba para cuando hicieran falta.
A
partir de ahí es que comenzó a correr el reloj. Acomodémonos que el viaje es
largo. Bultos en el piso. Jonathan rápidamente descubrió que debajo de la mesa
se podía estar bien y allí con mochila y laptop fue a instalarse, convirtiendo
aquel lugar en su guarida fronteriza.
Cubanos
de todos lados. Unos venían de España como ya dije, otros venían de México, Ecuador,
El Salvador. Nosotros, que muy rápido nos integramos al grupo, pues casi de
inmediato dejamos de ser los últimos que habíamos llegado, veníamos de República
Dominicana y un cubano, el que tuvo el record ese día, había viajado solito
desde Bulgaria.
Al
poco rato de estar en aquel lugar, donde ya estábamos como en casa, Jonathan se
vira y nos pregunta:
_
¿Ese que está ahí no es sagitario?
_
¿Sagitario? Pregunté yo sin mirar, no sabía de qué me estaba hablando.
_
Si sagitario, me respondió. En efecto, cuando logré enfocar para donde Jonathan
me señalaba, descubrí al mismísimo Alfredito Rodríguez, que cansado de vivir en
México estaba en el mismo trámite nuestro, un poquito más adelantado en la
fila. ¿Qué decir? Recuerdo que en un momento el oficial calvo que nos recibió me
preguntó si era verdad que había allí entre nosotros un cantante de fama
internacional. Bueno, tanto como famoso internacionalmente no creo, pero lo
cierto es que Alfredito, al que yo en lo personal no soporto y del que no
escucharía una canción, se la buscaba en Cuba desde que yo era un niño. Famoso
a lo mejor no era, pero sí que había vivido bien con sus cancioncitas.
El
mismo calvo en un momento de nuestra estancia, a través de la ventanilla me
entregó unas páginas donde venía impreso un menú de restaurant y me dijo que podíamos
llamar para que nos trajeran comida. ¿Llamar por comida? Aquello era demasiado,
estaba bueno para quedarse a vivir allí. JAJAJAJAJAJA. Claro que llamamos y nos
trajeron la comida. Cara, nada del otro mundo, pero comida caliente.
¿Qué
se hace allí adentro? Nada. Conversar, comer, hacer y escuchar historias de los
viajes, mirar a los que van llegando, tratar de orientar a algún cubano de esos
que llega totalmente perdido y que ni una planilla puede llenar, salir, bajar
las escaleritas y caminar hasta el puente para fumar, ir al baño y sobre todo
esperar. Esperar pacientemente a que te llegue tu turno. En nuestro caso, no
fue tenso para nada. Fue como estar en Cuba en un policlínico, las oficinas de
la vivienda, emigración, la OFICODA, o sea, los mismos cubanos, los mismos
cuentos, la misma demora.
A
cada rato, entraba un oficial con ganas de jugar y preguntaba en alta voz: ¿Dónde
están los cubanos? Y todos, a coro, respondíamos
levantando las manos: Aquííííííí
Entrevista.
Martica y Jonathan fueron llamados a las 9:00 pm del mismo día en que
llegamos para ser entrevistados juntos pero no revueltos, o sea, cada uno con un
oficial diferente. Jonathan tuvo que desprenderse de todas las gangarrias que llevaba puesta, pues un oficial joven con mucha paciencia le exigió y esperó a que se despojara hasta del último arete. A Martica la presionaron un poco, le tocó un tipo que estaba o tenía mal carácter. Jonathan divertidísimo. Cuando ellos salieron pasada las 12 de la noche, fue que me
llamaron a mí. Primero varios oficiales muy profesionales me llevaron a un
cuarto para revisarme tal como en las películas, o sea, sube los brazos, abre
las piernas, pégate a la pared, etc. Y me dijeron: _No te pongas tenso, te
tenemos que registrar, es parte del proceso. Yo, cuando la violación es
inminente, relájate y goza.
Mi
oficial, un hombre bajito, joven, con la cara mala por un fuerte acné juvenil,
de apellido González, por sus ancestros mexicanos, pero que hablaba mal el español,
me preguntó si entendía el inglés. Al responderle que sí, se puso muy contento,
pues podía hacerme la entrevista en ese idioma lo que le facilitaría las cosas.
_
Negativo, le dije yo. Prefiero hablar en español pues necesito entender bien lo
que me pregunta y sobre todo saber bien lo que voy a responder. Aceptación,
pues no era requisito indispensable hablar en inglés. Así empezó la entrevista que
duró hasta pasadas las 4:00 am del 2 de octubre.
El
proceso es engorroso. El oficial tiene que leer lo que está en la computadora
en inglés, luego tiene que traducirlo al español para decírtelo o preguntarte. Uno
responde en el español que puede y entonces él tiene que traducirlo al inglés
para teclearlo en el sistema. Todo un infierno. Luego miles de preguntas, o las
mismas preguntas hechas miles de veces.
Pero además se demoran porque para ellos ese es su trabajo y evidentemente no
le pagan por sobrecumplimiento, así que como en todas las oficinas, los tipos
se viran, hablan de pelota, ven las fotos del niño de la oficial de al lado, hablan
con el que acaba de entrar. Cogen el teléfono y meten una muela de media hora
con una chica, etc, etc, etc., y uno ahí, esperando.
Yo
entré a la frontera con un pullover de Journey, ya me conocen todo muy simbólico.
En un momento de la entrevista mi oficial me preguntó si tenía algún tatuaje,
al decirle que sí, tuve que mostrárselos
porque tienen que describirlo en el sistema. Al descubrir que tengo tatuada la
misma imagen del pullover y el tipo ser fanático a Journey y Steve Perry,
estuvimos casi 45 minutos hablando de música americana, conversación a la que
se incorporó muy agradablemente el jefe de la oficina. Ese tiempo, para los que
están afuera, es un largo tiempo de espera.
Casi
a las 5 de la mañana salí de la oficina, después de haber respondido las mismas
preguntas muchas veces. Alfredito Rodríguez fue entrevistado a mi lado. El tipo
es muy malo como cantante, pero es buena gente en realidad. Al preguntarle el
oficial si había viajado anteriormente respondió que sí y estuvo 15 minutos
mencionando países, Polonia, Hungría, Bulgaria, Alemania Democrática, URSS,
etc., a lo que el oficial no dejó de ponerle cara de risa como diciéndole,
pillo no la pasaste mal del todo en Cuba.
Espera.
A las 8:00 am del día 2 de octubre de 2012 una oficial nueva para nosotros, rubia
de casi unas 200 libras, me llamó y a través de la ventanilla me entregó un
bulto de papeles, acompañados de la frase de:
_Estos
son sus papeles.
Yo
estiré la mano y cogí aquello sin mucho tiempo para revisar, y tratando de
darle al momento cierta importancia, le pregunté:
_
Con estos documentos podemos entrar ya al territorio norteamericano sin
problemas.
Ella,
caminando y de muy mala gana, me respondió categóricamente:
_Ya
no pueden estar aquí.
Pues
para luego es tarde. “Vamo’ echando” antes de que se arrepientan. Recogida de bultos,
despedida de los compañeros de causa, papeles en mano, caminatica hasta el
oficial que se encontraba en la silla cómoda detrás del mostrador. Última revisión
de papeles, fotos y caras. Autorización para pasar.
Sensación
indescriptible, casi sin habla. La mejor imagen que se me ocurre es la misma de
la película, Fuimos Soldados, cuando el protagonista, Mel Gibson se tira del helicóptero
y pone un pie en el territorio vietnamita, o la del video de Neil Armstrong
cuando dicen que puso el pie en la Luna, incluso con cámara lenta y todo. Al poner
un pie en el verdadero territorio norteamericano, estuvimos unos minutos
parados como sin saber qué hacer, ni para dónde coger, como si estuviéramos medio
mareados. Llamadas por teléfono a Jenny que esperaba desesperada. Mucha alegría,
Yordán nos iría a recoger en tres horas. Caminata arrastrando las maletas por
las calles de Laredo, que ya están acostumbradas a estas imágenes. Llegada
al Burguer King más cercano para nuestro primer desayuno norteamericano, mientras yo
recorría la zona en busca de un café fuerte, negro, parecido al cubano, que dé más
está decir que jamás encontré.
Ya
estábamos en Estados Unidos, Martica, Jonathan y yo. ¿Terminamos? JAJAJAJAJA. Todo
lo contrario, acabábamos de empezar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario