miércoles, 17 de julio de 2013

San Antonio, Texas. Jennifer y Yordán.

Yordán nos recogió tres horas después de haber salido del puesto fronterizo. Para esperarlo nos dedicamos a pasear por Laredo, donde nos costó trabajo ver a un blanco rubio norteamericano. El lugar, más que ciudad, da la impresión de ser un set donde están filmando una película. Es lindo.

Al llegar Yordán y yo abrazarlo, después de un año y medio sin verlo, fue para mí como abrazar a Cuba, o sea, a todos los que de una forma u otra queremos y están todavía en la isla o se han ido trasladando a diferentes lugares de este mundo.  Recuerdo haber escrito ya sobre lo que significó para nosotros la salida de Jennifer y Yordán de Santo Domingo, por lo que no repetiré las ideas. Ahora, luego de reencontrarnos con Yordán, nuestra  hija volvía a estar al alcance de nuestra mano, a sólo tres horas de camino.

La estancia de Jenny y Yordan en Miami fue relativamente corta, sólo el tiempo que demoraron en hacer el papeleo obligatorio y decidir moverse para Texas, lugar donde encontraron trabajo seguro. Si se observa un mapa, rápido se descubre que estamos hablando casi del extremo opuesto de la Ciudad del Sol, por lo que en un primer momento, la decisión me pareció apresurada, hoy después de haber tenido mi propia experiencia, entiendo que no, la decisión fue tomada en el tiempo exacto y exactamente la más correcta.

Llegamos al condominio donde ellos viven, parqueamos y cargando nuestros bultos nos encaminamos al apartamento donde Jenny esperaba ya parada en la puerta. Ella estaba igual de linda, no mostraba síntomas de envejecimiento, ni de angustia, sin embargo estaba muy diferente, diferencia que ya conocíamos, pero que no habíamos visto personalmente. Ella estaba embarazada y tenía tremada barriga.

Besos y abrazos. Primero Martica, las mamás están priorizadas, luego Jonathan, yo el tercero.  Lágrimas una vez más, ahora de mucha alegría. Si cuando abracé a Yordán, me pareció que abrazaba a todos en Cuba, cuando logré trabar a mi hija, tuve la sensación de que estaba abrazando en ella a toda la humanidad. Jenny había crecido muy rápido, ahora dentro de poco tiempo seria mamá y eso es una idea tierna, dulce, profunda, abarcadora, etc.

Me auto evaluó como un buen papá.  Creo haber tenido siempre una relación especial con mis dos hijos, lo que no quiere decir que no hayan existido momentos duros, de encontronazos, de no entendimiento, de regaños en ambas direcciones, etc. y además creo ser un tipo cariñoso, expresivo, auténtico en mi relación con los demás, sin llegar a ser un papá baboso. Sin embargo al abrazar nuevamente a Jenny ese día, puede haber sido de las cosas más grandes que he vivido en ésta ya mediana larga vida. Pienso que nuestro encuentro estuvo muy cargado de ternura, sentimiento resumen que apareció para resolver la nostalgia y la incertidumbre que vivimos en República Dominicana durante ese año y medio de separación.

Jennifer estaba embarazada y nosotros por suerte, con la ayuda de algunos amigos y el gran empuje de Martica, estábamos ya en Estados Unidos parados frente a ella. ¿Cuántas personas se han tenido que conformar con ver crecer e incluso  morir a los suyos a través de fotos, cartas, llamadas por teléfonos o correos ahora por internet?  Ya ese de seguro no sería nuestro caso, pues estábamos donde teníamos que estar.

El plan era estar allí una semana para luego irnos a Miami, donde haríamos también los trámites para legalizar nuestra situación y trataríamos de encontrar vida. Muy rápido nos arreglamos en el apartamento donde la sala fue acondicionada para dar cabida a tres personas más, que sobre camas de aire estaban dispuestas a pasar los días más felices de su  vida. Cosa para nada difícil entre cubanos, que generalmente tienen esto de albergar amigos y familiares o ser albergados como una actividad cotidiana. Entonces, con cama, comida y unos buenos guías,  nos dispusimos a disfrutar.

Yordán tuvo esos días que ir a trabajar, alguien tenía que mantener todo aquello. Jenny ya no trabajaba por lo que las jornadas comenzaban temprano en la mañana y duraban todo el día sin parar, hasta que en la noche, aun con muchas cosas sobre las que conversar, ella con cara de maldita, se despedía como diciendo: _ No podemos exagerar.

San Antonio es una ciudad grande y bonita. Texas, es un estado rico y el segundo más grande de la Unión, por lo que la concepción es de grandeza. Se respira así en todo lo que se ve. Paseamos lo que pudimos y conocimos algunos lugares de la ciudad, que como no es de ocultar está metida casi en medio del desierto por lo que a pesar de que estábamos en octubre, el calor se hacía sentir.  El downtown, el centro de la ciudad, es un lugar diferente a todo lo que habíamos visto hasta ese momento. Tiene su onda.  Creo que lo más singular es que tiene un río que lo atraviesa y a él tienen salida todos los edificios que están construidos en su margen, por lo que hoteles, restaurantes, cafeterías, etc, animan el lugar con sus servicios, además de tener unas lanchitas que pasean a la gente y las mueven de un lugar a otro, lo que le da un toque muy turístico.

Pasamos una muy buena semana. Despedidas, con menos llanto, las lágrimas ahora eran de alegría. Ya la idea no era de separación total, pues aunque no revueltos, todos volvíamos a estar juntos.  Nos quedaban 36 horas de camino hasta Miami en guagua, por lo que teníamos que atravesar gran parte del territorio norteamericano para llegar a nuestro destino. No era fácil, pero como somos jóvenes cubanos entrenados para ser cosmonautas, nos lo tomamos como parte de una experiencia a disfrutar. ¿Cuántas veces no habíamos pensado en viajar por los Estados Unidos? Pues aquí lo tuvimos, o sea, algo así como “no quieres caldo, tres tazas”.




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