sábado, 1 de marzo de 2014

El Viejo Ham y Yo

Si, ya se, se me fue la mano con lo del Código de Hammurabi, porque en realidad del viejo Ham, que es seguro como le llamaban sus íntimos, ya ni su familia se acuerda, pero fue tan categórico cuando existió, que a mí, que tengo todavía la mala costumbre de ser categórico, para asegurar algo siempre me viene bien. Quizás Normita se acuerde de él, pues mucha lucha nos dio en un período de nuestras vidas.

El famoso código mencionado fue creado por Hammurabi, Rey de Babilonia, en el año 1760 a.C. y parece ser uno de los más antiguos y mejor conservado que ha llegado a nuestros días. Como fue escrito en piedra, mejor que escrito debe ser tallado, no se podía cambiar, por lo que tuvo carácter divino. El contenido es muy fácil de entender, está basado en la Ley del Talión, o sea, la aplicación de un castigo o pena idéntico a la falta o crimen cometido. Idéntico, no parecido. Aquello de “ojo por ojo, …”

A mí en lo personal me cae bien el Viejo Ham, me trae recuerdos. Para que no me acusen de elitista y entiendan, tengo un cuento.

Estaba yo estudiando el primer año de la Licenciatura en Historia en la U.H., era un joven bien parecido por aquel entonces, inteligente y de buenos resultados académicos, pues le había prometido, desafiado a mis padres, ambos historiadores, que sería mejor que ellos y me enfrentaba a la prueba final de una asignatura que llamaron Historia de las Formaciones Pre Capitalistas, para meter todo lo que se conocía como Historia Antigua.

El tribunal funcionaba en una de aquellas  aulas magistrales de la Facultad de Historia, que creo que hoy ya no existen, a ellas también le llegó la transformación devastadora de todos estos últimos años. Estaba compuesto por la profesora Amparo López, que a fuerza de repetir y repetir, sabia más que nosotros los alumnos; la profesora Lilian Moreira, uruguaya que no sé por qué razón estaba  en Cuba y tampoco conozco por qué razón era profesora universitaria, ella quizás sabía dónde quedaba Uruguay y el nada más y nada menos “famoso” profesor Dr. Gustavo Du Bouchet, conocidísimo por su participación de casi 40 años en el inigualable programa de la TV cubana, “Escriba y Lea”. Hombre de prodigiosa memoria, que lamentablemente enseñaba la historia como las tablas de matemática, o sea, 2x2, 2x3, 2x4, 2x.

Mi turno como alumno. Ese día estaba de suerte. La profesora Amparo me amaba, casi públicamente y una de las preguntas de la boleta escogida al azar era precisamente explicar todo lo que me sabia sobre el Código de Hammurabi.

Con Amparo en el tribunal estaba hecho. Me sentía amado. Lilian Moreira era uruguaya y el Dr. estaba ya chochando por aquellos años. En efecto, tan pronto empecé a hablar Do Bouchet se quedó profundamente dormido, lo que a mí me vino de maravilla. Cuando terminé, Amparo satisfecha, yo era su alumno, muy disimuladamente llamó, o sea, despertó al profesor ausente y le preguntó si quería hacerme alguna pregunta. Él, despierto o dormido, era el Presidente de aquel tribunal.

Dedos cruzados.

El Dr. se incorporó en la enorme silla de caoba tallada en la que cabían perfectamente dos de él y me dijo que mi exposición había sido brillante.  ¿?????????? No a obstante, él quería hacerme una pregunta.

Dedos cruzados, piernas cruzadas, cerebro cruzado.

¿En qué lugar de la piedra está escrito el Código? Me preguntó.

Yo conocía al Viejo Ham, éramos por aquel entonces casi socios, conocía lo de la piedra, pero … ¿en qué lugar? Ni la más puta idea.

Amparo me miró sonriendo, nuca me enteré si quería decirme que era facilísimo o que ella tampoco lo sabía, mientras yo trataba de imaginarme la piedra que nunca había visto e inventarme un lugar para escribir unas leyes. Ni modo.

Respuesta asistida por mi juventud. No se profesor, nunca he estado en Mesopotamia.

El profesor se echó hacia delante, apoyó sus manos sobre la enorme mesa y casi demostró su intención, no solo de quitarme el 5, sino de sonarme un “merecido” 3. Imagínense, estudiar Historia Antigua y no saber en qué lugar de la dichosa piedra Hammurabi había mandado a tallar su código, porque tampoco lo hizo él directamente, para eso era Rey. Además de mi osadía de declarar como justificación que no había tenido tiempo para viajar a Mesopotamia.

La profesora Amparo, le dijo algo al oído al Dr. Do Bouchet. Normita no me dejará mentir, siempre tuve suerte con las profesoras, JAJAJAJA, el profe se relajó y se acomodó nuevamente en su silla y yo salvé “honrosamente” mi sobresaliente.

De ahí para acá, como pueden suponer, siempre recuerdo a Hammurabi, sus leyes y sobre todo su piedra. Tremenda cultura que tengo. JAJAJA


Nota: Aunque vivo ahora en USA, sigo sin poder viajar, no vayan a creer todo lo que ven en las películas. Además las antiguas tierras de Mesopotamia me quedan bastante lejos. Quizás un día pueda ir a París, que es el lugar donde hoy se encuentra la famosa piedra. Si ocurre, les prometo tirarme una foto.


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