Invierno. Sin embargo las temperaturas no han bajado tanto
como en años anteriores y hasta la fecha de hoy, sólo un día llovió hielo y
otro nevó. Hemos estado escapando. Lo importante es que el tiempo pase.
Aquí dicen que no existe Navidad sin nieve, o para que sea
completa la celebración, tiene que nevar. Vaya tradición cabrona.
El invierno a mí me parece lindo, diferente. Claro si uno se
logra abstraer del frío que a veces hace, cosa que no es imposible cuando se
tiene un buen abrigo, calefacción y comida caliente, si es rica mejor.
Ver caer la nieve, no sé por qué, pero me resulta
emocionante. Las imágenes de la nieve blanca sobre los techos de las casas y
sobre los árboles, son inigualables y en cada nevada, nuevas. Es como
estar dentro de una de esas películas media románticas que se desarrollan en lugares
fríos.
Mientras está nevando, no hace tanto frío como se podría suponer. Ni idea tengo por qué ocurre esto. El frío viene después, porque es como estar dentro de un congelador de un refrigerador.
Incómodo el aire. Cuando azota el viento, la cosa si se pone
mala, pues la sensación térmica, o sea, lo que realmente se siente en el
cuerpo, baja drásticamente. Entonces el termómetro puede decir que hay 26°F o -3°C, pero lo que sentimos es 7°F, o sea -13°C. Pregunta: Se podrían haber ahorrado los norteamericanos
lo de Grados Fahrenheit? Creo que son los únicos que utilizan ésta escala,
obligándome a traducir a Grados Celsius cada vez que hablo de temperatura.
JAJAJA
Sufren mucho las
manos si se te quedan los guantes y los pies si te has puesto unas medias y
unos zapatos equivocados.
Esperemos, dentro
de dos semanas aparece la Navidad y veremos lo de la nieve. Les contaré.
A pesar del frío,
diciembre es un mes lindo. Todos aquí, incluyéndonos, nos preparamos para
fiestar.
Más allá de la
connotación religiosa que para algunos religiosos tiene, la celebración, quizás
la más importante del año, se disfruta por todo lo alto.
No es sólo para
ricos, o blancos, o abogados y médicos, sencillamente es para todo el mundo.
Trabajo entre obreros, que además de ser obreros, pagan casas, carros, escuelas
para sus hijos, etc., ninguno de mis compañeros es religioso, lo sé porque se
los he preguntado, sin embargo todos celebran.
Quizás pasen meses
sin ver a sus familias grandes, padre, hermanos, pero en estos días es
obligatorio reunirse. Las pequeñas familias crecen y se convierten en grupos de
10, 15 y más personas. Se unen para
comer, beber, conversar, abuelos, padres, hijos, nietos. Los que no se ven
nunca, aprovechan y se encuentran; los que no se soportan hacen un esfuerzo y
se toleran. Comen y beben y sobre todo ríen.
Me llama la
atención el interés por los regalos. Me llama la atención porque reconozco no
tener esa tradición de regalar ni a los míos por fechas como esta. Ya me gustan
los regalos, me acabo de regalar una bicicleta estática para hacer ejercicios,
pero eso de salir a comprar regalos con una lista en la mano, no me viene muy
fácil.
Pues ellos, todos,
se regalan. Todos se reúnen llevando regalos y todos recogen regalos
paralelamente. Creo, como es obvio, que los regalos dependerán de cada grupo
social, pero, más allá del precio y la calidad, o la posible idea de
impresionar al otro, existe la intención de dejar un recuerdo de esta navidad y
eso une.
La arquitectura de
la ciudad cambia y empiezan, de hecho ya empezaron, a aparecer las luces
decorativas. Las casas son una cosa de día y otra muy diferente por las noches.
Los vecinos tienen la idea de agradar con los diseños de las luces que adornan
sus portales y jardines. Se gastan el dinero en lucecitas, porque como
imaginan, con Navidad y todo, no las regalan en las tiendas.
Algunos diseños son
discretos, como los nuestros, otros son impresionantes. Bien vale la pena salir
a caminar o manejar para dar una vuelta y ver los adornos. Es como estar dentro
de una gran feria. La ciudad cambia su diseño y se viste de una alegría única en
el año.
Tengo buena
memoria. Nací en 1963, lo de la memoria no es porque recuerde mi fecha de
nacimiento, sino porque recuerdo bien acontecimientos como estos en Cuba. A lo
mejor tenía 5, 6, 7 años cuando todavía se ponía en mi casa el arbolito de
Navidad, que venía con mi familia desde antes de 1959, y que después fue
sustituido por un pedazo de pino que cortábamos con nuestro padre en nuestra “loma
verde”. Recuerdo la colecta de algodón, por aquella fecha todavía se podía
coger el algodón para literalmente botarlo, y vestir de blanco el verde árbol,
imagino que por aquello de que la Navidad siempre viene con nieve, tradición
que es difícil de entender para Cuba, pues tenemos once meses y medio de
verano.
Recuerdo los regalos puestos debajo del árbol y aquello de las cartas y los tabacos para los Reyes Magos y el agua y la hierba para los camellos. Ahora me parece cómico aquello de tabaco para los Reyes Magos y camellos en Cuba, lo que sin dudas fue una adaptación tropical de la celebración. Pero de una forma u otra, la idea era linda.
Durante muchos años, ya grande incluso, guardé una lancha blanca y roja, eléctrica, que mi primo Manolito, me puso debajo del arbolito de Navidad uno de aquellos años. Lancha de motor, que era un escándalo para un niño por aquellos años.
No sé cuándo todo
esto desapareció, o sea, la fecha exacta, lo cierto es que cambiaron las
fechas y las celebraciones. Les echaron la culpa a unos, otros se escondieron o
se mudaron. Se comenzó a hablar de una sociedad altamente desarrollada sin árboles
de Navidad. Los niños comenzamos a repetir que queríamos ser como el Che, sin
saber exactamente qué es lo que queríamos copiar, si lo de revolucionario o
asmático, aparecieron los juguetes por cupones y todo cambió. Nos quedamos sin Superman, como dice Carlos Varela en una de sus geniales canciones, pero también, con el tiempo, nos quedamos sin Elpidio Valdés.
Se le echó la culpa
de los males del mundo a los árboles de Navidad y se exterminaron con uno de los plaguicidas más fuertes que se han inventado. Se juzgó
nuevamente a Jesús, por no dejar a nadie sin juzgar y se desestimuló lo de las
lucecitas de adorno, para no consumir más electricidad que la que teníamos asignada
por la libreta y así nuestro país podría exportar a precio de mercado internacional,
parte del petróleo que a precio de chupa chupa recibía de los hermanos bolos.
Tengo buena
memoria, y recuerdo que en mi reparto sobrevivieron tres familias religiosas
públicas, que de más está decir, que también fueron juzgadas. Aquellas personas, buenos vecinos, educados,
correctos, trabajadores, eran mirados como bichos extraños por no juzgar a Jesús y mantener sus lucecitas puestas y para colmo no querer ser asmáticos. Cómico porque al pasar de los años, cuando el amplio camino al desarrollo se convirtió en un trillo laberíntico y después de que Fidel hablara bien de Jesús como "revolucionario" en uno de sus discursos, los antiguos jueces se paraban a observar – admirar las luces que en aquellas casas se
ponían. Claro, los jueces, siempre discretamente, por si acaso.
Pues es así. Hace 8
años estoy fuera de mi país de origen, no sé cómo estará ahora el tema de los
arbolitos, la nieve, los reyes magos, las lucecitas. Imagino que los que
trabajan en un CUPET sigan pudiendo y los médicos o los maestros sigan sin poder, pero eso
sólo lo que me imagino. Mis agentes allí, se niegan a darme información
confidencial. JAJAJAJA
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