sábado, 18 de noviembre de 2017

Estos americanos son la candela. Todo lo tienen inventado

El residencial de apartamentos donde trabajo, a diferencia de otros en Lincoln, permite las mascotas. En mis cuatro años y medio que trabajo ahí, he visto peces, serpientes, ratas, conejos, iguanas, gatos y perros.

Lo de los gatos y los perros no tiene comparación. Hay residentes que tiene los primeros, varios, otros tienen los segundos, varios y muchos tienen los dos.

Los gatos son tan grandes y gordos como las almohadas. Se pasan todo el día acostados comiendo bolas de cereal y carne. Son tan perezosos que los ratones les pasan por arriba y ni se inmutan. Los perros, bueno, hay casi la misma cantidad de perros que de personas, que además por su condición de mejor amigo del hombre, viven como reyes, por aquello de la compañía que brindan a los residentes, sobre todo a los que viven solos.

Por primera vez en mi vida conozco de una nueva categoría que en Cuba nunca vi. Muchas de estas mascotas, sobre todo los gatos y perros tienen una categoría otorgada por un médico, imagino que un psicólogo, que aquí se llama soporte emocional o gatos y perros para terapia. No sé si es que en Cuba la gente tiene tantos problemas que no soportan echarse un problema más arriba, o que los gatos y perros tiene menor “nivel intelectual” lo que hace que no puedan trabajar como terapeutas. Muchos utilizan lo de soporte emocional para no pagar la mensualidad que hay que pagar al residencial por la presencia de las mascotas, porque hay de todo en la viña del señor.

Sobre todo, los dueños de los perros tienen un gran trabajo. Todos los apartamentos son alfombrados, por lo que tienen que sacar a pasear a sus mascotas-familia, como mínimo dos veces al día. Esto resulta fabuloso en verano, porque el residencial tiene muchas áreas verdes con grandes árboles, entonces los residentes pueden pasear, hacer un poco de ejercicios, conocer a otros residentes, etc., pero en el invierno se pone fea la cosa.

Para mí es increíble que bajo una nevada y el termómetro a menos de 17 grados C, las personas estén caminando con sus perros. He llegado a mi trabajo a las 5:00 am para quitar la nieve, adolorido del alma y a esa hora, me he encontrado con personas que están “voluntariamente” paseando a los perros.

El tema es que, si sólo fuera pasear al perro no estaría mal, pero el reglamento de la residencia exige que cuando el perro haga sus necesidades sólidas, el dueño tiene que recogerlas y echarlas en tanques habilitados especialmente para ese tipo de basura.

Eso me recuerda cuando estuve en Londres en el año 1994. Mi amigo Francesco, con un frío enorme para mí en aquel momento, viviendo aquí me río del frío londinense, me invitaba a pasear a su labrador Traffic. De madre aquello, todas las noches había que caminar en el parque de una iglesia cercana a la casa para que el perro caminara, corriera, estirara los músculos, etc. Cuando Traffic “daba de cuerpo”, como diría mi suegra, había que agacharse y recoger sus heses fecales, excrementos, deposiciones, a lo que es lo mismo, a lo que en este escrito, de aquí en adelante llamaré sencillamente por su nombre de pila, mierda.

Tantas veces lo vi agacharse en medio de aquel frío que le dije, pero Francesco, aquí no hay nadie a esta hora, no podemos dejar la mierda en la hierba, su respuesta hizo que casi me desmayara y comprendí que yo era un salvaje que venía de un mundo medio salvaje donde el salvajismo era incluso premiado, los niños vienen a jugar mañana a este parque y se pueden ensuciar, me dijo.

Entonces quedé enamorado de Londres, de la cultura y sensibilidad de sus habitantes. Todos sabemos que cuando nos están vigilando, somos evaluados o sancionados, los seres humanos podemos hacer cualquier cosa, incluso las muy buenas, pero lo de recoger mierda a las 10 de la noche con un frio que pela, en un parque donde no había nadie, pensando en los niños del día siguiente, es algo de seres humanos superiores.

Llegue a Lincoln y llevo años viendo a personas, independientemente de si llueve, truene o relampaguee, sacar una javita del bolsillo, agacharse y recoger la mierda de su perro. Claro vale la pena aclarar que aquí los perros hacen cacas duras, debido a la comida que comen, carnes y bolas de cereal. No sé cómo pudiera ser si los perros comieran lechuga, arroz, frijoles, un huevito crudo, algo de picadillo de soya, etc. A lo mejor frente a la presencia de buenos ciudadanos, la gente andaría con escobas, detergentes, cubos de agua, un poco de arena o aserrín, etc. JAJAJAJA

Todo me parecía ideal hasta que hace pocos días, nos llaman de la oficina y nos dicen que tenemos que ir a recoger una muestra de la mierda de un perro y llevarla a la oficina.

¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeee???????, dije yo acostumbrado a hacer trabajos de mantenimiento y me di a la tarea de averiguar sobre el tema de la muestra y entonces me caí de culo con algo que a todas luces es más que lógico.

Existe un reglamento que multa a los residentes cuando no atienden la limpieza del residencial, entonces es porque existe un mecanismo para controlar esto. La primera multa por no recoger la caca del perro comienza por 150 dólares, cosa que, no para mí, sino para nadie, es graciosa.

Fuimos a la oficina, recogimos bajo todo un protocolo uno de esos potecitos de laboratorio sellado, tal como en los laboratorios para humanos, recogimos, en realidad mi compañero que es más nuevo que yo, recogió una muestra de la mierda de un perro, y devolvimos el potecito metido dentro de un nylon cerrado a la oficina.

Entonces pregunté, ¿y ahora cómo sabemos cuál es el perro dueño de esto? Pobre de mí, esto es “America”, el que no sabe es como el que no ve.

Cuando las personas firman el contrato del residencial, tienen que declarar si tienen mascotas y de qué tipo son, o sea, perro, gato, etc. De eso depende el pago mensual que tiene que hacer al residencial, pero además en el caso de estos animales que mencioné, tienen que traerlos a la oficina y las chicas de allí, o sea, mis compañeras, con un palito de esos que tiene algodón por las dos partes, que deben tener un nombre exacto que no recuerdo, le abren la boca al animalito y le toman una muestra de saliva, esa muestra va a un laboratorio y ellos devuelven un informe con la definición del ADN del animal en cuestión, con un número de registro.

Cuando la muestra de la mierda que se recoge se envía al laboratorio, ellos la analizan y describen al dueño, por lo que cuando la oficina te llama para clavarte la multa, no hay nada que hacer. Es casi lo mismo que se hace a los deportistas con el examen del dopaje. Hay tres escalas de multa, la máxima cuando se repite por tercera vez es de 300 dólares. No sé qué tiene preparado el reglamento cuando la infracción se repite más de tres veces.

Todo esto me hace recordar a mi amigo Francesco y su amor por los niños, y paralelamente las veces que “me corté” con mierdas de perro mientras caminaba por La Habana. En lo que los seres humanos nos organizamos y nos salen las cosas por cultura, existen las leyes que te obligan. “La letra entra con sangre” decían los viejos en Cuba.


Es cierto, la limpieza de un lugar es responsabilidad de sus habitantes, no de su gobierno. Si existen aquí tantos perros como personas y todos, los animales obviamente, dos veces al día dan de cuerpo en las calles, jardines y parques, no se podría caminar sin unas buenas botas de goma. 

La mínima historia, aquello que parece lo menos importante, está organizado. Estos americanos son la candela. Todo lo tienen inventado.

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