El residencial de apartamentos donde trabajo, a diferencia
de otros en Lincoln, permite las mascotas. En mis cuatro años y medio que
trabajo ahí, he visto peces, serpientes, ratas, conejos, iguanas, gatos y
perros.
Lo de los gatos y los perros no tiene comparación. Hay
residentes que tiene los primeros, varios, otros tienen los segundos, varios y
muchos tienen los dos.
Los gatos son tan grandes y gordos como las almohadas. Se
pasan todo el día acostados comiendo bolas de cereal y carne. Son tan
perezosos que los ratones les pasan por arriba y ni se inmutan. Los perros,
bueno, hay casi la misma cantidad de perros que de personas, que además por su
condición de mejor amigo del hombre, viven como reyes, por aquello de la
compañía que brindan a los residentes, sobre todo a los que viven solos.
Por primera vez en mi vida conozco de una nueva categoría
que en Cuba nunca vi. Muchas de estas mascotas, sobre todo los gatos y perros
tienen una categoría otorgada por un médico, imagino que un psicólogo, que aquí
se llama soporte emocional o gatos y perros para terapia. No sé si es que en
Cuba la gente tiene tantos problemas que no soportan echarse un problema más
arriba, o que los gatos y perros tiene menor “nivel intelectual” lo que hace
que no puedan trabajar como terapeutas. Muchos utilizan lo de soporte emocional
para no pagar la mensualidad que hay que pagar al residencial por la presencia
de las mascotas, porque hay de todo en la viña del señor.
Sobre todo, los dueños de los perros tienen un gran trabajo.
Todos los apartamentos son alfombrados, por lo que tienen que sacar a pasear a
sus mascotas-familia, como mínimo dos veces al día. Esto resulta fabuloso en
verano, porque el residencial tiene muchas áreas verdes con grandes árboles,
entonces los residentes pueden pasear, hacer un poco de ejercicios, conocer a
otros residentes, etc., pero en el invierno se pone fea la cosa.
Para mí es increíble que bajo una nevada y el termómetro a
menos de 17 grados C, las personas estén caminando con sus perros. He llegado a
mi trabajo a las 5:00 am para quitar la nieve, adolorido del alma y a esa hora,
me he encontrado con personas que están “voluntariamente” paseando a los
perros.
El tema es que, si sólo fuera pasear al perro no estaría
mal, pero el reglamento de la residencia exige que cuando el perro haga sus
necesidades sólidas, el dueño tiene que recogerlas y echarlas en tanques
habilitados especialmente para ese tipo de basura.
Eso me recuerda cuando estuve en Londres en el año 1994. Mi
amigo Francesco, con un frío enorme para mí en aquel momento, viviendo aquí me
río del frío londinense, me invitaba a pasear a su labrador Traffic. De madre
aquello, todas las noches había que caminar en el parque de una iglesia cercana
a la casa para que el perro caminara, corriera, estirara los músculos, etc.
Cuando Traffic “daba de cuerpo”, como diría mi suegra, había que agacharse y recoger
sus heses fecales, excrementos, deposiciones, a lo que es lo mismo, a lo que en este escrito, de aquí en adelante llamaré sencillamente por su nombre de pila, mierda.
Tantas veces lo vi agacharse en medio de aquel frío que le
dije, pero Francesco, aquí no hay nadie a esta hora, no podemos dejar la mierda
en la hierba, su respuesta hizo que casi me desmayara y comprendí que yo era un
salvaje que venía de un mundo medio salvaje donde el salvajismo era incluso premiado,
los niños vienen a jugar mañana a este parque y se pueden ensuciar, me dijo.
Entonces quedé enamorado de Londres, de la cultura y
sensibilidad de sus habitantes. Todos sabemos que cuando nos están vigilando,
somos evaluados o sancionados, los seres humanos podemos hacer cualquier cosa,
incluso las muy buenas, pero lo de recoger mierda a las 10 de la noche con un frio que pela, en un parque donde
no había nadie, pensando en los niños del día siguiente, es algo de seres
humanos superiores.
Llegue a Lincoln y llevo años viendo a personas, independientemente
de si llueve, truene o relampaguee, sacar una javita del bolsillo, agacharse y
recoger la mierda de su perro. Claro vale la pena aclarar que aquí los perros hacen
cacas duras, debido a la comida que comen, carnes y bolas de cereal. No sé cómo
pudiera ser si los perros comieran lechuga, arroz, frijoles, un huevito crudo,
algo de picadillo de soya, etc. A lo mejor frente a la presencia de buenos
ciudadanos, la gente andaría con escobas, detergentes, cubos de agua, un poco
de arena o aserrín, etc. JAJAJAJA
Todo me parecía ideal hasta que hace pocos días, nos llaman
de la oficina y nos dicen que tenemos que ir a recoger una muestra de la mierda
de un perro y llevarla a la oficina.
¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeee???????, dije yo acostumbrado a
hacer trabajos de mantenimiento y me di a la tarea de averiguar sobre el tema
de la muestra y entonces me caí de culo con algo que a todas luces es más que
lógico.
Existe un reglamento que multa a los residentes cuando no
atienden la limpieza del residencial, entonces es porque existe un mecanismo
para controlar esto. La primera multa por no recoger la caca del perro comienza
por 150 dólares, cosa que, no para mí, sino para nadie, es graciosa.
Fuimos a la oficina, recogimos bajo todo un protocolo uno de
esos potecitos de laboratorio sellado, tal como en los laboratorios para
humanos, recogimos, en realidad mi compañero que es más nuevo que yo, recogió una muestra
de la mierda de un perro, y devolvimos el potecito metido dentro de un nylon
cerrado a la oficina.
Entonces pregunté, ¿y ahora cómo sabemos cuál es el perro
dueño de esto? Pobre de mí, esto es “America”, el que no sabe es como el que no
ve.
Cuando las personas firman el contrato del residencial,
tienen que declarar si tienen mascotas y de qué tipo son, o sea, perro, gato,
etc. De eso depende el pago mensual que tiene que hacer al residencial, pero además
en el caso de estos animales que mencioné, tienen que traerlos a la oficina y
las chicas de allí, o sea, mis compañeras, con un palito de esos que tiene
algodón por las dos partes, que deben tener un nombre exacto que no recuerdo,
le abren la boca al animalito y le toman una muestra de saliva, esa muestra va
a un laboratorio y ellos devuelven un informe con la definición del ADN del
animal en cuestión, con un número de registro.
Cuando la muestra de la mierda que se recoge se envía al
laboratorio, ellos la analizan y describen al dueño, por lo que cuando la
oficina te llama para clavarte la multa, no hay nada que hacer. Es casi lo mismo
que se hace a los deportistas con el examen del dopaje. Hay tres escalas de
multa, la máxima cuando se repite por tercera vez es de 300 dólares. No sé qué
tiene preparado el reglamento cuando la infracción se repite más de tres veces.
Todo esto me hace recordar a mi amigo Francesco y su amor
por los niños, y paralelamente las veces que “me corté” con mierdas de perro
mientras caminaba por La Habana. En lo que los seres humanos nos organizamos y
nos salen las cosas por cultura, existen las leyes que te obligan. “La letra
entra con sangre” decían los viejos en Cuba.
Es cierto, la limpieza de un lugar es responsabilidad de sus
habitantes, no de su gobierno. Si existen aquí tantos perros como personas y
todos, los animales obviamente, dos veces al día dan de cuerpo en las calles, jardines y
parques, no se podría caminar sin unas buenas botas de goma.
La mínima historia,
aquello que parece lo menos importante, está organizado. Estos americanos son
la candela. Todo lo tienen inventado.
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