Cada vez que uno trata de acercarse a la política de Estados
Unidos hacia Cuba y viceversa como simple observador, la conclusión es que es toda
una locura, plagada a veces de chusmería de ambos lados. Medidas y acciones que se
vienen aplicando en ambas direcciones desde hace más de 50 años, y cada año
nuevo se quiere hacer ver como algo novedoso y diferente. Por lo que tratar de
abordar esto desde un ángulo medianamente serio, sin repetir ideas, siempre es
un gran riesgo. Demasiado sentimiento puesto en la misma canasta, lo que hace
que se disparen siempre los pasionímetros. (1)
Ahora, hace pocos días, el gobierno norteamericano, acaba de
hacer públicas un conjunto de medidas que vienen a respaldar o completar otras
que se habían tomado algunas semanas atrás. Y lo más cómico-triste de esto, es
que lo anuncian como “nuevas medidas” contra el gobierno cubano o al menos para
regularizar, de acuerdo a lo establecido, las relaciones entre ambos países,
ambos gobiernos y ambos pueblos.
Me gustaría entonces recordar a Obama, del cual ya he dicho
que no me siento capaz de evaluar profundamente su labor como presidente,
porque me faltan muchísimas herramientas, mucha información y muchísimo
conocimiento sobre el funcionamiento del gobierno norteamericano, pero que al
final de la historia, me cae bien como persona.
Obama, quien estuvo 8 años en la Casa Blanca y no
precisamente como sirviente, dejó para lo último, casi lo más último (2), su
actuación pública hacia Cuba. Viajó a mi país de origen, se entrevistó con el
Presidente, o al menos apareció junto a él, conversó con personas de la llamada
oposición, dentro de los que tengo un buen amigo, paseó por las calles cubanas,
comió en un “paladar”, fue al Latinoamericano a ver un juego de pelota y en sus
discursos públicos dejó claro que Estados Unidos no era enemigo de Cuba, que el
pueblo americano no era enemigo del pueblo cubano, y que juntos podríamos
lograr un futuro mejor. Habló de futuro.
Paralelamente, sin mucha explicación, quitó la posibilidad
de que los cubanos siguiéramos entrando, con relativa facilidad, a través de
las fronteras. Como la medida no fue anunciada con anticipación, miles de
cubanos quedaron embarcados en sus terceros países o en sus viajes hacia el “Norte”,
por lo que entiendo que estos cubanos no quieran tanto a Obama como yo, que
logré entrar en el 2012.
Obama dejó Cuba y lo primero que hicieron las autoridades
cubanas a través de sus representantes fue descalificarlo, lo menos que dijeron
fue que no sabía nada de historia, y, sin embargo, él, “bondadoso” nada pidió a
cambio de lo que dio, pues incluso dicen que pagó de su bolsillo, o sea, del
mío, lo que se comió y compró en Cuba. Cuba, su gobierno y su gente, siguió
estando exactamente igual. Digamos que un poquito peor.
¿Entonces, Obama fue un gran ingenuo, un gran camaján, el
más hipócrita de todos los hipócritas, un hombre consecuente, un mentiroso o,
sencillamente, alguien que, al igual que Katy Perry, Kim Kardashian, y la
mismísima Madonna, por sólo citar algunos nombres, estaba interesado en
acumular méritos para su curriculum personal y su historia, con aquello de
haber sido el primer presidente negro y que además el primer presidente
norteamericano que pisó tierra cubana y re abrió las relaciones diplomáticas
entre los dos países?
¿Si mi querido Obama hubiera estado interesado de verdad en
el tema cubano, en la ayuda y el futuro, por qué escogió el último momento de
su mandato para hacer lo que hizo y no le dedicó tiempo antes, para lo cual tuvo,
no un año, no dos, sino ocho?
Cualquiera de las medidas que él hubiera tomado al principio
de su mandato, hubiera tenido tiempo para ejecutarse y consolidarse y entonces
hoy, quizás, podríamos hacer otro análisis. Pero no, Obama anotó la carrera que
ganaba el juego para la publicidad e inmediatamente recogió el bate y los
guantes, o sea, acabó el juego al menos para él y los suyos. Lo que hace que
muchos, para no echarle con el rayo, nos lamentemos con aquello de que no lo
dejaron hacer lo que él quería, no tuvo tiempo, el pobre, para desarrollar su
estrategia, lo bloquearon, etc., etc., etc.
Sabiendo que se tenía que ir ya, se lavó las manos como
Pilato y se debe de haber dicho, bueno, después de mí el diluvio, tal como
dicen que dijo el rey francés Luis XV y entonces, después de él realmente el
diluvio llegó.
Trump, nuestro nuevo presidente electo, sucesor de Obama, en
menos de 1 años de gobierno ha convertido el tema Cuba en uno de los puntos
importantes de su agenda presidencial. Tal parece que además de querer hacer
todo lo contrario a lo que su antecesor dejó, por convicción o por joder, su
historial de hombre capitalista de éxito, lo lleva a oponerse per se a lo que a
comunismo huela. No está equivocado, lo que a comunismo huele, huele mal, pero donde
se equivoca, a mi modesto modo de ver, es en la acción.
Recién acaba de publicarse un paquete de “nuevas medidas”
para respaldar lo que Trump dijo en su visita a la Florida. Nuevas medidas que
son más o menos las mismas medidas redactadas de forma diferentes, que se han
venido tomando en estos últimos 50 años, por lo que lo de nuevo se puede
cuestionar.
A todas luces se habla del pueblo de Cuba y de beneficiarlo,
tal como si se hablara de una escultura de mármol, de una planta o de una
especie específica de molusco. Se habla de un pueblo que en realidad no se
conoce cómo vive diariamente y qué habría que hacer, si es que algo se puede
hacer, para ayudarlo desde el exterior.
Por supuesto, una vez más se habla de ahogar al gobierno, gobierno
que se ha tratado de ahogar por décadas y que, aunque resulte imposible de
creer y entender, aún puede respirar, no con el agua por la nariz, sino
sencillamente con la nariz completamente metida dentro del agua. Duélanos o no,
eso es lo que ha quedado demostrado. Habría que pensar en aquella película
soviética, “El hombre anfibio” que tanto se puso en los cines cubanos. ¿Los más
viejos, la recuerdan? Lindas imágenes bajo el mar, lindo hombre anfibio, pero muy
lento guion.
Veamos algo de las medidas específicamente. Y entonces ahora
es recomendable utilizar el pasionímetro. Si descubres que el nivel está cerca del máximo en la escala, por favor, deja la lectura para otro momento.
Una de las medidas es prohibir los viajes de turistas
norteamericanos de forma independiente. A partir de ahora, sólo podrán visitar
la isla a través de visitas programas y organizadas por las instituciones
norteamericanas que están aprobadas para tal cosa y, sobre todo, se enfatiza,
que los norteamericanos tienen que viajar acompañados por lo menos de una
persona responsable de una de esas instituciones. Esta medida parece redactada
por un exmiembro del gobierno cubano, cosa que perfectamente puede ser. Para
nosotros los cubanos, es más entendible aquello de estar vigilados todo el
tiempo, de que cada grupo de más de dos personas tiene que tener un responsable
confiable, de que siempre hay directivas y regulaciones a tener en cuenta,
pero, los norteamericanos, expertos en viajar a cualquier lugar del mundo sin
restricción alguna y hacer en cada uno de esos lugares lo que les da la gana,
no sé cómo lo entenderán. ¿Quién podrá controlar a un americano que se ha
tomado una botella de Havana Club 7 años, se ha fumado dos Habanos de un tirón
y tiene abrazadas a dos lindas chicas cubanas?
Luego como parte del plan de ahogo, se prohíbe a empresas
norteamericanas comercializar sus productos y servicios con un listado de
empresas cubanas que, según ellos, pertenecen al esquema empresarial de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Tontos los que redactaron y creen que esto puede afectar y
creo que la supuesta medida está basada en el desconocimiento. Es cierto,
existen desde hace muchos años, empresas que se crearon a partir del llamado
sistema empresarial de las FAR, que, como una vía para la confiabilidad, ingresan
todas sus ganancias al gobierno, no para rearmar al ejército, sino para
colaborar con la economía nacional, pero y qué pasa con el resto de las empresas cubanas
que también, aunque no dirigidas por militares vestidos de civil o provenientes
del sistema empresarial militar, pertenecen al gobierno.
Se desconoce que, en Cuba, la totalidad de las empresas, más
allá de las cuatro firmas extranjeras y empresas mixtas que sobreviven, todas
son estatales, bajo el franco y público gobierno del Estado o con inscripciones
de supuestas sociedades anónimas con capital propio para protegerse, pero que
al final pertenecen a un determinado ministerio del gobierno, que trabajan bajo
un presupuesto estatal y que tienen que aportar sus ganancias, todas, al Estado Cubano,
por lo que de independencia nada.
No sé cómo se puede pensar en ahogar a un gobierno y para
ellos sólo se selecciona un pequeño grupo de empresas porque su origen y quizás
sus directivos sean provenientes del Ministerio de las Fuerzas Armadas. No sé
cómo se puede pensar en que las otras empresas, públicamente estatales, no
tienen nada que ver con el gobierno o gozan de determinada autoridad para su
gestión. Lo que evidencia un total desconocimiento de la situación cubana a
pesar de todo el tiempo que Cuba ha estado en la mira o es que están tomando
medidas, por decir que están tomando nuevas medidas.
(1) Pasionímetro.
Equipo de medición parecido a un termómetro, que los cubanos deberíamos usar
siempre para medir nuestros niveles de pasión.
(2) Antes
de que me critiquen, quiero decir que no conozco exactamente si el castellano
recoge la posibilidad de “lo más último”. Hasta mí mismo me suena feo, pero la
utilizo porque quiero expresar que de todo lo que dejó para última hora, el
asunto Cuba fue lo que escogió para lo último, casi que el asunto fue decidido
en el portal de la Casa Blanca, minutos antes de entregar las llaves de la
puerta principal.
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