lunes, 20 de noviembre de 2017

Las mismas viejas medidas anunciadas como nuevas. (Segunda Parte)

En otras de las medidas dadas a conocer por el gobierno norteamericano, se trata de incentivar la ayuda al pueblo de Cuba. Ya Obama había hablado de motivar y apoyar a la empresa privada en Cuba y ahora se repite la misma historia, o sea, se está pidiendo a los turistas y empresarios que visiten y hagan negocios con los privados. Y entonces hay dos cosas que me llaman la atención, primero, ayudar al pueblo de Cuba y segundo, incentivar la propiedad privada.
Ambas ideas, lindas en el plano teórico como sacadas de un viejo manual de cómo destruir al comunismo, son imposibles de realizar, me parece un discurso facilista y trataré de explicar el por qué. Lo de pueblo lo voy a dejar para luego, es más complicado.

Se trata de incentivar el sector privado. ¿Existe en Cuba la empresa privada? Que yo sepa NO. Lo que existe en Cuba es una licencia, totalmente volátil, mediante la cual el gobierno, siempre el gobierno,  autoriza a trabajar por cuenta propia, o sea, un chofer que maneja un carro o camión destartalado, un restaurante o cafetería que puede tener sólo 4 mesas, casas con 2, 3, 4 cuartos habilitados para rentar, un mecánico que arregla carros, un plomero que remienda tuberías, una manicura que pinta uñas, un amolador de cuchillos, un afinador de instrumentos musicales, etc.

He leído para escribir estas ideas y la última información que sobre esto encontré dice que en el año 2016 habían cerca de 500 000 personas que poseían la categoría de trabajadores por cuenta propia. Por supuesto el mayor por ciento se localiza en la Ciudad de la Habana y las actividades más autorizadas son la de vendedores de comida, cafeterías y paladares, y transportista de mercancías y pasajeros, o sea, los llamados boteros. Ya sabemos que resulta más difícil vivir de afinar instrumentos musicales.

Hasta donde conozco, no existe la estructura de empresa privada. Esos lugares no tienen cuentas en el exterior, ya que a nadie se le ocurre poner su dinero en los bancos del gobierno porque puede ser extremadamente complicado y peligroso, no pueden importar materias primas directamente, no pueden negociar créditos con bancos internacionales, no pueden crecer mucho públicamente porque corren el riesgo de ser cerrados. No pueden, como en otros lugares, comprar a los precios que su actividad como minoristas exige.

Luego, esos poseedores de licencias como trabajadores por cuenta propia, al final de su historia, tienen que pagar impuestos al mismísimo gobierno que se está tratando de ahogar. Si cobran en moneda nacional, pues pagan en moneda nacional, si cobran públicamente en divisas, los impuestos son en esa moneda. Los que mantienen negocios de comidas, por ejemplo, tienen que comprar al menos una parte de lo que venden, a precios muy caros, en las tiendas del gobierno habilitadas para vender a la población en divisa, los que trabajan como taxistas tienen que comprar al menos una parte del combustible, extremadamente caro, en las gasolineras del gobierno, en ambos caso digo una parte, porque todos los que hemos estado en Cuba, sabemos que hay otra parte, a veces la mayor, que se resuelve en el muy importante, imprescindible e histórico mercado negro.

Entonces, si se pretende ayudar o incentivar al trabajador por cuenta propia, falsamente reconocido como propietario de un negocio, se está ayudando al gobierno. El gobierno es el proveedor de todo. Primero de lo legal y luego también de lo ilegal, pues las cosas pasan de las empresas estatales a manos privadas que las revenden bajo cuerdas. Por último, el gobierno es el gran cobrador de impuestos.

Resulta romántico eso de incentivar la empresa privada, cuando se sabe que el gobierno controla su creación, controla lo que venden, lo que compran y luego, porque también está recogido en la historia, las puede cerrar de la noche a la mañana, decomisar todo lo que está adentro e incluso poner preso a los dueños bajo el tan utilizado criterio de “enriquecimiento ilícito”.

¿Realmente, de qué sector privado se habla?, ¿Dónde están en Cuba los almacenes para que el carpintero pueda comprar clavos, maderas, herramientas y un plomero pueda comprar las tuberías, las piezas para baños, los azulejos, a precios de empresas? ¿Dónde quedan los almacenes y distribuidoras donde los dueños de cafeterías, restaurantes y pequeños hoteles pueden comprar comida e insumos para ofrecer sus servicios? ¿Dónde están los bancos que puedan dar líneas de crédito a esos pequeños privados para que empiecen o crezcan en sus negocios?

Lo de favorecer al propietario privado es una ficción más como concepto estratégico empresarial. Es cierto, algunos de los cubanos que hoy trabajan como trabajadores por cuenta propia, viven mejor que los que dependen de un salario del gobierno. Nada más. Muchos han logrado, en medio del desastre, las enormes restricciones y la inseguridad a futuro, hacer, con su trabajo legal, y un poquito de apoyo de la corrupción y el mercado negro, un poco de dinero y con esto vivir por encima del estándar del llamado ciudadano de a pie, pero, cuántos negocios de esos llamados privados existen en la Cuba de 11 millones de personas.

Cuba no es la Ciudad de la Habana y Varadero. Cuba es un pueblecito que se llama Piedrecita, que pertenece al Municipio Florida, que pertenece a la provincia Camagüey, que está a más de 600 kilómetros de La Habana. Cuba no son solo los bien formados profesionales, antiguos dirigentes, exmiembros del MINIT, etc., devenidos hoy en seudo empresarios porque de una forma u otra se hicieron de las casas de Miramar y Nuevo Vedado y de algún que otro dinero, sino los que viven en un pueblo que se llama López Peña que está en el lejano Pinar del Río. (1)

Es cierto, si se estimula que se coma en los paladares y se duerma en las casas hoteles, se beneficiará a los que son dueños y a los que en esos lugares trabajan, aunque bien mal pagados están. Imaginemos que se beneficia a medio millón de personas con licencias y contratos y entonces esto repercute como consecuencia en 4 personas por cada uno de ellos, por lo que los que se están beneficiando serían más o menos 2 millones de personas, o sea, la familia y amigos, pero, qué hacemos entonces con los 9 millones de personas que no sólo no tiene licencia de trabajador por cuenta propia, sino que nunca han entrado a un paladar, menos se han hospedado en hoteles en Varadero y los Cayos y siguen esperando 2 o 3 horas por el transporte público por no tener 10 pesos para pagar un botero y que para su mayor desgracia, quizás la mayor de todas las desgracias, hoy, no lograron colocar a un familiar o amigo cercano en el exterior, a esos, quién y cómo se les ayuda.

No se puede ayudar a incentivar la empresa privada en la isla, pensando o teniendo como referencia la mentalidad y leyes norteamericanas, porque ellas allí no funcionan. Para incentivar la economía en Cuba hay que ayudar a su gobierno, a ese gobierno que el pueblo cubano, por diferentes razones en Cuba hoy mantiene. El gobierno es el padre y sus ciudadanos son los hijos, entonces no se puede pretender ayudar a un niño dándole un pedazo de pizza un día al mes, lo que hay que hacer es conseguirle un trabajo decente y bien pagado al padre para que pueda mantener a su hijo los 365 días del año.

Claro que esto resulta difícil. Sólo lo idea puede meter miedo, pero si llegáramos a ser sinceros, la única forma de que le llegue a Piedrecitas o a López Peña la ayuda es ponerla en manos de la estructura que mantiene, organiza y controla a esos lugares, o sea, el gobierno. Si caemos en el juego de que queremos ayudar a los cubanos, pero sin los Castros, pues tendremos que esperar a que mueran hasta los bisnietos de esa familia y prohibirles que se sigan reproduciendo, de lo contrario llevará siglos.

Es duro, claro, porque significa para muchos perdonar, dejar de pensar en el daño hecho, dejar de pensar en lo que se dejó o perdió, para entonces hacer el bien. Es duro, porque los que más podían ayudar, están negados, llenos de malos recuerdos y los que queremos ayudar, en realidad, no podemos.


(1)  No es que yo sepa mucho de geografía cubana, es que tengo aquí en Lincoln dos muy buenas amigas, casi familia, que vivieron en esos pueblos que menciono, y que reconozco, nunca antes los había escuchado mencionar.

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