jueves, 9 de noviembre de 2017

¿Quiénes y de dónde somos?

Jonathan, mi hijo, me he enviado un mensaje, que al final voy a reproducir completo, que me ha hecho tomarme varios minutos y pensar, en algo que, sinceramente, trato de no pensar.

El autor es un joven amigo y compañero de escuela de mi hijo, por lo que asumo que tiene más o menos su misma edad y que por lo que cuenta lleva un año fuera de Cuba. Debe ser uno de esos mensajes que hoy se cuelgan en las redes sociales y que nos enviamos unos a otros y así, de esta forma medio silenciosa, recorre el mundo, tocando los cerebros y los sentimientos de muchos, porque trata de nada más y nada menos, sobre lo que siente alguien que dejó su país de origen para ir detrás de un sueño.

En este caso está redactado desde el punto de vista de un cubano, pero en realidad, estoy seguro, que podría servir para cualquiera. Las cosas que aquí se narran, pueden, me arriesgaría a decir que son comunes para esa categoría humana que se llama emigrante.

Y entonces he comenzado por pensar que desciendo de emigrantes. De los 4 bisabuelos que todos tenemos, 3 habían viajado desde España para instalarse en Cuba, país por algún tiempo próspero económicamente y receptor de personas, entre ellas, muchísimos españoles, que en busca también de un sueño, viajaron por propia voluntad o fueron enviados por sus familias para salvarse.

Mis bisabuelos Angelita y Ramón eran gallegos, y a golpe de muchísimos esfuerzos formaron una familia en Cuba. Vivían en la calle Concordia, Centro Habana. Recuerdo que nos gustaba ir de visitas a ver a los “abuelos”. Era una casa grande, donde vivían juntos muchos de los hijos que ellos tuvieron. Más que voluntario, era casi obligatorio pasar por allí los sábados, después que nuestra abuela “Mamá Yuya”, nos hacia recorrer todas las tiendas y nos cambiaba el paseo por una película en los cines cercanos y unas meriendas en una de las tiendas visitadas.

En casa de mis bisabuelos, se hablaba un español medio extraño, era obligatorio tomar sopas todos los días, las más ricas que recuerdo y era una tradición de los sábados, el café con leche y pan con mantequilla, ¡pan acabado de comprar en la panadería de la esquina!!!!!!!!! Y por supuesto, siempre, en medio de cualquier conversación, se hablaba de España, de Galicia, de sus tierras, de la comida, de las canciones. Cosa que, yo niño sin saber dónde estaba España, encontraba divertida y apasionante.

Mi otra bisabuela, “Abuela Alicia”, alta, elegante, con un cabello blanco brillante y con unos lindos ojos azules, había nacido en Asturias. Ella, madre de mi abuelo, paradógicamente nunca quiso irse a vivir con él cuando se divorció de mi abuela y decidió quedarse a vivir toda su vida, hasta que murió, en la casa de su nuera, sus nietos y biznietos. Aunque hoy puedo darle miles de explicaciones al por qué, no sé exactamente la razón, pues mi Abuela Alicia murió cuando aún yo era un niño. No tuve tiempo para preguntarle.

Pero con esa abuela viví toda mi infancia por lo que tengo muchos recuerdos. Era fuerte de carácter y parecía una de aquellas damas de las películas o revistas antiguas. Con ella, conocí que venía de Asturias, lugar que, sin conocer conozco, y me gustaría ir a visitar un día. No tengo ni idea de dónde nació exactamente mi abuela Alicia, pero creo que si algún día logro pararme sobre la tierra asturiana,  me agacharé, la tocaré y la consideraré también un poquito mía.

Mi abuela Alicia, mientras fue envejeciendo, fue incrementando las sesiones de llanto. Recuerdo que lloraba, sin yo entender mucho la explicación. Recuerdo muy claro su añoranza por su patria, por su familia. Patria y familia a las que nunca volvió a ver. Con ella conocí el verde asturiano, sus hórreos, las famosas y luego desaparecidas “Cartas de España”, revistas precisamente hechas para que los españoles de ultramar mantuvieran relaciones con sus orígenes e incluso se conectaran de nuevo con sus familiares.

Cuando fui niño, jamás darme cuenta, pero hoy, al mirar para atrás, puedo garantizar que mis bisabuelos, en medio de aquella aparente alegría con que vivían, sufrieron. A veces lloraban, a veces no, pero si algo puedo recordar exactamente es la nostalgia con que vivieron durante todos aquellos años. Recordar que después de 1959, con el triunfo la Revolución de Fidel, todo, exactamente todo, cambió. Complicado, pero al final entendible.

Ellos lograron mejorar, porque en España se los estaba llevando el Diablo, lograron insertarse en la sociedad cubana con orgullo, lograron vivir bien desde el punto de vista económico, crearon familias y las vieron y ayudaron a crecer, o sea, sus hijos luego trajeron nietos y estos, biznietos, pero la idea de que no soy de aquí 100%, la constante comparación con lo que dejaron atrás y la idea de que algún día regresarían era una constante en aquellas personas.

Y creo que no tiene nada que ver con la economía, la política, ni el comunismo. El ser humano es historia, y esa historia, incluso cuando no lo quieres, viene un día, te toca, te asalta. Los recuerdos sólo se dejan de tener cuando tu cerebro muere. Es llamativo lo de la historia en el ser humano, porque a muchos viejitos se le borra la historia más reciente y el presente, sin embargo, vuelven al pasado, a veces al pasado lejano y recuerdan con lujos de detalles eventos que en sus vidas ocurrieron hace más de 50, 60 años.

Me llama la atención el escrito del amigo de mi hijo, porque es un mismo sentimiento independientemente de la edad, la Cuba que te tocó vivir, el espacio geográfico que ocupaste, etc. Me llama la atención porque, sin presumir yo de patriota, porque no lo soy, te encuentras un día pensando en Cuba, o al menos en tu Cuba, que puede ser perfectamente una cuadra, un reparto, un edificio, un parque, un grupo de amigos, la familia.

Entonces, como creo haber dicho en uno de mis anteriores escritos, pretendiendo no pensar mucho en Cuba, piensas y un poco en silencio añoras cosas que tuviste o viviste, aunque puedas reconocer que en el lugar donde te encuentras se vive mejor. Luego, al mismo tiempo, y de forma contradictoria, sientes que no eres ya de allí. Que el desfase en el tiempo y las experiencias, hacen que no tengas solución, ni para las mínimas cosas de la vida cotidiana. 

Dejas muy rápido de conocer. Cosa que se siente cuando llegas un día de regreso. Si, estás bien. Estás rodeado de tu familia y amigos. Comienzas a recordar los pequeños espacios, los huecos de siempre, quizás algunos o todos los olores. Llegas incluso a sentir cariños por ellos, pero muy rápido descubres que tu presencia es sólo temporal, que perteneces también a otro lugar, que gracias a …., ya no vives allí todos los días.

Y esa es la más grande contradicción de todas las contradicciones. Ya no eres de allí, pero al final, también sabes, aunque a veces no te arriesgues a reconocerlo, que tampoco eres de aquí.

A mi nieta Mia, quizás cuando crezca le pasará lo mismo. Descubrirá a sus abuelos que hablan un inglés medio extraño, medio primitivo y se reirá. Abuelos que a sus 80 años siguen hablando del tamal cubano, cosa que para ella nacida en Texas representará poco a nada, siguen, ya sin dientes, recordando los ricos chicharrones de puerco cubano, no de cerdo porque nunca dijimos cerdo. Abuelos que trataran de bailar algo que nada más que ellos saben bailar y sobre todo, detrás de las risas, ella también podrá descubrir que cuando se menciona la palabra Cuba, a esos abuelos, que a lo mejor no recordaran que desayunaron esa mañana, se les aguaran los ojos.

Gracias amigo de Jonathan por tu reflexión. Estoy seguro de que, aunque no te lleguen los “likes” habrás tocado miles de corazones de muchas personas, especialmente de cubanos, con esa naturalidad y gracia con que has contado tu seria historia, lo que demuestra tu capacidad de sobre ponerte. Cubanos que, como bien dices al final de tu escrito, escogieron el camino más difícil para su larga carrera.


"Oficialmente un año y una semana lejos de mi tierra... 

Eso de vivir fuera del país que te vio nacer no es para nada fácil y los cubanos lo hemos vivido en carne propia. Que nadie te diga que vivir en el extranjero es jamón… 

El primer paso
El primer paso es cuando llegas al aeropuerto con tu familia. Ha sido un camino largo, todavía algo se puede joder. El uniforme de Inmigración aún te hace temblar. Finalmente, la ventanilla. Momentos de tensión, el guardia lee de punta a cabo el pasaporte como una novela, (qué carajo buscará?). Mira 40 veces en el espejo que tienes a tu espalda, (pa´ vacilarte será!!!). Sudas. -¿A dónde vas? -¿Por qué? -¿Visita por tres meses? -¿Y vuelves? -(Sí,……..espérame sentado) -Sí compañero, por supueeeesto! -Finalmente el Cuño… COÑOOOO.
Chistes de isleños, un libro que te hará caerte de la risa 

El papelazo
Esta etapa empieza en el avión. ¿Cómo se cierra el cinturón? No pides otra Coca Cola no vaya a ser que ‘no te toque’ o la azafata te dé una mala contesta. Puede durar mucho aprender a usar un celular. ¿Qué cosa es un Seguro? ¿Cómo sacar dinero de una Cash machine sin meter la tarjeta al revés? ¡El mundo es tan lindo! Te deslumbran los autos nuevecitos, las mujeres maquilladas, los hombres de cuello y corbata en el banco. 

Los primeros días
El aterrizaje (toma más tiempo de lo que muchos creen). Ahora a buscar trabajo! Y… ‘Pasaron 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 semanas’ Y na´!!! Ni de sepulturero encuentras un puesto. Conoces la ciudad de arriba abajo y no has hecho ni un amigo. ¡Te empieza a molestar la soledad y no hablar tu idioma! Tu mente es una cabrona. Empiezas a pensar en la vieja, en el barrio, en la mesa de dominó. En los negrones que al pasar las muchachas decían cochinadas (hoy piensas que son piropos). ¡Qué simpáticos muchachones! que diferentes a estos rubios que no tienen sangre en las venas. No bastan ojos azules y 1.80… Una vez escuché Radio Reloj on line. Eran las 6:30 de la mañana en Cuba. Podía ver a la vieja levantarse e inundar la casa con el aroma de café que aunque fuera chícharo, en ese momento no querría uno mejor. Estuve como media hora oyendo el TIC TAC que me despertó cada mañana de mi vida. ¿Creerías que rompí a llorar?

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La morriña
Empieza cuando llega tú único amigo por el resto de tus días: El gorrión. Tarda pero llega. Un 31 de diciembre, o el día de las madres te preguntas: ¿Y qué coño hago yo aquí? Los recuerdos te acorralan y te sacan sangre. Reconoces qué lindo es tu país y su gente y que jodío te tiene la nieve. Descubres a Lecuona, Matamoros y a Cuní. Tu libro de cabecera se llama: ¿Dónde está mi Habana? En tus CD’s están El Bola, la Bourke y hasta Maria Teresa Vera. En tus DVDs: Buena Vista Social Club. Idealizas una Habana que sólo existirá en tu corazón, diferente a la mía o la de otros. La palabra ‘asere’ ya no te suena fea. Usarás más y más dicharachos criollos que te diferenciarán del resto de este país. Porque ahora quieres ser diferente, es más, hacer saber a todos tu origen. Te fajas con los que hablen pestes de tu patria. Te fajas con los comemierdas que dicen que la Salsa no es el Son o discuten que Salsa es esa mierda llamada New York Style. -Señor la salsa se baila sólo de dos maneras: BIEN o MAL. 

La última etapa
Resignación. Cuando dos cubanos se encuentran la primera pregunta es: ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Como si estuvieras en prisión. Porque es verdaderamente una condena no estar en tu tierra. Entiendes de una vez que los que estamos fuera, necesitamos más de los que están allá, que ellos de nosotros. Sus problemas se resuelven mandando unos dólares, lo que necesitamos nosotros no cabe en un paquete de correos. 

El primer regreso
Llega finalmente la esperada primera visita a Cuba. ¡Qué desilusión! Estás allá y ya no eres de allí. No conoces al grupo de moda, a donde va la ruta 222, o qué novela estén poniendo. La Habana te es más ajena que Hong Kong… Al segundo día, si no fuera por la familia, quisieras volver a casa. ¿A casa?!!! ¿Pero no era ésta tu casa? No perteneces a ningún lugar. No existes, todo es un espejismo sub-real. Como dice la canción: ‘No eres ni de aquí, ni de allá’.


Ser CUBANO es una carrera muy larga, se llega por diferentes caminos y tú escogiste el más difícil".

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