viernes, 24 de julio de 2020

Los jefes de hoy se están robando a los cubanos.

Escribir sobre la realidad de Cuba hoy siempre es doloroso. No es lo mismo, mientras se vive allí, por lo menos el acto de criticar, gritar, discutir, está avalado por la idea de: _” coño, lo estoy sufriendo, por lo menos eso me da ese derecho”. Cuando se escribe sobre Cuba desde afuera, aunque pueda parecer más fácil, el dolor se multiplica, porque no se vive cómo se está viviendo allí, no se puede olvidar a los que allí aún están, a gusto o no, luchando contra lo absurdo y, sobre todo, existe un sentimiento de, quizás culpabilidad o impotencia, que te imposibilita resolver o desconectarte de una vez y para todas de todo y de todos. OJO. A mi entender no estamos hablando de arreglar algo torcido, algo que quedó mal, algo que puede ser modificado en poco tiempo con algunos arreglitos, con pocos recursos y pocos riesgos, estamos hablando de la necesidad de replantearse todos y cada uno de los pasos y procesos que ocurren en la vida de ese país y sus personas a nivel político, económico, religioso, social, etc. Creo que, lo que puede ser lamentable, no existe otra forma. Cuba no está para reparar, Cuba está para reparir.

Estoy consciente, no existen los cambios que traigan sólo buenas cosas, no existe una acción que no tenga riesgo, no existe el “éxito sin el dolor”, por lo que es entendible y conocido que, frente a cualquier movimiento social, como no es un acto de magia, existirán cosas que cambiaran para bien y otras que afectaran a una parte y tendrán que ser revisadas, corregidas, cambiadas con el paso del tiempo e incluso otras que aparecerán nuevas de las que nadie, ni los más genios podían imaginar o prever.

Ninguna sociedad es perfecta, no existe ese país ideal, no existe la posibilidad de crear algo “con todos y para el bien de todos” desde la primera vez, sin errores, sin trabas, sin cosas a probar y luego cambiar. Los países que hoy nos deslumbran tienen, muchos de ellos, 5, 10, 15 siglos de pruebas. Una vez leí un libro de un profesor cubano autorizado, con el que se puede estar de acuerdo o no, que aseguraba toda una teoría sobre que lo que viajó a lo que luego se llamó América en español, no eran los viejos sustentos del feudalismo, sino los gérmenes de ese sistema nuevo sustituto que hoy conocemos como capitalismo y estamos hablando de finales del siglo XV. 

Habría que haber visto a Martí, el más que conocido autor de esta linda idea que, al menos teóricamente trata de anunciar la incorporación de todas las fuerzas políticas y económicas, todos los colores, todos los sexos y edades, etc., participando en lo que fue la creación de la República de Cuba a partir de 1902 y tener que enfrentar todos los problemas generados en una colonia española por más de 400 años, que decidía caminar sola e independiente. La idea es linda para medio interpretar el pensamiento martiano como máxima civil para vivir, pero estoy seguro de que no hubiera sido tan fácil llevarla a la práctica ni por el mismísimo Apóstol. Martí, por cierto, interesado primero en la independencia, sólo nos dejó la idea linda, pero jamás describió los pasos en un plan coherente a lograr en un tiempo determinado. La muerte, muchas veces productiva, lo salvó para la historia.

Siendo sincero, me resulta más fácil hablar, intercambiar e incluso discutir con cualquier que esté fuera de Cuba y defienda cualquier idea, sin embargo, ese sentimiento, en mi caso, cambia cuando mi interlocutor está en la isla, incluso cuando desde posiciones sinceras, ingenuas, intelectuales o intelectualoides, obstinadas o hipócritas defiende absurdamente día a día, todo lo que día a día se inventa. Viví en Cuba muchos años, tanto para conocer cada una de las conductas que existieron y existen. Conozco lo que significa vivir en una casa “vigilada”, trabajar en un lugar bajo la mirada del “Gran Hermano”, decir sin decir, criticar por no reventar con esa crítica disfrazada de construcción, etc. Conozco aquello de sobrevivir a cualquier costo, mantenerse y obtener, aunque sea un mínimo beneficio, tratar de salvar y proteger a la familia, etc. Todo lo que hace que culpar a los cubanos “de adentro”, sea extremadamente fácil, sobre todo, por los “cubanos de afuera”.

A pesar de mi memoria y estudio sobre Cuba, no me siento capaz de definir el momento exacto del comienzo del desastre irreversible. Es cierto, desde los primeros momentos, se puede recolectar información de caprichos, oportunismos, mentiras, jugadas sucias, pero en medio de todo aquello, a mi entender, el pueblo cubano, el que a partir de 1959 no fue ejemplo de bonanzas materiales, como autos, casas, equipos electrodomésticos, ropas de lujo, negocios privados florecientes y estables, dinero en bancos, etc., disfrutó de algo muy importante como la esperanza en que el futuro existiría mejor. Esa esperanza, o quizás ilusión irreal, pero ilusión, incorporó y movilizó a millones, encargados luego de motivar y movilizar a otros millones. Nuestros abuelos y padres participaron, pero además participaron efusivamente y primero con su ejemplo y efusividad, trataron de convencernos a nosotros. Mi padre, santiaguero, tintorero, se hizo universitario en La Habana. A la familia de mi amigo Ruso, orientales de Oriente, le dieron, si le dieron, una casa de dos plantas más garaje cerrado y una piscina en el Reparto Apolo por aquellos años, hoy Víbora Park. A la muchacha a la que los revolucionarios le arrancaron un brazo con un petardo, luego la revolución la envió a Alemania Democrática a operarse.

No es de negar, siempre hubo división, siempre hubo diferencias, siempre hubo cabronadas. Muy rápido los jefes se mudaron para Miramar y Siboney, lugares muy diferentes a la Habana Vieja, Párraga, Mantilla, San Miguel del Padrón u otro cualquier pueblo del interior del país. Muy rápido se construyeron sus propios hospitales, diferentes al Calixto García, La Dependiente, Hijas de Galicia, etc. Muy rápido fueron obteniendo privilegios y entonces unos puestos tuvieron más ventajas que otros, unos apellidos fueron más famosos que otros. Se fue armando la Corte, el señor feudal al mismo tiempo que repartía títulos nobiliarios a cambio de apoyo incondicional, fue sacando del saco a “aquellas papas podridas”. Dentro de aquella idea de igualdad y beneficios para todos, se construyeron sus propias playas, sus propias casas de descanso, escogieron sus propios autos, los lugares donde querían viajar e incluso se rifaban entre ellos mismos a sus propias jóvenes parejas, diferente todo esto a las playas de Guanabo, Marianao, que visitaba el pueblo, a las guaguas destinadas para el uso popular, etc. Visto desde hoy, el proceso desde sus comienzos nunca fue limpio, nunca fue transparente, nunca fue tan lindo, dulce y bondadoso como se quizo hacer ver. Al mismo momento que las cosas dejaban de funcionar, la propaganda ideológica “equilibraba” el faltante. Mientras menos realidad diaria, más propaganda a fututo.

No obstante, durante todos aquellos años, cierto, apoyados o mejor, subvencionados por el llamado Campo Socialista y la URSS, los cubanos vivíamos con alguna esperanza. “Estudia y tendrás un buen trabajo, mejor remunerado”, “Hazte de un título universitario y luego de una maestría y luego de un doctorado, aprende un idioma extranjero y serás reconocido”, Aspira a una beca en el exterior y vendrás con un buen título”, Veta a una micro brigada y a las dos años tendrás tu propio apartamento”, “Trabaja, esfuérzate y te darán un televisor, una lavadora, un carro”, eran de aquellas frases que, imagino que los que tienen más o menos mi edad, recuerden se escuchaban con frecuencia. Visto desde hoy, el modelo era fatal, se hizo al hombre depender del gobierno, se le cortó las alas a la propia inspiración, pero para muchos funcionó. Creo que muchos llegaron a creer de verdad que la religión y la homosexualidad eran malas. Muchos culparon a la música en inglés, a los pelos largos, a los pantalones apretados como fuerzas del mal. Muchos hablaban de patria, de patriotismo, pintaron una raya amarilla y dividieron a los cubanos en dos grandes bandos pensando en que eso era lo que había que hacer para estar mejor.

¿No sé cuándo fue que todo se jodió totalmente? Si, es cierto, venía jodido, venía escondido, se veía venir, pero cuándo, qué día, a qué hora, es difícil, al menos para mí, definir.

Lo cierto que un buen día el gobierno dejó de gobernar, dejó de pensar en todos, dejó de tratar y se convirtió en un grupo de viejos rodeando un caldero, echando huesos, pedazos de piedras, manzanas podridas, tal como la bruja de Blanca Nieves, tratando de que la magia desde el mal funcionara para el bien y, sobre todo, olvidando todo, permanecer en el poder.


A partir de ahí, cada medida es peor, cada paso es más absurdo, menos coherente. A partir de ahí los buenos pararon en malos, en inservibles, y los malos capitalistas, imperialistas, gusanos e incluso los “escorias” reaparecieron y compraron el país. Se les construyó tiendas, se les construyó hoteles, se les reabrió el país, restaurantes, bares, destinos turísticos, mientras los buenos, los que trabajaron, los que confiaron, los que permanecieron, se miraban asombrados sin poder participar, menos disfrutar.

Como en la canción infantil de María elena Walsh, la brujería del “Brujito de Gulugú”, con miles de justificaciones, incluso con caras de dolor puestas frente a las cámaras, hizo a los cubanos prostituirse. Puso a los cubanos a “jinetear”. Los profesores abandonaron las aulas, fueron a parar al turismo. Los abogados y arquitectos abandonaron sus oficinas, fueron a trabajar como maleteros, y porteros en los hoteles, taxistas en las ciudades nocturnas. Los médicos abandonaron sus consultas y fueron a parar detrás de mostradores en los agros mercados. Las madres comenzaron a homenajear a sus hijas por “encontrarse” con un novio italiano, español, mexicano. Los llamados revolucionarios comenzaron a desear, demandar, tener un familiar en el extranjero. Si, la brujería del Brujito de Gulugú, sus medidas locas y sobre todo, antipopulares, prostituyeron al pueblo de Cuba. Si, nos puso a mendigar, nos puso a caerle atrás a los extranjeros y a su moneda, nos puso a desear tener un tío en Miami, nos puso a irnos, no a Estados Unidos, sino a Haití, a Perú, a Mozambique. Nos puso a preferir ser trabajador de una fábrica en Hong Kong a ser médico en La Habana, a preferir ser custodio de un bar en Moscú a ser ingeniero en una fábrica cubana, a casarnos con una vieja canadiense contemporánea con nuestra abuela, para entonces poder regresar a “la isla bella” y ser no sólo mirado bien, sino admirado por todos, incluso por los que antes no nos querían, nos marginaban, nos rechazaban, nos llamaban escorias, gusanos, traidores, apátridas, mal paridos, hijos de putas, ladinos, vendidos.



Fidel, el más malo de los malos, murió tranquilo de muerte natural, murió cuando él quizo morirse, después de descojonar un país. Ese, de todos los que tuvo, reales e inventados,  es el mayor mérito que se llevó. Fidel encontró en 1959 con un país que funcionaba, con problemas, pero funcionaba, que comía, que vestía, que trabajaba, que exportaba e incluso tomaba ron y bailaba y a la vuelta de varias décadas bajo su estricto y monopólico, absoluto liderazgo y dirección, lo dejó metido en un hueco profundo, no sólo económico, sino moral, del que no se regresará jamás. Fidel murió y gracias a la vida, muchos de sus planes, dicen, se quedaron en ideas, porque hubiera sido peor y entonces lo sustituyó su hermano, Raúl, el tipo más gris, incapaz e impopular que ha tenido Cuba en estos últimos 60 años, que continuó con una sola misión, mantener los beneficios para su pequeño grupo de acólitos, militarizando al gobierno, poniendo a sus generales, no a los generales del país, sino a sus generales y familia frente a todo en Cuba y, a todo costo, "escapar" a la cubana, aunque para lograr eso tuviera que descojonar más el país de lo que ya lo había hecho su hermano, cosa difícil pero a la luz de los hechos, conseguible.

Raúl vengativo, indeseable, vulgar, se inventó una nueva estructura, esa de presidente, vicepresidente, primer ministro, nueva constitución, etc., bajo lo que ellos siguen llamando partido comunista, que ya tampoco se sabe de qué se trata, pero, que en realidad, realidad, de comunista tiene poco.

No sé cuándo comenzó la destrucción en caída libre. No sé cuándo se cayó en ese hueco oscuro, profundo, sin regreso. No sé cuáles son las próximas medidas para continuar el viaje hacia abajo. Lo que sí puedo asegurar es que el hueco no tiene fondo, los dirigentes engordan aceleradamente, las estructuras se destruyen, no sólo las físicas sino las personas pierden el impulso, nadie entiende mucho, los disgustos aumentan, los jóvenes, ahora con celulares e internet, sueñan más que nunca con emigrar. Hoy no sólo la idea del futuro y la esperanza, sino la de comer, se hace dolorosa.

Mas allá de las tiendas en dólares, abarrotadas de comida de un viernes para un lunes, con lo que el gobierno llama productos de “elite”, o sea, champú, queso, espaguetis, pasta de tomate, etc., que se van a vender en DOLARES AMERICANOS a un pueblo que sigue trabajando en pesos cubanos, más allá de la idea de que ahora los particulares, o sea, los cubanos que ha estado paralizados como simples espectadores, puedan exportar sus producciones artesanales medioevales a países altamente desarrollados, más allá de que las caras siguen siendo de melancolías y dolor y sobre todo, más que nunca se habla de pueblo, el pueblo, para el pueblo, etc., ya los brujos actuales frente al caldero en ebullición, no saben ni lo que van a tirar, ya no encuentran ni los pedazos de huesos, ni las manzanas podridas para preparar su mejunje. El Brujito de Gulugú, no les dejó las últimas fórmulas, sólo viejos discursos. Sus mágicas fórmulas se las llevó en su inigualable memoria. Los que hoy están frente al caldero, nerviosos, con miedo visible, no sólo siguen el viaje dentro del pozo profundo, sino que no satisfechos, continúan cavando hacia abajo para tener más espacio para la caída libre.

Caída libre al vacío dentro de un pozo oscuro sin fondo, debe de ser horrible. Debe ser de esas pesadillas de las que uno se despierta violentamente, sudado, con el corazón latiendo a 150 pulsaciones por minuto. Caída, no sólo libre, sino irreversible, que, si no fuera por lo peligrosas, arriesgadas, suicidas y, sobre todo, lastrante para millones de personas, podrían ser señaladas como una epopeya heroica.   

Los limones cubanos se pueden comprar en Montreal, Canadá, las langostas cubanas pueden comprarse en Cataluña, España, nada nuevo, eso pasa desde hace décadas. Se promocionan los maravillosos cayos del norte de Cuba y hoteles 6 estrellas para el turismo internacional, capitalista e imperialista. Se han puesto de moda los autos antiguos y aquellos lugares de la Cuba de antes del 59, los bares, los restaurantes, las putas y los chulos. Se sigue hablando de “logros” que ya no existen, que nadie ve, que nadie disfruta, incluyendo la potencia educacional, médica, deportiva, mientras un pomo de espárragos se vende a 68.10 dólares en esas tiendas recién inauguradas para parte de los cubanos, precisamente esa parte que tiene familia escoria en el exterior o que ha pasado la vida delinquiendo dentro de Cuba. Mientras el cubano “revolucionario”, trabajador, maestro, médico, constructor, chofer, sigue ganando 250 pesos cubanos al mes para “resolver” todos sus problemas, ese gobierno, esos brujos que ya ni de brujería saben, venden en dólares norteamericanos, un pomo de espárragos a 1702.50 pesos, si los dólares pudieran ser cambiados. Un cubano promedio tendría que trabajar casi 7 meses para acceder al pomo “élite”. La heladería Coppelia en el medio del Vedado, la más prestigiosa de toda Cuba, recién reabierta después de la tercera reparación capital, casi no tiene helados, paralelamente se reabre la heladería Bim Bom, donde dos bolitas de helados cuestan 13.00 CUC, o sea, 325.00 pesos cubanos.

A veces cuando hablo con los cubanos de adentro, yo siendo cubano de afuera, con dolor o preocupación, descubro que no sólo no entienden, ni pueden explicar, sino que no pueden estar de acuerdo, porque esas tiendas como ejemplo de últimas medidas económicas, las últimas después de las últimas que ya habían sido las últimas, anunciadas como salvadoras para 11 millones de cubanos, premian precisamente a una parte de cubanos, por demás minoría, mientras que la gran mayoría sigue olvidada. Cuba no es Ciudad de la Habana. El pueblo cubano todo no es aquel que tiene familia afuera. Varadero no es la playa de los cubanos. La Bodeguita del Medio no es el lugar donde se puede ir a celebrar un cumpleaños o un joven invitar su novia. Los cubanos no se pasean por las ciudades en convertibles rosados del año 56. Ni tan siquiera acceden a una cerveza fría de producción nacional, menos importada. ¿Dónde ha quedado aquellas ideas de igualdad que todavía hoy pregonan como domingueros guerreros adventistas?, ¿Dónde han quedado aquellas ideas de equilibrio que trataba de sustentar cada acción?, Peor, ¿dónde están aquellas nobles estrategias de proteger a los más desposeídos y los más necesitados, que ya existían antes del 59 y que increíble y paradójicamente, después de 60 años de trabajo, sacrificios, muertes, han aumentado?

¿Los del gobierno, son brutos o hijos de puta? Escoja usted la respuesta. Para mí, la salida es la misma. Si son brutos no deberían estar, no deberían dirigir, no deberían seguir lastrando a un pueblo con ideas de hace 50 años, no deberían seguir estimulando el odio entre los de afuera y los de adentro, no deberían seguir fajados con el único país, ya se ha probado con la mitad del mundo y no ha dado resultados, que puede contribuir a la recuperación y mejor, al desarrollo. Si son hijos de putas no deberían estar, no deberían insistir en fórmulas que tratan de hacer pasar como nuevas, pero que ya han sido probadas y probadas en diferentes momentos, sin resultados estables. ¿Dónde está el boniato? No deberían seguir tratando de engañar a todos. No deberían obligar más a la prostitución de los cubanos, prostitución inevitable al tener que “luchar” el dólar norteamericano para comprar lo que ellos han llamado productos de “élite”, o sea, un champú, un pedazo de queso, un paquete de espaguetis. Prostitución necesaria para conseguir lo que en otros lugares no existe, un poco de salsa de tomate, un jugo de mango. Prostitución que, en silencio, a la sombra, a escondidas, hace preguntar: ¿Mi dinero, mi trabajo, mi sacrificio, para qué sirve?; ¿Podré seguir motivando a mis hijos a que se queden, a que estudien y trabajen?; ¿Podré seguir enfrentando a los que viven o vienen de afuera y decirles que se equivocaron en tomar la decisión de marcharse un día?

Es difícil mirar a los jefes de hoy y compararlos con aquellos jóvenes rebeldes, con sus barbas largas, sus uniformes verde olivos, sus collares en el cuello, que, muchos semi analfabetos, ocuparon cargos motivados porque construirían una patria nueva. Es difícil hablar hoy de ingenuidad. Es difícil, porque ellos manejan, como mínimo, la misma información que yo desde mi computadora, creerles que están tratando de desarrollar un país “con todos y para el bien de todos”. 

Los de hoy, sin dejar de culpar a los antiguos, son todos unos delincuentes políticos, que nada tienen de comunistas, menos de marxistas. Los de hoy son una mafia apropiada del poder, que nada tienen ya de demócratas. Los de hoy no son defensores de otros que no sean ellos mismos, cosa que ratifica cada una de las malas medidas, mal tomadas, sobre las malas medidas que ya habían tomado.

Los de hoy son unos oportunistas de libro que, descaradamente ya, siguen hablando de pueblo, de socialismo, cuando los caminos para ellos son diferentes. Los de hoy, como nunca, son los responsables conscientes de la enorme corrupción, robo, tráfico de influencia, por no decir de otras cosas, que se vive dentro de Cuba.

Los de hoy, no deberían estar, sólo por la razón de que se están robando, ya no lo poco que queda, sino porque se están robando a los cubanos.

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