Si existe alguien
famoso, dentro de los más famosos en el mundo hoy, es Donald Trump. Él solo
supera a todas las celebridades, todos los rockeros, todos los actores, a todos
los políticos y a todos los científicos.
No hablaré de él como
persona, no me desgastaré ahora en definirme republicano o demócrata, menos
trataré de demeritar a alguien con ideas subjetivas sacadas de lo más profundo
de mi parecer o el de otros, como puede ser que me guste o no su peinado. Trump,
es el presidente electo del país de donde soy orgulloso ciudadano,
entonces por eso sólo merece respeto y sobre todo atención, más allá de gustos
y preferencias personales. No es tan sencillo como definir, ¿fresa o chocolate?
Todos somos críticos,
sobre todo, del otro y del resto de lo que pasa fuera de nosotros mismos y a
veces lo de la crítica se convierte sólo en un arma de la diversión o la venganza.
Tal como afirma El Quijote, “Así que, es menester que el que ve la mota
en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo, porque no se diga por él: espantose la
muerta de la degollada; y vuestra merced sabe bien, que más sabe el necio en su
casa, que el cuerdo en la ajena”, retomando el autor, Miguel de
Cervantes, una frase bíblica que aparece en San Mateo, 7, 3-5 y San Lucas 6-41,
es importante ver, estudiar, analizar, para luego actuar.
Trump como todos los
famosos, no deja lugar a la duda, tiene la atención y a su alrededor suma dos
bandos apasionados, los que lo quieren, aman e idolatran visceralmente y los
que lo odian con todas las fuerzas del corazón. Los primeros apoyan,
construyen, a veces sin conocer, sólo por amor, los segundos critican y
destruyen, también sin conocer, solo por odio. Y así nos fajamos, mientras el
propio objetivo, además de trabajar, se divierte.
Muchos de nosotros aquí,
repartimos nuestras ideas en todas direcciones, hablamos de partidos políticos,
cacareamos sobre la Constitución norteamericana, analizamos al gobierno, pero
en realidad no conocemos, cosa que resulta entendible. El sistema de gobierno y
el sistema político norteamericanos son extremadamente difíciles de conocer,
más, de llegar a dominar. Muchos de los nacidos aquí y los que después
llegamos, en realidad no hemos tenido tiempo a estudiar, profundizar, pasar
cursos, escuchar conferencias, sobre lo que luego pretendemos opinar
absolutamente y sobre todo dar una imagen de expertos.
La vida cotidiana, el
tener que trabajar para pagar y la rapidez con que cambian los procesos, no nos
da tiempo. Como dije, hablamos de constituciones sin haberlas estudiado al
detalle, hablamos de elecciones, sin tener mucha cultura de lo que esto
significa en un país inmenso de más de 300 millones de habitantes y un sistema
electoral complicado. Hablamos de Senado y Congreso, sin poder imaginar la
inmensidad de vericuetos laberínticos que cada una de estar instituciones
tienen públicamente y peor, las que tienen y funcionan por debajo del tapete,
como en todas las sociedades de toda la historia de la humanidad. Muchos
estamos a la caza del último detalle para ejercer nuestra “siempre justificada”
crítica, pero son sólo detalles.
Muchas películas y
series de televisión tratan el tema del gobierno norteamericano. De las últimas
que he visto, inmejorable por su guion, magistrales actuaciones, locaciones,
etc., es la joya, “House of Cards”. Ella muestra la otra política, o sea, la
que no se ve y se escucha en los discursos. Sé que es una ficción, pero
quedándome sólo con el 25% de lo que se plantea, la historia de lo que
significa ser político a ese nivel, me es enormemente grande y difícil. Estados
Unidos no se parece a ningún país, las complejidades de sus poderes, ejecutivo,
legislativo y judicial, de por sí solas, lo convierten en algo grandioso, más
el manejo de una de las economías más grandes y complejas del mundo, que basa
su existencia en la suma de los intereses individuales de cada uno de los
mortales que aquí viven. A veces me pregunto, cómo pueden y me veo a mí mismo
incapaz de desarrollar algunas de estas acciones, aunque mañana en la mañana me
la regalen.
Lo primero que tenemos
que recordar es que Trump es un presidente, repito, electo por el
sistema de elecciones de los Estados Unidos, que puede gustar o no, que puede
parecer defectuoso o no, pero es el que funciona y no lo han cambiado, por
tanto, está ahí porque ganó y no se le ha podido demostrar un gran fraude. Lo
segundo es que, Estados Unidos, tiene historias de que cuando no le cuadra un político
de forma general o particular, lo sacan o desaparecen. Véase las historias más
recientes, Kennedy y Nixon, el primero asesinado, el segundo volado. Entonces Trump
sigue ahí, entre otras cosas, porque no lo quieren quitar del camino, de forma
general o porque los argumentos, de forma particular, no son suficientemente
fuertes para lograrlo.
No olvidar, Trump
dirige, primero que todo, para Estados Unidos y debe tratar de beneficiar, en
primera instancia, a los ciudadanos de este país extremadamente diverso, tanto
que creo que no existe tal diversidad en ninguna otra parte del planeta. Aunque
es importante pensar en la actuación y repercusión internacional de cualquier
presidente de cualquier país del mundo, por la simple razón de las relaciones
internacionales y el comercio, si a los chinos, los españoles, los árabes, a
los cubanos de Cuba, no les gusta Trump, pues en realidad ese es el problema de
los chinos, españoles, árabes y cubanos de Cuba. Si el gobierno de Cuba no
recibe el apoyo de Trump, pues el problema es del gobierno de la isla y los
cambios le corresponden desde y hacia el interior, porque no se puede pretender
vivir toda la vida de lo que viene de afuera. Las relaciones entre Estados
Unidos y Cuba, seamos objetivos y no nos sigamos engañando, poco le puede traer
al primero como para babearse, muchísimo le puede garantizar al segundo como
para babearse. Si a mí no me gusta el frío y la nieve de Nebraska, no me quema
más solución que mudarme de estado, la naturaleza por mí no va a dejar de
enviar el invierno.
Todo tiene sus aristas
e interpretaciones. Todavía hoy, quizás con mucha fuerza, se está tratando de
definir si Dios creó al Universo o éste es el resultado de una gran explosión,
todavía hoy estamos debatiendo si yo desciendo del mono o me creó Dios y con
más fuerza que nunca, a pesar de todos los adelantos científicos, se plantea
que existe un alma que sale del cuerpo al morir y se posa no sé dónde.
Con relación a Cuba, Kennedy,
el más demócrata de los demócratas, en octubre de 1962, en la llamada “Crisis
de los Misiles”, anunció el bloqueo naval a Cuba, poniendo a la isla en
cuarentena y ordenó un despliegue de barcos y aviones que imposibilitó la
entrada de los barcos rusos que venían en “son de ayuda”. Trump, en los hasta
ahora casi cuatro años de gobierno, no ha hecho nada parecido. Obama, el
también más demócrata de los demócratas, sin lógica, sólo para complacer su ego
y sobre todo al gobierno de Cuba, quitó la condición “especial” que durante
muchas décadas tuvieron los cubanos con relación a Estados Unidos, dejando embarcados
a cubanos por todas partes del mundo que pretendían llegar aquí. Luego de cumplir
con sus promesas, el gobierno cubano, no sólo siguió en su misma posición, o
sea, no cambios, sino que lo criticó salvajemente tan pronto su avión
presidencial levantó las ruedas del aeropuerto cubano. Obama, quizás ingenuo, quizás
poseído, cayó en la trampa o a lo mejor fue más posesión que ingenuidad.
Entonces, a lo mejor a
mí en el plano personal, Trump, tiene algunas características que me recuerdan
a una vecina de Víbora Park que reunía ella sola todas las malas
características que puede tener un ser humano, pero veamos la información y los
números, para entender qué está pasando, más allá de las muecas que el
presidente hace o una determinada actuación irreverente y quizás entender por
qué es probable que en noviembre del 2020, el para muchos, Yeti, el Abominable Hombre
de las Nieves, vuelva a ser electo para beneplácito de una gran parte de los
que aquí viven.
Trump, como decimos en
buen cubano, es un hueso duro de roer. Nadie llega a multi, multi multi
millonario en la Unión siendo loco, mongo y menos, palpablemente bruto. Trump,
como empresario, al margen de los errores que tiene que haber cometido y los
fracasos, las caídas que debe haber tenido, más las maniobras medias oscuras,
pues se sabe que detrás de cada gran fortuna hay “pequeños” crímenes, amasa una
cuenta bancaria, si sumamos dinero más propiedades, gigantesca, de donde
deduzco que los fracasos y los “crímenes” cometidos no son tantos como para
sacarlo del juego como hombre de negocios, porque también es conocido que la
Unión no cree en fantasmas, ni en dioses. El Tío Sam cuando se las tiene que
aplicar a alguien no está creyendo en que la “langosta porque tiene antenas,
coge la FM”. Cuando apareces en las listas, te buscan, te investigan, te arman
un caso y te la aplican, si no lo creen, pregúntenle a Al.
Luego Trump es un caso
bien atípico, porque en un sistema tan complicado como el sistema político
norteamericano, no proviene de la política, ni la diplomacia como carrera. No era
conocido en los pasillos del Senado y Congreso norteamericanos como un líder,
como un analista, como un prestigioso político o politólogo y de millonario
irreverente, de empresario posiblemente prepotente y medio actor, paró, nada
más y nada menos, en presidente del país más importante, complicado y atractivo
del mundo, con perdón del resto de los países, que no sólo dirige la política
interna de más de 300 millones de ciudadanos, sino que tiene que ver con todos
y cada uno de los problemas que pasan en el planeta Tierra.
Luego, por mi cuenta,
puede ser el presidente que más le hayan renunciado personas dentro de su
propio gabinete de gobierno o que él mismo le haya sugerido o propuesto la
renuncia y Trump, sigue allí dentro de la Casa Blanca. Creo que esto, crisis
tras crisis, no se pasa tan fácil sin ser un león y que muchas de estas
acciones más una oposición crítica diaria, que está casando no sólo sus
decisiones, sino también si le da la mano a la mujer, si el tinte de pelo está
parejo o si hizo tal o más cual mueca, no lo hayan llevado, al menos
públicamente a un hospital psiquiátrico o a las drogas y el alcohol.
Trump, además para mí,
como no viene de adentro, no tiene grandes compromisos con el “government
stablishment”, o sea, con la élite de los círculos de poder tradicionales o
grupos dominantes dentro de la política norteamericana, entonces se burla de
todo y de todos. Puede gustar o no, pero fue electo y está ahí y probablemente
siga ahí por otros cuatro años, cosa que creo que, desde el punto de vista personal,
lo divierte. No sólo se divierte, sino que está muchas veces utilizando métodos
“no políticamente correctos” al decir su verdad, con lo que está destruyendo
uno de los grandes mitos ocultos de esta sociedad. Para mí, es preferible
alguien que diga su verdad con muecas, a que ande por las esquinas jugando por
la izquierda como un encantador de serpientes. De encantadores de serpientes,
los cubanos sabemos mucho.
Trump es el presidente
electo número 45 de los Estados Unidos, de todos ellos sólo a tres se le han
sometido a un juicio político y por sumar cosas, Trump es uno de ellos.
¿Qué es un juicio
político o acusación, impeachment en inglés, a un presidente en los Estados
Unidos?
Para nosotros los
cubanos, nacidos después de 1959, este proceso, no sólo es nuevo y desconocido,
sino impensable que ocurra en nuestro país. El juicio político en Estados
Unidos, respaldado por la constitución, comienza cuando cualquier norteamericano
acusa al presidente, abriéndose un proceso que comienza en la Cámara de
Representantes y se celebra luego en el Senado, donde los legisladores tienen
que decidir si destituyen o no al presidente que ha sido acusado de, por ejemplo,
abuso de poder, obstrucción al Congreso, traición, sobornos y otros crímenes o
delitos graves.
Lindo, el presidente no
es el dueño, no es intocable, no es un Dios. Él puede, al menos teóricamente, ser
evaluado, acusado y enjuiciado por considerarse que ha cometido errores graves.
No hace falta miles de personas para hacer que el proceso de juicio comience,
no hace falta una enorme manifestación o una guerra interna, una sola persona
puede armar el caso y presentarlo.
Cualquier juicio
político a ese nivel, es una crisis difícil de afrontar. Es un proceso público
que puede desestabilizar al más sólido de los seres humanos, pudiendo terminar
con la culpabilidad demostrada y, por tanto, la destitución del presidente de
su cargo. De más está decir que no vale la opinión de la abuelita del
presidente enjuiciado, por lo que, si te atrapan, te las cobran.
Trump ha sido
enjuiciado, los demócratas “furiosos” armaron contra él un caso y al final, el
presidente fue encontrado inocente y sin cargos. Lo que ha traído como
consecuencia que se considere un gran papelazo por parte de los demócratas, responsables
de que el presidente y los republicanos hayan salido más fuertes que antes de
entrar. Trump no sólo fue considerado inocente, sino que le dio con el sartén a
sus oponentes, porque hoy muchos estudiosos, consideran que ese momento triunfal
fue convertido en un primer mérito político electoral.
Trump debería darles
las gracias a los demócratas, porque desde allí salió favorecido para las
próximas elecciones en noviembre del 2020. Muchos ya le dan por sembrado como
presidente para los próximos cuatro años. Hoy acabo de leer un artículo
publicado por Fox News, donde un grupo de profesionales de la Stony Brook University, encabezado por
el profesor en ciencias políticas Helmut Norpothel, quienes han acertado
en 24 de las últimas 26 elecciones presidenciales pasadas en Estados Unidos, al
parecer una fuente norteamericana seria y confiable, aseguró que Trump, a pesar
de todos los pesares, errores, medios aciertos, actuaciones “políticamente no
correctas” y muecas, tiene hoy el 91% de posibilidades de ser reelecto. Adiós
demócratas.
Interesado yo en
aprender, me metí completo el discurso que Trump dio a la nación como resumen
del juicio, donde hizo un análisis de sus años en la Casa Blanca, no
precisamente como mucamo. Discurso que pudiéramos retomar en cualquier momento para
conocer qué ha pasado en estos años de su gobierno. Claro, los enemigos del
presidente o a los que no les gusta el número de zapato que calza, pueden seguir
considerando que los datos todos son falsos, argumentando que todos los
políticos mienten, pero me parece que para Trump ganador, triunfante, no sólo
aplaudido, sino vitoreado por una gran parte de los presentes, no le era necesario
y conveniente falsificar todos los números que utilizó. La información
suministrada es fácil para los miembros del gobierno de comprobar y al día
siguiente desmentir. No estamos en el medio de un quimbo africano en el siglo
XVIII, Trump no es un rey.
Luego en medio de todo
lo que ha venido ocurriendo, apareció de la nada el Coronavirus, enfermedad que
ha sacado de paso a todos los gobiernos del mundo, unos más otros menos, para
la cual no había planificación posible. Se ha tenido que actuar, a veces, de
forma improvisada y/o experimental, en la misma medida que han ido apareciendo los
problemas. No es de ocultar que los números de infestados y complicados hasta
la muerte en Estados Unidos son enormes, los hospitales en muchas ciudades se vieron
colapsados, la falta de equipamientos y materiales especializados sobre todo en
los primeros momentos escasearon, los médicos, enfermeros y personal de apoyo, explotaron,
muchos tuvieron que ser reubicados y apoyados por otros especialistas, etc. De eso
no hemos salido, parece que nos costará trabajo y sobre todo tiempo, salir.
Luego para colmo de
males, en medio de la crisis real material, objetiva y peor, emocional, que ha
creado la enfermedad, en medio de las miles de personas que están sin trabajo
de forma permanente o temporal, con todas las consecuencias objetivas y
emocionales que esto crea, desde hace varias semanas, como consecuencia de un
abuso policial que terminó con la muerte del abusado, se ha desencadenado hasta
hoy, en determinadas ciudades del país con mucha fuerza, actos de manifestaciones
de movimientos civiles democráticos, cosa hasta cierto punto entendible y,
dentro de ellos, actos de extrema violencia, destrucción, vandalismo, etc., que
han puesto, no sólo a las autoridades, gobierno, policías, ejercito, sino a muchísimos
ciudadanos civiles casi en pie de guerra para defender, a pesar de los
problemas, lo que tiene que ser defendido, o sea, la vida pacífica y creativa
dentro de los Estados Unidos, cosa que es más importante incluso que cualquier
presidente, que cualquier partido político, etc.
Nada justifica la
enorme violencia que se ha generado. Los vándalos, la mayor parte jóvenes, no
están luchando por eliminar el hambre, la explotación, la real discriminación racial
que puede existir. Los vándalos están, unos siendo pagados para vandalizar,
otros, están desfilando con banderas del Che, del comunismo soviético, con banderas
venezolanas de Maduro, orientados, reconocido públicamente, por líderes
profesionales marxistas, preparados, adoctrinados, cuyo objetivo también reconocido
públicamente, es “quemar” el país, destruirlo, romper no sólo con lo que puede
estar mal hecho y necesita ser mejorado, sino romper todo. Se está atacando no
al gobierno, a los políticos, ni a los policías como venganza emocional por la
muerte de ciudadano, sino se está atacando a personas, jóvenes, viejos e
incluso adolescentes que caminan tranquilos por las calles portando como arma
solamente su color de piel, el llamado color blanco.
No se está destruyendo
los cuarteles militares, las estaciones de policías, las edificaciones de
gobierno, ni a la mismísima Casa Blanca, donde todos sabemos vive el presidente.
Se está destruyendo los negocios, los pequeños negocios de ciudadanos blancos y
negros que han trabajado años para lograrlo, con lo que se está destruyendo a
la familia americana, los cristales de los edificios, los carros que circulan
en mal momento, en mal lugar. No sólo se está destruyendo, sino que se está
robando masivamente, se está saqueando las tiendas, los supermercados, los
bancos, como muestra de un descontento social por cosas que pueden o deben ser
mejoradas. Los negros, aquí afroamericanos, bajo un movimiento civil quizás
justo, se han tomado la venganza por la mano. Negros, afroamericanos aquí, que
estaban sentados en sus esquinas, apostados sin trabajar, esperando que les
dieran la posibilidad de destruir por diversión y robar por ocupación.
Negros, afroamericanos
aquí, que ni conocían a Floyd, ni conocen nada del marxismo y el socialismo, ni
saben dónde queda Venezuela y lo que está pasando allí adentro. Incluso,
arriesgado de asegurar, pero posible, ni conocen lo que hay que hacer aquí adentro
para cambiar lo que dicen tiene que ser cambiado, que no tienen una propuesta,
no tienen un programa, no tienen un plan, para tan siquiera resolver su propia
vida y la de sus familiares más cercanos.
¿Esos que reciben dinero
para manifestarse, que desde aquí apoyan a dictaduras, los que han salido a
romper propiedades civiles, los que están golpeando salvajemente a ancianos y jóvenes
en las calles, los que están robando públicamente en los supermercados y
tiendas, esos que escondidos detrás de máscaras atacan y agreden, destruyen, prenden
candela incluso a otras personas, son los que piensan dirigir y llevar este
país adelante?
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