miércoles, 8 de julio de 2020

Los cubanos deberíamos ser más coherentes. (Primera Parte)

Si existe alguien famoso, dentro de los más famosos en el mundo hoy, es Donald Trump. Él solo supera a todas las celebridades, todos los rockeros, todos los actores, a todos los políticos y a todos los científicos.

No hablaré de él como persona, no me desgastaré ahora en definirme republicano o demócrata, menos trataré de demeritar a alguien con ideas subjetivas sacadas de lo más profundo de mi parecer o el de otros, como puede ser que me guste o no su peinado. Trump, es el presidente electo del país de donde soy orgulloso ciudadano, entonces por eso sólo merece respeto y sobre todo atención, más allá de gustos y preferencias personales. No es tan sencillo como definir, ¿fresa o chocolate?

Todos somos críticos, sobre todo, del otro y del resto de lo que pasa fuera de nosotros mismos y a veces lo de la crítica se convierte sólo en un arma de la diversión o la venganza. Tal como afirma El Quijote, “Así que, es menester que el que ve la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo, porque no se diga por él: espantose la muerta de la degollada; y vuestra merced sabe bien, que más sabe el necio en su casa, que el cuerdo en la ajena”, retomando el autor, Miguel de Cervantes, una frase bíblica que aparece en San Mateo, 7, 3-5 y San Lucas 6-41, es importante ver, estudiar, analizar, para luego actuar.

Trump como todos los famosos, no deja lugar a la duda, tiene la atención y a su alrededor suma dos bandos apasionados, los que lo quieren, aman e idolatran visceralmente y los que lo odian con todas las fuerzas del corazón. Los primeros apoyan, construyen, a veces sin conocer, sólo por amor, los segundos critican y destruyen, también sin conocer, solo por odio. Y así nos fajamos, mientras el propio objetivo, además de trabajar, se divierte.

Muchos de nosotros aquí, repartimos nuestras ideas en todas direcciones, hablamos de partidos políticos, cacareamos sobre la Constitución norteamericana, analizamos al gobierno, pero en realidad no conocemos, cosa que resulta entendible. El sistema de gobierno y el sistema político norteamericanos son extremadamente difíciles de conocer, más, de llegar a dominar. Muchos de los nacidos aquí y los que después llegamos, en realidad no hemos tenido tiempo a estudiar, profundizar, pasar cursos, escuchar conferencias, sobre lo que luego pretendemos opinar absolutamente y sobre todo dar una imagen de expertos.

La vida cotidiana, el tener que trabajar para pagar y la rapidez con que cambian los procesos, no nos da tiempo. Como dije, hablamos de constituciones sin haberlas estudiado al detalle, hablamos de elecciones, sin tener mucha cultura de lo que esto significa en un país inmenso de más de 300 millones de habitantes y un sistema electoral complicado. Hablamos de Senado y Congreso, sin poder imaginar la inmensidad de vericuetos laberínticos que cada una de estar instituciones tienen públicamente y peor, las que tienen y funcionan por debajo del tapete, como en todas las sociedades de toda la historia de la humanidad. Muchos estamos a la caza del último detalle para ejercer nuestra “siempre justificada” crítica, pero son sólo detalles.

Muchas películas y series de televisión tratan el tema del gobierno norteamericano. De las últimas que he visto, inmejorable por su guion, magistrales actuaciones, locaciones, etc., es la joya, “House of Cards”. Ella muestra la otra política, o sea, la que no se ve y se escucha en los discursos. Sé que es una ficción, pero quedándome sólo con el 25% de lo que se plantea, la historia de lo que significa ser político a ese nivel, me es enormemente grande y difícil. Estados Unidos no se parece a ningún país, las complejidades de sus poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, de por sí solas, lo convierten en algo grandioso, más el manejo de una de las economías más grandes y complejas del mundo, que basa su existencia en la suma de los intereses individuales de cada uno de los mortales que aquí viven. A veces me pregunto, cómo pueden y me veo a mí mismo incapaz de desarrollar algunas de estas acciones, aunque mañana en la mañana me la regalen.

Lo primero que tenemos que recordar es que Trump es un presidente, repito, electo por el sistema de elecciones de los Estados Unidos, que puede gustar o no, que puede parecer defectuoso o no, pero es el que funciona y no lo han cambiado, por tanto, está ahí porque ganó y no se le ha podido demostrar un gran fraude. Lo segundo es que, Estados Unidos, tiene historias de que cuando no le cuadra un político de forma general o particular, lo sacan o desaparecen. Véase las historias más recientes, Kennedy y Nixon, el primero asesinado, el segundo volado. Entonces Trump sigue ahí, entre otras cosas, porque no lo quieren quitar del camino, de forma general o porque los argumentos, de forma particular, no son suficientemente fuertes para lograrlo.

No olvidar, Trump dirige, primero que todo, para Estados Unidos y debe tratar de beneficiar, en primera instancia, a los ciudadanos de este país extremadamente diverso, tanto que creo que no existe tal diversidad en ninguna otra parte del planeta. Aunque es importante pensar en la actuación y repercusión internacional de cualquier presidente de cualquier país del mundo, por la simple razón de las relaciones internacionales y el comercio, si a los chinos, los españoles, los árabes, a los cubanos de Cuba, no les gusta Trump, pues en realidad ese es el problema de los chinos, españoles, árabes y cubanos de Cuba. Si el gobierno de Cuba no recibe el apoyo de Trump, pues el problema es del gobierno de la isla y los cambios le corresponden desde y hacia el interior, porque no se puede pretender vivir toda la vida de lo que viene de afuera. Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, seamos objetivos y no nos sigamos engañando, poco le puede traer al primero como para babearse, muchísimo le puede garantizar al segundo como para babearse. Si a mí no me gusta el frío y la nieve de Nebraska, no me quema más solución que mudarme de estado, la naturaleza por mí no va a dejar de enviar el invierno.

Todo tiene sus aristas e interpretaciones. Todavía hoy, quizás con mucha fuerza, se está tratando de definir si Dios creó al Universo o éste es el resultado de una gran explosión, todavía hoy estamos debatiendo si yo desciendo del mono o me creó Dios y con más fuerza que nunca, a pesar de todos los adelantos científicos, se plantea que existe un alma que sale del cuerpo al morir y se posa no sé dónde.

Con relación a Cuba, Kennedy, el más demócrata de los demócratas, en octubre de 1962, en la llamada “Crisis de los Misiles”, anunció el bloqueo naval a Cuba, poniendo a la isla en cuarentena y ordenó un despliegue de barcos y aviones que imposibilitó la entrada de los barcos rusos que venían en “son de ayuda”. Trump, en los hasta ahora casi cuatro años de gobierno, no ha hecho nada parecido. Obama, el también más demócrata de los demócratas, sin lógica, sólo para complacer su ego y sobre todo al gobierno de Cuba, quitó la condición “especial” que durante muchas décadas tuvieron los cubanos con relación a Estados Unidos, dejando embarcados a cubanos por todas partes del mundo que pretendían llegar aquí. Luego de cumplir con sus promesas, el gobierno cubano, no sólo siguió en su misma posición, o sea, no cambios, sino que lo criticó salvajemente tan pronto su avión presidencial levantó las ruedas del aeropuerto cubano. Obama, quizás ingenuo, quizás poseído, cayó en la trampa o a lo mejor fue más posesión que ingenuidad.

Entonces, a lo mejor a mí en el plano personal, Trump, tiene algunas características que me recuerdan a una vecina de Víbora Park que reunía ella sola todas las malas características que puede tener un ser humano, pero veamos la información y los números, para entender qué está pasando, más allá de las muecas que el presidente hace o una determinada actuación irreverente y quizás entender por qué es probable que en noviembre del 2020, el para muchos, Yeti, el Abominable Hombre de las Nieves, vuelva a ser electo para beneplácito de una gran parte de los que aquí viven.

Trump, como decimos en buen cubano, es un hueso duro de roer. Nadie llega a multi, multi multi millonario en la Unión siendo loco, mongo y menos, palpablemente bruto. Trump, como empresario, al margen de los errores que tiene que haber cometido y los fracasos, las caídas que debe haber tenido, más las maniobras medias oscuras, pues se sabe que detrás de cada gran fortuna hay “pequeños” crímenes, amasa una cuenta bancaria, si sumamos dinero más propiedades, gigantesca, de donde deduzco que los fracasos y los “crímenes” cometidos no son tantos como para sacarlo del juego como hombre de negocios, porque también es conocido que la Unión no cree en fantasmas, ni en dioses. El Tío Sam cuando se las tiene que aplicar a alguien no está creyendo en que la “langosta porque tiene antenas, coge la FM”. Cuando apareces en las listas, te buscan, te investigan, te arman un caso y te la aplican, si no lo creen, pregúntenle a Al.

Luego Trump es un caso bien atípico, porque en un sistema tan complicado como el sistema político norteamericano, no proviene de la política, ni la diplomacia como carrera. No era conocido en los pasillos del Senado y Congreso norteamericanos como un líder, como un analista, como un prestigioso político o politólogo y de millonario irreverente, de empresario posiblemente prepotente y medio actor, paró, nada más y nada menos, en presidente del país más importante, complicado y atractivo del mundo, con perdón del resto de los países, que no sólo dirige la política interna de más de 300 millones de ciudadanos, sino que tiene que ver con todos y cada uno de los problemas que pasan en el planeta Tierra.

Luego, por mi cuenta, puede ser el presidente que más le hayan renunciado personas dentro de su propio gabinete de gobierno o que él mismo le haya sugerido o propuesto la renuncia y Trump, sigue allí dentro de la Casa Blanca. Creo que esto, crisis tras crisis, no se pasa tan fácil sin ser un león y que muchas de estas acciones más una oposición crítica diaria, que está casando no sólo sus decisiones, sino también si le da la mano a la mujer, si el tinte de pelo está parejo o si hizo tal o más cual mueca, no lo hayan llevado, al menos públicamente a un hospital psiquiátrico o a las drogas y el alcohol.

Trump, además para mí, como no viene de adentro, no tiene grandes compromisos con el “government stablishment”, o sea, con la élite de los círculos de poder tradicionales o grupos dominantes dentro de la política norteamericana, entonces se burla de todo y de todos. Puede gustar o no, pero fue electo y está ahí y probablemente siga ahí por otros cuatro años, cosa que creo que, desde el punto de vista personal, lo divierte. No sólo se divierte, sino que está muchas veces utilizando métodos “no políticamente correctos” al decir su verdad, con lo que está destruyendo uno de los grandes mitos ocultos de esta sociedad. Para mí, es preferible alguien que diga su verdad con muecas, a que ande por las esquinas jugando por la izquierda como un encantador de serpientes. De encantadores de serpientes, los cubanos sabemos mucho.

Trump es el presidente electo número 45 de los Estados Unidos, de todos ellos sólo a tres se le han sometido a un juicio político y por sumar cosas, Trump es uno de ellos.
¿Qué es un juicio político o acusación, impeachment en inglés, a un presidente en los Estados Unidos?

Para nosotros los cubanos, nacidos después de 1959, este proceso, no sólo es nuevo y desconocido, sino impensable que ocurra en nuestro país. El juicio político en Estados Unidos, respaldado por la constitución, comienza cuando cualquier norteamericano acusa al presidente, abriéndose un proceso que comienza en la Cámara de Representantes y se celebra luego en el Senado, donde los legisladores tienen que decidir si destituyen o no al presidente que ha sido acusado de, por ejemplo, abuso de poder, obstrucción al Congreso, traición, sobornos y otros crímenes o delitos graves.


Lindo, el presidente no es el dueño, no es intocable, no es un Dios. Él puede, al menos teóricamente, ser evaluado, acusado y enjuiciado por considerarse que ha cometido errores graves. No hace falta miles de personas para hacer que el proceso de juicio comience, no hace falta una enorme manifestación o una guerra interna, una sola persona puede armar el caso y presentarlo.

Cualquier juicio político a ese nivel, es una crisis difícil de afrontar. Es un proceso público que puede desestabilizar al más sólido de los seres humanos, pudiendo terminar con la culpabilidad demostrada y, por tanto, la destitución del presidente de su cargo. De más está decir que no vale la opinión de la abuelita del presidente enjuiciado, por lo que, si te atrapan, te las cobran.

Trump ha sido enjuiciado, los demócratas “furiosos” armaron contra él un caso y al final, el presidente fue encontrado inocente y sin cargos. Lo que ha traído como consecuencia que se considere un gran papelazo por parte de los demócratas, responsables de que el presidente y los republicanos hayan salido más fuertes que antes de entrar. Trump no sólo fue considerado inocente, sino que le dio con el sartén a sus oponentes, porque hoy muchos estudiosos, consideran que ese momento triunfal fue convertido en un primer mérito político electoral.

Trump debería darles las gracias a los demócratas, porque desde allí salió favorecido para las próximas elecciones en noviembre del 2020. Muchos ya le dan por sembrado como presidente para los próximos cuatro años. Hoy acabo de leer un artículo publicado por Fox News, donde un grupo de profesionales de la Stony Brook University, encabezado por el profesor en ciencias políticas Helmut Norpothel, quienes han acertado en 24 de las últimas 26 elecciones presidenciales pasadas en Estados Unidos, al parecer una fuente norteamericana seria y confiable, aseguró que Trump, a pesar de todos los pesares, errores, medios aciertos, actuaciones “políticamente no correctas” y muecas, tiene hoy el 91% de posibilidades de ser reelecto. Adiós demócratas.

Interesado yo en aprender, me metí completo el discurso que Trump dio a la nación como resumen del juicio, donde hizo un análisis de sus años en la Casa Blanca, no precisamente como mucamo. Discurso que pudiéramos retomar en cualquier momento para conocer qué ha pasado en estos años de su gobierno. Claro, los enemigos del presidente o a los que no les gusta el número de zapato que calza, pueden seguir considerando que los datos todos son falsos, argumentando que todos los políticos mienten, pero me parece que para Trump ganador, triunfante, no sólo aplaudido, sino vitoreado por una gran parte de los presentes, no le era necesario y conveniente falsificar todos los números que utilizó. La información suministrada es fácil para los miembros del gobierno de comprobar y al día siguiente desmentir. No estamos en el medio de un quimbo africano en el siglo XVIII, Trump no es un rey.

Luego en medio de todo lo que ha venido ocurriendo, apareció de la nada el Coronavirus, enfermedad que ha sacado de paso a todos los gobiernos del mundo, unos más otros menos, para la cual no había planificación posible. Se ha tenido que actuar, a veces, de forma improvisada y/o experimental, en la misma medida que han ido apareciendo los problemas. No es de ocultar que los números de infestados y complicados hasta la muerte en Estados Unidos son enormes, los hospitales en muchas ciudades se vieron colapsados, la falta de equipamientos y materiales especializados sobre todo en los primeros momentos escasearon, los médicos, enfermeros y personal de apoyo, explotaron, muchos tuvieron que ser reubicados y apoyados por otros especialistas, etc. De eso no hemos salido, parece que nos costará trabajo y sobre todo tiempo, salir.

Luego para colmo de males, en medio de la crisis real material, objetiva y peor, emocional, que ha creado la enfermedad, en medio de las miles de personas que están sin trabajo de forma permanente o temporal, con todas las consecuencias objetivas y emocionales que esto crea, desde hace varias semanas, como consecuencia de un abuso policial que terminó con la muerte del abusado, se ha desencadenado hasta hoy, en determinadas ciudades del país con mucha fuerza, actos de manifestaciones de movimientos civiles democráticos, cosa hasta cierto punto entendible y, dentro de ellos, actos de extrema violencia, destrucción, vandalismo, etc., que han puesto, no sólo a las autoridades, gobierno, policías, ejercito, sino a muchísimos ciudadanos civiles casi en pie de guerra para defender, a pesar de los problemas, lo que tiene que ser defendido, o sea, la vida pacífica y creativa dentro de los Estados Unidos, cosa que es más importante incluso que cualquier presidente, que cualquier partido político, etc.

Nada justifica la enorme violencia que se ha generado. Los vándalos, la mayor parte jóvenes, no están luchando por eliminar el hambre, la explotación, la real discriminación racial que puede existir. Los vándalos están, unos siendo pagados para vandalizar, otros, están desfilando con banderas del Che, del comunismo soviético, con banderas venezolanas de Maduro, orientados, reconocido públicamente, por líderes profesionales marxistas, preparados, adoctrinados, cuyo objetivo también reconocido públicamente, es “quemar” el país, destruirlo, romper no sólo con lo que puede estar mal hecho y necesita ser mejorado, sino romper todo. Se está atacando no al gobierno, a los políticos, ni a los policías como venganza emocional por la muerte de ciudadano, sino se está atacando a personas, jóvenes, viejos e incluso adolescentes que caminan tranquilos por las calles portando como arma solamente su color de piel, el llamado color blanco.


No se está destruyendo los cuarteles militares, las estaciones de policías, las edificaciones de gobierno, ni a la mismísima Casa Blanca, donde todos sabemos vive el presidente. Se está destruyendo los negocios, los pequeños negocios de ciudadanos blancos y negros que han trabajado años para lograrlo, con lo que se está destruyendo a la familia americana, los cristales de los edificios, los carros que circulan en mal momento, en mal lugar. No sólo se está destruyendo, sino que se está robando masivamente, se está saqueando las tiendas, los supermercados, los bancos, como muestra de un descontento social por cosas que pueden o deben ser mejoradas. Los negros, aquí afroamericanos, bajo un movimiento civil quizás justo, se han tomado la venganza por la mano. Negros, afroamericanos aquí, que estaban sentados en sus esquinas, apostados sin trabajar, esperando que les dieran la posibilidad de destruir por diversión y robar por ocupación.

Negros, afroamericanos aquí, que ni conocían a Floyd, ni conocen nada del marxismo y el socialismo, ni saben dónde queda Venezuela y lo que está pasando allí adentro. Incluso, arriesgado de asegurar, pero posible, ni conocen lo que hay que hacer aquí adentro para cambiar lo que dicen tiene que ser cambiado, que no tienen una propuesta, no tienen un programa, no tienen un plan, para tan siquiera resolver su propia vida y la de sus familiares más cercanos.

¿Esos que reciben dinero para manifestarse, que desde aquí apoyan a dictaduras, los que han salido a romper propiedades civiles, los que están golpeando salvajemente a ancianos y jóvenes en las calles, los que están robando públicamente en los supermercados y tiendas, esos que escondidos detrás de máscaras atacan y agreden, destruyen, prenden candela incluso a otras personas, son los que piensan dirigir y llevar este país adelante?  









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