No siempre hay que hablar de política, tal como si fuera nuestro contenido de trabajo. A veces es bueno separarse un poco y dejar que los profesionales realicen su función. Pienso que nosotros, los cubanos, hemos estado muy politizados, incluso desde la propia infancia, a favor o en contra, de determinada posición política-ideológica, tanto, que no entendemos e incluso vemos mal a las personas que nada tienen que ver, que nada tienen que aportar, que no conocen y poco participan en esa esfera de la vida. Para muchos de nosotros es una ley. Existes, entonces tienes que ser político.
Hoy escribiré sobre arquitectura y arte, tema para refrescar a amigos y enemigos. La arquitectura es un tema recurrente en mí. Creo que, de no haber sido por las matemáticas, los cálculos, las físicas, etc., materias que no me gustan mucho, podía haber estudiado esa especialidad en la universidad. Me gusta diseñar, como disfruto el construir cosas con mis manos, todavía conservo el método de con un lápiz y un papel pintar algo antes de hacerlo. Disfruto medir, dibujar, evaluar variantes lógicas y prácticas. Sigo disfrutando en enterarme de cómo se puedo construir algo, sobre todo en la antigüedad. Admiro, con mirada aguda, lo que me rodea, sigo siendo capaz de motivarme frente a una piedra o un pedazo de madera tallado por la mano del hombre. Soy menos dado a los plásticos y los diseños modernos, muchos no me impresionan, pero descubro en cada ladrillo, en cada pedazo de hierro conformado, algo lindo e interesante.
Luego tuve la gran oportunidad de vivir con dos arquitectas, Lourdes y Baby, mis dos cuñadas, por lo que parte de mi vida ha estado marcada por líneas, colores, concreto, tuberías, paredes, muros, etc. He compartido muchas jornadas de trabajo con esas personas, que me han aportado toda la teoría, más su experiencia para construir algo. Resultado, hoy, gracias a eso y un poquito de mi interés, puedo nombrarme un buen constructor. He logrado durante todos estos años de trabajo, crear un método, ese de dibujar, medir, observar la lógica y práctica, consultar y compartir ideas en equipos, antes, siempre antes, de hacer algo. Me asiste, además, hoy, cosa que antes no tenía mucho, la paciencia, la perseverancia, la constancia, representativa de los asiáticos, para no desesperarme, para no tratar de correr, para lograr dedicar horas y horas de estudio sobre cualquier cosa, que luego pretendo hacer con las manos. Como me gusta compartir y trabajar en equipo, entonces me gusta enseñar a los que me rodean, siento placer, y por qué no cierto orgullo, con conocer lo que conozco y pasarlo a otras personas. En líneas generales cuando cojo el martillo, el serrucho, el taladro, la cuchara de albañil, ya tengo el proceso hecho total en mi cabeza, poco de inesperado, aparece.
Me crie en una casa donde el trabajo con las manos era, no sólo necesario, sino bien visto, valorado, compartido y exigido. Aunque todos los que me rodeaban eran personas dedicadas profesionalmente a las letras, profesores, investigadores, escritores, paralelamente todos, mi abuelo, mi tío, mi padre, habían logrado manejar bien los oficios, entonces los hijos crecimos trabajando, ayudando, a veces voluntariamente, otras obligados, a lo mismo levantar paredes, hacer muebles, pintar, fundir concreto en una placa, que, dedicando horas a la mecánica, plomería, electricidad, etc. Tengo un hermano que es un genio trabajando con las manos.
Nadie sabe cuál es el futuro que le espera, los viejos dicen que aprender no ocupa espacio. Yo, el estudioso, el trabajador en oficinas, nunca pude imaginar que trabajaría 5 años como mantenimiento en un residencial de apartamentos cuando llegué a Lincoln, Nebraska. Recuerdo que, en mi primera entrevista con la manager regional para el contrato, donde mi curriculum cubano y dominicano no servía para nada, le dije: _ “Mira, puede ser que algunas palabras no las entienda, puede ser que algunos nombres en inglés sean diferentes que en español, pero todo lo que tú necesitas, yo lo puedo hacer como un profesional. Ella me miró, me imagino pensó, pero este tipo está loco o está muy confiado y me dijo: _ “Estas contratado, comienzas el lunes” No es por alardear, trabajé como un mulo, pero no vine a aprender a Estados Unidos, por el contrario, algo enseñé a mis compañeros de trabajo y al cabo de 5 años, cuando me fui, ella, la manager regional, me agradeció por mi muy buen trabajo. Aprender no ocupa espacio, lo que bien se aprende, no se olvida.
Luego estudié historia como carrera y eso me llevó al contacto teórico con las artes, sobre todo la pintura, la escultura y la arquitectura. Soy amante de esa parte de la historia del hombre. Mi trabajo durante años en el Museo de la Ciudad de La Habana me convirtió en un caminante de La Habana Vieja, calles por calles, plazas por plazas, fortalezas militares, antiguos palacetes y casas, muchas de ellas hoy convertidas en solares o ciudadelas. Trabajé mucho, impulsado por el amor a la historia de Cuba. No conozco el mundo español latinoamericano, sólo he vivido en República Dominicana y cuatro días en la capital de México, donde a pesar del esfuerzo de mi amiga Normita por enseñarme, caminando y caminando, sólo pude ver muy poquito, no obstante, puedo decir que la belleza que se encuentra en las ciudades cubanas, especialmente en la hoy Ciudad de la Habana, es difícil de superar.
Claro, la idea puede estar avalada por lo que significó Cuba para España, por esos más de 400 años de presencia española en la isla caribeña. Luego el rápido desarrollo de la Cuba republicana que, sin dejar de ser cubano, miró a “nuestro” vecino más cercano, la abundancia económica, la riqueza en las artes, los oficios, etc. Hablando de La Habana, que es lo que más conozco, es única la presencia, como protección, de cinco fortalezas militares que custodian la entrada de la bahía, los palacios, los palacetes, los patios coloniales, los portales y sus columnas, las plazas, los balcones, los trabajos de herrería, los mármoles, la madera tallada, los vitrales, el túnel de la bahía, las iglesias y monasterios, el Capitolio, etc.
Todavía hoy, caminando y caminando, a pesar de todo, se puede ver el esplendor, se puede calcular el dinero, pero, sobre todo, el gusto, por el diseño y la buena construcción. Todavía hoy, se puede conocer quiénes fueron los que construyeron, por aquellas placas tradicionales con el nombre de la pareja arquitecto e ingeniero, que construyó tal o más cuál edificio. La arquitectura competía dentro de ella, cada edificio, además de mejor y más moderno, llevaba el símbolo de sus técnicos y constructores. La Habana moderna nos dejó el Hotel Nacional, el Focsa, el Habana Libre, todos símbolos de la arquitectura. La Habana moderna nos dejó el Malecón y la 5ta Avenida.
Luego del triunfo de la revolución, lo primero que paso fue que los arquitectos perdieron nombres, la arquitectura se convirtió en anónima, no se le puede seguir el rastro a una escuela, a una técnica, a una forma de hacer. Después del triunfo de la revolución se hizo más famosa la Primer Teniente del Ejército Rebelde Pastorita Núñez, como diseñadora de edificios y repartos, que cualquier graduado de la escuela de arquitectura.
Después del 59, no son muchas las obras a reconocer, claro, todo, en comparación con lo que ya existía. Creo que de lo más destacado como proyectos completos está la heladería Coppelia y el Instituto Superior de Arte, ISA. El gobierno se concentró más en la arquitectura rural, a hacer escuelas en las ciudades y campos, algunos hospitales, donde prima la economía, algunas que otras plazas y parques con diseños muy sencillos, a la utilización de materiales prefabricados, con los que poco se puede diseñar. No ha sido la revolución en estas seis décadas, representativa de la buena, moderna y linda construcción. Muchos arquitectos ya no están, la muerte o el exilio se los llevó. Muchos arquitectos aún quedan, amarrados a la economía, la insuficiencia, el ahorro, el tener que hacer más con menos. Muchos arquitectos están empleados en convertir antiguos almacenes, antiguas posadas en edificios de apartamentos. Muchos aún tienen que trabajar con aquellos prefabricados rígidos o aquel sistema Sandino, pocos prestados para la creación divina, más típicos para su uso en almacenes, refugios, muros, etc.
Desde el punto de vista urbanístico, sin ser yo un experto en el tema, sólo como simple observador, el resultado ha sido desastroso. La mejor muestra del desastre es la zona del este de la ciudad, conocida como Alamar, donde lo que está hecho es tan horrible, ya no sólo en estética, sino en técnica, que recuerdo que el gobierno cubano contrató a dos super expertos urbanistas españoles, por aquella explicación de darle más valor a los extranjeros que a los nacionales, tal como si en Cuba no hubiera arquitectos, y aquellos expertos, después de semanas de trabajo, concluyeron frente a las cámaras de la televisión que lo que estaba hecho no tenía arreglo, desde el punto de vista urbanístico eran tanto los errores que no se podía hacer nada, había que demoler, que ellos, dejarían un paquete de recomendaciones para tratar de que lo nuevo que se hiciera, cumpliera, por lo menos, con los parámetros mínimos internacionales a la hora de construir zonas habitables para humanos.
En cada esquina donde había un solar vacío, donde se derrumbó un edificio antiguo, el gobierno, construyó un edificio. Cubos, mal hechos, feos, mal diseñados y mal construidos, bajo aquellos criterios de los revolucionarios jefes desconocedores, de “resolver problemas”, creando otros miles de problemas, que son siempre impuestos a los técnicos. Desapareciendo la belleza, el estilo, la escuela, pero además desapareciendo la lógica y el buen funcionamiento, los arquitectos han tenido que diseñar y asesorar la construcción teniendo solo un tipo de pared prefabricada, un tipo de ventana, un tipo de techo prefabricado, un tipo de puerta, etc., y luego tener que luchar con constructores, cuya primera misión, antes de la de construir es robarse los materiales, la madera, los clavos, la pintura para sobre esas cosas “estatales” vivir.
De la reconstrucción y mantenimiento, no se puede hablar mucho. Las construcciones hoy que sobreviven, lo hacen porque fueron bien construidas. Los edificios antiguos se están derrumbando todos los días, las personas que viven dentro de ellos, rezan porque no llueva, porque no truene, porque no entre un ciclón, porque cualquiera de estos efectos climáticos, puede no sólo destruir sus viviendas, sino acabar con sus vidas.
La necesidad de viviendas en una población que en 1959 era poco más de 6 millones y hoy, a pesar de los que se han ido, suman más de 11 millones a agravado el asunto arquitectónico, porque cada cual ha salido a resolver, “construir” para resolver su propia necesidad. Hoy dentro de cualquiera de aquellos palacetes de la época colonial o republicana, viven decenas de familias, con centenares de personas, cada una de ellas ha levantado pareces, tumbado paredes, cambiado escaleras, construido en azoteas, abierto huecos, construido pisos extra dentro de los pisos. Aparecen como nunca los barrios de “llega y pon”, o sea, personas que han construido sin asesoría, sin proyectos, sin arquitectos, sin urbanización, con ladrillos, bloques, maderas, latas, lonas, lo que llamaríamos casas para vivir. No hay que caminar mucho, en la Ciudad de la Habana, en el Vedado y Nuevo Vedado, cuando se sale de las cuatro calles principales están llenos de este tipo de construcciones y modo de vida. Aglomeraciones sin agua potable, sin alcantarillado, sin aceras, casas amontonadas una arriba de otra, sin electricidad o por lo menos electricidad oficial.
Entonces, todo este escrito es porque me he encontrado una foto, que para mí es el mejor ejemplo de lo que ha pasado. Es el mejor ejemplo de una revolución y luego un gobierno entretenido u ocupado en otras cosas, donde la vivienda y la arquitectura, quedaron atrás.
Siempre he escuchado, que al gobierno revolucionario y su figura única y principal, no le gustaba los arquitectos. ¿Para qué eran necesarios, si él mismo podía diseñar, junto a Pastorita, todo lo que se requiriera?, ¿Para qué saber de piscina o presas, si al final eran huecos para almacenar agua?, ¿Para qué saber de aceras, parques, parqueos, zonas verdes, si lo que se necesitaba era almacenar personas?
No le gustaban los arquitectos porque, primero, para el revolucionario necesario, ellos no cumplían con los requisitos. Los arquitectos eran dados al color, al diseño, a las formas, las curvas y los arcos, eran un grupo de intelectuales confundidos vinculados al arte y la revolución no necesitaba artistas. Los arquitectos eran muchos “flojos” y al considerarse estudiosos de carreras “élites”, pues siempre eran conflictivos, si se les comparaba con los ingenieros mecánicos, los eléctricos, etc. Los arquitectos, con sus diseños y colores podían transmitir mensajes diferentes, cuando el mensaje era uno y único. Los arquitectos se empeñaba en mantener normas, cuando lo importante era ahorrar y construir rápido, por lo que donde se necesitaba 4 cabillas era posible dejar 2, donde se necesitaba 10 sacos de cemento se podía lograr con 6, donde había que tener tiempo para construir e inaugurar, se podía hacer para mañana por la mañana, porque el objetivo era regalárselo al amigo” por el día de su cumpleaños, si luego la placa cedía, se hacia una curva hacia abajo, se rajaba o filtraba, siempre se podría encontrar otras soluciones. No conozco, creo no existe, una construcción hecha por la revolución que no se filtre.
La revolución, el gobierno, los revolucionarios e incluso los primero revolucionarios que arquitectos o constructores, se dedicaron a hacer política, a dar discursos, a desarrollar la propaganda demagógica, a tratar de hacer ver lo que no existía, a tratar de que se imaginara y diera por cierto un futuro inalcanzable. No sólo la arquitectura nueva, sino la que ya existía sufrió. Todo, casi todo, se ha deteriorado a favor de la ideología.
Hoy se construyen edificios, en realidad hoteles, diseñados por arquitectos extranjeros e increíblemente construidos por constructores extranjeros, cristales y luces, rodeados de edificios de más de 100 años, apuntalados, rajados, cayéndose por parte. Hoy verdaderas ruinas de lo que fue un pasado glorioso. Hoy, también en este aspecto, se sigue jugando al rico y el pobre, se sigue apelando a la idea de lo extranjero y para el extranjero primero, frente a nacionales asustados noche por noche, por no saber cuándo les va a caer el techo arriba.
La foto es para mí genial, porque en silencio, como todas las fotos, logra captar esa relación desastrosa que ha ocurrido entre ideología y bienestar. La foto narra una historia, quizás de una familia “revolucionaria” incluso, a la que estos 60 años le ha pasado por arriba, dejándola con menos de lo que tenía, pero que trata de sobrevivir a base de ideología.
La imagen habla por sí sola, no hace falta que yo me desgaste en describirla. Es poderosa en explicar lo que pasó y pasa, pero lo más jodido es que, para los que hemos caminado un poquito por Cuba, no es exclusiva, no es única, es, por el contrario, lo que hoy, lamentablemente, abunda.
Si estuviéramos hablando de un set de películas, podríamos decir que está bien logrado, sería un buen montaje para filmar un guion sobre destrucción, sobre pobreza, sobre zombies o fantasmas, pero no es un set, menos una irrealidad. Es, para muchos, una realidad diaria. Significa la imposibilidad, no sólo de aspirar o tener algo nuevo, bonito, bien hecho, sino de mantener lo que se logró o se tuvo. Creo haber leído que sólo Alemania Democrática logró resolver por vías socialistas el problema de la vivienda como necesidad ciudadana, para Cuba eso fue sólo un sueño o palabra dentro de un discurso.
Planes y planes constructivos, cada uno más loco que el anterior, obras multimillonarias, imaginar, por sólo mencionar una, la Central y la Ciudad Nuclear de Juraguá en Cienfuegos, sueño nuclear al estilo soviético de Fidel Castro que, no solo jamás funcionó, sino que hoy es una ruina de concreto y hierro, en contraposición a la posibilidad, no de construir, sino de mantener lo que está construido. Dicen los viejos de Víbora Park, que muchos de los vecinos allí pintaban sus casas todos los años, luego los mismos vecinos, que aún viven, asisten a la imposibilidad de pintar por más de 20, 30 años.
Ahora, la foto podría tener otro mensaje al primero interpretado por mí aquí. La foto podría ser toda una enorme ironía diseñada por alguien que a gritos está diciendo: _ “mira, estamos celebrando el cumple de Fidel, lo que en Cuba siempre fue algo político-ideológico, en medio de esta destrucción que nos ha dejado” La imagen podría ser no de un partidario, sino de un contrincante, que está tratando de llamar la atención sobre lo que ha significado ese tipo de celebraciones. Pudiera ser una gran ironía o sarcasmo. Podría ser incluso una burla.
De cualquier forma, la casa, que antes fue linda, quizás el orgullo de sus habitantes, quizás la mejor de su cuadra, hoy, al paso del tiempo unidireccional bajo la misma forma de gobierno, es una ruina. Quizás como ruina esté representando todo lo que ha acorrido.
No siempre hay que hablar de política, también podemos hablar de algo tan técnico, pero bello, como la arquitectura.
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