Entonces, ¿en qué estamos ahora?
Bueno, después de escuchar varias veces la intervención del Fiscal General de la República de Cuba, que reproduje en mi último artículo y salir del bloqueo que ellas me produjeron, me he puesto a pensar.
El Sr. Fiscal aseguró que en Cuba la posibilidad de manifestarse no constituye un delito, sino que, amparado en la constitución, es un derecho de las personas, esa idea así dicha suavemente, tal como si se cantara un bolero, ahora en el 2021, puede hacer colapsar a cualquiera.
Si Cuba fuera seria, o sea, tuviera un gobierno serio y nosotros mismos los cubanos fuéramos serios, tendríamos que entender que el fiscal nos dijo a todos, los de aquí, los de allá, los de acullá, que hemos estado 62 años comiendo mierda, que hemos sacrificado nuestras vidas, algunos lanzándose al mar o cruzando las selvas, otros emigrando para incluso los lugares más inhóspitos del planeta, hemos estado sufriendo, aguantando, hemos sido apartados, reprimidos, eliminados, mal mirados, por gusto, porque la posibilidad de pensar diferente, tener diferentes ideas políticas e ideológicas y salir a manifestarlas, ha sido siempre un derecho que tuvimos y tenemos.
Esto no puede ser serio. En el mismo momento que el gobierno está deteniendo a muchas personas, mujeres y hombres, por sólo haber salido a marchar y manifestar lo que pensaban, la máxima representación de la fiscalía del país dice así de sencillo que pensar diferente y manifestarlo no es un delito. ¿El tipo sabrá lo de la represión y detenciones arbitrarias? A lo mejor está tan ocupado, que no.
Esto no puede ser serio. Claro que, de haber conocido
y experimentado ese derecho, no hubiéramos podido estudiar, trabajar, tener
familia, ir a fiestas y paseos, porque nos hubiéramos pasado todos los días de
nuestras vidas en la calle manifestando nuestro descontento. En realidad, cada idea,
cada estrategia, cada acción del gobierno, muchas de ellas fracasadas antes de
llevar adelante, hubiera merecido que saliéramos a la calle a manifestar
nuestro descontento o desacuerdo.
Uno supone que el fiscal general de Cuba sea una persona instruida y conocedora de las leyes, incluyendo la constitución, suposición a veces peligrosa, porque también muchos sabemos que no es precisamente el conocimiento técnico o profesional, la especialización y los buenos resultados en algo, lo que hace que se llegue a ocupar cargos o puestos de dirección, por el contrario, a veces uno tiene la idea de que mientras menos sepa la persona escogida para dirigir algo, más méritos tiene.
Esto es seguro, mientras menos conocimientos, pero mayor incondicionalidad, por lo menos pública, al partido comunista y la revolución, que para los que gobiernan en lo mismo, mejor es. Menos profesionalidad o más incondicionalidad, mejor para el manejo. Nada más hay que observar a la figura del presidente en oficio Díaz Canel.
Lo cierto es que, aunque fuera para lavar la imagen, sobre todo internacional de Cuba y los sucesos a partir del 11 de julio, esa persona frente al pueblo de Cuba, en Cuba y fuera de ella, aseguró que las manifestaciones eran no sólo legales, sino que estaban amparadas y reconocidas por la constitución vigente, mala o buena.
Creo que esto desató el juego con las fechas. Varias organizaciones dentro del país, supuestamente amparadas por las palabras del fiscal general, comunicaron a las autoridades pertinentes, que estaban solicitando permiso para una manifestación o varias en diferentes ciudades y pueblos del país, para el día 20 de noviembre, aclarando que la manifestación sería pacífica y que los organizadores se responsabilizan con el cumplimiento de las normas y buenas conductas establecidas y esperaban que las fuerzas del orden, digamos la policía, actuara no para reprimir, sino, tal como lo manda uno de los objetivos de su existencia, para proteger, organizar y viabilizar.
Primero habría que recordar a favor de los posibles futuros marchantes, que la manifestación es un derecho humano fundamental, reconocido en la Carta de los Derechos Humanos, de la cual Cuba, aunque no lo parezca, es signataria. No importa si la manifestación, lo que significa el derecho de expresión y de reunión sea de una mayoría, una minoría o una sola persona. No importa si lo que se pide beneficia al 100% o solo a una parte de la población que quiere reconocimiento y derechos, por ejemplo: orientación sexual, defensas raciales y/o étnicas, defensa de territorio, propiedades, etc.
Entonces esto aplica también para Cuba, donde, es cierto, según las cifras del gobierno que el 86% de la población apoyo la constitución vigente, lo que quiere decir matemáticamente que existe otro 14% que lo ve diferente y quiere expresarlo. Lo del 86% los suecos no lo saben, pero los cubanos sí sabemos cómo se consigue desde siempre. La vida ha demostrado que muchos no sabemos por qué votamos, a mucho no nos interesa por lo que votamos, sencillamente vamos votamos y nos sacamos las consecuencias de arriba. Luego, lamentablemente somos contados dentro de esos siempre mayoritarios por cientos y exhibidos al mundo. Un poco recogemos lo que hemos sembrado.
Por tanto, la manifestación es un acto pacífico y sin armas,
lo que basta para considerarlo diferente a una rebelión, que sería el último
recuerdo de un pueblo sometido, cosa aclarada en la petición temprana.
Habría que ser muy ingenuo, creo que los organizadores no lo son, para creer que la respuesta sería afirmativa. No es ni tan siquiera imaginable que el gobierno, el mismo que reprimió y reprime aún a los cubanos, se calculan más de 1000 detenidos por manifestarse el 11 de julio, diera el visto bueno para que en toda la isla se produjeran manifestaciones pacíficas, pero con consigna de: Abajo todo lo que existe, Bye, Bye Díaz Canel, lo que queremos es Patria y Vida como antítesis de la ya septuagenaria Patria o Muerte repetida y repetida por Fidel Castro y otras muchas personas.
Como era de esperar el gobierno no respondió, ni sí, ni no, sino que anunció una jornada de tres días de ejercicios por la defensa nacional que “coincidentemente y por casualidad” se organizó para los días 18 y 19 y 20 de noviembre.
¿Qué significa esto? Pues tres días de ejércitos y tropas acuarteladas, ejercicios y maniobras militares, desfiles, policía, ejercito y Ministerio del Interior, más obreros, campesinos, estudiantes e incluso niños, entretenidos y movilizados jugando a la guerra. Las calles ocupadas, desplazamiento de personas, probablemente exhibición de alguna técnica, a la vieja usanza soviética, canciones y poemas, fotos y consignas elaboradas y repetidas por Fidel Castro. Algo de Martí siempre.
¿Qué significa esto? En un momento donde hace unos
días, el comandante Ramiro Valdés, no sé exactamente porque él, aunque es lo de
siempre, declaró que Cuba necesitaba 250 millones de dólares para resolver el tema
de los apagones, sólo para el asunto del suministro de electricidad, sin contar
la comida, la medicina, las edificaciones en ruinas que se caen y las otras en
ruinas que se mantienen en pie gracias a la fuerza de la gravedad, la carencia
de ropas y todas las demás cosas y un gobierno que anda llorando por las esquinas
por la falta de créditos internacionales y por ello la falta de monedas
libremente convertibles, hoy se pretenden utilizar millones de pesos cubanos y por qué no, miles y miles
de dólares invertidos en: meriendas, almuerzos, combustibles, desvió de transportes,
cierres de cientos de trabajos productivos y escuelas, parálisis total de la
producción que aún pueda quedar, etc. Todo esto y más, ahora sólo para impedir
la marcha planificada por aquel super desventajado 14% para el 20 de noviembre.
Se sigue entreteniendo a la población con aquellos típicos ejercicios llamados
de defensa nacional, sin que exista la más remota idea y posibilidad de un
ataque desde el exterior. El ejercicio de defensa nacional, tradicionalmente organizado
por el ministro de las Fuerzas Armadas, hoy se ha ordenado por el presidente del
gobierno y del partido comunista Díaz Canel.
Los futuros marchistas, más flexibles como es de suponer y públicamente no interesados en chocar violentamente con el gobierno, menos en infringir una supuesta ley, declararon que cambiaban su fecha para el 15 de noviembre. De esta forma ambos bandos tendrían su espacio y días. Los marchantes el día 15, el gobierno sus tres días de la defensa nacional, el 18, 19 y 20 del mismo mes.
Mientras esto ocurre, como pueden ver, cartas, comunicados, citaciones para entrevistas, etc., de aquí para allá, Díaz Canel, el parecer más como bandido que como presidente de un país, quizás acostumbrado ya a todos los epítetos que le han caído arriba, aquellos de asesino represor, dictador y sobre todo “singao”, publica en Twitter para el mundo, pero, ahora si para los cubanos de Cuba, la siguiente amenaza:
Luego de aquella orden, criticada por casi todo el que la conoció, de forma individual y como instituciones, donde daba riendas sueltas a la represión a aquellos dentro de Cuba ávidos de reprimir, ahora dice que se convertirán en la pesadilla de aquellos que intentan pacíficamente demostrar su descontento y exigir una nueva forma de vida. ¿Qué puede significar ser la “pesadilla” desde el poder? No creo que se refiere a leer cuentos de misterio en las noches.
Este tipo es un loco, emborrachado de poder. Capaz de
pasarle por arriba a “malanga”, con tal de mantener su buena vida, sus privilegios.
Lo de sueños, tal como dice la publicación, es más que todo asqueroso. Habria que preguntar al pueblo de Cuba desde cuándo no tiene un feliz sueño.
Bueno, Archipiélago, una de las organizaciones que públicamente aparece como organizadora de la manifestación en su nueva fecha y el resto de las organizaciones provinciales, aunque no reconocidas como organizaciones, sino sólo como personas individuales, recibieron la misma respuesta directa y concreta al cambio de fecha para el 15 de noviembre, firmadas en cada caso por el responsable del gobierno en cuestión, mientras ya, se le han cortado los servicios de internet y teléfonos a muchos de ellos y otros ya han sido citados para entrevistas de intimidación.
Aquí la comunicación textual del NO:
La respuesta esperada. El gobierno se queda sin
argumentos y entonces impone la fuerza. Para ellos el socialismo cubano, que ya
no es tal, aunque lo sigan llamando así, es irrevocable y por tanto se pretende
eterno. Los marchantes no son cubanos, son extraterrestres acabados de llegar,
que vienen a querer cambiar todo lo lindo que tenemos.
El gobierno sin argumentos cae el juego peligroso y parece no importarle, sin prever el posible desastroso futuro, parece tal como si estuvieran jugando a uno de aquellos juegos infantiles cubanos, policías y ladrones. El gobierno se plantea competir con un grupo de cubanos, con una parte del pueblo al que debería estar obligado a escuchar, resolver, ayudar, entender, priorizar.
El gobierno tiene miedo y en realidad no cree en lo del apoyo del 86%, entonces como única solución prohíbe y declara ilegal, tal como cualquier dueño absoluto, lo que da pie a una nueva ola represiva si los marchantes solicitantes salen a marchar.
Nadie puede calcular lo que podrá ocurrir si esas dos fuerzas, marchantes convencidos y fuerzas represivas autorizadas, chocan en las calles. Nadie puede imaginar lo que se conseguirá.
Resulta fácil para el gobierno: es ilegal, están pagados por los Estados Unidos, argumento que ya nadie cree y a nadie le importa, afecta a los intereses de otros, etc., por tanto, está prohibido.
Lo mismo querían hacer los faraones, pensaban que el esclavismo debería ser eterno. Roma de seguro envió una comunicación a Espartaco diciéndole que no podía intentar ser libre, menos convencer a otros. Roma tenía también que ser eterna. Nuestro Céspedes se la comió, le dio la libertad a sus esclavos en contra de los intereses de los esclavistas y hacendados cubanos. ¿Cómo se le pudo ocurrir? Y Martí, nuestro Apóstol, de seguro envió un mensaje a la Corona Española diciéndole que preparaba una revolución para independizar a Cuba y los nobles españoles le respondieron que ni se le ocurriera, cómo iba a afectar y quitar a la “Madre Patria” una de sus últimas posesiones. Martí, de seguro para España fue un egoísta.
Martin Luther King se hubiera ahorrado los tiros que lo mataron, porque los negros americanos, según los blancos de aquellos años, no debían tener derechos y Mandela se hubiera ahorrado dos décadas de cárcel, porque para qué querer cambiar el orden del Apartheid, si los boers y sus descendientes eran felices.
El gobierno cubano incapaz y temeroso cae en la trampa
y públicamente ahora niega el derecho a una manifestación pacífica y
organizada, colocándose ellos mismo el desagradable cartelito de gobierno
totalitario y dictadura, no precisamente la tan conveniente por años, del
proletariado. Ahora descubiertos e imposibilitados a negarlo, sus propios pocos
amigos, serán sus más activos detractores.
Díaz Canel desde su sillón cómodo, desde su oficina, propone convertirse en pesadilla de todos aquellos que pretenden cuestionar su poder, por el camino que ha escogido va a tener que matar a muchos cubanos.
Dios lo coja confesado, porque a los cubanos no nos interesará su confesión.
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