martes, 23 de agosto de 2022

459.- A los 60 años se es viejo ya o se es joven aún.

Martica, mi mujer, acaba de cumplir 60 años, edad que hace muy poco me parecía lejana y hoy me he tenido que acostumbrar a su rápida y cercana llegada. Cumpleaños que, demás felizmente coincide con el de uno de mis dos íconos de la música mundial, figura que me acompaña desde mis 9 o 10 años, el inigualable Ian Guillan, voz líder del grupo de hard rock Deep Purple, voz reconocida como una de las mejores de todos los tiempos.

¿Cuándo se cumple 60 años se es viejo ya o aún se es joven? Según mi amigo, experto en temas de vejez, Ruso, muy próximo también a cumplir seis décadas de vida, me asegura que la llamada Tercera Edad comienza a los 65 años. Entonces por esta cuenta a lo mejor conveniente y cierta lógica, si todavía no somos viejos, es porque continuamos siendo jóvenes.

Creo que eso es lo que me pasa a mi aún. Mi cerebro es joven, fuerte, muy activo, entonces me sigue ordenando, corre, salta, tírate, carga, trabaja con el cuerpo sin límites, no repares en los golpes, date el lujo de vez en cuando de ser inmaduro, etc., pero paralelamente el cuerpo, los huesos y músculos, con cada salto y cada carga comienza a dar muestras de que envejece. Cada actuación ahora tiene sus consecuencias que antes ni reparaba en ella.

Conocí a una persona en República Dominicana, Nabij Khoury, el padre de mi amiga Lissette, sobre el cual escribí y publiqué un libro con su historia, una especie de bibliografía autorizada, que me decía, Rolando, todos los días me levanto con un dolor en un lugar diferente, pero no me preocupa, estoy seguro de que es el mismo dolor que se corre de lugar. Hoy como Nabij, a veces me veo tomando pastillas, de las que he sido toda mi vida un fuerte enemigo o echándome un poco de mentol en algún músculo sobre el cual he abusado. Mi cerebro aún se mantiene fuerte, mi cuerpo comienza a envejecer.

Puedo asegurar que este año Martica no recibió muchos regalos materiales, en realidad poco le hace falta, pero si recibió 300 llamadas telefónicas, 400 mensajes, todos con mucho cariño, lo que me asegura que es muy querida. Y no me extraña, esa persona a la que conozco bien desde hace muchos años es famosa sobre todo por ser buena persona y más sobre todo por tener ese sentimiento maternal con que se relaciona con las personas que la rodean.

Me consta que es buena persona, la conozco desde 1978 y desde ese momento hasta hoy que escribo, ella nunca ha dejado de existir para mí. La conocí de casualidad, un día cualquier, de aquellos sábados que en nuestro reparto Víbora Park, había casi siempre tres, cuatro y hasta cinco fiestas diferentes.

La misión de los jóvenes que allí crecimos era caminar las fiestas, seleccionar la mejor y quedarnos o a veces movernos de una a otra para poder satisfacer nuestros objetivos. Por aquellos años, donde los jóvenes disfrutábamos, al menos los del reparto, sin poseer una botella de ron en el bolsillo de atrás del pantalón o algunos cigarrillos de mariguana, menos pastillas alucinógenas, la idea era encontrarnos, hablar de música, bailar y tratar de cantar en nuestro inglés al paralelo de los bafles y de ser posible ligar a una “novia” para siempre o sencillamente para esa fiesta, o sea, para ese sábado.

Éramos los mismos los que casi siempre nos encontrábamos frente a una casa o caminando calles arriba, calles abajo. En líneas generales nos conocíamos porque éramos además compañeros de estudio o vecinos, jugábamos cancha, pelota, dominó, etc. Víbora Park además atraía a otros jóvenes de los barrios cercanos, que no eran del reparto, que venían en busca de un buen ambiente, jóvenes que eran aceptados y muy rápido formaban parte de la familia, tanto que, con el tiempo, muchos parecían que habían nacido y crecido allí.

Martica no era común en ese ambiente. Estaba becada en la honorable “Lenin” de domingo en la tarde a sábado en la mañana, por tanto, sus amigos, además de sus más cercanos vecinos con los que había nacido y crecido, eran los también honorables chicos y chicas de la beca. Escuela en el campo modelo, sueño de Fidel Castro, apadrinada directamente por el gobierno soviético, que se puso muy de moda para los jóvenes de pueblo de 100 puntos, los casi “abelarditos” y por supuesto, para los hijos y familiares cercanos de los dirigentes cubanos. La Lenin fue la escuela de los hijos de Fidel, con eso lo digo todo.

Pero aquel día, Martica, quizás aburrida, quizás sin ambiente leninista, decidió salir a las inigualables fiestas del reparto. Claro, tampoco era una desconocida, provenía de una familia famosa por lo de buenos todos, los Tomé y eso le servía de paraguas. Era la hermanita pequeña de Lourdes, la amiga de todos, de Cosmito, el más dulce dentro de los dulces y Ernesto, el maldito, el irreverente, el indisciplinado. Todos lindos, todos inteligentes, todos bien criados por esa bestia de mujer que vino con dos corazones que con frecuencia menciono en mis escritos, mi suegra Marta.

Pues Martica, sin saber lo que le esperaba y el destino le repararía, salió esa noche a bailar, según me ha asegurado muchas veces. Yo, a mis 15 años, poseído de mí mismo, me encontraba parado en el portal de una casa de la calle Milán, donde se realizaba una fiesta con las luces del portal apagadas. Esperaba agazapado como un felino, tratando de escoger cuál sería la chica “bambi” víctima de aquella noche.

Martica apareció solita. Era linda, con su nariz empinada hacia arriba, que da cierto aspecto de importancia, cosa que con el paso de los años ha quedado demostrado que no es. Su nariz es sólo eso, un pedazo de carne y cartílagos que le sirve para respirar y nada tiene que ver con una posición en la vida. Su nariz además puede ser un cuño distintivo de su familia.

Ya dije, poseído yo, pensé para mis adentros, no la voy a sacar a bailar, no estoy para que alguien me diga que no. Pero terminando de pensar, descubrí que un compañero de estudio del pre, le hacía señas desde la otra esquina y Martica, con ganas de bailar, se encaminó hacia donde él estaba. No sé en cuántos milisegundos ocurrió, pero antes de que ella llegara a los brazos de mi amigo, me metí en el medio y la cogí mansita. Mi amigo protestó un poquito, a lo que respondí que me dejara bailar con ella, que ya me retiraba a mi casa. Esa era la última canción de esa noche. Martica asegura todavía hoy, que no se dio cuenta cómo ocurrió el cambio, sólo que se encontró bailando con una persona que era diferente al que la había invitado.

Una canción bastó. Inmediatamente sugerí que la fiesta estaba mala y que había otra más abajo que podía estar mejor. Martica aceptó y me la llevé de la fiesta.

Estuvimos entonces hablando toda la noche recostados a un muro, teníamos a favor la historia del reparto, nuestras familias, nuestros amigos comunes, hasta que su hermano Ernesto la vino a buscar a medianoche. Al otro día, justificado con que mis amigos Robertico y Normita vivián en la casa de al lado, la vi en la tarde. Conversaciones.

Ella becada, yo en el pre de la calle continue mi vida. El próximo sábado en la tarde nos volvimos a ver y quedamos en que había una fiesta en Roma, allí nos veríamos. Fiesta, música, bailes, más “inglés de palo” como dice Ruso y conversaciones recostados en una mata de coco que todavía está al frente a la casa de la fiesta.

Tal como mi papá me había enseñado, era mejor que me dieran una galleta, antes de que pensaran que era un guanajo o algo peor, entonces en determinado momento de nuestra conversación, yo, ya maestro en estos asuntos, le di un tremendo beso en la boca. Esperaba la galleta, pero no, ella, si es cierto que no se me tiró al cuello, también es cierto que aceptó el beso con agrado. Me apartó dulcemente, tal como si me dijeras, “estás mandado a correr”. Conversaciones.

El próximo sábado, ya íbamos por tres, Martica no salió en la noche, su querido abuelo paterno, que vivía a pocas casas de la de ella, había fallecido producto de un infarto el jueves de esa semana. Era muy fuerte. Conversaciones en la tarde.

Entonces, el sábado 1 de julio, previo cuadrar por la tarde, toque la puerta de su casa, me presenté, me senté en la sala y esperé a que ella estuviera lista para salir conmigo. De esta forma me adelantaba a las posibles otras fieras que merodeaban. Martica había salido conmigo y conmigo tenía que permanecer. Era la ley de la selva. No había espacio, ni tiempo para más nadie.

Ese día, el cuarto sábado de “mi lucha”, nos hicimos novios. Desde ese día hasta hoy, hemos estados juntos. No recuerdo que Martica haya faltado en mi vida nunca.

He vivido por momentos la falta de mis padres, he asistido a la desaparición de mis abuelas. He dejado de ver a personas que fueron mis amigos y hoy no están o están en diversos lugares del mundo incluyendo a Cuba, pero Martica nunca ha faltado.

Creo que el éxito, que debo atribuir a ella, es que, a pesar de los malos, los más que malos, los malísimos y los super malos momentos, ella, por una enorme capacidad y nobleza, siempre ha sido mi amiga. No creo que yo lo hubiera podido hacer, o sea, cómo entender que alguien te agreda en lo más profundo y tener ganas de seguir por encima de todo, entendiéndolo y aceptándolo como amigo. Se tiene que ser muy bueno para actuar así.

Pues entonces he sido y soy un tipo rico, muy rico y con mucha suerte. Jamás podría quejarme de nada.

Hemos tenido tiempos malos juntos y poquitos tiempos malos separados, ocasionados casi siempre por mí. Hemos también en estos últimos 44 años vivido momentos muy lindos, sobre los cuales nos gusta conversar y hemos aprendido, en realidad yo he aprendido a dejar que sean otros los que hablen de esos momentos malos, puedo asegurar que Martica jamás los retoma. Martica no me deja mentir, debo tener cuidado al inventarme algo que ella no conozca, pues ha estado presente cada día de mi vida.

Soy un tipo medio extraño. Martica se pinta poco las uñas y se pinta poco la cara y a mí eso me encanta, no me gustan las mujeres repintadas. Transita, como yo, la mayor parte del tiempo de sports. Ella insiste aún en mantener su pelito largo y teñido, cosa que yo, aunque prefiero el pelo corto y las canas, he aceptado, tratando de evitarme a mi edad, el tener que enfrentar la hiper actividad de un movimiento feminista dentro de mi casa.

A veces lo digo jugando, pero las mejores verdades se dicen en forma de chiste. Martica ha sido y es la económica de mi familia, yo siento poco apego por los temas administrativos. Es mi mejor enfermera intensivista, quizás gracias a eso, vivo sin grandes enfermedades. Es, ya dije, mi amiga, pero además mi mamá. Estoy seguro de tener sólo dos hijos, Martica sigue siendo la super mamá de ellos. Martica, cosa que me beneficia, ha heredado de su madre y ha elevado la buena cocina, habilidad que yo, buen comensal, admiro diariamente. Ella sigue siendo, a pesar de todos los pesares, una mujer muy cariñosa.

He tenido la suerte de ser además muy inmaduro sin que la vida me pase absolutamente por arriba y me deje aplastado como al asfalto. He tenido cuando me he perdido en el camino, un cordelito o algunas migas de pan, que me han permitido regresar al lugar correcto. Ese cordelito o esas migas de pan son Martica.

Ahora más viejo, no tanto como Martica, aclaro, ella es seis meses más vieja que yo, lo que asegura que, en aquel momento ya lejano de 1978, ella se estaba llevando un titi, he logrado un compromiso, que sé que ella, una vez más, cumplirá para complacerme. Ella deberá morir después de mí. No creo que pueda resistir vivo si ella no está.

No hay comentarios:

Publicar un comentario