miércoles, 5 de julio de 2023

513.- Capitolio de Texas

 Soy un cazador de capitolios. Este tipo de construcción por su majestuosidad interna y externa es capaz de impresionar a cualquiera, incluso a los más profesionales arquitectos, ingenieros, escultores, pintores, carpinteros, etc. Los capitolios, me parece, están hechos para sencillamente aplastar a cualquier otra construcción antigua e incluso moderna que se le instale al lado.

Soy cubano y crecí en La Habana, por tanto, el Capitolio de la Habana está dentro de mi historia, formación y vida.

En La Habana había dos sitios de obligatorio uso, en dependencia de la actividad que fueras a hacer y el lugar de esta. Para los movimientos en el Vedado, o sea, helados, cines, pizzas, malecón, bares, cabarés, novias, etc., el punto de contacto siempre fue Coppelia, en L y 23, la esquina más famosa de toda Cuba. Para los movimientos por La Habana Vieja o Centro Habana, cines, restaurantes, paradas de guaguas para la playa, etc., el punto más famoso, el que todo el mundo conocía y en el que nadie se perdía era el Capitolio de La Habana. Aquello de, nos vemos en Coppelia o nos vemos frente al Capitolio fueron los mejores GPS para los cubanos, aun cuando no podíamos imaginar que ese sistema de posicionamiento se inventaría. 

Es más que conocida la historia, utilizada a veces como chiste, otras como burla, que a los que los habaneros llaman guajiros, o sea, equivocadamente, a todas las personas que viven en el resto de la isla, para demostrar que estuvieron en la capital, era obligatoria una foto frente al Capitolio de La Habana, donde todavía hoy, sobreviven los fotógrafos, muchos de ellos con aquellas cámaras fotográficas de cajón para darle más "sabor" al momento.

Lo de capitolio viene del latín “caput” que significa cabeza y viene, dicen, del “capitolium” romano, templo ubicado en la Colina Capitolina de Roma, construido en honor a Júpiter, padre de los dioses y de los hombres.

Sobre el de Washington, qué decir más allá de lo que se ve en películas y documentales, poco. En realidad, está en mi lista de lugares a visitar un día. Sobre el de La Habana, tengo yo, como cualquier otro cubano, miles de historias.

 

Es un lugar político-económico, social, histórico y hasta deportivo. Es el lugar de novias, separaciones, protestas. Es el lugar de referencia que nos hace orgullosos. En él descubrimos el piso más espectacular en el llamado Salón de los Pasos Perdidos, que se haya podido hacer en Cuba, su famoso enorme diamante, cuando lo fue, que marca el kilómetro “cero” de la vía que recorre toda Cuba, es el lugar de la conocida Estatua de la República, según dicen, la tercera estatua bajo techo más alta del mundo, el famoso Planetario que tanto deslumbraba a los niños y el reconocido museo en una época con aquellos animales reales embalsamados, de dónde, con el paso del tiempo, los planetas fueron desapareciendo, tragados por, imagino, alguno de los agujeros negros que existen en el espacio y donde los animales disecados fueron muriendo nuevamente después de ya estar muertos.

Tan importante fue el Capitolio de La Habana, que, al menos yo, lo consideraba algo muy exclusivo, siempre comparándolo con el de la capital de los Estados Unidos, donde repetíamos y repetíamos, quizás para darle más valor, sin que hiciera falta, que el primero era una copia casi exacta del segundo, pues sólo había pequeñas diferencias.

Tengo una historia personal con ese capitolio que está mezclada a mi vida como historiador y se relaciona con la primera "misión sagrada" que tuve al rescatar los libreros de cedro curado, hechos por Emilio Roig para conservar su colección facticia, evitando así que fueran destruidos y utilizados como materia prima para reparar el hemiciclo. En aquella misión, ejecutada junto a un grupo de compañeros de trabajo, recibimos, quizás como venganza contra el director del Museo de la Ciudad, el desamparo y ninguna colaboración de los funcionarios que ocupaban el edificio, por lo que tuvimos que bajar todos aquellos gigantescos y pesados muebles por las escaleras, a riesgo de romperse o de rompernos, pero eso es otra historia.

Luego, para mi asombró y cultura, descubro con agrado, que, en cada estado de este país, en su ciudad capital, existe un capitolio, menos famoso que el de Washington por razones super obvias, pero iguales de bellos e impactantes. Impresionantes. Varios he tenido la posibilidad de ver, al menos por fuera, en mis viajes en guagua por este país.

Ya en mi blog, por aquel momento llamado “Lincoln in”, el día 15 de febrero del 2015, publiqué un artículo con fotos sobre el Capitolio de Lincoln. (http://rolynebraska13.blogspot.com/2015/02/capitolio-de-lincoln.html). Ahora no repetiré lo que dije en aquel momento, pues muchas de las mejores ideas, siempre son el resultado de la impresión que causa el caminar, o sea, cuando se está, como diríamos los cubanos, en caliente.

Sólo recordaré un poquito de lo diferente. Como dato curioso es que la persona que diseño los pisos y los techos fue una mujer, lo que me parece muy poco común y avanzado para la época. […] Los pisos, espectaculares, son diferentes al Capitolio de La Habana, quizás un poquito más chiquito el espacio central, tienen dibujos muy grandes, a partir de la técnica llamada taracea, proceso artesanal que se aplica a revestimientos de pavimentos, muebles y esculturas, que consiste en la incrustación de madera, marfil, nácar, metales o piedras, donde se logra el efecto especial en el diseño a partir del contraste de colores. […]  Las figuras tienen además del tamaño espectacular, una terminación impresionante, que cuesta trabajo entender cómo pudieron ser hechas desde el piso, sin poder mirarlas y trabajarlas desde una perspectiva superior”.

La visita a ese lugar es obligatoria para todo el que pase por Lincoln y quiera ver lo exclusivo de la ciudad. De esos momentos tengo en mi poder y exhibo en mi casa una bella foto única, tirada para mí, cuyo autor, mi amigo Chino, me regaló como recuerdo de su estancia de seis meses con nosotros, que completa mi colección con otra foto tirada por él también al Capitolio de La Habana. Ambas, en blanco y negro, mi formato preferido, ambas tomadas desde ángulos poco convencionales, de una belleza significativa.

Ahora tengo la oportunidad de vivir en San Antonio, Texas y por supuesto he visitado varias veces el capitolio, sede del gobierno norteamericano en este estado. El edificio que fue inaugurado en 1888 y ha sufrido varias restauraciones y cambios hasta la actualidad, está ubicado en el Downtown de Austin, la ciudad capital y tiene dentro de su historia el haber sido construido por una enorme cantidad de condenados, o sea, presos y trabajadores inmigrantes.

¿Qué decir de nuevo en cuanto a la primera impresión? Nada, la misma opinión, cada capitolio esté donde esté, tiene la capacidad de impactar, más allá de su puntual arquitectura, no todos son iguales, de su color, de sus esculturas, pisos, salones, etc. Coordinando sus diseños y construcciones, debe continuar primando la idea de algo grande, sólido, inigualable, único, donde el poder se aprecia sólo con pararse frente a ellos. Cuando se comienzan a caminar, por los pisos y techos, las maderas trabajadas de puertas, ventanas, las escaleras, las esculturas inmensas, los muchos salones, etc., hacen que uno casi se sienta pequeño, mínimo, insignificante. Gustosamente aplastado, pero aplastado.

El Capitolio de Texas, como todos los otros capitolios, tuvo varias etapas, con ellas distintos diseños, tamaños, hasta llegar a lo que podemos ver hoy.

Su primera construcción está datada en 1853 y su última restructuración fue en 1888, momento en que se le colocó la llamada Diosa de la Libertad. Construido en granito rojo es el símbolo orgulloso del espíritu texano, lo que lleva a una constante observación y restauración de la edificación. Hoy la instalación se divide en 13 partes diferentes por sus funciones y diseños,

En el lugar funciona hasta hoy el gobierno de Texas, incluyendo obviamente la oficina del Secretario de Estado, sin embargo, el capitolio es visitable en un muy elevado por ciento de sus oficinas, instalaciones, salones y además como dato curioso, muy curioso, su entrada es gratuita. La entrada es libre y la visita también lo es, puedes caminar en cualquier dirección hacia donde tus pies te lleven.

Los texanos, que son fieles visitantes del lugar, por lo que la relación con otras personas es enorme, incluso pueden participar como público en las reuniones donde se está debatiendo temas de importancia para los ciudadanos, donde se están promulgando y aprobando leyes, etc. No es cuento, yo estuve sentado en ese salón en el momento que en los funcionarios estaban reunidos debatiendo temas de interés local, o sea, interés de Texas.

Varias cosas pueden resultar impresionantes. Los extensos jardines que presiden el Capitolio de Texas, antes de llegar a la edificación hay que caminar varias cuadras o muchos metros, que están bellamente estructurados con varios sitios para esculturas o complejos escultóricos, dentro de ellos, dos muy simbólico, uno haciendo referencia a los que fundaron el estado, o sea, hombres y mujeres campesinos, ganado, carretas y otro dedicado a la presencia y participación de los llamados afroamericanos, o sea, los negros.

Presidiendo el edificio, está una hermosa, grande e imagino costosa cúpula que sirve de centro y define un salón central, alrededor del cual el interior está diseñado con uno mezanine que permite desde cualquier ángulo y en cualquier de los pisos que se esté, tener una visión de lo que está pasando en toda esa parte del edificio.

Los capitolios no son restaurantes, bares, menos yates o tiendas, pero creo que la visita es obligatoria, es bueno conocer donde se vive. La visita para algunos puede ser por la historia, la arquitectura, el arte, para otros quizás por enterarse y tener la oportunidad de ver dónde y cómo trabajan los que nos dirigen, para otros por mero entretenimiento, quizás para un grupo por todas esas cosas juntas.

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