Sigo confiando en que la democracia, tal como la conocemos, con sus virtudes y defectos y dentro de ella la separación de poderes dentro del Estado, funciona.
Cuando funcionas bien, nos beneficia, nos da
garantías, cuando no funciona del todo bien, al menos nos mantiene
entretenidos. Este es el caso.
A diferencia de los gobiernos totalitarios, donde todo
se determina a partir de un cerebro, a veces inteligente, otras no, o sea, un
no cerebro, en los países y gobiernos que se estructuran como democracias
modernas, cuesta mucho trabajo que algo sea definitivo per se o por sí mismo.
Todo tiene que ser analizado y tiene que pasar por varios filtros antes de
tomarse una determinación final, como casi absoluta.
En Estados Unidos, el presidente, en y para cuestiones
especiales, tiene determinadas prerrogativas y puede tomar algunas medidas y
decisiones de su propia inspiración, sólo en situaciones especiales, de lo
contrario, cualquier otra idea tiene que someterse y aprobarse por las
diferentes partes del gobierno. ¿El presidente de los Estados Unidos tiene
poder? Si claro, pero no es un poder faraónico.
Los que aquí vivimos, creo que otros interesados a
favor y en contra, que están en otros lugares del mundo, hemos sido testigos de
la inauguración y desarrollo de un centro de reclusión temporal, el “Alligator
Alcatraz”, en el Estado de la Florida, sobre el cual ya escribí en este blog en
día 7 de julio de 2025, por lo que me veo gustosamente interesado en seguir con
la noticia. Ya dije, entretiene.
Los que estuvieron de acuerdo con esta maniobra o
sencillamente no les interesó, pues, se mostraron tranquilos, los intranquilos
fueron todos aquellos que, sea lo que sea, su misión es armar líos.
Aparecieron los reclamadores de los Derechos Humanos, los
defensores de los indocumentados o ilegales, los defensores de los cocodrilos,
y hasta los nativos americanos, comúnmente conocidos de forma confusa como
indios americanos, los cuales salieron a reclamar porque el Alligator Alcatraz
afectaba el ecosistema de sus antepasados, o sea, le dieron a conveniencia
atrás a la película y sacaron a sus tatara, tatara, tatara abuelos, sin reparar
mucho en que, otras cosas, los casinos que hoy ventajosamente administran, muchos
de ellos, cerca del centro penitenciario, pudieran también afectar al
ecosistema.
Creo que lo justo es justo y a lo injusto hay que
combatir, pero si seguimos por esa cadena de afectados tendríamos que viajar al
pasado lejano y en la cadena de odio llegaríamos a “Lucy”, apodo dado a la Austropithecus
afarensis, que hoy se encuentra en el Museo Nacional de Etiopía, por años el
esqueleto fósil humano más antiguo del que se tenía referencia.
Los indios americanos y los de Latinoamérica odiarían
a “los blancos” colonizadores, esos blancos españoles odiarían a los árabes a
los que fueron sometidos por cinco siglos y los árabes odiarían a los egipcios.
Los ingleses y franceses se odiarían primero a ellos mismos y luego todos a los
vikingos.
Los africanos se odiarían entre sus tribus y reinados
y luego odiarían a todos los blancos que allí fueron a colonizar y sacar a los
negros para venderlos y utilizarlos como esclavos. Los europeos odiarían a los
mongoles y sus primos chinos y luego a los italianos, por aquello del Imperio
Romano. Los judíos de antes y de ahora, odiarían a los alemanes todos y todos
los países poseídos por el comunismo odiarían a los “soviets”, también
colonizadores.
Los odiadores modernos en Estados Unidos e
increíblemente fuera de él, odiarían a Trump, haga lo que haga, a veces sin
mucha explicación cerebral, más allá de algo intestinal, porque tal parece que
Trump vino para ser odiado.
Hace escasas horas una jueza federal, Kathleen M.
Williams en 82 páginas falló en contra de Alligator Alcatraz y ordenó paralizar
sus operaciones. Dio dos meses a los otros poderes gubernamentales que
intervienen, para desalojar y desmontando todo lo que está montado en el recién
inaugurado centro penitenciario.
El documento hace énfasis en el daño ambiental que provoca la instalación y ordena desmontar el centro, retirar las cercas y hasta el alumbrado instalado. ¿Qué pensaran del daño ambiental los bisontes que pastaban libremente por las praderas americanas?
“El proyecto genera daños irreparables en forma de
pérdida de hábitat y aumento de la mortalidad de especies en peligro de
extinción en la zona”, escribió la jueza Williams, la que seguro es fanática a
los cocodrilos.
Obviamente los ambientalistas están de fiesta,
incluyendo a los integrantes de la tribu Miccosukee. El gobierno inmediatamente
declaró su intención de apelar a la medida de la jueza Williams.
No tengo ideas de cuánto puede haber costado el
construir un centro como este en tiempo récord, menos tengo idea de cuánto
costará el desmontarlo y sacar hasta el último poste de luz. Lo cierto que es
dinero que va y viene, porque la jueza, ni los indios Miccosukee, ni DeSantis,
ni el mismísimo Trump irán a trabajar allí.
Ya sabemos que, según esta disposición, los cocodrilos
recuperarán su lugar, pero, ¿Y a dónde irán a parar entonces los ilegales o
indocumentados?
Seguiremos entretenidos.
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