Y entonces llegó el Doctorrrrrrrrrrrr
Manejando su cuatrimotorrrrrrrrrrr
¿Y sabes lo que pasó?
¿Y sabes lo que pasó?
A veces, no hay nada mejor que una canción infantil
para analizar un serio tema.
Al día siguiente de la caída del llamado Campo
Socialista, por cierto, sin guerras, sólo por cansancio y extenuación de los
habitantes, Cuba, que había disfrutado de pintar un techo, se quedó colgada de
la brocha. Día a día fuimos perdiendo aquello que teníamos que nos daba la
sensación de ser una gran potencia mundial.
Aparecieron los apagones que siempre tuvimos, pero
ahora de forma programada, 8, 10 y hasta 12 horas cada día, comenzó más que
antes a escasear el agua potable, prácticamente desapareció el transporte
público en todas sus variantes por lo que hubo que apelar a bicicleta o caminar
muchos kilómetros. Se hicieron comunes las largas horas, tres, cuatro, de
espera para poder coger una guagua o un camión. Ni los almendrones, aquellos
carros de antes de 1959 transformados por la iniciativa y creatividad del
cubano que los hacia andar, alcanzaban.
Despareció la comida y comenzaron también los inventos
en ese rubro. Se comenzó a repartir un pan diario, a veces el jueves el del
pasado lunes, a veces mojado, muchas veces incomible.
La azúcar comenzó a escasear, la sal se acabó, las
gallinas dejaron de poner huevos, el tabaco no alcanzaba ni para que los jefes
lo continuaran fumando.
No teníamos nada, porque en realidad nada tuvimos. El
gobierno cubano, fácilmente se dedicó a dilapidar lo que nos llegaba de afuera en eventos políticos, deportivos, guerras en el exterior, caprichos en el plano de
la ciencia que no se podían luego ejecutar, apoyo a cualquier causa, incluso la
terrorista, etc.
A nadie durante todo el tiempo de “bonanzas”, 30 años, o como lo recoge nuestra historiografía, “vacas gordas” o al menos aparentemente gordas, se le ocurrió sembrar boniatos y yuca, mantener la vaquita criolla de tres o cuatro litros diarios, mantener los centrales azucareros, etc. ¿Qué decir de los peces y su captura? Todo aparecía como funesto, el mar se secó, las presas se vaciaron, los peces de plataforma se mudaron de país, la caña se puso flaca y seca, al tabaco le cayó moho, las matas de café y el cacao se convirtieron es estériles, los edificios envejecidos, más los construidos por la propia revolución se cansaron de estar de pie y se empezaron a caer, las calles se convirtieron en piscinas populares con sus baches, capaces de tragarse a una guagua entera. Los cubanos comenzamos a adelgazar involuntariamente y a enfermarnos.
Entonces apareció el Doctor y con tal de salvar sus
nalgas, para no escribir aquí la palabra que en cubano va, se acordó que tenía
un laboratorio humano al cual explotar, no importa si dividiendo más a la
familia y como consecuencia al pueblo cubano. Y muy rápido, con aquella cara
sentimental que ponía, llamó a los emigrados. Los mismos emigrados que se
habían marchado por no soportarlo, los mismos emigrados que habían sido
echados.
El Doctor cambió de la noche a la mañana. Los dólares
del enemigo no sólo prohibidos, sino sancionados hasta con privación de
libertad, fueron llamados a formar parte del juego. Los ciudadanos cubanos, que se habían marchado,
llamados siquitrillados, gusanos, escorias, ahora eran necesarios y se les llamó, se les
endulzó, se les engañó y fueron recibidos como mariposas. La idea era tan genial
como absurda e increíble, el gobierno y Fidel que era el gobierno, diseñaron en
ese momento construir un país comunista, con los dólares norteamericanos
enemigos.
Poco faltó para que el Doctor orientara a sus
seguidores caerle atrás a los dólares y reanudar contactos con las familias
enemigas, a lo mejor lo hizo muy sutilmente y lo tradujo como que estaba
interesado en ese momento en defender a la familia cubana.
El Doctor se las agenció, una vez más, para que sus seguidores no se extrañaran por la medida de dolarización de todo y se prestaran nuevamente a seguirlo. En ese momento ser revolucionario significaba tener dólares en el bolsillo, cosa que habla muy bien de la capacidad de esos revolucionarios para cambiar y cambiar. Dólares enemigos, dólares amigos.
Las calles de Cuba, las cuadras, las familias,
entendible desde el punto de vista sentimental, recuperaron a sus familiares,
ahora de forma autorizada, a muchos de los cuales no veían hacía 10, 20, 30
años. Y los familiares “Yumas” se prestaron también con tal de pasear por las
calles de su infancia y ver de cerca a su familia, mucha de la cual no
conocían. Las lágrimas fueron secadas con la moneda del enemigo.
Paralelamente el Doctor hizo un llamado a los empresarios capitalistas “buenos”, como él mismo los llamó, o sea, buenos capitalistas porque me apoyan, para que invirtieran en Cuba y sobre todo que aguantaran que no les pagaran a tiempo y completo por lo que vendían. Los primeros incorporados y utilizados fueron aquellos niños que sus padres habían enviado a Estados Unidos bajo el plan "Peter Pan", ya en ese momento, muchos convertidos en ciudadanos norteamericanos y además prósperos.
Cuba se llenó de extranjeros “zapatuos”, diría mi
linda Baby, que nos compraron todo. Se instalaron en las mejores casas, se
dedicaron a acostarse con nuestras mujeres que como recurso comenzaron a
vender, muy barato, sus cuerpos, se comían la poca comida que existía y
comenzaron a andar con ilimitada inmunidad e impunidad, siempre por encima de
los cubanos para los que se hizo una llamada revolución y peor, sobre aquellos
que habían dedicado sus vidas a construirla.
Cuba se dividió nuevamente. Aquellos que tenían y
recibían ayuda o mantención desde el exterior, a los cuales poco a poco le fue
interesando menos trabajar por un salario estatal y los que no tenían
familiares “afuera” o no tuvieron la careta para llamarlos. Las personas
comenzaron a valorarse, no por sus estudios, no por sus resultados
profesionales, sino por las cadenas de oro que poseían, las meriendas para que
sus hijos llevaran a las escuelas, la comida que hacían, las fiestas que
celebraban.
Los cubanos comenzamos a temer al vecino porque tomar
una cerveza en el portal de la casa o sacar la basura con residuos de mariscos
o carne de res, se podía convertir en un conflicto vecinal. Los cubanos una vez
más nos dividimos por la raza de nuestros perros y la comida que se les daba.
Mientras unos perros o gatos comían lechuga y algo de arroz, otros eran
alimentados con pollo, comidas especiales para mascotas, visitaban un peluquero para perros, se les celebraba los cumpleaños con cake y todo, etc.
Una vez más los cubanos nos dividimos cuando mentíamos a nuestra familia y tratábamos de dar una imagen de austeridad, mientras engordábamos y engordábamos por los chocolates comprados en dólares. Los cubanos aumentamos el miedo a nosotros mismos. Cuando un vecino quería demostrar su inconformidad o envidia, sólo te decía: "Oyeeeee, te veo bien" y esa sola frase te podía quitar el sueño ese día.
Se pusieron de moda, para la sobrevivencia, los trabajos en hoteles, porteros y amas de llave vivían mejor que doctores y maestros. Trabajos en gasolineras, los trabajadores de esos lugares se hicieron millonarios. Trabajos en el turismo, donde además de la propina bien ganada, se les vendía por la izquierda a los turistas, tabacos, rones, muchachas, etc. Nunca tuvo Cuba tantos guías de turismo, haciendo zafra con nuestra historia, arquitectura, etc., como en aquellos años. Se puso de moda la prostitución, llamada en Cuba jineterismo de ambos sexos, jóvenes cubanas casadas con su extranjero que enviaba otros extranjeros para "salvar" a sus amigas cubanas. Se pusieron de moda las negras y mulatas y sobre todo las madres que, con tal de defender a sus hijas e hijos, comentaban a sus amigas: Ella no está jineteando, ese extranjero lo conoció en una cola o en una parada de guagua. Faltó poco para jurar que ese extranjero lo habían adquirido por la libreta de abastecimiento.
Todo se convirtió en un negocio, incluso la religión,
aquellas religiones de origen afrocubano, tradicionalmente de pueblo, pasaron a
convertirse en religiones de poderosos. Hacerse santo se convirtió, por una
parte, en la necesidad de todos los trabajadores en el área dólar, tiendas, hoteles, firmas o empresas extranjeras y en la
especulación de los padrinos y babalaws. Nunca tuvo Cuba tantos santeros,
paleros, ñáñigos. Los masones y espiritistas aumentaron exponencialmente, junto
con los parqueadores y cuidadores de automóviles que se apropiaron de todos los
contenes de las aceras de las ciudades.
Si ya éramos desunidos, la dolarización bien orientada y estimulada por el Doctor, nos desunió más. Mientras una parte de los cubanos seguíamos
utilizando el periódico, la revista, para limpiarnos, otros preferían, como
diría mi suegra, no dar de cuerpo si les faltaba el papel sanitario olorizado.
Mientras uno nos seguíamos lavando los dientes y peor, obligando a nuestros
pequeños hijos a lavarse los suyos con bicarbonato, sal, jabón, otros no
entendían cómo se podía vivir sin Colgate. Mientras una buena parte de ese pueblo
no podía pasarse un día en la playa, otros comenzaron a pagar, 50, 70 y hasta
100 dólares diarios por una pequeña casa cerca del mar donde pasar las
vacaciones, cifras que podían ser cinco años de un cubano trabajador estatal.
Y esta diferencia no estaría mal, todo lo contrario,
lo que pasó es que ninguno de esos privilegios fue obtenido honestamente. Ellos
se basaron en lo que los cubanos hemos definido como “lucha”, que es sinónimo
de robar, coger por la izquierda. El gobierno y al Doctor no les importó, se
hicieron los de la vista gorda con tal de que los dólares entraran a las cajas.
Paralelamente los militantes de la UJC y el PCC, la
élite ideológica, los más confiables, se seguían reuniendo para hablar de
revolución y pueblo sacrificado decidido a morir por su revolución, también
tuvieron que entrar en la “lucha”, a veces con sus caras, otras utilizando a testaferros.
Todos mentían, todos ocultaban, todos negociaban para ver cómo ganar más,
comprar por la izquierda casas, carros, tarecos capitalistas, con la más que
conocida acción de resolver, corromper, sobornar, tocar, empapar a otros.
Entonces los maestros que quedaron frente a sus aulas
comenzaron a aceptar regalos “ingenuos”, propiciados por padres ingenuos,
comenzaron a vender las pruebas. Los médicos comenzaron también a aceptar
regalos o resolver ingresos, estudios, medicinas, etc., convirtiendo muchos
sus hospitales y clínicas estomatológicas en negocios privados en secretos que
todo el mundo conocía. Los médicos y dentistas comenzaron a atender cubanos ”Yumas”
a los que les pedían que se vistieran de cubanos de Cuba para asistir a
hospitales y clínicas. Los del partido, los de la juventud, los policías, los
“segurosos” encargados de controlar, se hacían los ciegos, ellos también
disfrutaban de esas llamadas “deformaciones”.
Se puso de moda, que todo el que entraba a un hospital
llevaba un regalo, para “ayudar” al pobre médico, que recibía lo mismo una caja
de jabones, unas cajas de cigarros, que un aguacate o unas galleticas de sal.
Muchos policías comenzaron, a la vieja usanza de la mafia, a cobrar impuestos
por salvar una multa, por dejar ir a una prostituta sin levantarle una carta de
advertencia y mandarla de regreso a su pueblo natal o ponerla presa. Los de la
Seguridad del Estado advertía a sus controlados que los estaban controlando desde
más arriba, a cambio de cigarros, cervezas, comidas, etc.
Los ministros, los altos militares, los altos funcionarios del gobierno, no mezclados con la plebe, no eran corruptos para nada, sólo tenían que llamar por teléfono a otro ministro u otro alto militar, lo mismo para resolver una casa, un carro, una casa en la playa, un televisor, una plaza de trabajo en una embajada o en una firma extranjera. Esos mismos altos funcionarios que juraban vivir como el pueblo trabajador, muy rápido se adaptaron a algo que venía funcionando desde el mismísimo principio de la revolución.
Ese mal llamado “Período Especial” terminó sembrando o
anclando la división.
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