lunes, 20 de octubre de 2025

634.- Por las buenas o por las malas.

Si existe alguien que desea que saquen a Maduro, además lo otros millones de personas, soy yo.

Me gustaría verlo encadenado por los tobillos, arrastrando una bola de cañón como en el tiempo de la colonia, con las dos manos esposadas, también cargando una bola de cañón, con una máscara de hierro, tal como dicen que se enmascaró a un francés allá por el siglo XVIII que estuvo preso en la Bastilla, aunque la referencia parece más una leyenda, pero para el caso de Maduro la máscara sería sellada con un solo hueco para respirar, algo así como un cubo de hierro pesado, que iría amarrada por la espalda a la otra cadena que arrastra la bola de hierro fundido desde los tobillos.

Yo no puedo asegurar, por sólo seguir la corriente, que Maduro es el presidente de un narco estado, donde todos los altos funcionarios militares y civiles se mojan con el negocio de la cocaína. Tampoco puedo asegurar que sea el jefe máximo del llamado “Cártel de los Soles”, aunque nada de esto lo dudo, Maduro podría ser Jack El Destripador, el Carnicero de Lyon, Charles Mason o Ted Bondy y hasta la Hiena de Auschwitz, lo que sí puedo afirmar absolutamente es que es un animal, una bestia, un fantoche y un ladrón.

Maduro, a la cara, se robó el resultado de las últimas elecciones presidenciales venezolanas, advirtiendo antes de que ganaría las elecciones por las buenas o por las malas.

A pesar de haber creado unas elecciones especiales para él mismo, prohibiendo campañas, apresando a opositores, haciéndole la vida imposible a las figuras que más se destacaban en su contra, persiguiendo, atentando contra sus vidas, limitando e impidiendo el sano movimiento de sus adversarios, casi el 80% de los venezolanos, repito, que fueron autorizados a votar, votaron en su contra y lograron guardar las actas de los resultados de cada colegio electoral como justificación para el interior y para el exterior. Ellos sabían que se enfrentaban a una mala copia de la mafia, sin escrúpulos.

El Centro Carter, uno de los pocos organismos internacionales autorizados para observar, o sea, a Maduro le cuadraba su presencia, determinó sin equivocación que las elecciones habían sido fraudulentas, cosa que hizo que el mismísimo prestigioso organismo no gubernamental, pero de amplia experiencia en estos procesos, dejara de gustarle al perdedor, el cual además se defecó en los resultados arrojados.

Entonces Maduro, frente a la misma opinión internacional a la cual hoy pide apoyo, frente al Vaticano al que también pide que interceda por él, frente al pueblo venezolano que vive dentro y fuera del país, frente a la ONU, las organizaciones regionales, la OEA, muchos de los presidentes de la mismísima América Latina y el Caribe que hoy pretende que lo defiendan y nada más y nada menos frente al gobierno y pueblo norteamericano, a los cuales manda mensajes, más que mensajes ruegos, de entendimiento y paz, no sólo se autoproclamó ganador, sino que hizo todos los cambios necesarios para garantizar esa victoria, a lo cual se le dio tiempo. En realidad, merecía que al día siguiente de perder las elecciones fuera ido a buscar, imitándolo, por las buenas o por las malas, sin embargo, se le ha dado todo el tiempo del mundo.

Maduro entonces se volvió a proclamar presidente, tal como había prometido, por las malas y se rio y burló de todo y todos, especialmente de los opositores y del pueblo.

Se anunció como vencedor y no sólo eso, sino que se cree intocable en esa misión auto asignada de un tal socialismo del siglo XXI, que ha logrado que más de cinco millones de venezolanos estén regados por el mundo y que muchos de los que quedan estén comiendo de la basura. Venezuela, llamada a ser uno de los países más ricos del mundo, está en camino a la pobreza total.

Nada más por eso, sin droga, sin narco estado, sin Cártel de los Soles, Maduro merece ser cogido por el cuello y puesto, como mínimo a disposición de las autoridades internacionales, para que pague, entre otras cosas, las detenciones arbitrarias, las torturas, las largas prisiones con juicios amañados, los muertos de su gobierno, con su autorización, la desesperanza y la pobreza del pueblo, porque nadie va a creer que no sabía nada y que estaba en Miraflores sólo “como cocinero”.

¿Y por qué no?, ¿Qué tiene Maduro para que no pague, si muchos antes que él han pagado sus fechorías? Vivos o muertos.

Añoro el día que, a través de mi computadora, lo vea con cara de carnero degollado, ser conducido por militares frente a todos.

Ahora, me cuesta trabajo entender lo que está haciendo el gobierno norteamericano, por cierto, creo que Marco Rubio se ha vestido de gala en todo este proceso, se está llevando las palmadas para encaminar su carrera política a mayores objetivos. Parece, sólo puedo decir que parece, que “Marquito” es en esto la cabeza pensante.

Todo el despliegue, casi a tono de una guerra, me parece genial, en la misma medida que me parece demorado. Mucha publicidad, mucha información, muchas opiniones alineadas y encontradas, muchos ejercicios, muchas declaraciones, pero poca acción.

Hubiera sido mejor, a mi modo de ver el tema, que no sé nada de política, menos de guerra, haber enviado a un pequeño grupo de esos hombres especiales que todos sabemos existen en Estados Unidos, que no salen en la TV, que no participan en actividades públicas, que viven apartados en sus ranchos a cientos de millas de los centros poblacionales, que sólo responden al teléfono cuando aparece en la pantalla un código que sólo ellos conocen y que se alimentan con carne cruda y en una madrugada cualquiera, sin bulla, sin anuncios, sin periodistas, entrar y sacar a Maduro en piyama de la cama donde duerme, porque en algún momento tiene que dormir.

Ese grupo, que sabemos especial, tiene todas las capacidades para dejar ciegos a los venezolanos y operar sin que nadie se entere.

Entonces luego, ya Maduro bajo custodia, hubiera montado el espectáculo, hubiera sacado a pasear a los submarinos, hubiera hundido las lanchitas que transportan la cocaína y le hubiera explicado al mundo, ONU y Vaticano incluidos, que estaba luchando contra la droga, pero el malo ya estaba bajo mi poder.

Creo que, no diré perdido tiempo porque no conozco, pero si se le ha dado tiempo a Maduro para el espectáculo. Discursos calientes para calentar, por debajo negociaciones, mensajes de paz públicos y parece que mensajes privados con el objetivo de que no lo saquen.

Maduro ha prometido y ofrecido “villas y castillos”, entre otras cosas petróleo y oro, para que los americanos lo dejen tranquilo. Maduro ha enviado mensajes a Latinoamérica, al Papa y especialmente a Trump e incluso al pueblo norteamericano, a saber, si ese pueblo sabe exactamente dónde está Venezuela y cuál es el conflicto real.

Maduro ha tenido tiempo, siguiendo el manual del socialismo que lo apadrina, de movilizar a sus seguidores militares y civiles y los ha puesto a hacer ejercicios militares, para "impresionar al enemigo”.

Como en Cuba, amas de casas, viejos, embarazadas, jóvenes casi adolescentes, que en su vida habían tomado un rifle, menos tirado un tiro, hoy se ven vestidos de militares, arrastrándose en la tierra y como una imagen surrealista portando machetes, que conservan incluso las etiquetas, o sea, nunca usados, para combatir, imagino que tiene que ser cuerpo a cuerpo con los más que entrenados y experimentados militares norteamericanos, muchísimos de ellos con varias misiones de guerras reales.

Maduro resulta hasta brutalmente cómico, por un lado, habla de morirse defendiendo aquello, de independencia y soberanía para las cámaras, lo mismo bailando o simulando un baile encaramado en una tribuna, que vestido de no sé qué indio venezolano de la época de la colonia española y paralelamente le manda mensajitos cariñosos a Trump ofreciéndole que se quede con Venezuela y diciéndole que no manche su apellido de sangre, tal como si al presidente norteamericano esto le creara un mal efecto a esta hora.

Lo cierto es que ha pasado tiempo, las tropas norteamericanas desplegadas casi a las puertas de Venezuela, pero de Maduro capturado aún nada.

Claro está que todo tiene su ritmo y tiempo y uno no sabe exactamente los secretos de esta operación. Imagino que Trump y Marquito lo tengan todo amarrado, pero sí creo que mientras más pase el tiempo en planificaciones, más se deteriora todo.

El dinero para mantener a esa tropa se va quemando, los militares que están preparados para guerrear se aburren y cansan, Maduro puede estar esperando a que baje el Espíritu Santo.

Creo que la idea es cogerlo y sacarlo vivo y de ahí la espera del mejor momento, de haberlo querido desaparecer, han sobrado muchas semanas.

Maduro ha tratado de sembrar la idea de una guerra contra el pueblo venezolano, como siempre, ha tratado de contabilizar la sangre venezolana que puede correr, en la misma medida que el gobierno norteamericano ha aclarado e insistido que no es una guerra contra el país, que para nada quiere intervenir, meterse y quedarse con Venezuela, el único objetivo es sacar puntualmente a Maduro y a otros cabecillas identificados como enemigos de Estados Unidos y por consecuencia de una gran parte del mundo.

¿Cuándo será y comenzaremos a celebrar? No lo sé, ojalá sea lo antes posible.

 

 

jueves, 16 de octubre de 2025

633.- Policías y ladrones fácil. Víctimas y victimarios difícil.

En un juego cubano, no sé si existirá en otros países, como el de policías y ladrones que jugábamos cuando niños, los roles estaban bien identificados.

Un niño con los ojos tapados frente a un grupo de amiguitos respondía a: ¿Por el señor, policía o ladrón?, en la misma medida que otro niño señalaba con el dedo al escogido. Todo era aparentemente casual y equilibrado, aunque luego cuando grande te das cuenta de que el que señalaba en cada ocasión, tenía posibilidades de escoger, no así el que respondía en orden para cada “especialidad o función”.

Una vez definidos los bandos, todo era sencillo. Los policías se encargaban de coger a los ladrones y los ladrones trataban de no ser cogidos por los policías. Aquella sencilla regla generaba, escondederas, correderas, encaramaderas, haladera, empujones, caídas, golpes, pero sobre todo mucha diversión. Al final del juego mataperro, ganaban los policías si lograban coger a todos los ladrones, cosa que, a pesar de parecer fácil, no siempre pasaba.

Recuerdo con agrado, porque soy gran consumidor de limón con sal, que el castigo que muchas veces usábamos para ladrones capturados era que tenían que tomar limón con sal, previamente preparado y embotellado en aquellos pomos clásicos de color ámbar de medicinas.

En la vida real cubana es mucho más complicado, porque los roles de víctimas y victimarios no están muy bien definidos, salvo en honradas y escasas excepciones que siempre existieron y fueron esas personas que se plantaron al menos de forma cívica y sin retirarse del territorio nacional, no se incorporaron a lo que sucedía.

En sentido general todos hemos sido víctimas y victimarios en determinados momentos, salvo sobradas excepciones de los que le cogieron el gusto a la segunda posición y han vivido de eso estas casi últimas siete décadas de nuestra historia.

Hemos sido víctimas primero de nosotros mismos, dónde la necesidad o capacidad de sobrevivir nos hizo permanecer en silencio, incluso cuando estábamos en total desacuerdo.

Hemos sido víctimas de nuestros familiares, los que, al querernos y tratar de protegernos, nos pidieron, a veces imploraron, no inmiscuirnos, callar, quizás no participar en la vanguardia revolucionaria, pero tampoco hacer mucha bulla. Nuestra buena familia, incorporada o no, casi siempre conocedora de las reales consecuencias, si no nos cortó las alas para no hacernos daño físico, por lo menos nos las amarró.

Hemos sido víctimas de nuestro entorno, porque de una forma u otra, era muy difícil aislarse totalmente, entonces tuvimos que aprender a congeniar incluso con nuestros enemigos más declarados.

Hemos sido víctimas de un proceso dentro del cual muchos nacimos y no pudimos cambiar, en el supuesto caso que quisiéramos haber cambiado algo. La correlación de fuerzas estuvo mucho tiempo en contra de muchos de nosotros y ahora cuando ya no lo está, tenemos desarrollado ese miedo adquirido del cual se habla y ya escribí, que nos mantiene inmóviles. Entonces aprendimos no a luchar contra el miedo, sino a sobrevivir con él.

Pero también y al mismo tiempo hemos sido victimarios. El sólo hecho de estudiar y trabajar dentro y para el gobierno, ya que el gobierno fue dueño absoluto por décadas de todas las enseñanzas y trabajos, nos convirtió en cómplices de lo mal hecho, de las maniobras, de las estrategias del gobierno para permanecer. La lucha por vivir nos llevó a, quizás no entender y estar de acuerdo, pero si, por lo menos, cumplir y en no pocos casos obedecer. Una obediencia silenciosa en desacuerdo, pero obediencia.

Muchos fuimos victimarios al levantar la mano y aprobar algo que no nos interesaba, pero nos permitía terminar rápido la reunión en que estábamos y largarnos. Acción bien aprovechada por las autoridades porque el voto o mano levantada se contaba a favor. No importaba mucho el cerebro, ya habría tiempo para él si fuera necesario, lo que importaba era la mano levantada y el número final.

Siempre digo que las verdaderas reuniones, esas donde se decía la verdad a un grupo reducido de amigos, ocurría siempre antes o después de la reunión oficial.

Fuimos victimarios de los nuestros, quizás nuestros hijos, a los cuales tratamos de preservar para que no pasaran lo mismo que habíamos pasado nosotros. Los entendíamos quizás, pero no los apoyamos, menos alentamos a luchar por el cambio, que a todas luces es la única solución que existe.

Fuimos victimarios de nuestros compañeros de estudios y trabajos, de los cuales conocíamos su incapacidad, su lealtad a la corrupción, pero por los cuales muchas veces nos dejamos dirigir.

Víctimas y victimarios son papeles que hemos jugado paralelamente, todo dependió de las circunstancias. Mientras el aire soplaba a nuestro favor era fácil por lo menos aparentar ser victimarios, cuando nos pasaban por arriba, nos perjudicaban, nos pisaban el callo, era más que utilizado pasarnos a la posición de víctimas.

Claro que han existido aquellos, como ya escribí que prefirieron y aún prefieren estar en el bando del poder, porque entre otras cosas, es más que practicado en Cuba que si se logran que miren a otros e incluso llamamos la atención sobre otros, logramos que no se nos mire a nosotros.

Hemos sido víctimas de las llamadas telefónicas sin nombres, de los infórmenes anónimos, de las verificaciones en vecindarios y centros de estudio y trabajo e incluso hemos conocido a nuestros victimarios, sobre los cuales no hemos actuado. Esos procesos de control formaron tanto parte de nuestras vidas, que conocíamos que ocurrían, que nos perjudicaban, pero llegaron a ser normales. Casi todos sabíamos y sentíamos que éramos vigilados.

Hace muchos años ya, leí que Cuba era un matrimonio, donde Fidel era el macho, el pueblo era la hembra y la alcoba nupcial era la Plaza de la Revolución y eso es cierto.

Fidel descubrió y desarrolló a un pueblo en sentido general inculto, poco conocedor de política e ideología, nada conocedor de lo que pasaba en el exterior y entonces se dedicó no a hacer pensar, menos a permitir el pensamiento, sino a llevar a ese pueblo la idea ya concebida, a sabiendas de que las manos se levantarían sin mucho trabajo.

En esa alcoba nupcial se resolvieron y acordaron las grandes medidas del gobierno. La gran masa, inculta, pero enamorada, efervescente y no falta de histeria “revolucionaria”, sin pensar, sin averiguar, sin indagar en consecuencias futuras, apoyó siempre a su líder convertido por ella misma en un dios macho.

Se fue víctima de algo que la ciencia reconoce como Síndrome de Estocolmo que en Cuba podría llamarse “Síndrome Castrocolmo”, o sea, el apoyo e incluso amor a alguien que nos utilizó y torturó a conciencia siempre. Todavía hoy hay personas, quizás ya no muchas, pero existen, que como consuelo frente al desastre total más que evidente, invocan a Fidel, tal como si pudiera rearmarse y salir de la piedra, como mago solucionador de los problemas, sin darse cuenta y reconocer que fue él el causante de todos los problemas. El Síndrome de Castrocolmo todavía es muy fuerte y explotado, más fuerte que cualquier ideología existente.

Fidel Castro no fue el presidente, ni el Comandante en Jefe, ni el presidente del Partido Comunista, fue el dueño de un pueblo y como dueño nos trató a todos.

Y en el caso de Cuba el tema es peor o más particular, todos, víctimas y victimarios, dentro de esa categoría más que utilizada, pueblo, fuimos víctimas de un “poder superior”.

Fidel y su revolución necesitaban un pueblo inculto ya dije, quizás con títulos, quizás buenos médicos, ingenieros, técnicos, pero de poca cultura. Buenos profesionales en sus especialidades que no supieran de nada más, que confiaran en la variante, siempre a conveniencia, que el gobierno entregaba. Personas que hoy apoyaban que fuera negro y mañana después de un discurso caliente, terminaran apoyando que fuera blanco, sin el más mínimo cuestionamiento del cambio de color.

Pueblo crédulo, enamorado, seguidor.

Pueblo aparentemente profesional en ideología, pero, sólo en una ideología, que no era nada más que las ideas de su líder, llevadas al plano teórico para lograr lo que quería. Pueblo, en su mayoría, puesto como escudo a combatir algo que no conocía y que sólo confió ciegamente en lo que alguien le contaba, tomando su variante como absoluta verdad.

Pueblo alfabetizado leyendo y escuchando sólo los discursos de su “gran líder”, haciendo loas a una revolución democrática popular que muy rápido se transformó en gobierno autocrático.

El comunismo, todo lo trastoca a conveniencia. A los campesinos los pone a esperar los alimentos de una bodega y a sus hijos los convierte en médicos o pilotos de guerra. A los intelectuales, poetas, escritores, músicos, artistas, etc., los convierte en obreros. A los que están en contra del gobierno, los clasifica como enemigos de la patria. A los que se van, les quitan la categoría de nacionales, los mata en vida e incluso aparente y hace creer que nunca existieron. Sólo sobreviven, como víctimas del poder, aquellos que no se oponen al poder.

jueves, 9 de octubre de 2025

632.- Caos.

¿Habrá un caos en Cuba si se cae o desaparece la llamada revolución cubana? Estoy convencido que NO. En lo absoluto, porque el caos es precisamente esa revolución.

El discurso del caos, del holocausto, de la desaparición, es manejado por el gobierno cubano desde siempre para aumentar el miedo de una población como la cubana, en un por ciento muy alto desprovista de otra visión real de lo que significa el futuro. Los que vivimos allí, tuvimos que buscarnos esa visión de futuro de forma particular, en no pocas ocasiones, en secreto.

Siempre existen personas o grupos que, sí avizoraron esa otra posibilidad, pero esas personas o grupos son las que la oficialidad, gobierno y adeptos, considera ovejas negras y trata no sólo de demeritarlos, con aquello de enemigos internos, sino de anteponerla a la gran masa que, como siempre, espera la dirección del movimiento para luego moverse o integrarse. El principal muro de contención de esas personas o grupos de personas, no es el gobierno, sino los propios cubanos.

Durante décadas el pueblo cubano, sólo obtuvo una línea de información que desde todos los ángulos describió al mundo en dos bandos, los buenos y los malos. Los buenos, los revolucionarios, donde casi se describía al paraíso, los malos, ellos los capitalistas, donde todo era desastroso. Miles de horas de propaganda, miles de páginas escritas para desarrollar la teoría del mal exterior.

Durante décadas el contacto del pueblo cubano con el exterior, o sea, otras formas de vida, fue muy limitada, más allá de las imágenes de los también felices países socialistas y algún que otro funcionario o representante del gobierno que al regreso de sus viajes oficiales de trabajo, dejaba entrever que además de lo malo, existían también “algunas cosas” que no podían ocultar y eran buenas. Pero, así y todo, la mención a esas cosas buenas o no tan malas que eran imposible de ocultar, venían acompañadas de explicaciones partidistas e ideológicas que trataban de minimizarlas. El contacto con los cubanos en el exterior, por décadas no existió, porque esos cubanos estaban muertos.

Decía la propaganda, para estudiar en esos países capitalistas hay que ser rico, para atenderse en un hospital también. Los autos, las casas, la comidaaaaaaaaaaaa sólo son para ricos, de esa forma se trataba de justificar la no tenencia de autos, casas y comida. Para los gobernantes y sus altavoces, era mejor ser pobre, la pobreza purifica.

Todos los cambios son arriesgados y uno de los riesgos es precisamente caer en un caos, pero en el caso cubano, el caos no puede ser mayor hoy en 2025. Si el cambio se diera ahora mismo, harían falta miles de billones de dólares y mucho tiempo sólo para comenzar una recuperación. El caos es tan grande y sin solución, que supera a cualquier caos.

No se trata de quitar a un gobierno malo y sustituirlo por otro muy bueno, con muy buenas calificaciones e intenciones, se trata de que nada de lo que existe funciona y hay que sustituir, reconquistar, reconstruir, exactamente todo, incluyendo al ser humano que quede.

En la evolución humana, los cambios se fueron haciendo de forma orgánica, por evolución. De aquel hombre que caminaba solitario y dormía debajo de un árbol, se pasó a descubrir cavernas o cuevas mucho más cómodas y sobre todo estables frente a las inclemencias de la naturaleza. De ahí el hombre comenzó a construir sus casas, sin destruir las cuevas. Aparecieron los diferentes materiales de construcción, los pisos, los techos, las ventanas. Con la posibilidad de trabajar la piedra, aparecen las pirámides, los palacios, las casas, muros y murallas sólidas. Luego se construyeron ciudades presididas por castillos, iglesias, plazas, y se conformaron calles y avenidas, parques, acueductos, cementerios, etc. Esas ciudades pequeñas dentro de muros protectores desbordaron sus límites y crecieron, los castillos grandes quedaron obsoletos y económicamente imposibilitados de mantener, se desplazaron los centros de vida, y poco a poco se fueron desarrollando los polos con traslados, asentamientos, guerras, conquistas, influencias, etc., hasta llegar a lo que hoy conocemos, incluidos aires acondicionados, microwaves y viajes al Cosmo. ¿Además de una teoría chueca, cuál es el otro invento sólido y estable del comunismo?

El comunismo, al cual se llega por revolución y no por evolución, en el mismo momento que trata de construirse, muy paralelamente va edificando su destrucción, hasta llegar al caos, no sólo material, sino, y, sobre todo, humano.

No es que el caos sea exclusivo como última fase de todo sistema totalitario, sino que esa forma de gobierno, el cual se mantiene por la fuerza, a veces visible, otras muy sutil, es el mismísimo caos, que basa su sobrevivencia siempre en crear un enemigo externo que ataca, a veces parece que ataca todos los días, y en nombrar a un enemigo interno sobre el cual colocar los fracasos.

El comunismo, a conveniencia, convierte al hombre en súbdito, en la misma medida que lo limita de sus verdaderas libertades, que están más allá de la posibilidad de expresión, entonces aplica aparentemente para su bien la política del gorrión, o sea, tu no hagas nada, todo yo te lo voy a poner en la boca, en busca de un compromiso que muy rápido se queda corto e inservible. En la misma medida que le da la comida dentro de un aparente confortable y seguro nido, le va cortando las alas y entonces ese hombre no puede volar y lo que es peor, ese hombre en vez de aprender, desaprende a valerse por sí solo y vive dependiendo.

Las ideas más repetidas en ese tipo de gobierno, que llegan a convertirse en una filosofía de vida, son: me dieron, me van a dar, me toca, me prometieron, etc., entonces ese hombre espera pacientemente a que un día le llegará lo que el gobierno tiene determinado que él necesita para vivir. Nunca es suficiente, nunca alcanza, pero es algo más que el holocausto que nos tienen prometido si pretendemos cambiar.

No puede existir mayor caos, porque el hombre no sólo está destruido, sino que no sabe y no puede salir de esa destrucción. Y no es nada complicado de entender, hay que ser un hombre muy especial para mantener dentro de todo el desastre una esperanza de mejorar. El desastre generalizado, que no es sólo en un aspecto, termina deprimiendo e inmovilizando. Las personas no ven la solución y menos saben cómo lograrla.

“Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”, parte de una hermosa canción, pero el problema es precisamente que hay que tener un corazón para ofrecer, hay que tener ilusión, hay que ver o sentir que un futuro mejor existe y está a la vuelta, alcanzable en una vida, si no, sólo prima la apatía, el desinterés, el mensaje deprimido y depresivo.

Depresión anímica, junto a una imposibilidad real que hace que las personas que están en Cuba, dentro de Cuba no vean una solución y aunque inconformes sigan viviendo en el caos. La solución más rápida y no sin riesgos, más viable en una vida es huir y salir a buscar afuera lo que no puedo encontrar adentro. ¿Y los que no pueden huir?

Yo, desde mi “cómoda” vida, cuando además ya no tengo 20 años, trato o tiendo a no culpar al cubano que vive en la Isla, Es cierto que ellos son los llamados a provocar el cambio, si es que quieren mantenerse vivos y bien, ellos serán los más beneficiados, pero también es cierto que es difícil.

Es fácil culpar de anormales, vagos, miedosos, oportunistas, etc., a todo el que queda allí, porque no es capaz de lanzarse a la calle un día y no regresar hasta lograr derrocar al gobierno. Y sin dudar que todo esto existe y es posible, la idea no deja de ser muy compleja. Nuestros dos grandes hombres llamados de la independencia nacional teórica, Martí y Fidel, podían dedicarse a pensar, escribir, soñar, porque otros le pagaban las ropas, las comidas, las meriendas, los caballos y autos, etc. El pueblo cubano en Cuba hoy está impedido de filosofar, el desastre en el que vive es tan grande, que no se lo permite.

Los que están allí también están atados, frente a un gobierno que lleva décadas preparándose para no ceder, pero, además, que ha demostrado que, en el menor intento contra él, muy rápido pasa de las amenazas a la acción represiva de forma individual y de forma masiva.

El cubano que está allí, que está dando muestras valientes de estar agotado, pero además decidido a un cambio, no las tiene fácil, porque no sabe a ciencias ciertas, si su represor será su propio vecino e incluso su propio familiar.

El cubano que está allí quiere cambios, no estoy seguro de hasta dónde de profundo quiere esos cambios, pero es más que evidente que quiere tener agua, electricidad, comida, ropas, casas, zapatos, medicinas y por qué no un poco de diversión, cosas más que probadas que el gobierno no puede ofrecer.

Es más que notorio ahora a partir de las relaciones con los emigrados, las vías no oficiales de información y comunicación, lo que trae obviamente una mayor referencia, que el cubano sabe que eso que lleva no es vida y todos, los de aquí y los de allí, queremos vivir.

Creo que no será fácil reconstruir un país que está compitiendo con Haití, el país por muchos años más pobre del área. Nada se logra a través de una varita mágica, pero de seguro estoy que mayor caos, los de adentro y los de afuera, NO vamos a padecer y no es porque yo sea sabio, no lo soy, sino es que sencillamente no existe mayor caos, a no ser el de miles de personas muertas en las calles, cosa que espero y deseo no pase.

viernes, 3 de octubre de 2025

631.- Miedo Adquirido.

Creo que todos los seres humanos, hasta los más aparentemente valientes o locos, sentimos miedo. Quizás nos diferenciamos en la frecuencia o la cantidad que padecemos, pero el miedo está presente en nuestras vidas, hasta que el miedo a la muerte deja de existir porque morimos.
Según la Real Academia Española, el miedo es “la angustia que se siente ante un riesgo o daño real o imaginario, o el recelo de que nos acontezca algo contrario a nuestros deseos”. 
En psicología, “el miedo es una emoción básica y primitiva que surge como respuesta ante la percepción de una amenaza, real o imaginaria, y que tiene una función de supervivencia, preparando al organismo para huir o luchar ante un peligro”.
El Salmo 74, lamentación clamando a Dios por una intervención divina, visto desde su ángulo nos narra, “¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tu prado?
Entonces sentir miedo es muy humano, todo lo contrario de lo que aprendimos, nos obligaron o nos obligamos, y se manifiesta en diferentes niveles frente a situaciones, reales o imaginarias, que nos presionan, nos estresan, nos crean incertidumbre, peligro, etc., que puede convertirse incluso en patológico, llegando a interrumpir o paralizar la vida diaria.
Entre los miedos más comunes están: al fracaso, al rechazo, a la soledad, al cambio, a la insuficiencia, a la pérdida, al juicio, a la vulnerabilidad, a la muerte e incluso, aunque parezca mentira, al éxito.
Es cierto, parece que, con el paso de los años y la posible disminución de nuestras posibilidades reales, físicas y cognitivas, más, creo, un poco de madurez, comenzamos a sentir miedos que antes no teníamos o miedos más frecuentes e intensos.
Yo siento miedo todos los días. La primera idea es, amaneceré mañana, a veces la noche es larga, demasiado larga para los que no amanecen vivos. Claro tan pronto abro los ojos y me levanto, ese miedo desaparece en segundos, la real vida no da tiempo a invertir mucho tiempo en esto.
Luego, ya despierto después de mi primer café, cargo con una mochila llena de miedos. Hasta cuándo mi corazón funcionará, me dará otro infarto, qué pasa si tengo un accidente automovilístico, que hay de la salud y el bienestar de los míos, morirá Martica antes que yo, cómo será la vida de mis tres nietas, ellas llegaran a grandes, se enfermaran, tendré trabajo y por tanto dinero para pagar lo que necesito pagar el mes que viene, lograré portarme bien como quieren muchos de los que me acompañan, etc., etc., etc.
Y me siento bien, esos miedos, que quizás antes ocultaba por la sencilla razón absurda de que no se puede tener miedo, es lo que me hace actuar. Esos miedos, al menos hasta ahora, no me detienen.
Cada nueva actividad, incluso para los más expertos, trae posibles riesgos, aprender es un riesgo, muchas veces extenuante. Ahora hay dos caminos, aprendo, me arriesgo, cambio, restructuro o sencillamente no aprendo y me quedo como estoy.
El miedo entonces no sólo es un padecimiento humano individual, sino que se convierte en una herramienta, para, bien administrada, detener y paralizar. Si en algo son especialistas los gobiernos totalitarios, el cubano por supuesto, es en suministrar cuotas de miedo, a veces en pequeñas dosis que van trabajando poco a poco, a veces en dosis más grandes y aceleradas.


Y eso respondería a la pregunta grande que muchos nos hacemos. ¿Cómo un pueblo que no tiene electricidad, que no tiene agua, que no tiene ya prácticamente atención de salud, donde el comer diariamente se convierte en un proceso doloroso, al que se les están derrumbando las casas, en el supuesto caso que las tengan o que sencillamente viven como deambulantes primitivos, hoy durmiendo aquí, mañana durmiendo allá, o sencillamente no durmiendo, al que se les están yendo los familiares más cercanos, al que le queda muy poco que perder, porque muy poco tiene, al que enterrar a un familiar querido es más difícil que la propia muerte y que podría soñar con mejorar, el que tiene un apoyo casi masivo desde su comunidad que vive en el exterior, no se acaba de lanzar a expulsar al gobierno que, por muy preparado que dice estar, no podrá jamás con millones de personas pidiendo su renuncia? La respuesta es el miedo adquirido, ese miedo casi patológico. Ese miedo enfermizo y enfermante.
Es más que evidente que el gobierno cubano ha fracasado en casi todo, no existe un plan, una acción, algo prometido que hoy exista, sin embargo, por eso digo en casi todo, porque si ha obtenido un gran éxito, al menos de forma general, en crear el miedo y mantenerlo por décadas.
Desde el mismo comienzo en 1959, creó un “inminente” ataque de lo que se definió como imperialismo yanqui. Los gobiernos norteamericanos han estado todos, todos los días en nuestras vidas. Han sido el lobo que va a venir y no sólo nos lo va a quitar todo, sino que nos va a devorar.
El enemigo jurado que quiere quedarse con todo lo que existe. Los negros volverán a ser negros, las mujeres volverán a ser explotadas por sus maridos y la sociedad, los niños volverán a andar descalzos inundados de parásitos. Nos quitaran las playas, nuestras casas, se llevarán nuestras riquezas, imagino hoy las palmas reales que es lo que va quedando, no podremos estudiar porque las escuelas serán privadas, las personas morirán en las puertas de los hospitales y los yanquis se llevaran a los niños para, ahora sí, convertirlos en carne enlatada.
El pueblo de Cuba, según se lee en los libros de historia que se conocen, se distinguía por ser un pueblo valiente, arriesgado, entregado a causas nobles, luchador por ideales patrióticos, sin embargo, este mensaje de miedo, mantenido, en un país, además, donde el gobierno es dueño de todos los medios de información y comunicación, canales de televisión, estaciones de radio, periódicos y revistas, vayas e incluso los muros que se puedan utilizar como soporte, tal como la gota de agua aparentemente inofensiva que desgasta a la fuerte roca, penetra y penetra en los cerebros a partir de familias, amigos, escuelas, trabajos, vecindarios. Ese mensaje de que volveremos a la época neocolonial o peor a la colonial, miradas desde sus puntos débiles o negativos obviamente, hace que, incluso las personas que no vivieron esas etapas digan: “los fósforossssssssss, huye pan que te coge el diente”.
Durante casi siete décadas, donde pululan los discursos e intervenciones, se ha amenazado al pueblo de Cuba, describiéndole una realidad apocalíptica, muy bien estructurada que dice: no lo hagas, no cambies nada, te irá peor, será tu final.
Y así vivimos y crecimos millones de personas, odiando a un enemigo que nunca atacó y describiendo una realidad en y con él que no conocíamos.  
El lobo va a venir, aseguraba el gobierno, entonces la única solución que te queda es seguir bajo mi protección. Todo te lo van a quitar, vas a perder lo poco o mucho que tienes, porque el capitalismo voraz devorara todo, incluyéndote a ti mismo.
Paralelamente cada vez que se te ocurra sacar la cabeza como ciudadano que trata de ser libre, te la cortaron, por lo que no hace falta reprimir a todo el pueblo, no hace falta encarcelar a millones, con sólo un reprimido o un encarcelado basta. La autorrepresión y el auto encarcelamiento dentro de ti mismo, funciona.
Es cierto, los cambios son difíciles, por eso están reconocidos como uno de los principales miedos del ser humano, peor obviamente es ir preso a la cárcel, estar preso dentro de tu misma casa, perder tu trabajo o tus estudios, entonces es mejor, a veces, que todo quede como está y mientras tanto vamos tratando, en silencio, de ir escapando.
Para colmo de maniobra, estoy convencido de que el gobierno cubano, además de espías, tiene en Estados Unidos y en otros países, muchos agentes de influencia, a algunos paga, a otros beneficia, a otros les da cursos de entrenamiento, a otros enamora con cantos de sirenas y esas personas son las responsables de profundizar el miedo. El Sueño Americano no existe, hay que trabajar mucho, el dinero no alcanza, yo estoy aquí embarcado, en Cuba vivía mejor, este es un país racista, los negros son cazados y matados en plena calle, lo de la libertad de expresión es una total mentira, si no tienes mucho dinero, te mueres por falta de atención médica, etc. Conclusión, no vengas y no cambies para algo parecido a esto, sigue como estás, que por lo menos arroz con un huevo tienes y puedes estar presente en el momento que tu abuelita muera para vestirla y llevarla al cementerio.
Desde tan temprano, tanto como en junio de 1961, Fidel Castro, en su intervención como conclusión de las reuniones de los intelectuales envió un mensaje, que desbordaba el escenario de esos eventos, el mensaje, como de refilón, era para todos los cubanos, cuando afirmó: “Esto significa que, dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada”. Y ese fue el mensaje que marcó el objetivo de cada una de sus acciones y las de los que todavía están.
Luego el mismo Fidel, en otro de sus momentos histriónicos, afirmó frente a un pueblo histérico y poseído: “Quien no tenga genes revolucionarios, quien no tenga sangre revolucionaria, quien no tenga una mente que se adapte a la idea de una revolución, quien no tenga un corazón que se adapte al esfuerzo y al heroísmo de una revolución, no los queremos, no los necesitamos”
Hay que soportar a la revolución, no importa cómo se esté o viva, no importa lo que se ha perdido y esa idea es la que mueve hoy al gobierno. Tienen que soportarnos porque somos la mejor y única opción, si no, “prepárate pa lo que te viene pa arriba”.

La antigua revolución y su gobierno se igualan a la patria, el partido comunista único es más que una religión de fe, es la única forma de existencia, el presidente es Dios, cualquier cuestionamiento serio para cambiar, termina en la definición de antipatriota, entreguista, mercenario, enemigo.
¿Se podría entonces planificar y organizar la pérdida masiva del miedo? Creo que no, eso de organizar y planificar, más luego actuar apegados a lo estructurado, no nos viene muy bien a los cubanos. Eventos como el que se supone que ocurra, para nada más y nada menos que sacar a un gobierno, que en estas últimas seis décadas se ha preparado muy bien, con el dominio además de las fuerzas represivas y el ejército, comienza con una gota, con una chispa y entonces ese detonante de dos o tres convencidos o locos, que han vencido sus miedos, podrá crecer hasta hacerse incontrolable.

Esperar a que todos perdamos el miedo el mismo día, a la misma hora, es un absurdo. Podría demorar cientos de años.

jueves, 2 de octubre de 2025

630.- ¿Pueblo Unido? (Tercera Parte)

Si en algo el gobierno de Cuba es profuso, profundo, gigantesco, creativo, imaginativo, fértil, etc., es en cambiarle los nombres a las cosas, quizás siguiendo los manuales operativos de cualquier otro gobierno totalitario.
Ese fue el caso del llamado “Período Especial” como nombre, creado por el creador de todo y aplaudido por no pocos, que venía a ocultar la palabra crisis manejada por todos en el planeta Tierra, más que crisis, súper CRISIS, con mayúscula, quizás la más grande que ha existido en la historia cubana desde 1492. Todas las anteriores con todas sus variantes, se quedaron pequeñas.
Crisis que no sólo abarca a influye en el tema económico, sino que se ha ramificado a todas las partes de la vida social y lo peor, al cubano como individuo. Todo lo vivo en Cuba está en crisis además de las cosas que no están vivas, incluyendo a los muertos, vean nada más cómo están los cementerios y el trabajo que se pasa para enterrar a un fallecido.
Crisis que como “Especial” estaba llamada o al menos así se informó, a durar un tiempo corto. Sería circunstancial, temporal, de la cual muy rápido se saldría de forma poco dolorosa. Los discursos fueron alentadores, el gobierno cubano había superado muchas crisis, por qué no una más.
Cuba que venía pintando un techo ya sin pintura, no sólo se quedó agarrada de la brocha seca, sino que cayó estrepitosamente y de la solución, ya ni a corto, ni a mediano, sino a largo plazo: bien gracias.

Estamos en 2025, hace más de 30 años que se inauguró ese período y aún no se ha salido de él, lo que es peor, no se sabe cuándo y cómo se saldrá. Al gobierno sólo le queda una solución, decir que están trabajando, tal como si los gobernantes no trabajaran y que necesita tiempo, más tiempo, pero más nada. ¿Mas tiempo? No existe la solución, una vez que ya se ha probado con todos y con todo y el resultado no es sólo el mismo, sino peor.
Esa mal llamada o mal apodada crisis como Período Especial, terminó por dividir al pueblo cubano que ya venía dividido. Del Período Especial, tal como dijo una compañera mía de trabajo, revolucionaria, militante e increíblemente una bella persona, cada cual tenía que salir por su cuenta. Inauguramos entonces un período que debió llamarse: “sálvese el que pueda”.
Lo primero que nos marcó de la noche a la mañana fue la posesión del dólar y la carrera acelerada de todos para poseerlos. Si no tenías un dólar, olvidando a los que todavía en aquellos momentos pagaban sanciones en cárceles por su posesión ilegal, literalmente no tenías posibilidades de vivir decentemente.
En un momento donde un profesional de experiencia ganaba 350.00 pesos cubanos, el dólar se cotizaba a 150.00 pesos, o sea, los que más ganaban por el Estado, sencillamente contaban mensualmente con 2 o 3 dólares para pasar un mes entero.
Los cubanos nos dividimos en tres grandes bandos o grupos, todos conspirando contra todos, todos tratando de sobrevivir y muchos tratando de pisarte para que no sobrevivieras.
Estos grupos que tenían varias subdivisiones dentro de cada uno de ellos, eran: los que recibían dólares por diferentes variantes desde el exterior, los que trabajaban en las tiendas, los hoteles, los taxis, las empresas extranjeras, a veces como profesionales o a veces como cocineros, limpia piscinas, cuidadores de perros, lavadores de carros, criados de esposas y niños y se buscaban lo suyo con la lucha y los que no quedaron ubicados ni en uno, ni en el otro y entonces desarrollaron, ampliaron, consolidaron el más que conocido y antiguo, además efectivo, mercado negro, como vendedores y compradores. Mercado negro, al que ahora el gobierno llama “informal”, tan efectivo en Cuba que merecería un ministerio y un ministro.
Sobre el segundo y tercer grupo, se ha escrito y hablado mucho. Dólares presidiendo las reuniones del partido y de la juventud comunista y luchas que enmascaran robos, desvíos, corrupciones en el segundo grupo. Venta de todo los productos y servicios, incluyendo las flores para los fallecidos y las capillas con mejores condiciones para ellos en el tercer grupo.
Ahora razonemos un poco sobre el primer grupo, o sea, las divisas recibidas, porque obviamente eran y son enviadas.
Creo además que el Período Especial marcó el inició de la separación total de muchos con relación al gobierno. La necesidad de salir por cuenta propia de la miseria que se avizoraba hizo que los que ya estaban separados, continuaran su camino, pero los que hasta ese momento habían defendido a capa y espada todo lo que se hacía, incluso lo mal hecho y sin resultados, comenzaron a cuestionar, dejando ver, por primera vez, como nunca antes, sus preocupaciones y desacuerdos. En Cuba decimos: todo está bien hasta que te pisan el callo”.
Claro, los que habían defendido hasta con los dientes todo aquello, se levantaron un día y encontraron todo en dólares. Inexplicable. Esos se quedaron sin argumentos combativos, su revolución, aquella de igualdad, beneficios para todos, prioridad a los más necesitados, soberanía, patriotismo, etc., comenzaba a desaparecer. Habías quizás combatido en la Sierra o en las ciudades, habías alfabetizado, habías defendido las arenas de playa Girón, continuaste con trabajos voluntarios domingos tras domingos, guardias, movilizaciones, internacionalismo proletario en guerras y paz, madrugadas de ejercicios militares siendo civil, medio olvido de la familia más íntima, y a partir de ese momento, si no tenías un dólar en el bolsillo, no podías vivir. Ahora tu revolución, no sólo te pedía que reconquistaras a tus familiares y amigos “gusanos”, sino que casi te orientaba que le pidieras dinero. Poco pesaba tu experiencia, tu labor, lo importante era el dólar.
Los cubanos que trabajan en aquellas empresas inventadas de “capitalistas buenos” y los que luchaban en tiendas, gasolineras, hoteles, comenzaron a mirar con lástima a sus vecinos que quedaron fuera. Esos aumentaron su miedo y sus mentiras, el vecino adolorido, bajo la “envidia revolucionaria” te podía acabar con tu vida. Sólo hacía falta un anónimo escrito, una llamada por teléfono, un comentario “ingenuo” que hablara de vivir por encima del nivel proletario o de un tal enriquecimiento ilícito y todo se podía acabar. Entonces los que venían mintiendo, desarrollaron su capacidad, escondieron sus verdaderas vidas, comían escondidos, disfrutaban escondidos y se le llegó a coger miedo hasta la misma familia. Nunca se sabe de dónde viene el palo.
A los cubanos emigrados nos parece que hacemos cosas extraordinarias y no es así, para nada. Todo emigrado, o al menos un por ciento muy alto, sale de su país pobre con el compromiso de tan pronto pueda ayudar a los que se quedaron. Muchos mantienen a sus familias desde el exterior.
Viví en República Dominicana, país que tiene 2 millones de habitantes en Estados Unidos, más otros en el resto del mundo. Los dominicanos mantienen ese vínculo familiar y ayudan extraordinariamente a sus familiares y amigos, suministrándoles aquello que en la antigua Quisqueya no pueden resolver. Luego me mudé a Nebraska y trabajé rodeado de mexicanos, guatemaltecos, hondureños, vietnamitas, todos enviaban dinero a sus países.
Caso más que famoso es el de los mexicanos, no paran de trabajar aquí y no paran de ayudar a sus familiares allá. Muchos se construyen casas, muchos se montan negocios, crían ganado, etc. Entonces no estamos haciendo nada del otro mundo. Salimos, tuvimos suerte y nos toca ayudar.
El papel de los cubanos salvadores está sobrevalorado por nosotros mismos los cubanos, tanto sentimental como económicamente. Para demostrar que quieres a tu familia más que nadie, anuncias que mandas dinero. Si no mandas entonces no quieres. Si mandas 100 dólares, dices que mandas 500, a sabiendas que ni mandando 5 000 000 puedes resolver el problema de una vez.
¿Ahora, qué pasa con México, Honduras, República Dominicana, Viet Nam y otros muchos lugares? Es sencillo, como esos países, muchos con una parte pobre incluso, funcionan, lo que hay que enviar es dinero, porque los pollos, los huevos, el pan, el arroz, la sal, la azúcar, los jabones, la pasta de dientes, la ropa, los zapatos, los medicamentos, los bombillos, las cucharas y tenedores, los platos, y todo lo demás, están allíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii y para nada tienen que ver con el gobierno. Los dominicanos, los vietnamitas, los ticos, etc., compran dónde quieren e invierten en lo que quieren. El gobierno no se queda con su dinero, así de fácil.
No es de ocultar que ayudamos, tenemos que ayudar e inevitablemente en un por ciento muy alto, ese dinero que va, para en las manos del gobierno, que ahora ha descubierto a la familia cubana en el exterior.
Y entonces aparece la gran contradicción que mucho padecemos. Por un lado, ya dije, tenemos que ayudar enviando las cosas más inexplicables que existen, además de dinero y por otro con esa ayuda estamos prolongando la existencia de un gobierno que no nos quiere, que nos echó, que no nos deja entrar, que cuando quiere nos nombra enemigos, malos cubanos, traidores, mercenarios, etc.
Difícil contradicción para resolver a sabiendas que nos están utilizando. Todos los que hemos vivido en Cuba sabemos lo que significa un paquete de café como regalo, unas libretas y lápices para los niños, unas medicinitas, que pueden ir desde una aspirina hasta la anestesia para una operación, una planta eléctrica para luchar contra los apagones de más de 20 horas diarias o sencillamente un frasco de repelente para los mosquitos, un vestidito para la niña que cumple 15 años y se resiste, ella y toda su familia a dejar pasar la fecha sin celebrar.
Todos los que allí vivimos sabemos lo que puede significar un bombón sobre el cual hemos estado dispuestos y tentados a comernos hasta la envoltura o una cuchilla desechable de afeitar, qué decir de un cepillo de dientes.
Entonces el gobierno cubano, estoy convencido que crea empresas aquí, con legalidad norteamericana, para envíos y trámites. Empresas que dan la vida porque Cuba se mantenga como está. De eso viven y viven muy bien.
Empresas, que han lucrado y lucran todos los días con la más que famosa miseria del pueblo cubano, para qué cambiarla entonces. Empresas que no sólo son creadas bajo órdenes y orientaciones del gobierno de Cuba, sino que es casi seguro que son creadas y mantenidas con el dinero que ese gobierno pone.


Estamos divididos, por un lado, no soportamos al gobierno de Cuba, por otro, muchos vienen aquí a criticar a mansalva a los Estados Unidos y llegan a decir públicamente que en Cuba vivían mejor. Por un lado, tenemos que mantener una ayuda casi diaria a los nuestros, enviando hasta sal a un país rodeado de agua salada con más de 11 meses de fuerte verano, por otro sabemos que esas empresas, con sus sonrisas nos están explotando y gran parte del dinero que recaudan va a parar a los que no nos quieren.

No somos un pueblo unido, no sabemos y no queremos saber cómo defendernos. No somos un pueblo unido y es que nuestra historia, al menos de estos casi 70 años no nos lo ha permitido, pero es peor, la pregunta que se impone es: ¿Cómo no estamos todos locos?