Creo que todos los seres humanos, hasta los más
aparentemente valientes o locos, sentimos miedo. Quizás nos diferenciamos en la
frecuencia o la cantidad que padecemos, pero el miedo está presente en nuestras
vidas, hasta que el miedo a la muerte deja de existir porque morimos.
Según la Real Academia Española, el miedo es “la angustia
que se siente ante un riesgo o daño real o imaginario, o el recelo de que nos
acontezca algo contrario a nuestros deseos”.
En psicología, “el miedo es una emoción básica y
primitiva que surge como respuesta ante la percepción de una amenaza, real o
imaginaria, y que tiene una función de supervivencia, preparando al organismo
para huir o luchar ante un peligro”.
El Salmo 74, lamentación clamando a Dios por una
intervención divina, visto desde su ángulo nos narra, “¿Por
qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furor
contra las ovejas de tu prado?
Entonces sentir miedo es muy humano, todo lo contrario
de lo que aprendimos, nos obligaron o nos obligamos, y se manifiesta en diferentes
niveles frente a situaciones, reales o imaginarias, que nos presionan, nos
estresan, nos crean incertidumbre, peligro, etc., que puede convertirse incluso
en patológico, llegando a interrumpir o paralizar la vida diaria.
Entre los miedos más comunes están: al fracaso, al
rechazo, a la soledad, al cambio, a la insuficiencia, a la pérdida, al juicio,
a la vulnerabilidad, a la muerte e incluso, aunque parezca mentira, al éxito.
Es cierto, parece que, con el paso de los años y la posible
disminución de nuestras posibilidades reales, físicas y cognitivas, más, creo,
un poco de madurez, comenzamos a sentir miedos que antes no teníamos o miedos
más frecuentes e intensos.
Yo siento miedo todos los días. La primera idea es, amaneceré
mañana, a veces la noche es larga, demasiado larga para los que no amanecen
vivos. Claro tan pronto abro los ojos y me levanto, ese miedo desaparece en
segundos, la real vida no da tiempo a invertir mucho tiempo en esto.
Luego, ya despierto después de mi primer café, cargo
con una mochila llena de miedos. Hasta cuándo mi corazón funcionará, me dará
otro infarto, qué pasa si tengo un accidente automovilístico, que hay de la
salud y el bienestar de los míos, morirá Martica antes que yo, cómo será la
vida de mis tres nietas, ellas llegaran a grandes, se enfermaran, tendré
trabajo y por tanto dinero para pagar lo que necesito pagar el mes que viene,
lograré portarme bien como quieren muchos de los que me acompañan, etc., etc.,
etc.
Y me siento bien, esos miedos, que quizás antes
ocultaba por la sencilla razón absurda de que no se puede tener miedo, es lo
que me hace actuar. Esos miedos, al menos hasta ahora, no me detienen.
Cada nueva actividad, incluso para los más expertos,
trae posibles riesgos, aprender es un riesgo, muchas veces extenuante. Ahora
hay dos caminos, aprendo, me arriesgo, cambio, restructuro o sencillamente no aprendo
y me quedo como estoy.
El miedo entonces no sólo es un padecimiento humano
individual, sino que se convierte en una herramienta, para, bien administrada,
detener y paralizar. Si en algo son especialistas los gobiernos totalitarios, el
cubano por supuesto, es en suministrar cuotas de miedo, a veces en pequeñas
dosis que van trabajando poco a poco, a veces en dosis más grandes y aceleradas.
Y eso respondería a la pregunta grande que muchos nos
hacemos. ¿Cómo un pueblo que no tiene electricidad, que no tiene agua, que no
tiene ya prácticamente atención de salud, donde el comer diariamente se
convierte en un proceso doloroso, al que se les están derrumbando las casas, en
el supuesto caso que las tengan o que sencillamente viven como deambulantes
primitivos, hoy durmiendo aquí, mañana durmiendo allá, o sencillamente no
durmiendo, al que se les están yendo los familiares más cercanos, al que le
queda muy poco que perder, porque muy poco tiene, al que enterrar a un familiar
querido es más difícil que la propia muerte y que podría soñar con mejorar, el
que tiene un apoyo casi masivo desde su comunidad que vive en el exterior, no
se acaba de lanzar a expulsar al gobierno que, por muy preparado que dice
estar, no podrá jamás con millones de personas pidiendo su renuncia? La
respuesta es el miedo adquirido, ese miedo casi patológico. Ese miedo enfermizo
y enfermante.
Es más que evidente que el gobierno cubano ha
fracasado en casi todo, no existe un plan, una acción, algo prometido que hoy
exista, sin embargo, por eso digo en casi todo, porque si ha obtenido un gran
éxito, al menos de forma general, en crear el miedo y mantenerlo por décadas.
Desde el mismo comienzo en 1959, creó un “inminente”
ataque de lo que se definió como imperialismo yanqui. Los gobiernos
norteamericanos han estado todos, todos los días en nuestras vidas. Han sido el
lobo que va a venir y no sólo nos lo va a quitar todo, sino que nos va a devorar.
El enemigo jurado que quiere quedarse con todo lo que
existe. Los negros volverán a ser negros, las mujeres volverán a ser explotadas
por sus maridos y la sociedad, los niños volverán a andar descalzos inundados
de parásitos. Nos quitaran las playas, nuestras casas, se llevarán nuestras
riquezas, imagino hoy las palmas reales que es lo que va quedando, no podremos
estudiar porque las escuelas serán privadas, las personas morirán en las
puertas de los hospitales y los yanquis se llevaran a los niños para, ahora sí,
convertirlos en carne enlatada.
El pueblo de Cuba, según se lee en los libros de
historia que se conocen, se distinguía por ser un pueblo valiente, arriesgado,
entregado a causas nobles, luchador por ideales patrióticos, sin embargo, este
mensaje de miedo, mantenido, en un país, además, donde el gobierno es dueño de
todos los medios de información y comunicación, canales de televisión,
estaciones de radio, periódicos y revistas, vayas e incluso los muros que se
puedan utilizar como soporte, tal como la gota de agua aparentemente inofensiva
que desgasta a la fuerte roca, penetra y penetra en los cerebros a partir de
familias, amigos, escuelas, trabajos, vecindarios. Ese mensaje de que volveremos
a la época neocolonial o peor a la colonial, miradas desde sus puntos débiles o
negativos obviamente, hace que, incluso las personas que no vivieron esas etapas
digan: “los fósforossssssssss, huye pan que te coge el diente”.
Durante casi siete décadas, donde pululan los
discursos e intervenciones, se ha amenazado al pueblo de Cuba, describiéndole una
realidad apocalíptica, muy bien estructurada que dice: no lo hagas, no cambies
nada, te irá peor, será tu final.
Y así vivimos y crecimos millones de personas, odiando
a un enemigo que nunca atacó y describiendo una realidad en y con él que no
conocíamos.
El lobo va a venir, aseguraba el gobierno, entonces la
única solución que te queda es seguir bajo mi protección. Todo te lo van a
quitar, vas a perder lo poco o mucho que tienes, porque el capitalismo voraz devorara
todo, incluyéndote a ti mismo.
Paralelamente cada vez que se te ocurra sacar la
cabeza como ciudadano que trata de ser libre, te la cortaron, por lo que no
hace falta reprimir a todo el pueblo, no hace falta encarcelar a millones, con
sólo un reprimido o un encarcelado basta. La autorrepresión y el auto encarcelamiento
dentro de ti mismo, funciona.
Es cierto, los cambios son difíciles, por eso están reconocidos
como uno de los principales miedos del ser humano, peor obviamente es ir preso
a la cárcel, estar preso dentro de tu misma casa, perder tu trabajo o tus
estudios, entonces es mejor, a veces, que todo quede como está y mientras tanto
vamos tratando, en silencio, de ir escapando.
Para colmo de maniobra, estoy convencido de que el
gobierno cubano, además de espías, tiene en Estados Unidos y en otros países,
muchos agentes de influencia, a algunos paga, a otros beneficia, a otros les da
cursos de entrenamiento, a otros enamora con cantos de sirenas y esas personas
son las responsables de profundizar el miedo. El Sueño Americano no existe, hay
que trabajar mucho, el dinero no alcanza, yo estoy aquí embarcado, en Cuba
vivía mejor, este es un país racista, los negros son cazados y matados en plena
calle, lo de la libertad de expresión es una total mentira, si no tienes mucho
dinero, te mueres por falta de atención médica, etc. Conclusión, no vengas y no
cambies para algo parecido a esto, sigue como estás, que por lo menos arroz con
un huevo tienes y puedes estar presente en el momento que tu abuelita muera
para vestirla y llevarla al cementerio.
Desde tan temprano, tanto como en junio de 1961, Fidel
Castro, en su intervención como conclusión de las reuniones de los intelectuales
envió un mensaje, que desbordaba el escenario de esos eventos, el mensaje, como
de refilón, era para todos los cubanos, cuando afirmó: “Esto significa que,
dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución
nada”. Y ese fue el mensaje que marcó el objetivo de cada una de sus acciones y las de
los que todavía están.
Luego el mismo Fidel, en otro de sus momentos histriónicos,
afirmó frente a un pueblo histérico y poseído: “Quien no tenga genes
revolucionarios, quien no tenga sangre revolucionaria, quien no tenga una mente
que se adapte a la idea de una revolución, quien no tenga un corazón que se adapte
al esfuerzo y al heroísmo de una revolución, no los queremos, no los
necesitamos”
Hay que soportar a la revolución, no importa cómo se
esté o viva, no importa lo que se ha perdido y esa idea es la que mueve hoy al
gobierno. Tienen que soportarnos porque somos la mejor y única opción, si no, “prepárate
pa lo que te viene pa arriba”.
La antigua revolución y su gobierno se igualan a la patria, el partido comunista único es más que una religión de fe, es la única forma de existencia, el presidente es Dios, cualquier cuestionamiento serio para cambiar, termina en la definición de antipatriota, entreguista, mercenario, enemigo.
¿Se podría entonces planificar y organizar la pérdida
masiva del miedo? Creo que no, eso de organizar y planificar, más luego actuar
apegados a lo estructurado, no nos viene muy bien a los cubanos. Eventos como
el que se supone que ocurra, para nada más y nada menos que sacar a un
gobierno, que en estas últimas seis décadas se ha preparado muy bien, con el
dominio además de las fuerzas represivas y el ejército, comienza con una gota,
con una chispa y entonces ese detonante de dos o tres convencidos o locos, que
han vencido sus miedos, podrá crecer hasta hacerse incontrolable.
Esperar a que todos perdamos el miedo el mismo día, a la misma hora, es un absurdo. Podría demorar cientos de años.